El mito de Perseo y Andrómeda es uno de los más conocidos y de más larga pervivencia; en realidad, vestido con otro ropaje, llega hasta nuestros días.

En torno al héroe Perseo se articulan varios mitos y elementos, algunos muy antiguos que se remontan a la Prehistoria, a la época de los cazadores paleolíticos, y otros más recientes del Neolítico y de las primeras monarquías. Si su origen es muy antiguo, su pervivencia llega hasta nuestros días,  en algunos mitos como por ejemplo el famoso de “San Jorge  y el dragón”  y otros  germanos y sajones (Beowulf, Sigfrido…). En él se acumulan muchos de los elementos  frecuentes en mitos y cuentos populares de monstruos, princesas cautivas y héroes salvadores.

Resumimos brevemente el mito primero, luego proponemos una lectura del mito rehecho fundamentalmente sobre la versión de Ovidio en su Metamorfosis y finalmente haré algunas anotaciones, que más que ofrecer una explicación del relato, lo que hacen es entreabrir las puertas a la complejidad polivalente que todo mito encierra.

Resumen: se vaticina a un rey que será precisamente su descendiente quien acabe con su vida; para impedirlo encierra en una cámara a su hija, que a pesar de ello concibe  un hijo de un dios;  madre e hijo son arrojados a las aguas, pero sobreviven y son criados por su salvador en otro país; una vez adulto el héroe ha de cumplir un trabajo o empresa imposible para evitar el capricho deseo del rey del lugar que desea apoderarse de su madre; consigue con la ayuda de otros dioses cumplir la tarea; en el viaje de regreso libera a una doncella, hija del rey de Etiopía,  que un monstruo marino tiene encadenada y acaba  así con  la amenaza y desolación permanente que el  monstruo ocasiona al país de la doncella; en recompensa recibe la mano de la princesa; luego participando en unos juegos atléticos lanza el disco que golpea mortalmente a su abuelo, cumpliéndose así la ineludible profecía inicial.

Relato mítico:

Acrisio, rey de la poderosa ciudad de Argos, en la antigua Grecia, deseaba ardientemente tener descendencia y preguntó al oráculo, que  anuncia el futuro,  cómo podría tener hijos. Pero el dios del oráculo, el apuesto y resplandeciente Apolo, le respondió enigmático:

Tu hija Dánae te dará un nieto, fuerte y valeroso, que será el causante de tu propia muerte.

Asustado Acrisio construyó una cámara subterránea de bronce en la que encerró a su hija Dánae, pretendiendo  impedir el cumplimiento del terrible anuncio.

Pero de nada sirven las medidas y cautelas de los hombres que se oponen al designio de los dioses. Dánae fue fecundada por el propio Zeus o Júpiter, padre de los dioses, transformado en lluvia de oro y dio a luz un hermoso niño. La lluvia del metal que  compra los corazones y abre todas las puertas, penetró también por las rendijas de la cámara de bronce, aparentemente inaccesible, y el seductor dios todopoderoso, infiel una vez más a su esposa, la diosa Juno, procreó en la muchacha  argiva al héroe Perseo, pues tal categoría de héroe tienen los descendientes de dioses y mortales.

Nacido en el secreto de la cámara subterránea, el niño creció sano y robusto durante algunos meses sin que su abuelo se percatase de su existencia. Un día, el niño juguetón profirió un grito que Acrisio oyó desconcertado. Pero pronto, sabedor de lo ocurrido y consciente del futuro peligro, no quiso admitir la intervención divina del seductor Zeus, encerró en un cofre de madera a su hija Dánae y a su nieto Perseo y los arrojó al mar. El cofre, zarandeado por las olas, fue a parar a la isla de Sérifos. El pescador Díctis, hermano de Polidectes, el rey de la isla,  acogió en su casa a los pobres náufragos. Dictis educó como a  un hijo a Perseo, que se convirtió en un hermoso adolescente de extraordinario valor.

