¿Por qué nos atrae e interesa tanto el mundo antiguo? Sin duda porque no es tan antiguo como a algunos les parecerá.

El hombre es un ser, tal vez el único,  con conciencia vital del tiempo: del pasado, del presente y del futuro. En realidad, todo es presente, aunque el presente consista en un instante fugaz. En ese instante y punto de presente están actualizados el pasado y el futuro.

Sin profundizar más en estas cuestiones filosóficas, lo cierto es que de manera muy general el hombre  se siente muy interesado y atraído por el pasado, por la Historia. En nuestra cultura occidental nos sentimos especialmente atraídos por el pasado griego y romano, por lo que llamamos la “Antigüedad Clásica”. Esa es parte esencial de nuestro pasado que llevamos con nosotros.

Sin duda deseamos con tanto interés conocer el pasado porque nos explica a nosotros mismos y saber quién o cómo somos nos da seguridad en nuestro actual  modo de vida, en el que todo discurre muy deprisa y es muy efímero o poco duradero.

Conocer el pasado nos revela que en el fondo somos muy parecidos a nuestros antepasados. Descubrimos  que han cambiado, aumentado y mejorado enormemente las herramientas que hoy utilizamos, pero nuestros sentimientos, nuestras relaciones, nuestras ideas, nuestros anhelos y afanes son esencialmente los mismos. Por eso empatizamos con un poema amoroso antiguo o nos sobrecogemos  con una tragedia griega o nos embelesamos con una escultura clásica perfecta o nos emociona un templo dórico de proporciones exactas o nos asombra un esbelto acueducto romano.

Quien conoce el mundo antiguo tiene una y otra vez la tentación de asumir sin reservas la frase del Eclesiastés I,10 (uno de los libros del canon bíblico): nihil novum sum sole, “nada nuevo bajo el sol” y pensar que todo está ya dicho  y hecho con anterioridad.

Al conocimiento del pasado, de la Historia se dedican los historiadores, que analizan los hechos y extraen conclusiones generales que nos pueden ser válidas para nuestra vida actual. La Historia es la “maestra de la vida” (magistra vitae), según frase de Cicerón, que vivió en el siglo I a.C., del año 106 al 43 antes de Cristo.  La experiencia del pasado nos debe ser útil y en todo caso sería de necios despreciar la experiencia vivida por nosotros mismos algunos años antes o por seres muy semejantes a nosotros  hace siglos o milenios.

Esa Historia, por perfecta que sea, siempre es una interpretación y abstracción parcial, basada en unos hechos generalmente importantes. Pero la vida de nuestros antepasados está también hecha de miles, millones de pequeños hechos, de detalles, de anécdotas más o menos relevantes o intranscendentes. La gran Historia no suele ocuparse de estos detalles, aunque muchos de ellos son muy interesantes, llamativos, atractivos  y con frecuencia hasta importantes.

Este es, pues, el objetivo que me propongo: procurando no caer en un “cotilleo”  banal e inútil de la Historia, pretendo recoger decenas, centenares y hasta miles de anécdotas y curiosidades del mundo antiguo grecorromano que tengan algún significado para nosotros en nuestra actualidad; incluso puedan servir de guía en alguna ocasión y en todo caso acrecienten nuestro gusto por el pasado.


Pretendo además ir desgranando esta Historia menor, aunque seria y también profesional, en pequeñas píldoras diarias que hagan más apetecible y deseable su ingesta y vayan saciando eficazmente el interés, casi obsesión diríamos, de muchas personas por la Historia. Pretendo asimismo “instruir deleitando”, el deseo de todo profesor.

NIHIL NOVUM SUB SOLE (nada nuevo bajo el sol)

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies