Conmemoramos en este 2014 el “bimilenario” de la muerte del emperador Augusto, que da nombre al propio mes en que murió. Su larga vida, casi 76 años, de ellos 41 como emperador de Roma, está plagada hechos de interés general y de anécdotas curiosas (a varias de ellas y a su presencia en Hispania en tres ocasiones) ya me he referido en este blog.

Siempre intrigó a los historiadores cómo un joven muchacho, de apenas 19 años, nombrado su heredero por Julio César, fue capaz de salir adelante en una Roma violenta y efervescente por las luchas de partidos y ciudadanos de enorme poder, en la que las instituciones republicanas iban a dar paso a un régimen personal y autoritario. Los análisis, razones, explicaciones son tantas como historiadores se han ocupado de ello.

Podemos resumir esas razones en unas pocas. En primer lugar la evidente inteligencia, habilidad, personalidad y encanto del propio Augusto, educado en la tradición  de las grandes familias romanas. En segundo lugar su pertenencia a una gran familia, en la que las mujeres tienen un papel muy relevante. Luego la habilidad para mantener una apariencia de instituciones republicanas más democráticas como marco de un gobierno realmente absoluto. También la red de fieles clientes que fue tejiendo en todo el imperio (sus viajes, como los realizados a Hispania los utilizó para ello). Finalmente la enorme fortuna que fue acumulando y que la utilizó con fines políticos.

Naturalmente estos no son motivos suficientes; a los éxitos de Augusto coadyuvaron decisivamente los deméritos de los adversarios. E incluso tal vez la “fortuna”, como el historiador Tácito manifiesta, contraponiendo su buena suerte en la vida pública con lamenos exitosa en la vida familiar.

Así como en las cosas públicas la fortuna le fue favorable al divino Augusto, en su propia casa en cambio le fue adversa por la deshonestidad de su hija y de su sobrina, a las que echó de la ciudad (Roma) y a los adúlteros los castigó con la muerte o con el destierro. (TACITO, Annales III, 24)

ut valida divo Augusto in rem publicam fortuna ita domi improspera fuit ob impudicitiam filiae ac neptis quas urbe depulit, adulterosque earum morte aut fuga punivit (Tácito, Annales III, 24).

Pues bien, para comprender mejor al emperador que consolidó un régimen autoritario para gobernar el Imperium Romanum y sentó las bases de una larga pacificación (evidentemente a un precio muy caro para los vencidos), reproduciré el retrato físico que de él nos dejó Suetonio. Es a fin de cuentas el retrato físico de un mortal al que los romanos consideraron divino, “divus Augustus”.

Acompaño dos imágenes, un Augusto joven estudiante de la cultura griega en Apolonia ya idealizado, otra como “imperator” o general del ejército conocida como Augusto de Prima Porta, de la que se distribuyeron copias por todo el Imperio.

Suetonio, Vida de los doce Césares, Vida de Augusto LXXIX:

(Augusto)  fue de  una extraordinaria belleza y a lo largo de toda su vida mantuvo su encanto, aunque no cuidaba de su arreglo personal. Era tan despreocupado al arreglarse el cabello de su cabeza que a toda prisa ocupaba a varios peluqueros a la vez y su barba unas veces la retocaba y otras la afeitaba por completo y durante ese tiempo o leía algo o incluso escribía. Era de rostro tan tranquilo y sereno tanto cuando hablaba como cuando estaba callado, que  una de las personas  importantes de las Galias  confesó a los suyos que, habiéndose acercado a él durante la travesía de los Alpes aparentando que quería hablarle, pero con la intención de empujarle  a un precipicio, al estar en su presencia no pudo hacerlo y se volvió atrás.

Tuvo unos ojos claros  y nítidos, en los que incluso quería que se pensara  que había una cierta fuerza divina y le agradaba que si miraba fijamente  a alguien bajara la cabeza  como ante el brillo del  sol.  Pero en su vejez perdió vista en el ojo izquierdo.

Sus dientes eran irregulares, pequeños y estaban separados;  su cabello era ligeramente ondulado y tirando a rubio; sus cejas cerradas, sus orejas pequeñas, su nariz algo prominente en la parte superior y en la baja un tanto  curva;  su tez entre morena y blanca.

De baja estatura –aunque su liberto Julio Morato, liberto  nos dice también que fue de cinco pies y doce pulgadas (1,70 metros…)-pero que quedaba disimulada por  la proporción e igualdad de sus miembros, y no se podía percibir más que con la comparación con alguien más alto cuando estaba de pie.

