Tesoro, arca o caja de caudales, hucha, son tres instrumentos concebidos para guardar riqueza. Son muy antiguos y siguen existiendo. Esto nos permite algunos comentarios históricos y también lingüísticos.

La hucha es una cajita pequeña, generalmente de barro, para guardar monedas que ha de ser rota para recuperarlas. El nombre parece derivar del francés huche, de huge  (del latín medieval hutica = arca) con influencia de la voz alemana hüten (guardar).   Se me antoja una relación evidente con el vasco o euskera “kutxa” (pronúnciese /cucha/) que significa “caja”, sin que eso signifique que el término primitivo sea el vasco, porque podría estar relacionado con el latín “capsa”, caja.

Pues bien, los antiguos, los romanos regalaban huchas a sus niños o adultos por año nuevo. Hasta este punto nos impregnó la cultura y forma de vida de unos pocos romanos que se impuso a todo un enorme imperio incluso en los más pequeños detalles. Porque esta costumbre de regalar huchas a los niños sigue vigente, aunque sin duda en retroceso, hoy en día. Con ello se pretende fomentar la virtud del ahorro en los niños.

Pero tal vez  resultaría un cruel sarcasmos aconsejar a nuestros hijos que ahorren para el día de mañana, cuando sus míseros salarios que un cruel sistema económico reduce hasta el límite, apenas si dan para la subsistencia diaria en un entorno fieramente consumista. Así que regalarles una hucha se me antoja tan cruel como aconsejarles un “plan de pensiones” con una entidad cuya única finalidad es ganar dinero cueste lo que cueste.

Los romanos la llamaban loculus , locellus, loculamentum, es decir, lugarcito, cajita, bolsita, y aulula. Son estos términos genéricos que se aplican en consecuencia a numerosos objetos pequeños, a veces divididos en numerosos compartimentos. En realidad estas palabras designan a los compartimentos de una caja o cofre y por extensión a la caja misma.

Estos objetos son  fácilmente transportables, a diferencia de la más pesada “arca”, palabra también latina con la que a veces parece corresponderse, aunque un texto de Juvenal en sus Sátiras I, 81 y ss. diferencia perfectamente la hucha o bolsa (luculus)  de la “caja fuerte” (arca):

Desde que Deucalión, cuando las lluvias torrenciales elevaron las aguas, escaló con su nave la cima para consultar el oráculo, desde que los peñascos se ablandaron y recibieron poco a poco el calor de la vida y Pirra exhibió a los hombres las muchachas desnudas, lo que desde entonces ocupa a los hombres, el deseo, el temor, la ira, el placer, los goces, los discursos, todo ello se revuelve en este libro.¿Cuándo fue más copiosa la abundancia de vicios? ¿Cuándo la avaricia mostró un regazo mayor? ¿Cuándo el juego de azar agitó más los ánimos? Pues no se acude ya a la mesa de azar con una simple bolsa: se apuesta con el arca al lado.¡Qué grandes batallas verás allí! El que suministra las armas es el cajero. ¿No es una locura perder cien mil sestercios y no dar una túnica a un esclavo yerto de frío?. (Traducción de Manuel Balsch. Edit. Gredos)

Ex quo Deucalion nimbis tollentibus aequor
navigio montem ascendit sortesque poposcit,
paulatimque anima caluerunt mollia saxa
et maribus nudas ostendit Pyrrha puellas,
85quidquid agunt homines, votum timor ira voluptas
gaudia discursus, nostri farrago libelli est.
et quando uberior vitiorum copia? quando
maior avaritiae patuit sinus? alea quando
hos animos? neque enim loculis comitantibus itur
90ad casum tabulae, posita sed luditur arca.
proelia quanta illic dispensatore videbis
armigero! simplexne furor sestertia centum
perdere et horrenti tunicam non reddere servo?

Arca de Turiaso (probablemente del siglo I). Museo de Zaragoza.

Estas cajitas tan simpáticas, las huchas, han aparecido con cierta frecuencia en las excavaciones,  generalmente de barro, por lo que han de ser rotas para extraer las monedas. Son de diversas formas, siendo probablemente la más común la de un cilindro acabado en un cono con una ranura para introducir las monedas, aunque también las hay de otra forma, cuadrada, redonda, ovalada…

Hé aquí un ejemplar del siglo II-III después de Cristo comprada en Roma o en Nápoles en 1906-9 actualmente en el Johns Hopkins Archaeological Museum de Baltimore, Maryland.

  

Está decorada con la figura de Mercurio, que sostiene el caduceo o bastón, con gorro alado y una bolsa de dinero; hay también un cordero. En la parte trasera lleva la marca del alfarero fabricante,  BASAUGU, tal vez Bassienus Augurinus.

Es curiosa la figura que recuerda en su forma a los de los tholoi primitivos, si bien reducidos a una miniatura.

Han aparecido unas veinte de este tipo. Generalmente están adornadas con las figuras de Mercurio, Venus, la Foruna o cuadrigas.

Hé aquí otra de origen desconocid, recogida por Caylus en su  Recueil d’antiquités égyptiennes, étrusques, grecques et romaines, Paris 1752-1757, T. IV, p. 270, tav. 82, 3.

O esta otra  tomada de Graeven, H. 1901. Die thönerne Sparbüchse im Altertum,fig. 5.

O esta otra tomada de W. HABEREY, Kornspeicher und M'Jnzspartopf. Bonner Jb. 159

O éstas encontradas en Apulum (Rumanía), más parecidas a las actuales.

Estas otras son más parecidas a las actuales, sobre todo la segunda.

El prestigioso  Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines de Daremberg et Saglio nos dice en el término “loculus”, pág. 1293: 

Uno de los documentos más interesantes de este tipo es el que tuvo lugar en 1812 en las Termas de Tiro: allí se encontró una hucha redonda, de cerámica roja, adornada con las figuras de tres divinidades,  todavía llena de las moneda que en ella se habían introducido; contenía en efecto 251 denarios, los más antiguos de la República y los más recientes del comienzo del reinado de Trajano. Fea (un anticuario), que nos ha hecho conocer este descubrimiento, no nos ha dejado el dibujo de este pequeño monumento hoy perdido.

 Uno de los descubrimientos más importantes de este tipo es el que tuvo lugar en 1812 en las Termas de Tito: allí se encontró una hucha redonda, de barro cocido rojo, adornada con las figuras de tres divinidades, todavía llena de las monedas que se habían introducido en ella; contenía en efecto 125 denarios, los más antiguos de la época de la República y los más recientes del comienzo del reinado de Trajano. Fea (un anticuario), que nos ha permitido conocer el descubrimiento, no nos ha dejado el dibujo de este pequeño monumento hoy perdido.

“Une des découvertes les plus intéressantes en ce genre est cele qui fut faite en 1812 aux thermes de Titus: on y trouva une tirelire ronde, en terre cuite rouge, ornée des figures de trois divinités, pleine encoré des pièces qu’on y avait introduites; elle contenait en effet 251 deniers, les plus anciens étant de la République, les plus recents du commencement du règne de Trajan. Fea, qui nous fait connaitre cette découverte, ne nous a pas laissé le dessin de ce petit monument aujourd’hui perdu”

En fin, estos simpáticos instrumentos pueden colaborar a desarrollar el vicio de la avaricia, aunque más bien son muy adecuados para desarrollar la virtud del ahorro y la valoración del dinero que a la mayoría de los mortales les cuesta mucho esfuerzo conseguir.

A veces en ellos se acumulan importantes cantidades, haciendo verdad la frase de Tertuliano en un pasaje en el que critica la ambición de riquezas y el lujo exagerado en algunas mujeres, en   De Cultu Feminarum, 1,91,19:

De brevissimis loculis patrimonium  grande profertur

De pequeñísimas huchas se extrae un gran patrimonio,

Reproduzco el texto para conocer de paso las críticas que algunos moralistas estoicos y cristianos hacen del lujo inmoderado, tan escandaloso entonces como hoy en día:

Así pues, como cada una de las cosas que han sido repartidas por Dios por cada una de las tierras y por cada una de las regiones del mar, son extrañas a su vez unas con otras,  raras para los extranjeros y lógicamente para los del propio lugar porque o las desprecian o no las apetecen, porque entre los que las tienen a mano  no es tan grande la apetencia de una fría vanagloria. Pero por la distribución de los bienes que Dios ordenó como él quiso, la rareza y extranjería, que siempre encuentran atractivo entre los extraños por la simple razón de no tener lo que Dios colocó en otro lugar, engendra el deseo de tenerlo.

De este deseo nace otro vicio, el deseo de poseer sin medida, pues aun suponiendo que se debe poseer, sin embargo debemos tener moderación.  Este segundo vicio es la ambición.  De donde su nombre ha de ser explicado porque nace de la concupiscencia instalada en nuestro espíritu con el objetivo de satisfacer la vanagloria,  es decir, un gran deseo porque, como he dicho, no lo produce ni la naturaleza ni la verdad, sino una pasión viciosa del espíritu  y los fuertes vicios de la ambición y de la gloria. Y así también eleva los precios de las cosas para elevarse a sí mismo como deseo, pues tanto mayor es la concupiscencia cuanto más grande es lo que se desea.

De cajas pequeñísimas se extrae un enorme patrimonio; en un pequeño paño se guardan diez mil sestercios; un tierno cuello lleva alrededor bosques e islas; los pequeños lóbulos de las orejas agotan una fortuna y la mano izquierda  juega con sacos de oro en cada dedo. Esta es la fuerza de la ambición que el peso de tan grandes tesoros puede ser transportado por el cuerpecillo de una sola mujer.

Nam ut quaeque rerum per singulas quasque terras et unamquamque regionem maris a Deo distributa sunt, inuicem sibi peregrina, apud exteros mutuo rara, apud suos iure si utique uel negleguntur uel appetuntur, quia non tantus est in illis gloriae feruor inter domesticos frigidae. Sed enim ex possessionum distributione quam Deus ut uoluit ordinauit, raritas et peregrinitas apud extraneos semper gratiam inueniens de simplici causa non habendi quae Deus alibi collocauit concupiscentiam concitat habendi.

Ex hac uitium aliud extenditur, immoderate habendi, quod, etsi forte habendum sit, modus tamen debetur: haec erit ambitio. Vnde et nomen eius interpretandum est quod concupiscentia apud animum ambiente nascatur ad gloriae uotum, grande scilicet uotum quod, ut diximus, non natura nec ueritas sed uitiosa animi passio, concupiscentia, commendauit. Et alta uitia ambitionis et gloriae. Sic et pretia rebus inflammauit ut se quoque accenderet. [3] Nam tanto maior fit concupiscentia quanto magno fecit quod concupiit.

De breuissimis loculis patrimonium grande profertur; uno lino decies sestertium inseritur; saltus et insulas tenera ceruix circumfert; graciles aurium cutes kalendarium expendunt et sinistra per singulos digitos de saccis singulis ludit. Hae sunt uires ambitionis tantarum usurarum substantiam uno et muliebri corpusculo baiulari.

Hay otras cajas similares, pero que disponen de una puertecilla para extraer las monedas, por lo que no deberíamos llamarlas huchas.

Existen también otros objetos distintos, en forma de tronco de árbol o caja, destinadas por ejemplo a recoger los donativos de los fieles en los templos, de manera similar a las existentes hoy en día en las iglesias de los llamados "cepillos". A este respecto nos comenta Flavio Josefo  esta existencia en el templo judío de Jerusalén de una hecha de un tronco de madera.  Flavio Josefo, Antigüedades Judías, IX, 8, 2.