Mientras tanto el rey Polidectes se había enamorado ardientemente de la hermosa Dánae, pero el joven Perseo, protector de su madre, le impedía satisfacer su loca pasión. Cierto día el rey celebró un banquete e invitó a la mesa a sus nobles amigos y al propio Perseo. Preguntados por el rey sobre qué regalo pensaban ofrecerle los comensales, todos opinaron que el obsequio más adecuado para un rey era un caballo, pero el joven Perseo, ufano y atrevido, contestó fanfarrón:

–  No es obsequio cualquiera un veloz y ágil caballo, pero yo traería a mi soberano  la cabeza de la mismísima  Gorgona si preciso fuera.

Al día siguiente todos los nobles príncipes llevaron al rey el caballo prometido mientras el imprudente Perseo acudió con las manos vacías. Irritado Polidectes le ordenó que marchase inmediatamente en busca de la cabeza de la Gorgona y añadió

De lo contrario, si vuelves sin la cabeza del terrible monstruo, me apoderaré de tu madre Dánae por la fuerza.

La empresa era muy difícil, más bien imposible de realizar, incluso para un héroe como Perseo. Pero los dioses Hermes y Atenea, solícitos con el retoño de Zeus y por lo tanto hermano suyo de padre, acudieron en su ayuda y le indicaron la forma de conseguir su propósito.

Por consejo de los dioses Perseo fue en busca de las tres Grayas (Enio, Pefredo y Dino)  hijas del dios marino Forcis que nacieron ya “viejas” y nunca fueron jóvenes y vivían en el país de la noche, donde nunca alumbra el sol . Tenían las Fórcides un solo ojo y un solo diente para las tres que utilizaban por turno, que Perseo les robó con habilidad y se negó a devolverles hasta que no le mostrasen el camino que le conduciría hasta el palacio de las “Ninfas”, poseedoras de objetos mágicos que le serían muy útiles  y que le revelarían el procedimiento para acabar con la terrible Gorgona.

Recibió el héroe Perseo de las ninfas sus sandalias aladas y una alforja o zurrón, así como el casco de Hades que hacía invisible a quien lo llevaba protegiendo su cabeza. Hermes le proporcionó también una hoz de pedernal dura y cortante.

Equipado de esta manera, acudió Perseo volando a la mansión de las tres Gorgonas (Esteno, Euríale y Medusa), junto al azulado Océano, en la costa atlántica de España. Eran éstas monstruos terribles de ojos brillantes, con serpientes rodeando su cabeza, con colmillos enormes similares a los de jabalí, con una lengua enorme  que salía de sus bocas y duras escamas de dragón protegiendo su cuello. Sus manos eran de bronce brillante y tenían alas de oro  que les permitían volar de un lado para otro. Su sola mirada convertía en piedra a quienes osaban mirarlas de frente. De las tres hermanas sólo Medusa era mortal.

Parecía la empresa imposible si Perseo no hubiera contado con la ayuda divina. Se aproximó sigiloso siempre de espaldas y volando con sus aladas sandalias y las encontró profundamente dormidas y confiadas. Atenea acudió en ayuda del héroe y sostuvo en la posición adecuada su escudo de bruñido bronce en el que Perseo vio reflejado el rostro de Medusa como en un espejo, evitando así la mirada directa que le hubiera petrificado  y con certero tajo cercenó su cabeza con la cortante hoz de pedernal. De su cuello herido surgieron al instante Pegaso, el caballo alado, y el gigante Crisaor, “el de la espada de oro”, hijos ambos de la cópula con el dios Posidón cuando Gorgona era hermosa en un templo de Atenea. La profanación del templo sagrado fue  castigada con su terrible apariencia.

Recogió veloz Perseo la cabeza de la Gorgona Medusa  y la introdujo en la alforja, evitando en todo momento cruzar su mirada con la del monstruo decapitado y emprendió el regreso, protegido por el casco de Hades que le hacía invisible para las dos hermanas que furiosas le buscaban.

