La Historia no se repite pero a veces ocurren hechos en momentos diferentes que tienen alguna semejanza. Por eso llamamos a la Historia Magistra vitae. Véase artículo http://www.antiquitatem.com/cervantes-dia-mundial-del-libro. En estos tiempos actuales aparecen de vez en cuando comparaciones entre la caída del Imperio Romano y los momentos actuales de tensiones entre el Oriente y el Occidente. Más en concreto se aprecian similitudes entre los acontecimientos del año 378 que acaban con la derrota de los romanos en Adrianópolis, actual ciudad de Edirne en la Turquía actual junto a las fronteras actuales de Grecia y Bulgaria, y la muerte del emperador Valente en la batalla, y las guerras de Iraq y Siria, que mueven de un sitio para otro a millones de desplazados fugitivos.

No pretendo llevar la comparación hasta el  límite que algunos “ideólogos”, sin duda interesados, pretenden al afirmar que así como la admisión de los “bárbaros” acabó con el Imperio Romano, del mismo modo la admisión lde tantos fugitivos e inmigrantes, casi todos musulmanes, acabará con la “civilización occidental”. Es esta una conclusión exagerada, en muchos casos xenófoba, de rechazo al diferente.

No seguiré yo por ese camino, sin desconocer por ello, los graves problemas que una intervención poco reflexionada de Occidente en Oriente, intervención en el  fondo egoísta e imperialista, ha ocasionado.

Me limitaré a transcribir unos textos de la Historia de Amiano Marcelino, referidos a los años citados,  en los que la política errática y egoísta de los emperadores romanos respecto de la admisión de inmigrantes y fugitivos de la guerra, produce efectos que nos recuerdan con toda claridad a algunos episodios actuales.

Las fronteras del Imperio están en el Danubio, llamado entonces Ister, que desde el centro de Europa va a desembocar al Mar Negro. Al otro lado habitan varias tribus godas y más al Este pueblos desconocidos, de los que se cuentan crueldades sin límite y formas de vida muy alejadas de la civilización occidental. Uno de estos pueblos es el de los alanos y otro el de los hunos, de los que corren todo tipo de rumores sobre su salvajismo y crueldad.

Pues bien, los hunos se alían con los alanos, no menos rudos y salvajes, y empujan a los godos, más civilizados e incluso cristianizados (arrianos),  hasta la frontera del Danubio, río de un enorme caudal difícil de atravesar.

Los godos piden al emperador que  les permita entrar en el Imperio y que  les asiente en ese espacio privilegiado de paz y de riqueza.

Sería fácil traducir todo esto a un lenguaje moderno: los hunos y su crueldad son el ISIS o DAESH y sus vilezas, los godos son inmigrantes o refugiados que huyen de la guerra, el Imperio Romano es la Unión Europea, la política indecisa, contradictoria y egoísta del emperador es la de Bruselas y restantes países europeos, algunos detalles concretos, como los del transporte,  pretensiones de control de los fugitivos y corrupción en la gestión de la ayuda, son tan semejantes a los actuales que producen ciertamente asombro.

Poco importa que estos hechos ocurran un poco más al norte que los actuales, en Tracia, en un territorio que hoy correspondería parte a Turquía y parte a Bulgaria. Ahora ocurren un poco más al sur y al este, entre Siria-Turquía y las islas griegas cercanas como Lesbos.

Dejo a la consideración del lector el extraer alguna conclusión si es que se debe extraer, pero la Historia debería servir para no cometer los mismos errores en situaciones parecidas y para entender mejor algunos hechos y sus causas.

Antigua Tracia proyectada sobre el mapa político actual. La línea azul corresponde al curso del Danubio y el punto rojo a la situación de Adrianópolis, en la actual Turquía, muy cerca de las fronteras griega y búlgara, es decir, en las puertas de Europa; en verde la isla griega de Lesbos.

El que mejor nos lo cuenta  es Amiano Marcelino, escritor griego que nació hacia el año 330, aunque escribe en Latín,  en sus Historias (Rerum Gestarum Libri XXXI) en el libro 31.

Nota: la traducción utilizada es la de María Luisa Harto Trujillo, en Editorial Akal.

Comienza el libro con un  párrafo, que aligerado de la afición romana a los presagios, es ciertamente clarividente:

31.1.1: Mientras tanto, la rápida rueda de la Fortuna, alternando como siempre desgracias y éxitos, armó tanto a Belona (diosa de la guerra) como a sus compañeras las Furias, y produjo en Oriente tristes calamidades, que fueron presagiadas clara y verazmente por augurios y portentos.

