Covada” es una palabra, derivada de la francesa “couvade”; “couver” significa “ incubar, empollar”. Con este término etnográfico se designa un rito de magia simpática o simple fórmula de reconocimiento del recién nacido practicada en algunos pueblos en el momento del nacimiento de un hijo que consiste en una especie de simulación del parto por parte del padre, que se acuesta en el lecho junto al recién nacido.

Este rito o acto, por extraño e incomprensible que hoy nos parezca, está atestiguado con algunas ligeras variantes en la Antigüedad y modernamente en  Laponia, Melanesia(del griego μέλαν=negro y  νῆσος =isla; islas habitadas por negros) , Borneo, Malasia , Inglaterra, Francia, Brasil (Amazonas…),Alemania, etc.

Por lo que respecta a la Antigüedad, el primer testimonio escrito del que tenemos noticia nos lo proporciona  Apolonio de Rodas en el siglo III a.C,  director de la Biblioteca de Alejandría, quien  en su obra “El viaje de los Argonautas”,  al referirse a los “tibarenos”, pueblo de la orilla oriental del Mar Negro “ricos en corderos”, nos dice en el libro o canto II, versos 1012 y ss.:   

Allí cuando las mujeres dan a luz a sus hijos, son los maridos quienes gimen echados en la cama con la cabeza vendada. Ellas en cambio los cuidan a los hombre  con alimentos y les preparan los lavatorios del parto.

En el siglo I.A.C. el historiador Diodoro Sículo (de Sicilia) nos comenta también  en su obra “Biblioteca Histórica”, Libro V, capítulo 14, cómo los maridos corsos

"no tienen cuidado alguno de sus mujeres cuando están de parto, y cuando dan a luz es el marido quien se acuesta"

y luego es el padre quien recibe las felicitaciones de los familiares y amigos mientras su  mujer se dedicaba a las tareas propias de su papel en la familia.

Si estos testimonios son en sí interesantes, para los españoles tiene una especial importancia la información que nos ofrece el geógrafo griego, de época romana, contemporáneo de  Diodoro Sículo, Estrabón. Escribió hacia el año 20 de nuestra era una famosa obra, Geografía, en la que describe las regiones y pueblos del Imperio Romano desde Asia hasta las Islas Británicas. El libro III lo dedica a la península Ibérica  y sus pueblos y en  3.4.17 dice refiriéndose a las mujeres cántabras:

…es cosa común entre ellos la valentía, no sólo en los hombres, sino también entre las mujeres. Estas cultivan la tierra; apenas han dado a luz, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan. Con frecuencia paren en plena labor, y lavan al recién nacido inclinándose sobre la corriente de un arroyo, envolviéndolo luego.

y añade, no sabemos si con admiración, o asombrado por la rudeza de estas mujeres, cómo continúan con su labor acostumbrada.

Con frecuencia aseguran diversos autores que esta costumbre se ha conservado hasta tiempos recientes en algunas regiones de España, tales como Galicia, Asturias, Burgos, León, Huesca.  Estas afirmaciones referidas a España  han de ser sometidas a una profunda revisión y crítica seria por su falta de justificación suficiente.

En cualquier caso debemos buscar un significado o sentido a esta costumbre existente en lugares y regiones tan dispares. Los etnólogos, historiadores, filósofos y psicólogos han ofrecido diversas explicaciones no exentas de interés.

Tradicionalmente el texto de Estrabón se consideró como prueba de la existencia del matriarcado entre las poblaciones cántabras. La crítica moderna no lo valora así y considera que el texto, un tanto impreciso, revela la incomprensión por parte de Estrabón de unas costumbres tan diferentes  y lejanas de las civilizadas romanas y griegas y en todo caso es insuficiente para confirmar la existencia de una época de matriarcado.

A Estrabón le llamaba la atención la valentía y fortaleza de las mujeres cántabras y el hecho de que eran ellas quienes transmitían la herencia y casaban a sus hermanos, mientras era el hermano, el tío, en latín avunculus quien detentaba la autoridad frente a los hijos. No deja de ser curioso cómo en alguna medida se ha mantenido en la sociedad hasta tiempos modernos la importancia del papel que jugaba el tío.

La interpretación hasta hace bien poco más admitida es la formulada por el  antropólogo suizo Johann Jackob Bachofen en1861. Relacionaba esa práctica con un presunto matriarcado existente en el Neolítico y el paso a un sistema patriarcal. El mito de las Amazonas y la covada eran para él las pruebas de la existencia anterior del matriarcado.

La covada es un rito de aceptación de la paternidad y de legitimación del recién nacido. En el matriarcado sería la mujer, como cabeza de familiar, quien legitima y decide la aceptación de los hijos;  ahora con la covada  o simulación masculina del parto en cambio es esencial la aceptación por parte del padre, sin la cual el recién nacido no se incorpora a la familia. Se trata en resumen de un reconocimiento público y expreso de la paternidad, del papel que juega el padre y del nuevo ser como hijo suyo. (Recordemos cómo en la familia romana es el paterfamilias el que acepta formalmente al hijo recién nacido.)  Con estos ritos se estaría negando, pues, el matriarcado o como dice el propio Estrabón utilizando una exacta terminología, la ginecocracia (de γυνή (gyne),  mujer y κράτος  (kratos) poder: gobierno de las mujeres)  La teoría de Bachofen ha tenido un enorme éxito.

Para algunos, pues,  el patriarcalismo habría sido introducido en pueblos  de cultura matriarcal, pero esta es una suposición o teoría difícil de admitir, sobre todo después de los estudios de Malinowski. .

El antropólogo Malinowski  estudió las sociedades “matrilineales” de Nueva Guinea, en las que sólo se reconoce la descendencia materna, y comprobó cómo el poder en realidad quien lo detentaba ya era el hombre, si bien en la figura del tío materno o “avunculus” en latín.

En un sentido absolutamente contrario a Freud, el psicoanalista Walter Georg Groddeck  considera  que la mujer no siente la “envidia del pene  masuclino”, sino que es el hombre el que se siente mujer incompleta y por tanto tiene la “envidia del útero ”; la covada no expresaría sino el deseo de parir.

Curiosamente en medicina se describe el  síntoma del conocido como  "síndrome de covada", que se manifiesta en un estado en el padre de ansiedad empática hasta el nacimiento del hijo, que tal vez tenga que ver con las llamadas “neuronas de la empatía” y que explicarían su existencia en el pasado y en el presente.

Una visión interesante es la de Genaro Chic; la covada lo que significaría es la consideración de la mujer como mera incubadora o nido del niño, frente a la posición generadora del padre; con ello queda absolutamente desacreditada la teoría de la existencia de un matriarcado en el que el poder lo detenta la mujer.

Incluso modernamente hay quien relaciona con práctica tan antigua la costumbre moderna de que los padres acompañen a la madre en el momento del parto y alumbramiento y colaboren en el trance con su actitud positiva. La verdad es que parece muy otro el sentido de esta saludable práctica, cuando la realización de los partos  en impersonales hospitales y paritorios garantiza la seguridad médica, pero aleja un hecho tan transcendente de todo contexto familiar.

Parece que este tema de la “covada” y sus derivaciones hacia el “matriarcado” no están suficientemente estudiados. En todo caso se pone una vez más de manifiesto la dificultad de interpretación del significado de los textos antiguos, hijos a fin de cuentas de su época y de un determinado contexto sociocultural.
 

La covada

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