En la Mitología grecolatina, como en casi todas, son frecuentes los seres monstruosos y los animales fantásticos. A veces estos monstruos son animales de grandes dimensiones, otras son resultado de la mezcla de varios diferentes e incluso en ocasiones de la mezcla de seres humanos y animales.

Dragones, grifos, esfinges, centauros, monstruos marinos, pegasos, dioses de forma humana con cabeza de animal como en Egipto,…  pueblan todas las mitologías y cosmogonías del mundo y nos retrotraen a una etapa muy primitiva del ser humano: algunos a la época de los cazadores y otros también a la época neolítica.

Algunas personas piensan que la creación de estos seres monstruosos se debe a la aparición en la propia Antigüedad de restos fósiles de dinosaurios y otros animales extinguidos en aquel entonces. Es un intento de explicación racionalista de los mitos. A esta teoría de explicación mitológica se le llama “evemerismo”, del nombre de su presunto creador Evemero de Mesene, en el siglo IV a.C., del que apenas se conservan algunos resúmenes  y citas.

Según Evémero los dioses no son sino personajes históricos, reyes de especial relevancia, engrandecidos por la tradición. Esta teoría tuvo cierto éxito entre algunos autores antiguos, especialmente entre los antiguos padres de la Iglesia, que la utilizaron para desacreditar los mitos antiguos pero que no aplicaron a los propios.

Por muy atractivas que parezcan estas teorías de racionalización de los mitos, la realidad es que el ser humano es enormemente complejo y en su afán de explicar el mundo que le rodea recurre con su inteligencia, su imaginación, sus sueños e imaginaciones, su concepción unitaria del mundo a formas de explicación simbólica y mítica. Utiliza así experiencias físicas para expresar realidades de otro orden.

En la Antigüedad ciertamente aparecen restos fósiles y estos hallazgos están documentados. No cabe duda que estos fósiles alimentaron a veces la imaginación de los antiguos y también ayudan a explicar,  justificar o reforzar la existencia de sus animales fantásticos.

Hay un texto muy interesante de Plinio en el que se cuenta cómo el edil Marco Escauro, en el año 58 a.C.,  llevó a Roma y exhibió los restos fósiles de un monstruo aparecidos en Jope, la actual Jaffa, junto a Tel-Aviv. En Jope situaban tradicionalmente los antiguos el episodio del mito de Perseo y Andrómeda.  (véase en este mismo blog  http://www.antiquitatem.com/andromeda-perseo-medusa-danae-zeus). Allí sitúan también el episodio,  o dicen que afloraban de la roca restos de las cadenas de Andrómeda, Estrabón, XVI,2,28 (759); Mela, I,11/64; Plinio NH V, 13/69; Josefo, Bello Iudaico, III,9,3 (420); Pausanias, IV, 35,6; Jerónimo, Comm. Ad Ion., I,3    Casi todos ellos mencionan que sobre la roca de Jope afloraban restos de las cadenas de Andrómeda.

Naturalmente se identificaron los restos traídos por Escauro con los del monstruo marino que había de devorar a Andrómeda.

Nos dice Plinio, NH IX, 4/11:

Siendo edil, Marco Escauro expuso en Roma, traídos desde Jope, los huesos del monstruo al que se decía que había sido expuesta Andrómeda. Tenían de longitud 40 pies (unos 13 metros), la altitud de sus costillas superaba a los elefantes de la India, su espina dorsal tenía pie y medio de grosor (unos 45 centímetros).

Beluae, cui dicebatur expósita fuisse Andromeda ossa Romae apportata ex oppido Iudaeae Ioppe ostendit inter reliqua miracula in aedilitate sua M. Scaurus longitudine pedum XL, altitudine costarum Indicos elephantos excedente, spinae crrassitudine sesquipedali.

Tal vez se tratara de un pliosaurio como el aparecido recientemente en el mar Ártico, de 15 metros de longitud y 45 toneladas de peso; o tal vez fuera alguna ballena o cetáceo antiguos.

Hay también una famosa pintura en un vaso griego, una crátera de mediados del siglo VI ahora en el Museo de Bellas Artes de Boston, en el que Heracles se enfrenta al monstruo que Poseidón envió a atacar a Troya en la que reinaba Laomedonte, que debía sacrificar a su hija Hesíone, en un mito similar al de Andrómeda. La pintura representa  con toda evidencia también  un resto fósil, probablemente de un tipo de jirafa antigua.

           

Alguien ha explicado la ubicación de los Cíclopes en Sicilia por la aparición allí de restos de elefante antiguo: el agujero central se habría interpretado como un ojo único en mitad de su frente.

La folclorista Adrienne Mayor  parece haber comprobado que en los lugares en que se ubican los mitos griegos de luchas entre dioses, monstruos y hombres, se encuentran abundantes fósiles. Así pone como ejemplo la isla de Samos en donde se sitúan los combates de las amazonas y en donde  aparecen frecuentes fósiles; o relaciona la aparición  de fósiles de dinasaurios en los desiertos de Asia central con un texto de Heródoto: Historiae, 4,13,1 en el que se habla de los Grifos:

Otra historia se cuenta sobre este tema igualmente entre griegos y bárbaros. Un tal Aristeas, natural de Proconeso, hijo de Caistrobio y poeta, decía que por consejo de Febo había ido hasta los Isedones, y que más allá habitaban los Arimaspos, hombres de un solo ojo en la cara, y más allá de estos están los Grifos, que guardan el oro del país y que todavía más allá habitaban , hasta las costas del mar, los hiperbóreos. Según él, todos estos pueblos, excepto los hiperbóreos, especialmente los Arimaspos, siempre estaban en guerra con sus vecinos.

Pero todas estas elucubraciones, como los vistosos y exitosos documentales sobre estos asuntos, han de ser  observados con agudo sentido crítico y científico.

En todo caso la aparición de estos restos impresionó a los antiguos y hay indicios que nos permiten suponer que  algunos antiguos más curiosos buscaron y coleccionaron estos restos.

Así Suetonio, hace también un referencia a restos fósiles de grandes animales cuando al referirse a las “villas” de Augusto, nos dice en Vida de Augusto, 72, 3

En cuanto a las suyas (sus villas) sin embargo, aunque modestas, las embelleció no tanto con el adorno de estatuas y de pinturas cuanto con paseos arbolados y con bosquecillos y con cosas curiosas por su antigüedad y rareza, como son los miembros supergrandes de animales y fieras enormes de Capri, que dicen que son huesos de los gigantes y armas de los héroes.

sua uero quamuis modica non tam statuarum tabularumque pictarum ornatu quam xystis et nemoribus excoluit rebusque uetustate ac raritate notabilibus, qualia sunt Capreis immanium beluarum ferarumque membra praegrandia, quae dicuntur gigantum ossa, et arma heroum.

Sin embargo todo esto no nos autoriza a pensar que esta es la explicación de la proliferación de estos monstruos mitológicos. La curiosidad, la creatividad y la imaginación humanas, ayudadas también por ensoñaciones y visiones oníricas fueron suficientes.

En todo caso resulta curioso e interesante comprobar cómo hace dos mil años ya impresionaban los dinosaurios, que tanto interés generan en nuestros días.

Fósiles de dinosaurios en la Antigüedad

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