Sin duda el mayor agente de destrucción es el propio hombre. Un mosquito expulsó al hombre de Paestum y varios tempos griegos de la zona han llegado a nuestros días en un extraordinario estado de conservación.

Los griegos de Síbaris fundaron la ciudad de Posidonia en la desembocadura del río Silarus, en la Magna Grecia (sur de Italia) a finales del siglo VII o principios del VI a.C. y allí enseñaron entre otros los filósofos Parménides y Zenón. En el año 273 a.C. se convirtió en colonia romana y prevaleció el nombre de Paestum. Posidonia o Paestum era célebre por sus rosas.


No hay muchas noticias durante la época republicana e imperial romanas, pero sabemos que en el siglo V tenía obispo, aunque ya era evidente su decadencia.


Tal vez por una modificación en el nivel de la costa, muy cercana, o por las condiciones de la desembocadura del río, la zona se convirtió en una ciénaga pantanosa, perfecto hábitat para el desarrollo del insecto “anopheles”, cuyas hembras chupan la sangre y transmiten el paludismo.


Fueron precisamente estas condiciones de insalubridad las que obligaron a sus habitantes a abandonar este lugar, que ocupado por la maleza y la vegetación permaneció oculto hasta que en el s. XVIII el rey Carlos III de España, entonces rey de Nápoles, mandó construir una carretera cuyo trazado pasaba precisamente por la ciudad. 


En ella entre otros edificios, había tres tempos dóricos del siglo VI a.C. dedicados a Hera, Apolo y Atenea, aunque tradicionalmente se consideraron dedicados a Poseidón o Neptuno y Ceres. Son los templos  griegos mejor conservados. Los romanos construyeron el obligado foro o gran plaza y otros elementos propios del urbanismo romano como el anfiteatro.


La Unesco  ha declarado al conjunto Patrimonio de la Humanidad, ante el que nos emocionamos los visitantes por su extraordinario estado de conservación, una vez erradicado naturalmente el molesto mosquito que tan buen servicio ha prestado indirectamente a la Humanidad, cuya sangre busca si tiene ocasión. En esta ocasión fue el viento emponzoñado el que preservó la maravilla.

Los mosquitos preservaron los templos de Paestum, Italia, Patrimonio de la Humanidad

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