LXXX: Dicen que su cuerpo estaba cubierto de manchas, de marcas de nacimiento, dispersas por su pecho y su vientre, con la misma forma, disposición y número que las estrellas de la Osa celeste (la constelación de la Osa). Tenía además varias callosidades parecidas a cicatrices ocasionadas por la comezón de su cuerpo, y por el uso constante y enérgico  de la strigilis al ser frotado
No tenía mucha fuerza en su cadera, su muslo y su pierna izquierda, de tal forma que muchas  veces incluso cojeaba, pero él los reforzaba con fajas y tablillas. También, de vez en cuando sentía el dedo índice de la mano derecha tan débil, tan torpe y entumecido por el frío, que apenas podía moverlo para escribir con un la ayuda de un anillo de cuerno. Se quejaba también de la vejiga, de cuyo dolo sólo se alivió cuando unos cálculos por la orina.
….
LXXXI: “A lo largo de toda su vida sufrió un buen  número de enfermedades graves y peligrosas. Sobre todo una, después de dominar Cantabria, cuando los flujos del hígado enfermo le llevaron a la desesperación y le obligaron necesariamente a recurrir a un tratamiento médico contrario e incierto: como los tratamientos  calientes no surtían efecto, se vio obligado a tratarse con   fríos, siguiendo la indicación de Antonio Musa (su médico)”.

LXXXII: En invierno se protegía con cuatro túnicas y además con una gruesa toga, una camiseta, una pechera de lana y bandas en los muslos y piernas. En verano dormía con las puertas de su habitación, muchas veces  bajo el peristilo, junto a un surtidor de agua y también abanicándole alguien. Ni siquiera en invierno soportaba el sol. Incluso  dentro de la casa no se exponía al aire libre, sino cubierto con  un sombrero.  Viajaba en litera, casi siempre de noche, en etapas breves y lentas … Prefería hacer navegar si se podía llegar por mar… …

Sólo con grandes cuidados se defendía de tanta debilidad. En primer lugar raramente se bañaba; muchas veces le daban fricciones, sudaba junto al fuego, luego se mojaba a pleno sol con agua no fría o tibia. Pero cada vez que, por causa de sus nervios,  tenía que tomar baños de mar o de aguas termales en Albula,  se contentaba con sentarse en un taburete de madera,  que él mismo llamaba con la palabra hispana “dureta” y metía alternativamente las manos y los pies.

  

 

 

                                               

                                                   

 LXXIX Forma fuit eximia et per omnes aetatis gradus uenustissima, quamquam et omnis lenocinii neglegens; in capite comendo tam incuriosus, ut raptim compluribus simul tonsoribus operam daret ac modo tonderet modo raderet barbam eoque ipso tempore aut legeret aliquid aut etiam scriberet. uultu erat uel in sermone uel tacitus adeo tranquillo serenoque, ut quidam e primoribus Galliarum confessus sit inter suos, eo se inhibitum ac remollitum, quo minus, ut destinarat, in transitu Alpium per simulationem conloquii propius admissus in praecipitium propelleret.
2] oculos habuit claros ac nitidos, quibus etiam existimari uolebat inesse quiddam diuini uigoris, gaudebatque, si qui sibi acrius contuenti quasi ad fulgorem solis uultum summitteret; sed in senecta sinistro minus uidit; dentes raros et exiguos et scabros; capillum leuiter inflexum et subflauum; supercilia coniuncta; mediocres aures; nasum et a summo eminentiorem et ab imo deductiorem; colorem inter aquilum candidumque; staturam breuem,—quam tamen Iulius Marathus libertus †etiam memoriam eius quinque pedum et dodrantis fuisse tradit—, sed quae commoditate et aequitate membrorum occuleretur, ut non nisi ex comparatione astantis alicuius procerioris intellegi posset.
LXXX Corpore traditur maculoso dispersis per pectus atque aluum genetiuis notis in modum et ordinem ac numerum stellarum caelestis ursae, sed et callis quibusdam ex prurigine corporis adsiduoque et uehementi strigilis usu plurifariam concretis ad impetiginis formam. coxendice et femore et crure sinistro non perinde ualebat, ut saepe etiam inclaudicaret; sed remedio harenarum atque harundinum confirmabatur. dextrae quoque manus digitum salutarem tam imbecillum interdum sentiebat, ut torpentem contractumque frigore uix cornei circuli supplemento scripturae admoueret. questus est et de uesica, cuius dolore calculis demum per urinam eiectis leuabatur
….
LXXXI Graues et periculosas ualitudines per omnem uitam aliquot expertus est; praecipue Cantabria domita, cum etiam destillationibus iocinere uitiato ad desperationem redactus contrariam et ancipitem rationem medendi necessario subiit: quia calida fomenta non proderant, frigidis curari coactus auctore Antonio Musa.
LXXXII hieme quaternis cum pingui toga tunicis et subucula et thorace laneo et feminalibus et tibialibus muniebatur, aestate apertis cubiculi foribus ac saepe in peristylo saliente aqua atque etiam uentilante aliquo cubabat. solis uero ne hiberni quidem patiens, domi quoque non nisi petasatus sub diuo spatiabatur. itinera lectica et noctibus fere eaque lenta ac minuta faciebat,… ; ac si quo peruenire mari posset, potius nauigabat.
[2] uerum tantam infirmitatem magna cura tuebatur, in primis lauandi raritate; unguebatur enim saepius aut sudabat ad flammam, deinde perfundebatur egelida aqua uel sole multo tepefacta. at quotiens neruorum causa marinis Albulisque calidis utendum esset, contentus hoc erat ut insidens ligneo solio, quod ipse Hispanico uerbo duretam uocabat, manus ac pedes alternis iactaret.

 

Retrato de Augusto

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies