Una de las fiestas más arraigadas en la vida popular y religiosa cristiana es la “adoración de los tres Reyes Magos”. En esta fiesta confluyen numerosos elementos de diverso origen religioso y cultural. Recordemos la efervescencia religiosa de la época del Imperio Romano, época en la que precisamente nació Jesús, favorecedora de todo sincretismo. A la religión cristiana se han incorporado muchos elementos de religiones orientales de Caldea, Mesopotamia, Persia, Asia Menor, Egipto, Judea y sobre todo de la grecorromana y del pensamiento filosófico. En todas estas religiones sincréticas es muy importante el componente astral, muy desarrollado entre los caldeos de Mesopotamia.

Voy a intentar profundizar un poco más en la festividad e iconografía de la “adoración de los magos”, una de las escenas más utilizada por el cristianismo desde los primeros siglos.

La festividad de Reyes es una de las epifanías (del griego επιφάνεια, epifaneia, «manifestación», compuesto  de ἐπί- ,epi-, encima, sobre,  y el verbo φαινεῖν, fainein, aparecer, mostrarse), o manifestación del dios hecho hombre. Las otras epifanías son el bautismo de Jesús en el río Jordán y el milagro de las bodas de Caná.

El texto base esencial es la  referencia que se hace en el evangelio de San Mateo, única en los cuatro evangelios canónicos (porque forman parte de la norma o “canon” cristiano); tres de ellos, Mateo, Marcos, Lucas,  son llamados también sinópticos (del griego συν, syn, con, junto, y οψις, opsis, visión,; es decir se puede hacer de ellos una visión paralela)  porque presentan entre ellos muchas coincidencias, aunque también notables diferencias, como esta de la adoración de los magos de oriente. Este evangelio  de San Mateo se conserva en griego y suele datarse como  no anterior al año 80, es decir  50 o 60 años posteriores a la muerte de Cristo. Existe una hipótesis que considera la existencia de una primera versión en arameo, basándose en una cita de Eusebio de Césarea (que vivió aproximadamente entre el 265  y el  339), referida a Papías de Hierápolis (que vivió entre el 69 y el 150). 

El texto de San Mateo, 2, 1-12 dice:

Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,  diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.  Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.  Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:

“Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel.”

Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;  y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.  Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

El texto latino dice así:

Cum autem natus esset Iesus in Bethlehem Iudaeae in diebus Herodis regis, ecce Magi ab oriente venerunt Hierosolymam dicentes: “ Ubi est, qui natus est, rex Iudaeorum? Vidimus enim stellam eius in oriente et venimus adorare eum ”.  Audiens autem Herodes rex turbatus est et omnis Hierosolyma cum illo;  et congregans omnes principes sacerdotum et scribas populi, sciscitabatur ab eis ubi Christus nasceretur.  At illi dixerunt ei: “ In Bethlehem Iudaeae. Sic enim scriptum est per prophetam:

"Et tu, Bethlehem terra Iudae,
nequaquam minima es in principibus Iudae;
ex te enim exiet dux,
qui reget populum meum Israel" ”.

Tunc Herodes, clam vocatis Magis, diligenter didicit ab eis tempus stellae, quae apparuit eis;  et mittens illos in Bethlehem dixit: “ Ite et interrogate diligenter de puero; et cum inveneritis, renuntiate mihi, ut et ego veniens adorem eum ”.  Qui cum audissent regem, abierunt. Et ecce stella, quam viderant in oriente, antecedebat eos, usque dum veniens staret supra, ubi erat puer.  Videntes autem stellam gavisi sunt gaudio magno valde.  Et intrantes domum viderunt puerum cum Maria matre eius, et procidentes adoraverunt eum; et apertis thesauris suis, obtulerunt ei munera, aurum et tus et myrrham. Et responso accepto in somnis, ne redirent ad Herodem, per aliam viam reversi sunt in regionem suam.

Es necesario notar que el texto habla simplemente de “unos magos del Oriente” y no de “tres reyes” magos, precisión numérica y nominal que se añadirá posteriormente.

En segundo lugar es una estrella la que anuncia el nacimiento. Como es sabido, se ha teorizado ampliamente sobre las características de esta estrella: ¿un cometa?, ¿una supernova?, ¿conjunción de varios astros? ¿un meteoro?.