Emprendió Perseo rápidamente el largo camino de  vuelta, que le llevó primero al país donde reinaba Atlas, en el extremo Occidente, en donde se encontraba el huerto de las manzanas de oro, las manzanas de las Hespérides , las Occidentales. El gigante Atlas se enfrentó a  Perseo temiendo que  se llevase las manzanas de oro e intentó expulsarle. Perseo extrajo del saco la cabeza de Medusa que aun después de muerta conservaba su poder petrificador y vuelto de espaldas la muestra a Atlas, que al momento quedó convertido en la cordillera montañosa del Atlas, en el noroeste de Africa. Esta montaña sostiene desde entonces el cielo con sus astros.

En su camino de vuelta,  mientras surcaba el denso aire, al pasar por la tórrida Etiopia, advertido por desgarradores gritos que pedían auxilio, divisó desde lo alto a una hermosa joven de rubia cabellera atada a una roca junto a la costa, expuesta a los peligros del profundo y violento mar. Sensible el héroe a los encantos de la bella joven, giró el rumbo de su viaje y se acercó con decisión, impelido por la pasión que surgía en su corazón.

¿Cuál es tu nombre, hermosa muchacha con el que tus padres y vecinos te reconocen entre todas? ¿Quién  ha atado con tanta crueldad y dureza tus frágiles brazos a esa roca desnuda y te expone a los peligros de los monstruos que habitan el profundo mar? ¿Qué motivo puede existir para castigo tan desmesurado, olvidando tu belleza y juventud? –

preguntó ansioso Perseo y escuchó impaciente una voz quejumbrosa y apenada  que le decía:

Soy Andrómeda, hija de Cefeo y Casiopea, reyes de este ardiente país que se llama Etiopia. Te ruego que no aumentes mi dolor y sufrimiento con tanta pregunta inútil. Sólo te diré que pago, por castigo de los dioses, una culpa que no es mia.

Suspiró el cercano Cefeo, a quien, aun conservando su apostura real,  se le humedecieron los ojos de tristeza, abrazado a su hermosa esposa Casiopea, cuya extraordinaria belleza fue la causa de tantas desgracias.

En efecto, la imprudente y vanidosa  reina Casiopea, orgullosa  de su belleza , se jactó de  superar en hermosura ella misma y su hija a todas las Nereidas, las cincuenta hijas de Nereo, nietas del Océano, todas bellísimas, que habitan en el fondo del mar y se divierten nadando entre las olas con sus cabellos al viento. Pretendió en su locura ser más hermosa que Tetis, la madre de Aquiles, o Anfitrite la esposa de Posidón o la gentil Galatea. Celosas las Nereidas , pidieron a Posidón, dios de los mares, que recorre los océanos agitando las aguas con su carro, que vengase tal insulto y tan orgullosa pretensión.

Y el dios envió a un terrible monstruo marino, un cetáceo de enormes dimensiones:

Ve, Cetáceo,  al país de Casiopea, devasta sus tierras, inunda su costa y  mata a sus gentes y su ganado.

Así lo hizo el monstruo una y otra vez. El pueblo, asustado, pedía al rey que les salvara. Cefeo consultó el oráculo y éste le comunicó:

Rey desgraciado, sólo hay una posible salvación. Debes ofrecer a tu hija Andrómeda en sacrificio como víctima propiciatoria. Deberá ser encadenada junto al mar y esperar la llegada del monstruo terrible para devorarla.

Conocedor Perseo de lo sucedido e inflamado de amor su corazón, propuso a Cefeo:

Desgraciado, yo libertaré a tu hija Andrómeda y la salvaré del monstruo que ya se divisa a lo lejos si me concedes que sea mi esposa.

