Sin duda uno de los primeros logros de los hombres fue la confección de vestidos para protegerse del clima a veces cálido a veces frío. En los yacimientos más antiguos aparecen agujas de hueso con un agujero y ojal en un extremo por el que introducir una fibra, una tira de piel, un hilo más adelante. La fabricación del hilo, de pelo animal o de lana o de fibra vegetal, no por temprana es menos de valorar. Fue una gran empresa.

Al menos en el mundo griego y romano, del que nosotros tratamos, fue una ocupación y responsabilidad femenina en consonancia con el papel social que desempeña la mujer.

Naturalmente que el rol social de la mujer griega o romana (hay importantes diferencias entre ellas) hoy no es aceptable en nuestra sociedad, aunque justo es reconocer que ha comenzado a cambiar hace muy pocos años y de  ninguna manera ese cambio está acabado, porque si en los países occidentales y en otros muchos se ha conseguido una igualdad legal, en absoluto existe una igualdad real.

En cualquier caso, los hechos de cada sociedad han de ser analizados y valorados en su contexto y no son correctos juicios anacrónicos (del gr. ἀνα = hacia arriba,contra  y χρόνος = tiempo). Vaya esta advertencia para mejor entender y valorar el siguiente epitafio (del griego ἐπὶ = sobre y τάφος = tumba)  anónimo de una matrona llamada Claudia, de mitad del siglo II antes de Cristo, que sintetiza el ideal de matrona romana de los primeros tiempos de la República Romana.

          Forastero, poco es lo que quiero decirte; detente y lee con atención:
          Aquí está el sepulcro no pulcro de una pulcra mujer
          (
esta es la tumba no hermosa de una hermosa mujer)
          Sus padres le dieron el nombre de Claudia.
          Amó a su marido con todo su corazón.
          Crió dos hijos. A uno lo deja sobre la tierra;
          al otro lo colocó ya bajo tierra.
          De conversación graciosa y de paso elegante.
          Guardó su casa. Hizo su lana. He dicho. Vete.


          HOSPES, QUOD DICO PAVLLVM EST, ASTA AC PELLEGE.
          HEIC EST SEPVLCRVM HAV PVLCRUM PVLCRAI FEMINAE
          NOMEN PARENTES NOMINARVNT CLAVDIAM.
          SVOM MAREITVM CORDE DEILEXIT SOVO.
          GNATOS DVOS CREAVIT. HORVM. HORVM ALTERVM
          IN TERRA LINQVIT, ALIVM SVB TERRA LOCAT.
          SERMONE LEPIDO, TVM AVTEM INCESSV COMMODO.
          DOMVM SERVAVIT. LANAM FECIT. DIXI. ABEI.
                 ( Carmina Latina Epigraphica, -CLE- 52)

Nota: Léase también en latín, aunque no se entienda completamente; es la única forma de apreciar no sólo el ritmo, sino también los recursos fonéticos de que se sirve el autor. He utilizado sólo letras mayúsculas para acercarnos un poco más al texto original de la lápida; esta misma razón explica el uso de la V  como consonante y también como nuestra vocal U. Léase siempre como “U”.

Pues bien, en este epitafio se recogen y alaban de forma tópica las principales virtudes que han de adornar a las matronas romanas: es hermosa, amorosa, buena madre que cría hijos, de conversación agradable y elegante. La última línea es el compendio de este ideal de matrona: guardó su casa, lo que podemos interpretar como una referencia a su honestidad, e hizo su propia lana.

La expresión “lanam fecit” y la idea en ella encerrada es una herencia más del mundo griego,  en el que el trabajo de la lana está asociado a la virtud femenina desde la Ilíada y Odisea de Homero. Recordemos el trabajo de la  bella y casta  Penélope, destejiendo por la noche lo que tejía durante el día, esperando el regreso de su esposo Ulises y eludiendo a los numerosos pretendientes que la asediaban a ella y a su palacio.

Por otra parte el trabajo de cardar la lana y tejer los vestidos es un tópico de la epigrafía funeraria y de la literatura latina en su intención de contraponer la relajación de las costumbres del momento a la moral antigua.

El mismo objetivo pretenden narraciones tales como la muerte de Lucrecia al ser deshonrada por el rey Tácito tal como nos lo cuenta Tito Livio en su obra Ab urbe condita, I, 57, o la historia de Régulo, prisionero de los cartagineses que muere valerosamente, recogida por numerosos autores.

Este epitafio recoge ese tópico existente en la sociedad y ayuda a consolidarlo. Pero esto no quiere decir que realmente las matronas del siglo I cardaran su lana o confeccionaran sus vestidos de manera exclusiva o preferente. Es más bien expresión de su laboriosidad y contención frente al lujo y gasto excesivo, vicios extendidos en la sociedad a la par que las conquistas aportaban a Roma enormes riquezas y recursos.

En todo caso, podemos apreciar en este breve epitafio la enorme capacidad de síntesis y la fuerza expresiva de la lengua latina. Por ello es una lengua lapidaria (del latín lapis, piedra), apta para toda clase de inscripciones y no sólo funerarias.
 

Claudia lanam fecit (Claudia cardó su lana)

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