Ya Orígenes, (185  o 186- 254 o 255), exégeta (del griego ἐξηγητή , intérprete, y éste de ἐξηγεομαι, exegueomai, ‘explicar’ interpretar) pensó que era un cometa.

En la sociedad oriental y por su influjo en la grecorromana, las estrellas y los fenómenos atmosféricos y celestes son signos de los dioses. Desde luego, en el mundo antiguo los cometas eran signos inequívocos de algún acontecimiento importante; los nacimientos de Mitrídates y de Augusto también fueron precedidos de la aparición de un cometa.

Justino Frontino, historiador romano del siglo II, nos informa a propósito del rey Mitrídates en sus Historias Filípicas, Historiarum Philippicarum, XXXVII, 2:

Prodigios celestes habían predicho también su futura grandeza (de Mitrídates), pues en el año en el que nació y en el que comenzó a reinar, una estrella cometa lució permanentemente durante setenta días, de tal forma que parecía que ardía todo el cielo. Ocupaba con su dimensión la cuarta parte del cielo y superaba con su fulgor al resplandor del sol. En salir y en ponerse consumía el espacio de cuatro horas.

II. Huius futuram magnitudinem etiam caelestia ostenta praedixerant. 2 Nam et eo quo genitus est anno et eo quo regnare primum coepit stella cometes per utrumque tempus LXX diebus ita luxit, ut caelum omne conflagrare videretur. 3 Nam et magnitudine sui quartam partem caeli occupaverat et fulgore sui solis nitorem vicerat; et cum oreretur occumberetque, IV horarum spatium consumebat.

Virgilio en su Eneida, 10, 272 hace una referencia a los cometas:

De manera no distinta a como cuando en la clara noche
los sanguíneos cometas enrojecen lúgubremente
o nace el ardoroso Sirio trayendo la sed y las enfermedades
a los débiles mortales y entristece el cielo con su siniestra luz.

non secus ac liquida siquando nocte cometae
sanguinei lugubre rubent aut Sirius ardor,
ille sitim morbosque ferens mortalibus aegris,
nascitur et laevo contristat lumine caelum.

Pues bien, el gramático Servio, comentando el pasaje,  nos dice  en sus Comentarios a la Eneida X, 272

Si éste mira a oriente, significa cosas alegres para esa parte; si a mediodía, alegrías para África y Egipto; si mira a occidente, la tierra de Italia será la que consiga su favor. Se dice que éste (el cometa) apareció en el momento en que Augusto consiguió el mando; entonces se anunciaron para todos los pueblos futuras alegrías.

qui si orientem attenderit, laetas res ipsi parti significat; si meridiem, Africae aut Aegypto gaudia; si occidentem inspexerit, terra Italia voti sui compos erit. hic dicitur apparuisse eo tempore quo est Augustus sortitus imperium; tunc denique gaudia omnibus gentibus futura sunt nuntiata.

En este contexto es fácil comprender el texto en el que Orígenes (184/185 – 253/254) asegura que la estrella de Belén fue un cometa y que su aparición es absolutamente lógica:

Contra Celso 1, 58-59:

“…yo creo que la estrella que apareció en el este era una estrella nueva, en nada parecida a las que vemos ordinariamente, ni a las que vemos en el firmamento ni a las de  las órbitas inferiores, sino que, más bien, estaba en el tipo  de los cometas que aparecen ocasionalmente, o de los meteoros, o estrellas con barba o con pelo o de cualquier otro nombre con el que a los griegos les gusta describir sus formas. Concreto este punto como sigue:

Se ha observado que en los grandes acontecimientos y en los más importantes  cambios de la historia, aparecen estrellas de este tipo que significan cambios de dinastías, o  guerras  o sucesos entre los hombres que tienen el efecto de trastornar los asuntos del mundo. Hemos leído en el libro de los cometas del estoico  Cheremon  cómo algunas veces  han aparecido cometas incluso cuando estaba a punto de suceder un suceso nuevo; y él nos hace una relación de ellos.  Así pues, si un cometa, como se le llama, o alguna otra estrella parecida, aparece cuando surge una nueva monarquía o se produce algún importante suceso sobre la tierra,  por qué ha de extrañarnos de que haya aparecido una nueva estrella con el nacimiento de un hombre que existe  para introducir nuevas ideas en la raza humana y para traer una doctrina no sólo a los Judíos, sino también a los griegos y también  a muchas naciones extranjeras?