Accedió Cefeo de inmediato y Perseo se dispuso presto a la lucha. Apareció a lo lejos el monstruo Cetáceo, irguiendo su cabeza entre las olas y nadaba ya veloz hacia la costa. Se elevó Perseo ágilmente  con sus aladas sandalias para proyectarse sobre él y clavar una y otra vez su espada mortífera  en el lomo escamoso. La sangre tiño las aguas de rojo. Con rápido movimiento ascendente esquivo el ataque del fiero dragón y cayó de nuevo para hundir profundamente la espada en su corazón. Herido mortalmente, el monstruo Cetáceo se hundió para siempre en las profundidades marinas, quedando libres Andrómeda y su país de la anunciada destrucción.

Cefeo, en cumplimiento de lo pactado, entregó  su hija al héroe Perseo. Pero la dulce Andrómeda estaba destinada con anterioridad a casarse con su tío Fineo, que no aceptó la boda y se enfrentó con furia al héroe. Perseo se defendió con valentía y ante el elevado número de enemigos que le atacaban extrajo de su saco la cabeza de la terrible Medusa e inmediatamente quedaron transformados en piedra quienes incautamente la miraron.

Perseo se dirigió con su esposa Andrómeda a Sérifos, para encontrarse con Dánae, su madre. Polidectes, incapaz de reprimir sus deseos, quiso apoderarse por la fuerza finalmente de Dánae, que se vio obligada a refugiarse junto al altar inviolable. Perseo se vengó de Polidectes y sus amigos, a quienes la visión de Medusa convirtió también en estatuas de piedra.

Entregó el reino de Sérifos a su padre adoptivo Dictis, devolvió las sandalias aladas a Hermes, y el saco y el casco de Hades que le hacía invisible, a las Ninfas. La diosa Atenea, que generalmente está armada de pies a cabeza, colocó por su parte la cabeza de Medusa en el centro de su égida o escudo, costumbre que por cierto han imitado desde entonces los valerosos soldados a fin de petrificar a quienes se enfrentan en la lucha.

Marchó después Perseo junto con Andrómeda a Argos su patria para reencontrarse con su abuelo Acrisio, que temiendo el cumplimiento del oráculo que anunció su muerte a manos de su nieto había huido al país vecino de los pelasgos. Su rey había organizado unos juegos fúnebres en honor de su padre difunto.

El joven héroe Perseo por su parte acudió para participar en los juegos buscando el honor de la victoria. Cuando llegó su turno tensó sus músculos, fuertes y flexibles, giró veloz sobre sí mismo y proyecto con fuerza el disco a lo lejos, con tan mala fortuna que golpeó a su abuelo Acrisio, sentado entre los espectadores de los juegos, provocándole su muerte y cumpliéndose así el indefectible oráculo al que nadie puede sustraerse.

Rindió honores a su abuelo, pero no queriendo volver a Argos cambió su trono por el de Tirinto, donde reinaba su primo Megapentes. Perseo, que todavía vivió largos años en compañía de Andrómeda,  fundó y fortificó la ciudad de Micenas, cuyas murallas construyeron los Cíclopes con grandes piedras. Su primer hijo, Perse dio origen al pueblo de los Persas.

Por lo extraordinario de su nacimiento y por su gloriosas hazañas Perseo fue elevado al firmamento por la diosa Atenea y allí sigue aún, sosteniendo en su mano la cabeza monstruosa de Medusa, que petrifica a quien la mira, con su ojo, la estrella Algol,  parpadeante,  luciendo intermitentemente. Junto a él Atenea honró también a la dulce Andrómeda con un lugar entre las estrellas.

Cetáceo, el monstruo marino, se encuentra también allí, esperando y  persiguiendo eternamente a Andromeda, a quien protege Perseo. 

Posidón quiso también honrar a Cefeo y a su imprudente esposa Casiopea, a la vista de los mortales, que han de tomar buena cuenta de las consecuencias de los comportamientos inadecuados.

Algunas notas explicativas o meramente sugerentes:

Algunos de los elementos  se remontarían a la época de los cazadores paleolíticos  y la cultura del tótem, como el yelmo de Hades que hace invisible, como corresponde al reino de los muertos, al reino de las sombras;  ninfas que enseñan el camino, monstruos a la entrada del infierno, instrumentos mágicos, etc.

