Existe una serie de televisión de la cadena norteamericana CBS de cierto éxito que se llama “El mentalista”, (The Mentalist en su versión original). El protagonista, se reconoce a sí mismo como “mentalista”, que colabora con la policía para resolver todo tipo de casos e identificar a los culpables de los crímenes utilizando su clarividencia, su agilidad y capacidad de análisis mental y su gran capacidad de observación del comportamiento humano, que reacciona de determinada manera a determinados estímulos. La mente y su poder es el único instrumento de que se sirve. A veces no es muy ortodoxo ni respetuoso con la ley al utilizar determinados métodos, pero el resultado siempre es la identificación y castigo de los criminales.

Leyendo a Luciano de Samósata, varias veces comentado en este blog, encuentro un hecho o una anécdota,  en la que un médico, utilizando también su clarividencia y su capacidad de observación de la conducta de los hombres, descubre la naturaleza de la grave enfermedad de un muchacho, hijo del rey, y es capaz de resolverlo.

La historieta, muy conocida en la Antigüedad (es narrada también por Plutarco, Apiano, Valerio Máximo y otras varias citas), ha gozado de gran éxito posteriormente como motivo de todas las artes: literatura, pintura, música, etc. como más abajo comentaré.

Aunque no se trate de dos casos realmente iguales, la lectura de Luciano me ha recordado a la serie citada porque el único instrumento del que se vale el médico es su mente y su capacidad de razonamiento y además crea las condiciones adecuadas para resolver el problema positivamente.

Lo más apropiado será leer directamente el diálogo de Luciano en el que lo cuenta de manera concisa. Se trata del titulado “Sobre la diosa Siria”, 17, en el que nos describe los templos y cultos religiosos de su país, Siria.

…Dicen que el templo actual no es el que se había construido primero, sino que éste se derrumbó posteriormente y el que ahora existe fue obra de Estratonice, mujer del rey de los asirios.
Yo creo que es la misma Estratonice de la que se enamoró su hijastro, al que delató el ingenio de su médico. En efecto, cuando le sobrevino el enamoramiento, perplejo por un mal que le parecía vergonzoso sufría calladamente, yacía sin tener ningún dolor, el color de su piel se le alteró por completo y su cuerpo día a día se debilitaba. El médico, cuando vio que no tenía ninguna enfermedad notoria, se dio cuenta de que estaba enfermo de amor; son muchos los síntomas de un amor secreto: mirada desvaída, la voz, el color de la piel, las lágrimas. Cuando lo comprendió hizo lo siguiente: con la mano derecha palpaba el corazón del jovencillo mientras hacía llamar a todos los de la casa; el muchacho se mantuvo muy tranquilo mientras entraban todos los demás, pero al llegar su madrastra se le mudó el color de la piel, le entraron temblores y el corazón le daba saltos. Lo ocurrido puso en evidencia para el médico el enamoramiento del muchacho y lo curó de la siguiente manera: mandó llamar al padre del chico, que estaba completamente asustado, y le dijo: “El mal por el que está debilitado el muchacho, no es una enfermedad, sino un pecado, pues no sufre dolores, pero padece de mal de amor y de demencia. Desea lo que nunca alcanzará, porque ama a mi mujer, a la que no pienso renunciar.” Así mentía el médico con astucia. Y el otro al punto le suplicaba: “Por tu sabiduría médica, no me destruyas a mi hijo, pues no incurrió en esta desgracia por su voluntad, sino que su enfermedad es involuntaria. Por ello no causes por despecho un sufrimiento a todo el reino ni asesines a la medicina siendo médico.” Así suplicaba el Rey en su ignorancia. Y el médico le contestó: “Tratas de forzar una injusticia al intentar destruir mi matrimonio y extorsionar a un médico. ¿Qué hubieras hecho tu mismo si el muchacho deseara a tu esposa, y yo te hiciera la misma petición?” Y  él a esto replicó que tampoco escatimaría a su mujer ni regatearía la salvación de su hijo, aunque estuviera enamorado de su madrastra, pues no era igual desgracia perder a la esposa que al hijo. Cuando oyó esto el médico le dijo: “¿Qué me estás suplicando? Porque el muchacho desea a tu esposa, y lo que yo te dije era todo mentira”. El Rey se dejó convencer por estas palabras y le dejó a su hijo la mujer y el reino, y él se dirigió al país de Babilonia, y fundó junto al Éufrates una ciudad a la que dio su propio nombre, donde también le sobrevino la muerte. Así diagnosticó el médico el amor y lo curó.
(Traducción de Juan Botella Zaragoza. Edit. Gredos, 1990)

Aunque Luciano solo nos da el nombre de Estratonice, la mayoría de los autores que cuentan la misma historieta nos dicen que la reina era hija de Demetrio Polorcetes, el rey era Seleuco I Nicátor , el muchacho fue Antioco I Soter (324-261) y el médico era el famoso Erasístrato.

La similitud con el protagonista de la serie televisiva puede a algún amable lector parecer escasa. Es cierto que en la primera parte, en la que el médico descubre la causa al percibir alterado el pulso del muchacho, más bien se parece a una humana “máquina de la verdad” de las que reflejan en un gráfico las alteraciones físicas de las personas ante la presencia de determinados estímulos. Observo más parecido con la presentación televisiva en la agudeza con la que el médico prepara el embrollo o piadosa mentira para encontrar la solución.

Para mayor claridad reproduzco también el relato  de Plutarco según la traducción de “Vidas Paralelas de Plutarco” realizada por el  jurista y helenista Antonio Ranz Romanillos, 1759-1830, que nació en Barcones (Soria), pueblo cercano a Sigüenza, en cuyo seminario estudió. Fue persona relevante en el agitado siglo XIX. Dedicó los últimos nueve años de su vida a la monumental empresa de traducir las “Vidas” de Plutarco.

Plutarco, Vida de Demetrio, 38

XXXVIII. Habiéndole sido tan favorable la Fortuna, supo que los hijos y la madre habían logrado caer libres, recibiendo todavía dones y honores de parte de Tolomeo; y supo asimismo de su hija casada con Seleuco, que lo estaba con Antíoco, hijo de éste, y que había sido proclamada reina de las provincias altas. Porque sucedió, según es fama, que Antíoco se enamoró de Estratonica, que era joven; mas tenía ya un hijo de Seleuco, por lo que vivía en la mayor aflicción y congoja, luchando con el mayor esfuerzo contra esta pasión; tanto, que considerando lo desordenado de sus deseos y lo insufrible de su mal, andaba meditando el modo de librarse de la vida, y pensó salir de ella poco a poco con no cuidarse de remedios y con acortar la comida, fingiendo en tanto que se hallaba enfermo. El médico Erasístrato comprendió sin dificultad que estaba enamorado; pero deseando descubrir de quién, lo que no era tan fácil, se quedó a habitar en su propia cámara; y si entraba algún mancebo o alguna joven de agraciada figura, miraba a Antíoco al rostro, y observaba los miembros y movimientos del cuerpo, que naturalmente son afectados cuando el ánimo sufre una vehemente impresión. Viendo, pues, que cuando entraban los demás ninguna novedad tenía, y que cuando entraba Estratonica, que iba muchas veces, o sola o acompañada de Seleuco, se notaban en él todas aquellas señales de Safo: apocamiento de la voz, encendimiento del color, caimiento de los ojos, repentinos sudores, alteración e intercadencia del pulso y, finalmente, que tenía desmayos, dudas, temores, y poco a poco se iba quedando pálido, conjeturó Erasístrato, por todos estos indicios, que el hijo del rey no estaba enamorado de otra sino de ésta, y que había hecho ánimo de callarlo hasta morir. Miraba por tanto como muy expuesto el manifestar y referir estas observaciones; mas fiado, sin embargo, en el grande amor de Seleuco a su hijo, aun se resolvió un día a decirle que aquel joven estaba enfermo de amores, pero de amores imposibles e insanables. Admirado al oírlo, “¿Cómo insanables?”, repuso. “Porque está enamorado de mi mujer” le respondió entonces Erasístrato; a lo que continuó Seleuco: “¿Pues cómo, no cederías, ¡oh Erasístrato!, a mi hijo este casamiento siendo tan su amigo, mayormente viendo hasta qué punto nos tiene a todos sin sosiego?” “Porque ni tú con ser su padre- le replicó Erasístrato tendrías semejante condescendencia si sus deseos se dirigieran a Estratonica”; y entonces Seleuco: “¡Ojalá entre los dioses o los hombres hubiera, amigo mío, quien pudiera hacer repentinamente esta mudanza en la enfermedad, que yo tendría a dicha hasta ceder el reino por ver recobrado a mi hijo!” Pronunció Seleuco estas palabras con grande agitación y derramando lágrimas, y Erasístrato, tomándole la diestra: “Todo está remediado- le dijo- porque siendo padre, marido y rey, serás también el mejor médico de tu casa”. En consecuencia de esto, convocando Seleuco el pueblo a junta general, le dijo ser su voluntad y tener determinado declarar rey de todas las provincias altas a Antíoco y reina a Estratonica, enlazándose ambos en matrimonio; que en cuanto a su hijo, creía que habiéndole sido siempre sumiso y obediente, no se opondría a este casamiento; mas que si la esposa tuviese alguna dificultad, por ser cosa desusada, se llamase a las personas más de su confianza para que la instruyesen y persuadiesen que debía reputar por bueno y justo lo que el rey resolvía para el bien común. Tal se dice haber sido la ocasión y el motivo del matrimonio de Antíoco y Estratonica.

Nota: la referencia a Safo puede encontrarse explicada en este mismo blog en http://www.antiquitatem.com/catulo-safo-lesbianismo-amores-saficos

La versión de Apiano la incluyo al final de este artículo por si algún lector curioso quisiera conocerla. Es básicamente el mismo relato, con algunas consideraciones que nos explican el hecho de la abdicación del rey desde un punto de vista político. Su lectura ahora podría resultar reiterativa.
También reproduzco al final la versión de Valerio Máximo, que utiliza la historieta como ejemplo de amor paterno.

Por lo demás las citas y referencias en el mundo antiguo son numerosas. Así el propio Luciano se refiere a él en dos ocasiones más, en Icaromenippo 15; El medico Galeno (130-200/216) se refiere a él en XIV 626, 631 <633>, XVIII B 40: 18; Juliano  Misopogon 60-64;  en la Enciclopedia Suidas bajo el nombre Erasistratos, Ἐρασίστρατος.

En el mundo antiguo hay referencias a otras historietas similares. En la Vida de Hipócrates, de Sorano de Éfeso,  se cuenta una historia en la que interviene el médico Hipócrates referida a Perdicas, hijo de Alejando I de Macedonia, enamorado de Fila, la concubina de su padre.

Hay un poema anónimo de 290 hexámetros, del siglo V, llamado Aegritudo Perdicae, La enfermedad de Perdicas, que algunos atribuyen a Draconcio, en el que el joven Perdicas está enamorado incestuosamente de su madre y anuncia su decisión de suicidarse.

Una historia muy parecida, prácticamente igual,  referida ahora a una concubina con personajes no regios y de otro nombre nos la cuenta Aristéneto (autor griego del siglo V-VI) en una de sus Cartas de amor (I 13). El resumen de la carta, que en otro momento comentaré como ejemplo también de amor paterno, dice así:

Un hijo deseaba a la concubina de su padre. Un médico diagnosticó su amor con la ayuda de la suerte más que de la ciencia, y con un buen plan convence al padre de que conceda la concubina a su hijo.

Algún lector podrá preguntarse si ésta historieta es historia verdadera o pura ficción literaria o cuento popular. Desde luego todo lo relatado resulta verosímil, pero tampoco tenemos ningún elemento objetivo que pruebe su historicidad. La duda es razonable a la vista de las características de la historia antigua, más próxima con frecuencia a la literatura que a la historia científica y comprobada. Por la existencia de otras “historias” similares en el mundo antiguo, como acabamos de ver, consolida la sospecha de que no sea “historia verdadera”. En todo caso parece razonable concluir que, como tantas otras cosas narradas por los historiadores antiguos, ésta también se mueve en la frontera entre la historia y la ficción.

Esta historia tuvo, pues, gran éxito en la Antigüedad y también posteriormente. Aparece, por ejemplo, en la Edad Media en las Gesta Romanorum, 40.

Boccaccio (1313-1375) lo incluye en su Decameron, II,8. Ahora es el hijo de un mariscal del rey de Inglaterra el que enferma enamorado de la hija del conde de Anversa, a quien habían recogido sus padres como pordiosera, desconociendo su verdadero origen. Los actores son distintos, la historia es la misma.

Petrarca (1304-1374)) la incluye también en su poema, El Triunfo del Amor Trionfo d’Amore II, 109 y ss:

dijo: "Yo soy Seleuco, éste es Antíoco
mi hijo, que contigo tenía una gran guerra;
pero la razón no tiene cabida contra la fuerza.
Esta, primero mía, fue su esposa después,
porque para librarlo de una muerte de amor
Se la di a él, y 'el regalo entre nosotros fue lícito’,
Stratonica  es su nombre, y nuestro destino,
como ves, indiviso; …..

y sigue el poema…

disse: « Io Seleuco son, questi è Antïoco
mio figlio, che gran guerra ebbe con voi;
ma ragion contra forza non ha loco.    
Questa, mia in prima, sua donna fu poi,
ché per scamparlo d’amorosa morte
gliel diedi, e ’l don fu lecito tra noi.   
Stratonica è ’l suo nome, e nostra sorte,
come vedi, indivisa; …

Con estos dos italianos su presencia e influencia en la literatura moderna está asegurada. Es el argumento de una novela de Leonardo Bruni (1369-1444), de una obra de teatro de Camoens (circa 1543); de una novela de Mateo Bandello; William Painter (1540? –  1594)  en su Palace of Pleasure (1566); una novela de Luca Assarino (1635); Brosse (1645) cambiando el suceso; ahora es la muchacha la que está enamorada del hijo del rey; lo que imitó Corneille. Philippe Quinault (1657) o Barnabé Farmian Durosoy (1786) la habían llevado al teatro.

En España destaca Agustín Moreto y Cavana (1645) que en su obra Antioco y Seleuco  pinta los conflictos psicológicos de los protagonistas que se mueven entre su deber filial y su interés personal erótico. Este tema e aparece luego en El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín o en Pepita Jiménez de Juan Valera.

De la extensión de la historia puede darnos idea el hecho de que también sea una balada o canción que se cantaba al son de la vihuela. Así quedó incluida como tal en la última edición de Esteban Daza titulado “Libro de música en cifras para vihuela, intitulado el Parnasso", publicado en Valladolid en 1576.
Por su curiosidad reproduzco el texto de esta balada: 

Enfermo estaba  Antioco, Príncipe de la  Suría,
De Estratonice la Reina ferido de amor yacía.
Muger era de su padre Rey Demetrio se decía
el rey era viejo anciano y ella linda á maravilla.
Mal doliente está en la cama calla y siempre padecía
por ser como es su madrastra sufre y la llaga encubría.
Determina de morir antes que de su mal diga
y cuanto él más lo encubre muy mayor daño la hacía.
Muchos médicos le curan ninguno la causa atina
uno, tomándole el pulso la reina que á verlo iba,
alteróse al punto tanto, que el medicó la entendía
fuese luego para el Rey desta manera decía
diciendo: sepa su alteza que Antioco moriría
su mal no lleva remedio que por mi mujer moría
y yo no se la daré aunque me cueste la vida.
Mucho le regala el Rey dale ciudades y villas.
Dijo el médico: Señor si como es la mujer mía
fuese la tuya, el buen rey dime si se la darías.

Además de la balada anterior es también importante su presencia en la música, especialmente entre las óperas:  la de Cavalli de 1658, Legrenzi de 1681, Hasse de 1721; también los músicos, Christoph Graupner (1708), Honoré Langlé (1786) y Dmitry Bortniansky (1787), entre otros, escribieron óperas sobre el complicado amor de Antíoco y Estratonice, en las que el médico Erasístrato desempeña un papel fundamental. Aunque la ópera más famosa, sin duda, es la Stratonice que Étienne-Nicolas Méhul/Hoffmann estrenaron en 1792.

Igualmente poderosa y reiterativa es su presencia en la pintura. Ya del siglo XV tenemos un cassone o cajón o arca de la escuela de Gozzoli. Pietro de Cortona introduce en la Sala di Venere del Palazzo Pitti (1641-42) la escena del lecho del hijo, en la que hay una inscripción que dice: “El hijo ama pero calla, el médico es ingenioso, el padre indulgente” “Filius amans et silens. Vafer medicus. Pater indulgens”. Theodoor van Thulden había escrito en un cuado similar “Prudentia relevant amorem”, “con su prudencia ayudan al amor”

El flamenco  Lairesse tene dos cuadros con este motivo, uno de los cuales lo comentó  entusiásticamente Winckelmann en los Sendschreiben über die Gedanken von der Nachahmung der griechischen Werke in der Malerei un Bildhauerkunst, de 1756, pag. 76-80. Quizás se refiera también a uno de estos cuadros la amención que hace Goethe en “Años de aprendizaje de Wilheml Meister”

Otros muchos pintores siguen esta tradición, como Felice Ficherelli (1603-1660), Steen (ca. 1670), Lairesse en cuatro ocasiones (ca. 1673), Antonio Bellucci (1654-1726), Adriaen van der Werff (1659-1722),  Ricci (c.1680), Celesti (finales del XVII), Pittoni (ca. 1732), Johann Eleazar Schenau (1737-1806), Gaspare Diziani (1689-1767), Pompeo Batoni (1746), West (1772), Jacques-Antoine Vallin (1760-1831) o Alexandre-Charles Guillemot (1786-1831) David (1774), Barry (1774), J.Zick, (ca.1795), Girodet (ca. 1795), Guillenet (1808), Ingres (1840). Incluso hoy en día sigue siendo productivo este motivo.

De todas estas pinturas reproduzco el muy famoso de David, el pintor de la Revolución Francesa.

David. Antíoco y Estrtonice

Otros textos

Apiano en Sobre Siria,Libro XI, 59-61:

Esto es lo que oído acerca de Seleucia. Seleuco, en vida, designó a su hijo Antíoco para que reinara, en su lugar, en Asia interior. Si a alguien le parece este rasgo un acto de magnanimidad digno de un rey, todavía más noble y sabio fue su comportamiento respecto a la pasión amorosa de su hijo y a la temperancia con que éste la llevó. Pues Antíoco estaba enamorado de Estratonice, la esposa de Seleuco, que era su madrastra y había tenido ya un hijo de aquel. Sin embargo, reconociendo la iniquidad de su pasión, no cometió ninguna vileza ni exteriorizó sus sentimientos, sino que cayó enfermo, se abandonó y consentía voluntariamente en morir. Ni siquiera el eminentísimo médico Erasístrato, que servía a Seleuco a cambio de unas retribuciones muy elevadas, pudo dar un diagnóstico de su dolencia. Finalmente, al observar que su cuerpo estaba libre de cualquier síntoma de enfermedad, conjeturó que su mal era del alma, de cuya salud o enfermedad se contagia el cuerpo. Ahora bien, la tristeza, la ira y las otras pasiones se suelen confesar y, sin embargo, el amor se oculta por recato. Pero, como ni aun así le dijo Antíoco una sola palabra cuando trató de averiguarlo con insistencia de forma confidencial, tomó asiento a su lado y se puso a observar qué alteraciones experimentaba el cuerpo aquel ante cada una de las personas que entraban en su habitación. Y descubrió que, en presencia de las demás personas, su cuerpo permanecía siempre ajado y consumido por igual, pero que, cuando Estratonice iba a visitarlo, su mente se conturbaba entonces al máximo a causa del pudor y la conciencia, y no emitía palabra alguna, y, sin embargo, su cuerpo, en contra de su voluntad, se tornaba más vigoroso y lleno de vida, y, de nuevo al marcharse ella, se debilitaba. Así que el médico dijo a Seleuco que su hijo padecía un mal incurable. Y, cuando el rey, presa de un vivo dolor, prorrumpió en gritos, añadió: “Su enfermedad es amor, y amor por una mujer, pero un amor imposible.”
Seleuco estaba estupefacto ante el hecho de que él, el rey de Asia, no pudiera convencer a una mujer para contraer matrimonio con un hijo tal con ruegos, riquezas, regalos y con la totalidad de un reino tan grande, que le correspondía por herencia a su hijo enfermo y que, incluso, le sería entregado ahora, a cambio de su salvación, si alguien lo deseaba. Quiso tan sólo saber quién era la mujer, y Erasístrto le dijo: “Está enamorado de mi esposa.” Y Seleuco dijo: “Y bien, mi buen amigo, ya que estás tan ligado a nosotros por vínculos de amistad y de gratitud y te cuentas por tu honestidad y sapiencia entre una minoría, ¿no salvarás para mí a un hombre joven y de sangre real, hijo de un amigo y de un rey, desafortunado en amor, pero virtuoso, ya que oculta su mal y prefiere para sí mismo la muerte, sino que despreciarás hasta tal punto a Antíoco y, además de él, a Seleuco?” Pero Erasístrato se resistió y contestó con un argumento irrebatible, al parecer: “Ni siquiera tú, a pesar de ser su padre, si Antíoco estuviera enamorado de tu mujer, se la cederías a él.” Entonces Seleuco juró por todos los dioses de su casa real que de grado y gustoso, en verdad, se la cedería y sería un hermoso ejemplo de la bondad de un buen padre para con la castidad y templanza de su hijo, no merecedor de tal desventura. Muchas más cosas añadió del mismo calibre y, finalmente, empezó a lamentarse de que no pudiera ser él  el médico para su desdichado hijo.
Y éste, en cuanto se percató de que el celo del rey era real y no fingido, le reveló la naturaleza de la enfermedad y le explicó de qué manera la había descubierto. Seleuco se llenó de alegría, pero tuvo gran dificultad para convencer a su hijo y a su propia esposa. Y, cuando lo hubo logrado, reunió a su ejército, que tal vez intuía ya algo de lo que pasaba, les enunció sus hechos de armas y les dijo que había agrandado su reino en una extensión con mucho a la de cualquiera de los sucesores de Alejandro y que, por ello, a causa de la magnitud del mismo, le resultaba difícil de gobernar a su avanzada edad. “Quiero –dijo- dividirlo en interés de vuestra seguridad futura y entregar, en este momento, una parte del mismo a mis seres más queridos. Y es justo que todos vosotros cooperéis conmigo en todo, vosotros que os habéis engrandecido bajo mi guía hasta un grado tan grande de dominio y de poder después de Alejandro. Mis seres más querido y dignos de mi reino son mi hijo que está ya en edad adulta y mi esposa. Ojalá que tengan pronto hijos, puesto que son jóvenes, y así tengáis más guardianes del reino. Los uniré a ambos en matrimonio en presencia vuestra y los enviaré como reyes, desde este momento, de los pueblos del interior. Y no os impongo costumbres de los persas y de otros pueblos, más que esa ley común a todos, a saber, que siempre es justo lo que establece el rey”. Estas fueron sus palabra y el ejército lo aclamó como el más grande rey de entre los sucesores de Alejandro y el padre más excelente. Y Seleuco, tras hacer las mismas consideraciones a Estrtonice y a su hijo, los unió en matrimonio y los envió a su reino, realizando una acción más gloriosa y de mayor entereza que las que llevó a cabo con las armas. (Traducción de Antonio Sancho Royo. Edit. Gredos, 1980)

………..
Valerio Máximo Historia de los hechos y dichos memorables, 5, 7 ext.

Para pasar a hechos más agradables, narraremos que Antioco, hijo del rey Seleuco, abrasado por un irresistible amor hacia su madrastra Estratonice, como era consciente de lo deshonesto de su pasión,intentaba ocultar con piadoso disimulo la impía herida de su corazón. De este modo, la existencia de esos sentimientos contrapuestos encerrados en sus entrañas, su ardiente pasión y su extrema honestidad, le hicieron caer  gravemente enfermo. Yacía, pues, en el lecho como moribundo, sus familiares lloraban, su padre, lleno de dolor, lamentaba la muerte de su único hijo y la soledad que le aguardaba. Todo el palacio mostraba un rostro más fúnebre que regio.
Pero la intuición del matemático Leptines o, según cuentan algunos, del médico Erasístrato, ayudó a disipar ese velo de tristeza. Pues,mientras estaba sentado junto a Antíoco, observó que éste, al entrar Estratonice en su cuarto, recuperaba el color y se le aceleraba la respiración, mientras que cuando ella salía, palidecía de nuevo y respiraba con más fatiga, detalle que le llevó a suponer la verdad. Así pues, cada vez que Estratonice entraba o salía, cogía con  disimulo el brazo del enfermo y le tomaba el pulso, que se aceleraba y disminuía alternativamente, hasta que descubrió el mal que afectaba al joven. Acto seguido se lo comunicó a Seleuco, quien no dudó en ceder su amada esposa a su hijo, y consideró un hecho afortunado el que este se hubiese enamorado de ella, achacando al pudor de Antioco el que hubiese disimulado casi hasta la muerte
. (Traducción de Santiago López Moreda, Mª Luisa Harto Trujillo y Joaquín Villalba Alvarez. Edit. Gredos. 2003)

VALERI MAXIMI FACTORVM ET DICTORVM MEMORABILIVM LIBER V, 7 ext.

5.7.ext.1 Ceterum ut ad iucundiora cognitu ueniamus, Seleuci regis filius Antiochus nouercae Stratonices infinito amore correptus, memor quam inprobis facibus arderet, impium pectoris uulnus pia dissimulatione contegebat. itaque diuersi adfectus isdem uisceribus ac medullis inclusi, summa cupiditas et maxima uerecundia, ad ultimam tabem corpus eius redegerunt. iacebat ipse in lectulo moribundo similis, lamentabantur necessarii, pater maerore prostratus de obitu unici filii deque sua miserrima orbitate cogitabat, totius domus funebris magis quam regius erat uultus. sed hanc tristitiae nubem Leptinis mathematici uel, ut quidam tradunt, Erasistrati medici prouidentia discussit: iuxta enim Antiochum sedens, ut eum ad introitum Stratonices rubore perfundi et spiritu increbrescere eaque egrediente pallere et ~ excitatiorem anhelitum subinde recuperare animaduertit, curiosiore obseruatione ad ipsam ueritatem penetrauit: intrante enim Stratonice et rursus abeunte brachium adulescentis dissimulanter adprehendendo modo uegetiore modo languidiore pulsu uenarum conperit cuius morbi aeger esset, protinusque id Seleuco exposuit. qui carissima sibi coniuge filio cedere non dubitauit, quod in amorem incidisset, fortunae acceptum referens, quod dissimulare eum ad mortem usque paratus esset, ipsius pudori inputans. subiciatur animis senex, rex, amans: iam patebit quam multa quamque difficilia paterni adfectus indulgentia superarit.
 

Un “mentalista” muy antiguo pone a prueba el amor de un padre

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