El rey de Jerusalén Joas tuvo un vivo deseo de reparar el templo del Señor. Por ello llamó al sumo sacerdote Joad y le ordenó que enviara a todos los países a los Levitas y sacerdotes para pedir medio siglo de plata por cabeza para la reconstrucción y reparación del templo, que Joram y Atalia habían dejado caer. Pero el Sumo Sacerdote no hizo nada de esto, pensando que nadie querría pagar esta contribución de buena gana. Pero en el vigésimo tercer año de su reinado, cuando Joas lo llamó a él y a los Levitas y se quejó de que no le habían obedecido y les ordenó de nuevo que se encargasen de la reconstrucción del templo, se sirvió de una estratagema para recolectar moneda con la que la gente estuviera  contenta. Hizo una caja de madera y la cerró por todas las partes, pero abrió una ranura en ella y la colocó en el templo junto al altar, y pidió a cada uno que metiera dentro de ella, a través de la ranura, lo que quisiera para la reparación del templo. Pero el sumo sacerdote no hizo esto, como la conclusión de que nadie estaría dispuesto a pagar ese dinero; pero en el vigésimo tercer año del reinado de Jehová, cuando envió el rey para él y los levitas, y se quejó de que no habían obedecido lo que les ordena, y todavía les mandó a cuidar de la reconstrucción del templo, usó esta estratagema para recoger el dinero, con el que la multitud estaba contento. Hizo un cofre de madera, y la cerró rápidamente por todos los lados, pero abrió un agujero en él; luego lo puso en el templo junto al altar, y pidió a cada uno de echar en ella, a través del agujero, lo que quisiera, para la reparación del templo. Este artilugio gozó del favor del pueblo y uno con otro se animaron a llevar sus ofrendas y reunieron  una gran cantidad de plata y de oro;  el escriba y el sacerdote encargado del tesoro vaciaban la caja y contaban el dinero en presencia del rey y luego la volvían a colocar en su lugar anterior y esto lo hacían cada día. Cuando pareció que la multitud había echado en la caja suficiente  dinero, el Sumo Sacerdote Joad y el rey Joas enviaron a buscar canteros y carpinteros  y comprar grandes piezas de madera de las más curiosas especies.  Cuando hubieron reparado el templo, hicieron uso del oro y plata sobrantes, que no era poco, para crateras y vasos y copas y otros utensilios  y no dejaron de llenar de grasa el altar con los valiosos sacrificios de todos los días. Y estas cosas se hicieron con todo cuidado durante todo el tiempo que vivió Joás.

Marcial hace referencia a estas cajitas o huchas en  su libro de Epigramas XIV, 12 y 13 (titulado Apophoreta o Regalos;

12. Cajitas de marfil

Llenar estas cajitas, como no sea de moneda amarilla, no está bien: la plata,
guárdenla maderas baratas.

Loculi eborei
Hos nisi de flava loculos implere moneta
Non decet: argentum vilia ligna ferant.

13.Cajitas de madera

Si todavía queda algo en el fondo de mi cajita, será un regalo. —No hay nada.
—La propia cajita lo será.

Loculi lignei
Si quid adhuc superest in nostri faece locelli,
Munus erit. Nihil est: ipse locellus erit.

aulula” evidentemente está en relación con la palabra “Aulularia”, que es precisamente el título de una comedia de Plauto en la que el dinero se esconde en una ollita o caja cerámica.  Un viejo avaro, Euclión, encuentra una “ollita” llena de dinero y vive permanentemente asustado pensando que se la van a quitar.


Por lo demás se llaman también loculus a las cajitas para guardar los medicamentos, similares a nuestros pastilleros de hoy en día. Frecuentemente son de marfil, pero hay otras de bronce.

Dibujo extraído de  Le Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines de Daremberg et Saglio, ( http://dagr.univ-tlse2.fr/) pág. 1294 en la que aparecen Esculapio e Higía, la Salud, su hija, (nombre del que por cierto deriva “higiene”), con sus atributos. Conservada primero como relicario en la iglesia de Sainte-Valerie, está en el museo de Sion en Valais.   Hay cajas similares de bronce.

Texto de Ovidio, Fastos, VI, 749:

Al instante sacó unas hierbas de una arqueta de marfil (hierbas que habían servido antes a los manes de Glauco, cuando el augur se refugió en las hierbas que había observado y una serpiente se auxilió con otra serpiente (Traducción de Bartolomé Segura Ramos. Edit.Gredos)

Gramina continuo loculis depromit eburnis:
  Profuerant Glauci Manibus illa prius:
Tunc, quum observatas augur descendit in herbas,
  Usus et auxilio est anguis ab angue dato.

También se llaman así las cajas de médicos con instrumentos quirúrgicos

Hay también numerosas formas de cajitas de toilette, que en griego se llaman píxis, (píxides)  cajitas de cerámica con imágenes de la vida femenina, en el gineceo, de hilado, de boda…   Como este pixis o píxide del llamado Pintor de la Boda (470 A.C) del Museo del Louvre.

Algunas de formas realmente imaginativas, como estas tomadas del Diccionario Daremberg-Saglio en forma de paloma o de pie con compartimentos para coloretes, colirios o afeites. Se encontraron en Preneste.

Hay también loculi o cajitas para guardar joyas, llaves, vestidos, papeles. Como esta para anillos a la que se refiere Marcial en el libro XI, poema 59, y a la que llama “dactiloteca”, del griego δάκτυλος , dactylosdedo.

Marcial, Epigrammata, libro XI, 59

Carino lleva seis anillos en cada uno de todos sus dedos y no se los quita ni por la noche ni siquiera para lavarse. ¿Preguntáis cuál es el motivo? —No tiene “estuche de anillos” (dactiloteca)

Senos Charinus omnibus digitis gerit,
Nec nocte ponit anulos,
Nec cum lavatur. Causa quae sit, quaeritis?
Dactyliothecam non habet.

O esta de madera, hueso y bronce del siglo I del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

O esta otra

Mers-les-Bains (80); Paris, Cabinet des Médailles de la BnF.; dim. 125 x 46mm.

Loculus son también el Loculus Archimedius, los nichos de un columbario, las celdas de una colmena, los compartimentos de una sepultura, el ataudl, lugar de la bodega o celda o cueva para poner los toneles, la urna para votar, las estanterías de una biblioteca, el comedero para los caballos, piscinas divididas en compartimentos  piscinae loculatae, pequeñas cajas para higos secos… Incluso se llama así también a la bolsa o carpeta de los escolares.

En fin toda una colección de utensilios tan semejantes a los nuestros que una vez más afirmamos con rotundidad nihil novum sub sole incluso en los detalles más pequeños.

En fin, como he dicho “arcae loculatae” son las cajas de pinturas con compartimentos para albergar las pinturas sin mezclarse. Varrón dice del pintor Pausias Re Rustica III, 17,4….

Porque así como Pausias y los otros pintores de su mismo estilo tienen grandes cajas con compartimentos en los que hay ceras de diferentes colores, así estas personas tienen estanques con compartimentos para mantener las variedades de peces por separado, como si fueran sagrados y más inviolables que los de Lidia de los que tú decías,  Varrón, que habían acudido en manada a ti al son de la flauta cuando hacías un sacrificio hasta el borde de la orilla y del altar, porque nadie se atrevía atraparlos, en el mismo tiempo en que tú  veías allí las islas χορευούσας  (danzantes) de los lidiosí, y así ningún cocinero se atrevía a poner en salsa  a estos peces.

Nam ut Pausias et ceteri pictores eiusdem generis loculatas magnas habent arculas, ubi discolores sint cerae, sic hi loculatas habent piscinas, ubi dispares disclusos habeant pisces, quos, proinde ut sacri sint ac sanctiores quam illi in Lydia, quos sacrificanti tibi, Varro, ad tibicinem gregatim venisse dicebas ad extremum litus atque aram, quod eos capere auderet nemo, cum eodem tempore insulas Lydorum ibi χορευούσας vidisses, sic hos piscis nemo cocus in ius vocare audet.

Tesoro, erario, fisco, arca, bolsa, hucha: dinero (II)

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