Otros como el monstruo que asola las tierras y cosechas de Etiopía corresponderían a la época de la agricultura.

A la época heroica de las familias guerreras corresponderían elementos tales como la princesa encerrada, el hijo criado a escondidas, la cuestión sucesoria, etc.

Son elementos típicos de estos relatos  el asunto del  héroe que debe realizar una gran empresa o empresa difícil: frecuentemente el viaje a un lugar que desconoce (generalmente el viaje hacia el otro mundo); los  intermediarios que le ayudan con instrumentos mágicos para llevar a cabo su empresa (el yelmo de Hades dios del infierno que hace invisible, el saco, el escudo, la segur que le proporcionan las ninfas), la ayuda de alguien que  enseña el camino  (las Grayas), seres monstruosos (en este caso con un ojo y un diente y de aspecto feroz)  protegiendo e impidiendo el acceso al mundo de los muertos.

Al asunto anterior se añade otro relato mítico en forma de  segunda parte, cuyo  asunto es la liberación de la princesa y el enamoramiento de la muchacha o hija del rey y el matrimonio con ella como premio, previa  liberación al país de las fauces del monstruo (marino en este caso y por tanto también conectado con el ultramundo). Este tema de la liberación de la princesa es de origen oriental; en Grecia no aparece hasta els.VI a.C.

Generalmente el héroe al casarse ocupa del trono del padre de su esposa (el trono se transmite por línea materna); a veces como en este mito vuelve a hacerse cargo del trono de su patria con su nueva esposa. En todo caso se plantea así y se soluciona la sustitución del rey anciano que ha perdido sus poderes (mágicos).

Que la muerte del rey se anuncie con un oráculo refleja una etapa posterior a aquella en la que la muerte del rey anciano era un hecho preestablecido, pero ahora cuando el poder pasa de padre a hijo, su muerte resulta antinatural…

El tema del rapto por un monstruo  se halla en un principio estrechamente ligado a la caza como base económica fundamental, de la que nace este motivo: el raptor se lleva a la raptada. Aquí en cambio le es entregada. Las formas de esta entrega corresponden al rito de la presentación de las doncellas a los demonios del agua y a los dioses, con la finalidad de influir en la fertilización del país.

El dragón, el monstruo marino, animales fabulosos y fantásticos  (dragón o serpiente, esfinge egipcia, centauros, etc.) representan  un fenómeno más reciente; estos animales fantásticos son producto de una cultura tardía e incluso urbana, cuando ya el hombre había empezado a perder su vinculación íntima y orgánica con los animales, aunque ya antes se pueden encontrar  formas embrionarias de animales compuestos.

La serpiente, el dragón, aparece poco más o menos junto con los dioses antropomorfos. El antepasado totémico de tipo animal no es un dios en el sentido en que lo es el antropomorfo Zeus o el amorfo Espíritu Santo. La divinidad se desarrolla a partir del animal.

Con la aparición de la agricultura y de las ciudades el variopinto mundo animal de origen totémico comienza a perder su realidad. Se verifica un proceso de antropomorfización. Las cosas van cambiando con el paso a la agricultura regular, a la cría de ganado y a la formación del Estado primitivo. Los dioses antropomorfos se crean en esta fase. Para el agricultor es importante que sus dioses rijan las aguas y sus dioses tienen aspecto humano.

Los  animales van adquiriendo  cuerpo de  hombre; en algunos casos lo último en desaparecer es el morro del animal (Anubis con cabeza de lobo, Orus de halcón…). También  las almas de los difuntos se representan como pájaros con  cabeza humana.

El proceso de antropomorfización está ya casi realizado en la figura de ciertos héroes como Hermes o Mercurio, que mantiene  unas pequeñas  alas en los pies  hasta que por último el animal se transforma en atributo del dios: así Zeus es representado con un águila.

Los sacrificios humanos, muy antiguos,(tema relacionado con el del tributo de carne humana)  subsistieron incluso en época clásica griega y romana, aunque los sacrificados sean ahora  los prisioneros de guerra.

Pero los sacrificios humanos entran  en conflicto con las formas de la agricultura  y con las formas de vida social que se han desarrollado y de relaciones familiares correspondientes a ellas. Chocan también  con las formas de la religión que ya ha comenzado a crear los dioses.

Por otra parte, con la aparición de la propiedad de la tierra nace una nueva forma de relaciones familiares. El amor de los padres no admite el sacrificio de un hijo y para evitarlo  aparece el héroe forastero que libera a la doncella.  (Perseo, Andrómeda).

La interpretación alegórica más elemental del episodio de  Zeus fertilizando a Danae consiste en identificar a Júpiter con la lluvia y  Dánae, encerrada en el subsuelo,  es la tierra fertilizada.  Los etnólogos Frazer y Sternberg demostraron hace tiempo  que las relaciones sexuales entre un ser humano y una divinidad servían para aumentar el rendimiento de la tierra.

Con frecuencia se simboliza con este mito también el poder omnipotente del dinero, que abre las puertas más férreamente cerradas, haciendo del mito una lectura moralizante.

Se han hecho lecturas del mito más complejas, como la psicológica, siguiendo a Jung, en la que el caballero lucharía consigo mismo para rescatar su lado inconsciente femenino.

 El dragón puede significar también el espacio de naturaleza salvaje y agreste frente al espacio civilizado de la ciudad. A veces el dragón es sometido y conducido como una animal doméstico e integrado en el orden urbano, como ocurre con  santa Marta, que con agua bendita dominó  al dragón Tarasca y lo condujo a la ciudad atado con su propio cinturón (nos lo cuenta Jacobo de la Vorágine en su Legenda aurea (Leyenda dorada).

Por lo demás,  Andrómeda, conocida también como la doncella encadenada, fue una de las más antiguas constelaciones, que probablemente recibió el nombre en la región de Mesopotamia. Está rodeada al norte por Casiopea y Perseo; al este por Perseo, al sur por los Peces y el Triángulo y al oeste por Lacerta y Pegasus, como señal y guía para los marineros con sus blancos brazos extendidos en el firmamento.

El ojo de la cabeza de Medusa es Algol, el demonio en árabe, que brilla intermitentemente al ser oscurecida por otra estrella próxima.

Cetus, Cetáceo , es también en la antigua Mesopotamia el dragón cósmico Tiamat que se enfrenta al héroe.

Cefeo, el rey, es también una de las más viejas constelaciones. Los chinos   lo ven como el famoso cochero  aproximadamente en el año 950 a.C. Los nómadas árabes lo ven como un pastor con su perro y ganado.

Casiopea es conocida también como la “W”  o “M”  celestes. Otra versión cuenta que fue encadenada al trono por su vanidad y colocada hacia la estrella polar, aunque  a veces queda colgada al revés, en una posición poco digna como advertencia para todos.  Curiosamente los romanos la conocían como “la mujer del Carro” y los árabes como “mujer en el carro”. 

Pegaso, el caballo alado, fue elevado por Atenea   como una constelación.  Pegaso interviene en varios mitos, en el de Perseo y sobre todo en el de Belerofonte. En el mito de Perseo o bien nace del cuello seccionado de Gorgona o de la tierra fecundada por la sangre de Gorgona al caer de la cabeza que Perseo transportaba en su alforja después de darle muerte.

Respecto de Belerofonte, Atenea condujo al caballo por la brida hasta Belerofonte. Gracias a este caballo Belerofonte pudo matar a la Quimera (monstruo con parte de león y parte de cabra que despide llamas por la boca) y vencer a las Amazonas (pueblo de mujeres que descienden de Ares, dios de la guerra y de Harmonía; (α-μαζών, a-mazon = la que no tiene seno).

Tras la muerte de Belerofonte, Pegaso volvió al Olimpo, la morada de los dioses. Cuando el concurso de canto que enfrentó a las hijas de Piero (Piérides) con las Musas, en el monte  Helicón, éste, contento, fue hinchándose hasta amenazar llegar al cielo. Por orden de Posidón Pegaso golpeó la montaña con uno de sus cascos para ordenarle que volviera a sus dimensiones ordinarias. El Helicón obedeció, pero en el lugar en que Pegaso le había dado el golpe brotó una fuente, Hipocrene, o Fuente del Caballo, que es la fuente de toda inspiración poética.

Atlas es el gigante mítico, convertido en la cordillera del Atlas que sostiene el firmamento. Se le suele representar con su figura humano-divina, sosteniendo el cielo sobre sus hombros. Por eso llamamos “atlas” a los mapas celestes y por extensión a los terrestres y demás gráficos.

El oráculo es la contestación que las pitonisas y sacerdotes  pronunciaban como dada por el dios Apolo a las consultas que  se le hacían.  Los oráculos son ineludibles, siempre se cumplen, pero frecuentemente el hombre trata de evitar su realización, en un intento humano irracional o absurdo, porque, como plantea Ruiz Elvira, o los oráculos son verídicos y entonces no se pueden evitar o no lo son y entonces no deben merecer crédito y no hay que hacer nada para evitarlos. Pero la irracionalidad de intentar evitarlos es muy humana, y el hombre desconfiando de la lógica se somete ciegamente al deseo y a la voluntad de que no ocurra lo anunciado como si la sola voluntad pudiese más que el destino, es decir a la esperanza que le hace actuar. (es decir, nos queda un importante componente irracional…)

Como curiosidad citaremos también a las Perseidas o lluvia de estrellas Como cada año en agosto, llega la lluvia de meteoros denominada las Perseidas. En esta ocasión, el espectáculo parece asegurado. Las Perseidas tiene su origen en el cometa Swift-Tuttle cuya cola corta la órbita de la Tierra. Son los resto de la cola los que, al entrar en la atmósfera terrestre,  producen este interesante fenómeno. Las predicciones indican que se verán uno o dos meteoros por minuto en el máximo. Por supuesto, los fragmentos son de pequeño tamaño y masa, y no representan ningún peligro.

Muchos elementos de este mito o mitos tienen sin duda su origen en Mesopotamia. Es evidente el parecido con la monstruosa Tiamat, con la que lucha Marduk.

En la mitología griega hay otros seres también monstruosos, como Tifón, pero esta leyenda de Perseo y Andrómeda ha tenido una enorme presencia en todos los siglos y tiempos en el interés de los ciudadanos, en la literatura y en el arte.

Así en época romana Flavio Josefo, Plinio, Estrabón, San Jerónimo localizan el salvamento de Andrómeda en Jaffa (Iope) en Palestina.

Plinio nos dice que Marco Escauro en el año 58 a.C. trajo a Roma los huesos de la fiera que iba a devorar a Andrómeda y que su tamaño era de unos 13 metros, con costillas mayores que colmillos de elefantes y columna vertebral de 45 centímetros de grosor. No es difícil ver en estos huesos elementos fósiles de seres realmente existentes, como dinosaurios o elefantes antiguos, que alimentaban la credulidad o imaginación de los antiguos. Naturalmente, siguen apareciendo restos fósiles de reptiles gigantescos, como el del pliosaurio que medía quince metros y pesaba 45 toneladas.

 La leyenda tiene su prolongación hagiográfica en la de San Jorge y el dragón, aunque son muchos los desconocedores del mito de Andrómeda y no identifican su origen y relación. Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII nos ofrece en su  “Legenda Sanctorum” (Lecturas sobre santos)  que pasará a ser conocida como “Legenda aurea” (Leyenda dorada) la versión más exacta, que tuvo un enorme éxito en el ambiente caballeresco de la Edad Media. San Jorge es el paradigma del caballero medieval que lucha o defiende a una doncella.

Su éxito y popularidad explica su importancia y presencia en todas las artes hasta el día de hoy, incluido naturalmente el cine.

Perseo y Andrómeda

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies