Los majestuosos edificios de la Acrópolis de Atenas, que tanta admiración han causado desde la propia Antigüedad hasta hoy, fueron construidos por atenienses en paro. El embellecimiento de Atenas se atribuye a Pericles y se citan a los grandes artistas como Ictinos, Calicrates, Fidias…

Ciertamente  aquel grandioso programa de construcciones públicas se debió al genio político y estratégico de Pericles, pero pocos saben que fue posible porque Pericles decidió dar trabajo y ocupación a los ciudadanos atenienses que malvivían. Pericles decidió, en lo que hoy consideraríamos una política económica  "keynesiana", “socialdemócrata”, dinamizar la economía y repartir riqueza aumentando la obra pública.

“…era muy justo que su opulencia se emplease en tales obras, que, después de hechas, le adquirieran una gloria eterna, y que dieran de comer a todos mientras se hacían, proporcionando toda especie de trabajo y una infinidad de ocupaciones,…”

Pericles, aunque de origen aristocrático, lideró al partido demócrata, al partido del pueblo. Todo ello nos lo cuenta Plutarco al narrar su vida y como si de una crónica actual se tratase, nos enteramos de que el partido aristocrático de Cimón y Tucídides (no el historiador) acusa a Pericles de intentar ganarse la voluntad del pueblo con dádivas y regalos y en definitiva malgastando el dinero público.

“…Clamaban contra Pericles los oradores del partido de Tucídides, diciendo que dilapidaba el tesoro y disipaba las rentas…”

¡Qué moderno resulta todo esto, verdad! ¡Y qué inquietante que 2.400 años después se sigan criticando planes de mísero empleo en zonas especialmente desprotegidas con el mismo argumento: malgastar el dinero público para ganar voluntades!

Y si Pericles no hubiera puesto en marcha su programa de lucha contra el paro, ¿existiría el Partenón,  grandioso “templo de la virgen”, que eso es lo que significa la palabra, derivada de la griega  Παρθένος, “parthenos”,  virgen,? ¿Y se hubiera construido el Odeón,  del griego Ωδείον y del latín odeum, ὠδεῖον ("odeión", lugar de canto) y este de ἀείδω ("aeido", cantar), de ᾠδή ("odé", oda, cancion), edificio para conciertos de música? ¿Y los Propileos o pórticos, de προπύλαια, de  προ “pro” y πύλιον “pylaion” — Προπυλαιον = “delante de la puerta”?  ¿Y existirían las famosas estatuas de Zeus, Venus, Atenea… mil veces copiadas y repicadas hasta llenar los museos de la culta Europa y los salones de los ricos aristócratas, ?

Pero será mejor leer directa y extensamente el texto de Plutarco, tan actual y tan evidente que evita todo comentario, en la buena traducción que a principio del siglo XIC hizo Antonio Ranz Romanillos, nacido en Barcones (Soria) en 1759  y estudiante en Sigüenza, de interesante vida política, afrancesado y también redactor de la Constitución de Cadiz:

Plutarco: Vida de Pericles,
IX:
…y otros muchos han escrito que bajo él (Pericles) fue por la primera vez seducida la plebe con repartimientos y con pagarle los espectáculos y darle jornal; con las cuales disposiciones se la acostumbró mal, y se hizo pródiga e indócil, de templada y laboriosa que antes era;…

Con las dádivas, pues, para los teatros y para los juicios, y con otros premios y diversiones, corrompió a la muchedumbre, y se valió de su poder contra el Areópago, en el que no tenía parte…

XII
Lo que mayor placer y ornato produjo a Atenas, y más dinero dio que admirar a todos los demás hombres, fue el aparato de las obras públicas, siendo este sólo el que aún atestigua que la Grecia no usurpó la fama de su poder y opulencia antigua. Y, no obstante, esta disposición era, entre las de Pericles, de las que más murmuraban sus enemigos y la que más calumniaban en las juntas públicas, gritando que el pueblo perdía su crédito y era difamado, porque se traía de Delos a Atenas los caudales públicos de los griegos…

… y puesto que la ciudad proveía abundantemente de lo necesario para la guerra, era muy justo que su opulencia se emplease en tales obras, que, después de hechas, le adquirieran una gloria eterna, y que dieran de comer a todos mientras se hacían, proporcionando toda especie de trabajo y una infinidad de ocupaciones, las cuales, despertando todas las artes, y poniendo en movimiento todas las manos, asalariaran, digámoslo así, toda la ciudad, que a un mismo tiempo se embellecería y se mantendría a sí misma.  Porque los de buena edad y robustos tomaban en los ejércitos del público erario lo que para pasarlo bien habían de menester, y respecto de la demás muchedumbre ruda y jornalera, no queriendo que dejasen de participar de aquellos fondos, ni que los percibiese descansada y ociosa, introdujo con ardor en el pueblo gran diferencia de trabajos y obras, que hubiesen de emplear muchas artes y consumir mucho tiempo, para que no menos que los que navegaban, o militaban, o estaban en guarnición, tuvieran motivo los que quedaban en casa de participar y recibir auxilio de los caudales públicos.  Porque siendo la materia prima piedra, bronce, marfil, oro, ébano, ciprés, trabajaban en ella y le daban forma los arquitectos, vaciadores, latoneros, canteros, tintoreros, orfebres, pulimentadores de marfil, pintores, bordadores y torneros; además en proveer de estas cosas y portearlas entendían los comerciantes y marineros en el mar, y en tierra, los carreteros, alquiladores, arrieros, cordeleros, lineros, tejedores, constructores de caminos y mineros; como cada arte, a la manera que cada general su ejército, tenía de la plebe su propia muchedumbre subordinada, viniendo a ser como el instrumento y cuerpo de su peculiar ministerio, a toda edad y naturaleza, para decirlo así, repartían y distribuían las ocupaciones, el bienestar y la abundancia.

XIII
Adelantábanse, pues, unas obras insignes en grandeza, e inimitables en su belleza y elegancia, contendiendo los artífices por excederse y aventajarse en el primor y maestría;  y con todo lo más admirable en ellas era la prontitud; porque cuando de cada una pensaban que apenas bastarían algunas edades y generaciones para que difícilmente se viese acabada, todas alcanzaron en el vigor de un solo gobierno su fin y perfección.

Por lo mismo era mayor la admiración de que, siendo las obras de Pericles de durar largo tiempo, en tan breve se hubiesen concluido; porque cada una de ellas en la belleza al punto fue como antigua, y en la solidez, todavía es reciente y nueva:¡tanto brilla en ellas un cierto lustre que conserva su aspecto intacto por el tiempo, como si las tales obras tuviesen un aliento siempre floreciente y un espíritu exento de vejez. Todas las dirigía y de todas con Pericles era superintendente Fidias, sin embargo de que las ejecutaban los mejores arquitectos y artistas;  porque el Partenón, que era de cien pies, lo edificaron Calícrates e Ictino; el purificatorio de Eleusis empezó a construirlo Corebo…

Los soportales (propíleos) del alcázar o ciudadela se hicieron en cinco años, siendo el arquitecto Mnesicleo
….
Fidias hizo además la estatua de oro de la diosa, y en la base se lee la inscripción que le designa autor de ella.

Nos cuenta también Plutarco cómo se propalaron todo tipo de calumnias y falsedades sobre Pericles y su familia, que en otro momento tal vez yo comente, y se lamenta de lo difícil que es encontrar la verdad. Nos dice en este mismo capítulo XIII al respecto:

¡Tan grande es el trabajo que le cuesta a la historia descubrir la verdad! Pues para los que vienen más tarde, el tiempo pasado se interpone, y roba el conocimiento de los hechos; y las relaciones contemporáneas de las vidas y acciones, o bien por envidia, o bien por lisonja y adulación, corrompen y desfiguran la verdad.

Y continúa Plutarco al principio del capítulo XIV:

Clamaban contra Pericles los oradores del partido de Tucídides, diciendo que dilapidaba el tesoro y disipaba las rentas…

Y así acabo yo esta larga cita referida a un dirigente ateniense  que vivió entre los años 495 a.C. y 429., es decir hace casi 2.500 años, en la primera democracia del mundo, de efímera existencia, es verdad, porque inmediatamente hubo de sufrir los ataques de la aristocracia y de los dictadores dueños de ejércitos; pero que estableció el objetivo y ejemplo a conseguir para muchos hombres  durante dos milenios, prácticamente hasta nuestros tiempos.  

Pues bien, como Pericles no pudo conocer a Keynes, podemos preguntarnos si Keynes había leído a Plutarco y su vida de Pericles.  No conozco con suficiente detalle la biografía de Keynes, pero es muy probable que conociera este texto de Plutarco, dado que estudió en el colegio de Eton y luego en el King´s College de Cambridge a donde acudió para estudiar precisamente matemáticas y a los “clásicos”; en estos centros es esencial el conocimiento de los clásicos. Keynes además es un economista muy interesado por cuestiones filosóficas y su aportación en este campo, menos conocida, no deja de ser importante.

Confirma esta lectura Gilles Dostaler, Professor of Economics,en las  Universidades de Quebec y  Montreal, que escribió la obra "Keynes and His Battles”. El capítulo 9, titulado “Art: Theoretician, Consumer and Patron of the Arts”,  lo dedica a algunas reflexiones filosóficas sobre la naturaleza de la belleza y ofrece  la visión de Pericles de una civilización en la que el arte es valorado por su propio bien y no como un instrumento.

El famoso economista Stuart Mill, ciertamente ochenta años  anterior pero que influyó decisivamente en la concepción ética y moral de Keynes, comenzó a estudiar griego a los tres años y leyó a los griegos, entre ellos Plutarco, en griego.

En todo caso, el texto es de un interés extraordinario, por su semejanza con los tiempos actuales, aunque sean grande también la diferencias: ahora no estamos construyendo ni partenones, ni odeones ni propíleos…
 

¿Fue Pericles keynesiano?

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