31.2.1 Personalmente creemos que la semilla de todo este desastre y el origen de las distintas desgracias avivadas por Marte (dios de la guerra) –que encendió y agitó la situación con insólitas chispas- es el siguiente:

El pueblo de los hunos, poco nombrado en las historias de la antigüedad, habita al otro lado de la pantanosa Meotis, junto a un helado océano, y sobrepasa todos los límites de la crueldad.

Amiano, recogiendo la opinión popular, pinta a los hunos con los más terroríficos rasgos:

31.2.3 Con aspecto humano a pesar de su rudeza, llevan una vida tan agreste que no precisan fuego, ni alimentos sabrosos, sino tan sólo raíces de hierbas salvajes. Se alimentan con carne de cualquier animal casi cruda, ya que tan sólo la calientan ligeramente colocándola entre sus piernas y los lomos de sus caballos.
….

31.2.5 Se cubre con telas de lino o con pieles de ratones silvestres y llevan siempre la misma ropa…

Los describe también como extraordinarios jinetes y duros guerreros sin temor por su propia vida y naturalmente, desleales, volubles, irracionales y sin respeto por los dioses:

31.2.11 Son desleales y volubles en los acuerdos… Semejantes a animales irracionales, no distinguen en absoluto entre lo honesto y lo deshonesto. Sus palabras son ambiguas y enrevesadas, y jamás han respetado una creencia o religión….

31.2.12 Este pueblo rudo e indomable, ávido de apoderarse de lo ajeno, gracias a sus rapiñas y a las matanzas de pueblos vecinos, a los que han hecho sucumbir, han extendido sus dominios hasta los alanos, llamados antiguamente masagetas.

Describe a continuación a los numerosos pueblos que habitan al otro lado del Ister, de manera especial a los alanos, que se extienden hacia Oriente y “se dividen en naciones amplia y populosas” vagando de un sitio para otro con sus ganados y sus carretas, sin un lugar fijo donde aposentarse.

De la fiereza de los “alanos” en la guerra puede darnos idea el siguiente párrafo:

31.2.22 …. Además, cuando matan a un hombre, nada les enorgullece más como prenda triunfal que arrancarle la cabeza, cortarle el cuero cabelludo y colocarlo sobre sus caballos a modo de adornos de guerra.

Pues bien, según nos relata Amiano se produce una terrible alianza: Estos pueblos provocan movimientos masivos de godos (que ya mantenían relaciones con los romanos e incluso habían sido cristianizados) hacia las fronteras romanas:

31.3.8 …  Sin embargo, como entre los restantes godos se había extendido el rumor de que una nación desconocida hasta entonces, semejante a un alud de nieve que se precipita desde lo alto de las montañas, estaba destruyendo y saqueando todo lo que encontraba a su paso, la mayor parte de las gentes, que habían dejado ya solo a Atanarico debido a la escasez de productos necesarios, intentaron buscar un nuevo hogar alejado y desconocido por los bárbaros.

Después de pensarse durante bastante tiempo el sitio al que irían, creyeron que Tracia sería una buena elección por dos razones: por la gran fertilidad de su suelo y porque, gracias a su anchura del curso de Danubio, estaba alejada de las tierras que estaban ya expuestas a los desastres de la guerra contra los bárbaros.

Todos estuvieron de acuerdo con esta idea.

Y ahora comienza el relato del terrible éxodo, que tantas similitudes tiene con la actualidad:

31.4 La mayor parte de los godos conocidos como tervingos, expulsados de sus tierras, son conducidos por los romanos a Tracia con el consentimiento de Valente (el emperador) después de que prometen entregar a cambio recompensas y ayuda militar. También los godos gretungos atraviesan a escondidas el Íster sobre sus naves.

31.4.1 Así pues, conducidos por Alavivo, ocuparon la orilla del Danubio y enviaron a Valente mensajeros que suplicaron humildemente ser recibidos, prometiendo que llevarían una vida tranquila y que, si la situación así lo exigía, le prestarían ayuda militar.

