En la educación cívica de los antiguos romanos jugaba un importante papel el recuerdo y conocimiento de los hechos virtuosos de los antepasados, ejemplos a imitar por los jóvenes.


Marco Atilio Régulo, aunque de origen plebeyo, fue cónsul dos veces; la segunda en el año 256 a.C, en el noveno año de la Primera Guerra Púnica entre romanos y cartagineses. De acuerdo con la tradición y sin evidencia histórica (muchos  historiadores, alguno  antiguo, lo ponen en duda o lo silencian ), se cuenta de él una ejemplarizante historia.

Después de algunos éxitos militares, Régulo fue hecho prisionero por los cartagineses y lo mantuvieron cautivo hasta el año 250 a.C., en que le permiten acudir a Roma para negociar la paz o el intercambio de prisioneros, comprometiéndose a volver a Cartago caso de no conseguirlo.

Cuando Régulo llega a Roma se comporta como un rígido hombre de honor:  se niega a entrar en la ciudad como esclavo que es, rechaza hablar al Senado porque su condición de esclavo le incapacita para ello, ni siquiera admite el beso de su fiel esposa puesto que el matrimonio es un derecho exclusivo de los ciudadanos libres y él ya no era ciudadano.

Cuando por fin accede a dirigirse al Senado, lo hace precisamente para lo contrario de lo esperado:  les convence de la inconveniencia de pactar con el cartaginés y de llegar a acuerdo alguno con quien es un declarado enemigo. Como hombre de honor regresa a Cartago, en donde le espera una horrible muerte a manos de sus verdugos.

Los cronistas y poetas latinos lo proponen como prototipo y ejemplo de ciudadano heroico, amante de su ciudad, para las generaciones futuras, quejándose del abandono actual de los antiguos principios y valores cívicos. Así lo hacen Livio. Gelio, Diodoro, Apiano, Dion Casio, Zonaras, Valerio Máximo, Aurelio Victor, Floro,  Cicerón, Horacio, Silio Italico, etc.

Este tipo de anécdotas idealizadas son un elemento esencial en la educación del ciudadano romano. Es lo que los propios romanos llaman el “mos maiorum”, las costumbres y comportamiento de los antepasados, como faro e ideal para los jóvenes.

Evidentemente las personas de edad eran más valoradas que ahora, cuando la experiencia acumulada puede llegar a ser un deméito.

El romano Régulo cumple su palabra heroicamente y lo paga con la muerte

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