31.4.2 Mientras se producían estos hechos en el exterior, rumores terribles difundieron que las gentes del norte estaban soportando calamidades insólitas y peores que las ocurridas hasta el momento. Y es que en toda la zona que se extiende desde los marcomanos y los cuados hasta el Ponto, una multitud bárbara de pueblos desconocidos, expulsados de su territorio por un ataque inesperado, se habían diseminado en torno al Íster junto con sus familias.

31.4.3. Al principio, los nuestros se mostraron reticentes a aceptar este pacto, porque en aquellas regiones so solían escucharse noticias de guerras lejanas hasta que estas habían terminado y se habían calmado ya.

31.4.4 Pero cuando la noticia fue confirmándose y se vio reforzada, además, por la llegada de los legados extranjeros que suplicaban que recibiéramos a su pueblo en nuestra orilla del río, se produjo más alegría que temor. Además, aduladores expertos alababan la buena fortuna del príncipe, que había conseguido un contingente de tropas  tan numerosas y procedentes de tierras muy alejadas, de manera que, casi sin esperarlo, uniendo sus propias tropas y las extranjeras, tendría un ejército invencible.

Y añadían que, aparte de la ayuda militar que las provincias aportarían anualmente, su tesoro se vería incrementado con una gran cantidad de oro.

31.4.5. Movidos por la esperanza de alcanzar lo prometido,enviaron a varios oficiales con vehículos apropiados para transportar a esta salvaje nación. Y pusieron todo el empeño posible para que no quedara nadie que pudiera atacar en el futuro al pueblo romano, ni siquiera alguien afectado por una fatal enfermedad.

Así pues, una vez que el emperador consintió que esa gente atravesara el Danubio y se asentara en regiones de Tracia, se les transportó apiñados durante varios días y noches a bordo de naves, barcas y troncos de árboles ahuecados.

Pero como este río era, con mucho, el más peligroso de todos y, además, estaba crecido entonces por la gran cantidad de lluvia caída, su enorme caudal hizo que se ahogaran muchos que intentaban luchar contra la fuerza de las aguas.

31.4.6 Lo cierto es que la avidez y el empuje de estos hombres fue causando de este modo la destrucción del mundo romano.

Ahora bien, no es ni desconocido ni incierto que los infaustos encargados de transportar a este pueblo bárbaro intentaron en varias ocasiones contarlos, pero desistieron frustrados de este intento ya que, como menciona el famoso poeta: “El que quiera saber esto es como si quisiera saber cuántos granos de arena del desierto Libio son arrastrados por el Céfiro”. (Vigilio, Geórgicas, 2,106)

31.4.7 Que recuerden historias antiguas cómo fueron conducidas a Grecia las tropas persas, pues mientras narran cómo levantaban puentes en el Helesponto y buscaban el mar a los pies del monte Atos mediante una construcción laboriosa (construyendo un canal) contando los batallones del ejército en Dorisco, toda la posteridad lo ha considerado como fábulas.

31.4.8 Porque cuando ingentes muchedumbres se extendieron y se diseminaron por las provincias, asentándose en las amplias llanuras y llenando todos los valles y las cimas de las montañas, también entonces, con este nuevo ejemplo, se confirmó la veracidad de los relatos de la antigüedad.

Primero fueron recibidos Frigiterno y Alavivo, a quienes elemperador había ordenado que se les entregaran alimentos para la ocasión y campos que cultivar.

31.4.9 Durante este tiempo, cerradas ya las fronteras de nuestro territorio, mientras las tropas bárbaras se esparcían como cenizas del Etna, el difícil trance que estábamos viviendo reclamaba la presencia de personas de brillantez probada que remediaran la situación similar.

Pero, como si les guiara una divinidad adversa, buscaron a hombres corruptos para ponerles al  frente del poder castrense. Entre ellos sobresalían Lupicino y Máximo, el uno comandante general en Tracia, el otro un líder criminal, pero ambos de igual temeridad.

31.4.10 La peligrosa ambición de estos dos hombres  fue la causa de todos los males. Pues, para omitir otros delitos que, por causas funestas, o los cometieron ellos mismos, o bien permitieron que se cometieran contra extranjeros que llegaban sin culpa alguna, bastará mencionar un hecho lamentable e insólito que no tendría perdón ni siquiera si fueran ellos mismos quienes lo juzgaran.

31.4.11 Y es que, cuando los bárbaros que habían sido conducidos a esas regiones lo estaban pasando mal por la falta de alimento, estos abominables generales planearon comerciar del siguiente modo: reunieron todos los perros que su ambición pudo hallar por cualquier parte y se los entregaron a cambio de obtener un esclavo por cada perro, dándose incluso el caso de que, entre éstos, figuraban hijos de los nobles bárbaros.

31.4.12 Durante esos mismos días, Viterico, rey de los greutungo, así como Alateo y Saphrax, a cuya voluntad estaba sometido, además de Farnobio, al acercarse a la orilla del Danubio, enviaron rápidamente mensajeros al emperador para que le suplicaran que también ellos fueran acogidos y tratados con humanidad.

31.4.13 Pero como los mensajeros no fueron recibidos, ya que ésta era la decisión que, según parecía, favorecía al bien común, se angustiaron sin saber bien qué hacer.
…..
31.5. Los tervingos, llevados por el hambre, la precariedad y los malos tratos recibidos, y comandados por Alavivo y Frigiterno, se rebelan contra Valente y se unen a Lupicino.

31.5.1. En cuanto a los tervngos, a los que sí se les había permitido cruzar el río con anterioridad, se encontraban aún vagabundeando por los alrededores, ya que se encontraban con una doble dificultad: que, por la malvada actuación de los dos generales, no se les proporcionaban los víveres necesarios y, además, se veían inmersos en el abominable tráfico de esclavos antes mencionado.

31.5.2 Al darse cuenta de su situación, ante los males que les atenazaban, empezaron a pensar que debían rebelarse. Pero Lupicino, temiendo esa posibilidad, envió soldados para que les obligaran a marchar con más rapidez.

31.5.3 Los gretungos,entonces, aprovecharon esta oportunidad y, al ver que los soldados estaban ocupados en otra misión y que estaban varados los barcos que solían recorrer el río en ambas direcciones y que les prohibían cruzarlo, atravesaron la corriente en unas barcas rudimentarias y dispusieron su campamento muy lejos de Frigiterno.

31.5.4 Pero éste, previsor como siempre y preparado frente a lo que pudiera suceder, intentó, por una parte, mantenerse leal al emperador, pero, por otra, seguir unido a los poderosos reyes godos, de manera que avanzó lentamente y, con esta treta llegó tarde a Marcianópolis. Allí se produjo otro hecho aún más atroz, que prendió ya las chispas del fuego que causaría la ruina general.

31.5.5. Después de invitar a Alavivo y a Frigiterno a un banquete, Lupicino colocó soldados frente a la muchedumbre bárbara, manteniéndola así alejada de las murallas  y, cuando ésta pidió con súplicas una y otra vez que se les permitiera entrar para obtener los víveres necesarios, ya que se habían mostrado leales y sumisos a Roma, surgieron fuertes disputas entre los que estaban en el interior y los que estaban fuera, disputas que hicieron ya inevitable la lucha.

Además, los bárbaros, furiosos y conscientes de que les estaban arrebatando a la fuerza a algunos de sus seres queridos, atacaron y mataron a un gran número de soldados.

Bien, sigue Amiano describiendo la situación de miseria y desesperación que provoca revueltas y enfrentamientos.

31.5.8 Cuando la Fama, esa malvada incitadora de rumores, difundió estos hechos, toda la nación de los tervingos ardió de ganas de luchar y, entre otros hechos temibles que presagiaban los mayores peligros, con los estandartes izados según la costumbre, rodeados ya por los tristes sones de las trompetas, se lanzaron en rabioso pillaje, saqueando villas, incendiándolas y llevando confusión y ruina a todos los lugares que hallarlo a su paso.

Amiano nos cuenta cómo los godos, que habían sido acogidos anteriormente, se rebelan, matan a los habitantes de Adrianópolis, se unen a Frigiterno y se lanzan a saquear Tracia. En el saqueo se les van uniendo todos cuantos tenían una mala situación:

31.6.5. … En este avance, aquellos a los que derrotaban o hacían prisioneros les mostraban ricos pueblos, sobre todo aquellos en los que se decía que había una gran abundancia de alimentos.

Aparte de su confianza innata, les impulsaba otro hecho: y era que, cada día, se les iba uniendo una multitud de su propio pueblo, entre los que se encontraban gentes vendidas tiempo atrás por mercaderes, o aquellos que, cuando cruzaron por primera vez, y estaban medio muertos de hambre, habían sido intercambiados por un mal vino o por un insignificante pedazo de pan
….

31.6.7. No es extraño que con tales guías no quedara nada intacto, con la excepción de los lugares inaccesibles y abruptos. Sin distinguir sexo o edad, toda aquella zona quedó devastada y fue presa de terribles incendios. Los hijos eran arrebatados del regazo de sus madres y asesinados. Se llevaron a madres, incluso después de que algunas hubieran quedado viudas y hubieran visto morir a sus maridos arrastrados entre los cadáveres de sus padres.

31.6.8. Y, ya para terminar, muchos ancianos que clamaban que estaban ya hastiados de vivir, después de perder sus riquezas y a sus bellas esposas, eran arrastrados con las manos atadas a la espalda sobre las cenizas ardientes de sus propios hogares.
….

Amiano nos narra con todo colorido las atrocidades propias de la guerra y cómo golpea sin piedad e indiscriminadamente a las personas y sus familias:

31.8.7. Se vieron entonces hechos que producen horror sólo con verlos o contarlos: las mujeres, llenas de miedo, eran arrastradas a latigazos, a pesar de estar algunas de ellas incluso embarazadas y de tener que ver cómo sus fetos, antes de ver la luz, soportaban ya numerosas atrocidades. Se escuchaban lamentos de niños y de niñas de familias nobles que veían sus manos atadas en una terrible cautividad.

31.8.8. Detrás de ellos venían jóvenes y castas doncellas que lloraban con gesto crispado y preferían morir torturadas antes que ver mancillado su honor. Entre ellas, arrastrado como una bestia, aparecía un hombre antes noble, rico y libre, que criticaba tu impiedad y tu crueldad, Fortuna, porque en un instante le habías arrancado sus riquezas, el cariño de sus seres queridos y su hogar, un hogar que vio envuelto en cenizas y destrucción, y porque, además, le consagraste a un sangriento vencedor, ya para que lo dilacerara por partes ya para servirle como esclavo entre latigazos y torturas.

Creo que en nada desmerece la narración de Amiano de las crónicas y reportajes visuales que los cronistas de hoy nos ofrecen sobre episodios de la guerra de Siria.

Invito al lector a que complete la lectura del resto del libro 31 de la Historia de Amiano, donde se relatan guerras y batallas de enorme crueldad, en esta y otras zonas de las fronteras, hasta llegar al final con la narración del episodio de mayor  gravedad y eco en la Antigüedad: llega el momento en que es el propio emperador, el Augusto Valente, el que interviene directamente en la lucha y precipita la batalla de Adrianópolis para no compartir el triunfo con su sobrino Graciano, que victorioso viene en su ayuda.  Valente pierde la batalla y muere quemado refugiado en una cabaña.  Para muchos historiadores esta es la evidencia del inicio de la inexorable “caída del Imperio”.

Leamos cómo narra Amiano la muerte de Valente el día 9 de agosto del año 378:

31.13.11 …. La oscuridad de esa noche, en la que no brillaba la luna, terminó con este desastre irreparable, que supuso una gran calamidad para los romanos.

31.13.12 Parece que en los primeros momentos de oscuridad, aunque nadie afirma haberlo visto o haber estado allí cerca, el emperador, cuando se encontraba entre los soldados rasos, cayó herido de muerte por una flecha, después de lo cual lanzó un último suspiro y murió,si bien su cuerpo no fue hallado en parte alguna. Y es qu, como algunos enemigos permanecieron durante bastante tiempo en esa zona para desvalijar a los muertos, ninguno de los huidos o de los habitantes osó acudir allí.

31.13.14 Otros dicen que Valente no murió enseguida, sino que fue conducido junto con unos pocos guardaespaldas y eunucos a una cabaña, que contaba con un segundo piso bien protegido. Y allí, mientras es atendido por manos inexpertas, rodeados por enemigos que ignoraban quién era él, se libró de la deshonra de la cautividad.

31.13.15 Porque, cuando los que le perseguían intentaron romper las puertas, cerradas a cal y canto, fueron atacados con flechas disparadas desde un balcón de la casa.  Entonces, para que estademora no les hiciera perder ni un minuto en su intento de saqueo. Recogieron teas y leña, las amontonaron junto a la casa, prendieron fuego y, así, quemaron tanto el edificio como a sus moradores.

     (Traducción de María Luisa Harto Trujillo, Editorial Akal.)

Las consecuencias fueron que en el año 382, cuatro años después de la batalla de Adrianópolis, Teodosio firmó un tratado que garantizaba a los godos el disfrutar de autonomía dentro del Imperio, y a pesar de ello en el año 395 atacaron Constantinopla, entre el 395 y 397 invadieron Macedonia, Tesalia, Grecia; entre el 401 y el 402 invaden Italia y en el 410 saquean Roma. En el año 456 entraron en Hispania, en el extremo occidental del Imperio.

En el año 475 Rómulo Augústulo (el Pequeño Augusto, tan sólo tenía 15 años) fue depuesto por Odoacro, rey de los hérulos y con el acaba el Imperio de Occidente.

Texto latino

31.1.1: Inter haec  Fortunae volucris rota, adversa prosperis  semper alternans, Bellonam furiis in societatem adscitis, armabat, maestosque transtulit ad Orientem eventus, quos adventare praesagiorum fides clara monebat, et portentorum.

31.2.1 Totius autem sementem exitii et cladum originem diversarum, quas Martius furor incendio insolito 1 miscendo cuncta concivit, hanc comperimus causam. Hunorum gens monumentis veteribus leviter nota, ultra paludes Maeoticas glacialem oceanum accolens, omnem modum feritatis excedit.

31.2.3 In hominum autem figura, licet insuavi, ita victu  sunt asperi, ut neque igni neque saporatis indigeant cibis, sed radicibus herbarum agrestium, et semicruda cuiusvis pecoris carne vescantur, quam inter femora sua equorumque  terga subsertam, fotu calefaciunt brevi.
….
31.2.5 Indumentis operiuntur linteis vel ex pellibus silvestrium murum consarcinatis; nec alia illis domestica vestis est, alia forensis.

31.2.11 Per indutias infidi et inconstantes, ad omnem auram incidentis spei novae perquam mobiles, totum furori incitatissimo tribuentes. Inconsultorum animalium ritu, quid honestum inhonestumve sit, penitus ignorantes, flexiloqui et obscuri, nullius religionis vel superstitionis reverentia aliquando districti, …

31.2.12 Hoc expeditum indomitumque hominum genus, externa praedandi aviditate flagrans immani, per rapinas finitimorum grassatum et caedes, ad usque Halanos pervenit, veteres Massagetas, …

31.2.22 …nec quicquam est quod elatius iactent, quam homine quolibet occiso, proque exuviis gloriosis interfectorum, avulsis capitibus, detractas pelles pro phaleris iumentis accommodant bellatoriis.

31.3.8 …  Fama tamen late serpente per Gothorum reliquas gentes, quod invisitatum  antehac hominum genus, modo, nivium ut turbo montibus celsis, ex abdito sinu coortum apposita quaeque convellit et corrumpit: populi pars maior, quae Athanaricum attenuata necessariorum penuria deseruerat, quaeritabat domicilium remotum ab omni notitia barbarorum, diuque deliberans, quas eligeret sedes, cogitavit Thraciae receptaculum gemina ratione sibi conveniens, quod et caespitis est feracissimi, et amplitudine fluentorum Histri distinguitur ab arvis patentibus iam peregrini fulminibus Martis: hoc quoque idem residui velut mente cogitavere communi.

31.4.1 Itaque duce Alavivo ripas occupavere Danubii, missisque oratoribus ad Valentem, suscipi se humili prece poscebant, et quiete victuros se pollicentes, et daturos (si res flagitasset) auxilia.

31.4.2 Dum aguntur haec in externis, novos maioresque solitis casus versare gentes arctoas, rumores terribiles diffuderunt: per omne quicquid ad Pontum a Marcomannis praetenditur et  Quadis, multitudinem barbaram abditarum nationum, vi subita sedibus pulsam, circa flumen Histrum, vagari cum caritatibus suis disseminantes.

31.4.3. Quae res aspernanter a nostris inter initia ipsa accepta est, hanc ob causam, quod illis tractibus non nisi peracta aut sopita audiri procul agentibus consueverant bella.

31.4.4 Verum pubescente fide gestorum, cui robur adventus gentilium addiderat legatorum, precibus et obtestatione petentium, citra flumen suscipi plebem extorrem: negotium laetitiae fuit potius quam timori, eruditis adulatoribus in maius fortunam principis extollentibus, quae  ex ultimis terris tot tirocinia trahens, ei nec opinanti offerret, ut collatis in unum suis et alienigenis viribus, invictum haberet exercitum, et pro militari supplemento, quod provinciatim annuum pendebatur, thesauris accederet auri cumulus magnus.

31.4.5. Hacque spe mittuntur diversi, qui cum vehiculis plebem transferant truculentam. Et navabatur opera diligens, nequi Romanam rem eversurus relinqueretur, vel quassatus morbo letali. Proinde permissu imperatoris transeundi Danubium copiam, colendique adepti Thraciae partes, transfretabantur in dies et noctes, navibus ratibusque et cavatis arborum alveis agminatim impositi, atque per amnem longe omnium difficillimum, imbriumque crebritate tunc auctum, ob densitatem nimiam contra ictus aquarum nitentes quidam, et natare conati, hausti sunt plures.

31.4.6 Ita turbido instantium studio orbis Romani pernicies ducebatur. Illud sane neque obscurum est neque incertum, infaustos transvehendi barbaram plebem ministros, numerum eius comprehendere calculo saepe temptantes, conquievisse frustratos, ut eminentissimus memorat vates,

‘Quem qui scire velit, Libyci velit aequoris idem
Discere, quam multae zephyro truduntur 2 harenae. (Virg., Georg. II, 106 ff.)

31.4.7 Resipiscant tandem memoriae veteres, Medicas acies ductantes ad Graeciam: quae dum Hellespontiacos pontes, et discidio quodam fabrili, mare sub imo Athonis pede quaesitum exponunt et turmatim apud Doriscum exercitus recensitos, concordante omni posteritate, ut fabulosae sunt lectae.

31.4.8 Nam postquam innumerae gentium multitudines, per provincias circumfusae, pandentesque se in spatia ampla camporum, regiones omnes et cuncta opplevere montium iuga, fides quoque vetustatis recenti documento firmata est. Et primus cum Alavivo suscipitur Fritigernus, quibus et alimenta pro tempore, et subigendos agros tribui statuerat imperator.

31.4.9 Per id tempus nostri limitis reseratis obicibus, atque (ut Aetnaeas favillas armatorum agmina diffundente barbaria), cum difficiles necessitatum articuli correctores rei militaris poscerent aliquos claritudine gestarum rerum notissimos: quasi laevo quodam numine deligente, in unum quaesiti potestatibus praefuere castrensibus homines maculosi: quibus Lupicinus antistabat et Maximus, alter per Thracias comes, dux alter exitiosus, aemulae ambo  temeritatis.

31.4.10 Quorum insidiatrix aviditas materia malorum omnium fuit. Nam (ut alia omittamus, quae memorati vel certe, sinentibus eisdem, alii perditis rationibus in commeantes peregrinos adhuc innoxios deliquerunt) illud dicetur, quod nec apud sui periculi iudices absolvere ulla poterat venia, triste et inauditum.

31.4.11 Cum traducti barbari victus inopia vexarentur, turpe commercium duces invisissimi cogitarunt, et quantos undique insatiabilitas colligere potuit canes, pro singulis dederunt  mancipiis, inter quae et filii  ducti sunt optimatum.

31.4.12 Per hos dies interea etiam Vithericus Greuthungorum rex cum Alatheo et Saphrace, quorum arbitrio regebatur, itemque Farnobio, propinquans Histri marginibus, ut simili susciperetur humanitate, obsecravit imperatorem legatis propere missis.

31.4.13 …..Quibus (ut communi rei conducere videbatur) repudiatis, et quid capesserent anxiis, …

31.5.1. At vero Theruingi, iam dudum transire permissi, prope ripas etiam tum vagabantur, duplici impedimento adstricti, quod ducum dissimulatione perniciosa, nec victui congruis sunt adiuti, et tenebantur consulto nefandis nundinandi commerciis.

31.5.2 Quo intellecto, ad perfidiam instantium malorum subsidium verti mussabant, et Lupicinus ne iam deficerent pertimescens, eos admotis militibus adigebat ocius proficisci.

31.5.3 Id tempus opportunum nancti Greuthungi, cum alibi militibus occupatis, navigia ultro citroque discurrere solita, transgressum eorum prohibentia, quiescere perspexissent, ratibus transiere male contextis, castraque a Fritigerno locavere longissime.

31.5.4 At ille genuina praevidendi sollertia, venturos muniens casus, ut et imperiis oboediret, et regibus validis iungeretur, incedens segnius, Marcianopolim tarde pervenit itineribus lentis. Ubi aliud accessit atrocius, quod arsuras in commune exitium faces furiales accendit.

31.5.5. Alavivo et Fritigerno ad convivium corrogatis, Lupicinus ab oppidi moenibus barbaram plebem, opposito milite, procul arcebat, introire ad comparanda victui necessaria, ut dicioni nostrae obnoxiam et concordem, per preces assidue postulantem, ortisque maioribus iurgiis inter habitatores et vetitos, ad usque necessitatem pugnandi est ventum. Efferatique acrius barbari, cum necessitudines hostiliter rapi sentirent, spoliarunt interfectam militum magnam manum.

31.5.8 Haec ubi fama rumorum nutrix maligna dispersit, urebatur dimicandi studio Theruingorum natio omnis, et inter metuenda multa periculorumque praevia maximorum, vexillis de more sublatis, auditisque triste sonantibus classicis, iam turmae praedatoriae concursabant, pilando villas et incendendo, vastisque cladibus quicquid inveniri poterat permiscentes.

31.6.5. Laudato regis consilio, quem cogitatorum norant fore socium efficacem, per Thraciarum latus omne dispersi caute gradiebantur, dediticiis vel captivis vices uberes ostendentibus, eos praecipue, ubi alimentorum reperiri satias dicebatur, eo maxime adiumento, praeter genuinam erecti fiduciam, quod confluebat ad eos in dies ex eadem gente multitude, dudum a mercatoribus venundati, adiectis plurimis quos primo transgressu necati inedia vino exili vel panis frustis mutavere vilissimis.

31.6.7. Nec quicquam nisi inaccessum et devium praeeuntibus eisdem mansit intactum. Sine distantia enim aetatis vel sexus, caedibus incendiorumque magnitudine cuncta flagrabant, abstractisque ab ipso uberum suctu parvulis et necatis, raptae sunt matres et viduatae maritis coniuges ante oculos caesis, et puberes adultique pueri per parentum cadavera tracti sunt.

31.6.8. Senes denique multi, ad satietatem vixisse clamantes, post amissas opes cum speciosis feminis, manibus post terga contortis, defletisque gentilium favillis aedium ducebantur extorres.

31.8.7. tunc erat spectare cum gemitu facta dictu visuque praedira, attonitas metu feminas flagris concrepantibus agitari, fetibus gravidas adhuc immaturis, antequam prodirent in lucem, impia tolerantibus multa, implicatos alios matribus parvulos, et puberum audire lamenta, puellarumque nobilium, quarum stringebat fera captivitas manus.

31.8.8. Post quae  adulta virginitas, castitasque nuptarum, ore abiecto, flens ultima ducebatur, mox profanandum pudorem optans morte (licet cruciabili) praevenire. Inter quae cum beluae ritu traheretur ingenuus paulo ante dives et liber, de te, Fortuna, ut inclementi querebatur et caeca, quae eum puncto temporis brevi opibus exutum et dulcedine caritatum, domoque extorrem, quam concidisse vidit in cinerem et ruinas, aut lacerandum membratim, aut serviturum sub verberibus et tormentis crudo devovisti victori.

31.13.11  … Diremit haec numquam pensabilia damna, quae magno rebus stetere Romanis, nullo splendore lunari nox fulgens.

31.13.12 Primaque caligine tenebrarum, inter gregarios imperator, ut opinari dabatur (neque enim vidisse se quisquam vel praesto fuisse adseveravit), sagitta perniciose saucius ruit, spirituque mox consumpto decessit, nec postea repertus est usquam. Hostium enim paucis spoliandi gratia mortuos per ea loca diu versatis, nullus fugatorum vel accolarum illuc adire est ausus.

31.13.14 Alii dicunt Valentem animam non exhalasse confestim, sed cum candidatis et spadonibus paucis, prope ad agrestem casam relatum, secunda contignatione fabre munitam, dum fovetur manibus imperitis, circumsessum ab hostibus, qui esset ignorantibus, dedecore captivitatis exemptum.

31.13.15 Cum enim oppessulatas ianuas perrumpere conati qui secuti sunt, a parte pensili domus sagittis incesserentur, ne per moras inexpedibiles populandi amitterent copiam, congestis stipulae fascibus et lignorum, flammaque supposita, aedificium cum hominibus torruerunt.

A las puertas del Imperio Romano/ A las puertas de Europa

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