Curiosamente estas creencias en los cometas como nuncios de eventos positivos o negativos  se mantienen hasta el día de hoy y se renuevan cada vez que se anuncia la proximidad de estos astros.

Muchos años después, el astrónomo Johannes Kepler (1571-1630),  relacionó la estrella del Evangelio de Mateo con la conjunción en el año 7 a.C. de los planetas Júpiter y Saturno.

De entonces a hoy no han dejado de aparecer hipótesis que intentan explicar la aparición en el firmamento de esta luz especial, en cuya consideración no entro porque ya lo hacen astrónomos de elevado prestigio.

En relación con este episodio de la adoración de los magos es necesario primero precisar también quiénes son los magos.

Como en otro artículo de este blog comenté, el término  magos, magus, mago, μάγοι no es de origen griego sino iranio. En griego tiene el doble significado de charlatanes que embaucan con su “magia”, pero también y sobre todo el de sacerdotes con una peculiar función. Las creencias religiosas persas primitivas y otras propias del zoroastrismo conciben el mundo lleno de démones y espíritus.  Las almas de los difuntos, separadas del cuerpo, ascienden al cielo, o mejor, a los cielos, porque son varios. En ese viaje de ascenso  es muy importante la acción ritual y los sacrificios de los “magos”.  Estos sacerdotes son además expertos y estudiosos del firmamento y de las relaciones astrales, y por tanto astrónomos, astrólogos (son términos similares en el mundo antiguo) y matemáticos,  a los que los santos padres de la Iglesia siempre consideraron como personas honorables.

Véase http://www.antiquitatem.com/reyes-magos-tiridates-neron-epifania

El término también tenía, como decía, la connotación negativa de farsante y charlatán que trata con los demonios. Recuérdese lo contado en “Hechos de los Apóstoles 3:9”, en que  se repudia a un farsante, apodado Simón el Mago, al que se enfrenta el  apóstol Pedro, cuyo poder  venía del Espíritu Santo.

Incluso el propio Jesús era él mismo un extraordinario mago y su poder logró vencer a la magia  de los demonios, sin recurrir a hechizos ni encantamientos, sino actuando en su propio nombre.  Por eso en el primitivo arte cristiano se representa a Jesús como taumaturgo (del griego  θαυματουργός thaumaturgous, diestro, hábil, de θαῦμα, thauma, cosa maravillosa, y ἔργον, ergon, trabajo), o persona  que realiza milagros, con una vara y con el gesto de su mano como hacen los magos.

Desde este punto de vista, los magos de Mateo serían verdaderos magos que se postraron y cedieron su poder ante el poder superior de Jesús. Es evidente la intención del evangelista de mostrar cómo los magos, luego convertidos en reyes de este mundo, rinden adoración al hijo de Dios, en un mundo en el que la magia y el conocimiento de los astros tienen una presencia importante.

Del eco “social” de los “magos” nos da idea el episodio de la visita de Tiridates, rey de Armenia, y también mago, al emperador Nerón. Esta visita la comenté  en el artículo al que hace referencia el hipervínculo anterior. Hay quien ha pensado que fue precisamente esa visita la que sirvió de modelo para la visita de los “magos” al niño de Belén.

Un elemento esencial es que la ofrenda de los magos es de tres productos muy valiosos en el mundo antiguo: el oro, siempre caro, el incienso de valor similar al del oro, utilizado como perfume y elemento ritual, y la mirra, cuyo valor era muy superior al de los otros dos, utilizada en el embalsamamiento de los cuerpos de los difuntos. En el mazdeísmo, también a Ahura Mazda se le ofrece oro, incienso y mirra. Veremos cómo son varios los elementos que relacionan el episodio con el mazdeísmo y el mitraismo.

Sobre la relación entre el “mitraismo” y el “cristianismo” he publicado un reciente artículo. Véase:  http://www.antiquitatem.com/mitraismo-cristianismo-solsticio . En él comentaba cómo el culto de Mitra se realiza en cuevas o en templos subterráneos o que simulan una cueva. Pues bien, en Occidente se suele ubicar el nacimiento de Jesús en un portal o pesebre pero en Oriente el lugar es una cueva, probablemente por influjo de la cueva mitraica.

De igual manera el episodio de la adoración de los pastores es probablemente un reflejo de un acto similar de los pastores con Mitra.

Ahora bien, donde el influjo es evidente, es decir, se ve con los ojos,  es en la iconografía de los reyes magos. En primer lugar conviene precisar que no siempre fueron tres; en ocasiones aparecen representados dos, seis, ocho  y  hasta doce, como ocurre en los ritos siriacos y armenios. Es decir, el número de tres no tiene ningún soporte en las Sagradas Escrituras.

En las catacumbas de Santa Priscila se conserva la pintura más antigua y en ella aparecen tres. Los frescos de esta catumba van desde la mediados del siglo II a mediados del siglo III.

En la catacumba de Pedro y Marcelino aparecen representados dos y son del siglo IV.

En el siglo tercero, el teólogo Orígenes (185-253) indicó que los Reyes Magos eran tres, pues al fin y al cabo son tres los regalos que se nombran en el Evangelio de San Mateo: oro, incienso y mirra, cifra que luego refrenda el papa San León Magno (León I el Grande) y que se impone hasta el día de hoy, probablemente para hacerla coincidir con los tres regalos y probablemente para simbolizar a los tres continentes entonces conocidos: Europa, Asia y Africa, como expresamente dice en la Edad Media el Pseudo Beda (ca. 672 – 27 de mayo de 735) en su In Matthaei Evangelium , cap.  II, relacionándolos también con los tres hijos de Noé:

Místicamente pues los tres Magos simbolizan las tres partes del mundo, Asia, África y Europa o al género humano, que tomó su origen en los tres hijos de Noé.

Mystice autem tres Magi, tres partes mundi significant,Asiam, Africam, Europam, sive humanum genus, quod a tribus filiis Noe seminarium sumpsit

Cómo decía, el papa San León Magno (circa 390 – 461) ratificó la cifra de tres, que es la que con más frecuencia se repite en las representaciones. Dice en su Tratado o Sermón 31, en la Festividad de la Epifanía 1:

Así pues,  se apareció a tres  magos en la región de Oriente una estrella de un resplandor nuevo, que más brillante y hermoso que las otras estrellas, atraía fácilmente hacia ella los ojos y la atención de los que miraban, de tal manera que inmediatamente se advertía que no era sin importancia lo que tan insólito parecía.

Así pues, el que dio la señal, dio a los espectadores la comprensión de la misma, y para hacer que fuera comprendido, hizo que fuera investigado  y, buscado, se ofreció a sí mismo para ser encontrado.

Sancti Leonis Magni Tractatus XXXI

Tribus igitur magis in regione orientis stella nouae claritatis apparuit, quae inlustrior ceteris pulchriorque sideribus, facile in se intuentium oculos animosque conuerteret, ut confestim aduerteretur non esse otiosum, quod tam insolitum uidebatur.
Dedit ergo aspicientibus intellectum, qui praestitit signum, et quod fecit intellegi, fecit inquiri, et se inueniendum obtulit requisitus.

Reproduzco dos de las  representaciones más antiguas de la escena, uno de Siracusa, en Sicilia:

Sarcófago de Adelfa. Siracusa. Siglo IV

Y otro más tosco de Boville Ernica en Italia, también del siglo IV y que se postula como el más antiguo.

El pesebre bajo techado del sarcófago paleocristiano de  Boville Ernica, (Italia) del siglo  IV. 

Pues bien, los tres reyes magos se representan desde el principio vestidos con el traje persa con el que también se representa siempre a Mitra: túnica corta, los pantalones llamados anaxyrides y el gorro frigio o pileus (objeto que en otro momento comentaré; recordemos que es un símbolo de la libertad que fue adoptado, por ejemplo, por los revolucionarios franceses y luego por otros muchos, incluidos países enteros).

“Mithraeum” Barbeni, Roma, pintura mural. Siglo III

En la iconografía romana de Oriente, por ejemplo del pedestal del obelisco de Teodosio en Constantinopla, de finales del siglo IV,  en el que los bárbaros prestan tributo al emperador con sus hijos Arcadio y Honorio y su esposa Gala, a los persas se les representa con este traje y a los tracios con pieles.

Esta vestimenta persa de los tres magos es la que aparece en toda su definición en el Sarcófago de Isacio – San Vital, Rávena, Siglo IV o V, en el que la Virgen María se ha convertido en el trono vivo del Niño Jesús. Los tres Magos parecen la repetición de una misma figura, lo que algunos expertos interpretan como reflejo de algunas fórmulas mágicas en las que los elementos se repiten tres veces.

Una escena similar, un tanto tosca es la del sarcófago de Aurelio, de la catacumba de San Lorenzo Fuori le Mura – Roma, del siglo IV, ahora en el Museo del Vaticano.

La repetición mecánica y tal vez mágica de los tres reyes absolutamente iguales se aprecia mejor en este otro ejemplo

Esta vestimenta se mantuvo durante mucho tiempo, como prueban las diversas representaciones existentes en plena Edad Media, lo que es prueba de la persistencia de los ritos y mitos.

Hay una tradición o leyenda referida a la invasión y conquista de Palestina por el rey persa de la dinastía sasánida Cosroes II en el año 614. Su general Shahrbaraz, impresionado por la vestimenta de los magos en los mosaicos que la adornan, ordenó no destruir la famosa basilica de la Natividad de Belén; interpretó que la figura representaba a los suyos, a los persas.

No deja de ser una leyenda, que probablemente invalidan la datación de los mosaicos, pero que expresa la conciencia generalizada de que los magos vinieron de Oriente, de Persia.  Lo que resulta inadmisible que en centenares de referencias en internet, incluidos algunos libros con pretensión de seriedad refrendados por alguna universidad, se refiera esta anécdota a las iglesias bizantinas de Rávena, en Italia, de las que más abajo hablaré. ¿Cómo explicar una supuesta invasión de Italia por los persas sasánidas en el año 614?

La conversión de los magos en reyes, o mejor, el sincretismo una vez más de magos y reyes,  se debió sin duda al deseo de materializar los versos del salmo 72, 9-11:

Que se inclinen ante él las tribus del desierto, y sus enemigos muerdan el polvo.
Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos.
Que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones.

Fue Tertuliano quien encontró la relación con el salmo y dio pie a la conversión con la frase “nam et Magos reges habuit fere oriens”, “pues todo el Oriente tuvo a los Magos por reyes”, que aparece en su obra Adversus Marcionem (Contra Marción) III,13:

Queden pues aquellos Magos orientales ofreciendo al recién nacido Cristo en su infancia el oro y el incienso, y así un niño conseguirá la fuerza de Damasco sin guerra y sin armas. Pues además de lo que es conocido por todos, que el valor de oriente, esto es, su fuerza y su poder, suele fundamentarse en el oro y los perfumes, ciertamente el creador tiene la fuerza de otorgar  también el oro de los restantes pueblos, según dice Zacarías: “Y Judá acampará junto a Jerusalén y congregará  todo el poder de los pueblos de alrededor, su oro y su plata”. También David se refiere a ese regalo de oro: “Y se dará a él el oro de Arabia” y otra vez: “Los reyes de los Árabes y de Saba le ofrecerán regalos”, pues casi todo Oriente consideró a los Magos como reyes, y Damasco se consideraba antiguamente parte de Arabia, antes de que fuera adscrita a Siriofenicia de acuerdo con la división de las Sirias (por Roma). Entonces Cristo recibió su riqueza al recibir sus símbolos, es decir, el oro y los perfumes; mientras que el botín de Samaria eran los propios Magos, que cuando lo conocieron también lo honraron con sus regalos y lo adoraron con la rodilla en tierra como a un dios y rey, por el testimonio de la estrella que se lo indicaba y los conducía; ellos fueron, pues, los despojos  de Samaria, esto es, de la idolatría, ya que ellos creían en Cristo.

Maneant autem orientales illi Magi in infantia Christum recentem auro et ture munerantes, et acceperit infans virtutem Damasci sine proelio et armis. [7] Nam praeter quod omnibus notum est, orientis virtutem, id est vim et vires, auro et odoribus pollere solitam, certe est creatori virtutem ceterarum quoque gentium aurum constituere, sicut per Zachariam, Et Iudas praetendet apud Hierusalem et congregabit omnem valentiam populorum per circuitum, aurum et argentum. [8] De illo autem tunc auri munere etiam David, Et dabitur illi ex auro Arabiae; et rursus, Reges Arabum et Saba munera offerent illi. Nam et Magos reges habuit fere oriens, et Damascus Arabiae retro deputabatur, antequam transcripta esset in Syrophoenicen ex distinctione Syriarum, cuius tunc virtutem Christus accepit, accipiendo insignia eius, aurum scilicet et odores; spolia autem Samariae ipsos Magos, qui cum illum cognovissent et muneribus honorassent et genu posito adorassent quasi deum et regem sub testimonio indicis et ducis stellae, spolia sunt facti Samariae, id est idololatriae, credentes videlicet in Christum.

A partir de la interpretación de Tertuliano comenzó la identificación de los magos con reyes.  Luego, mucho más tarde, se sustituyeron los gorros frigios con que se los representaba originalmente por coronas sobre sus cabezas e incluso se les vistió con ropajes de cada época, como suele hacerse en el arte.

El texto de Tertuliano evidencia el interés apologético de este episodio de la adoración de los Magos al establecer el reconocimiento del Mesías por los magos, por los gentiles, por los paganos  de todos los pueblos de la tierra de los tres continentes conocidos.

Los nombres de los tres también ha sido elemento de debate y opinión. Los griegos los llamaron Appellicon, Amerín y Damascón. Los judíos Magalath, Galgalath y Serafín. Los sirios Larvandad, Hormisdas y Gushnasaph. Los etíopes Tanisuram, Malik y Sissebd.

La primera vez que en occidente surge el nombre con el que hoy conocemos a los Magos es en la inscripción contenida en el friso de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). Son unos mosaicos s de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes, precedida por tres personajes vestidos a la moda persa, con el gorro frigio que llevan una ofrenda. Sobre sus cabezas leemos los tres nombres  Melchor, Gaspar, Baltasar. El Martirologio romano menciona a San Gaspar el 1 de Enero, San Melchor el día 6 y San Baltasar el 11 (Acta SS., I, 8, 323, 664). En los manuscritos aparecen por primera vez en uno conservado en París del siglo VII con los nombres de  Bithisarea, Melichior y Guthaspa.

La etimología de estos nombres no es clara. Hay quien piensa que Melchor podría tener origen acadio y significar “rey”; Baltasar podría derivar del persa y acadio Baal-hashahr, “Baal es rey”; de Gaspar se desconoce el origen.

Luego se relacionaron con los hijos de NoéCam con Baltasar, Sem con Gaspar  y Jafet con Melchor o Melkon.

En la representación del sarcófago de Adelfa en Siracusa y en el de Boville Ernica aparecen otros dos elementos, el buey y la mula o el asno, que han obtenido un éxito absoluto en las representaciones posteriores del “portal del Belén”. La presencia de estos animales hace referencia, como señalan los santos padres, a las profecía de Abacud y sobre todo a la de Isaías.

Abacud : “El señor será reconocido en medio de dos animales”

Isaías: “el buey conoce a su propietario y el asno el presepio de su patrón, pero Israel no me conoce y mi pueblo no me entiende”.

En todo caso reconozco que los detalles de los nombres y de la presencia del buey y del asno o de la mula no son cuestiones que yo haya estudiado suficientemente ni de las que tenga un amplio conocimiento.

En la celebración del día de los reyes confluyen también otros elementos diversos. Así al final de las Saturnales, en las que se hacían regalos entre las personas  (véase http://www.antiquitatem.com/navidad-saturnales-jesus-mitra-marcial l ) se celebraban las Sigillaria, fiestas en las que se regalaba a los niños pequeñas figuras de cerámica, que se adquirían en un mercadillo preparad al efecto. Detalle curioso este de los mercadillos, que todavía se celebran por todas partes en estas fechas.

Aunque el origen de la fiesta puede ser otro, la vinculación de estas figurillas con la infancia queda atestiguado por Macrobio en sus Saturnales,1, 11:

“…incluso ahora  (Pretextato) pretende que las Sigilares, que ofrecen diversión a la infancia que todavía gatea con sus figuritas de arcilla, sean referidas a una práctica religiosa”

vel nunc Sigillaria, quae lusum reptanti adhuc infantiae oscillis fictilibus praebent, temptat officio religionis ascribere,

También Séneca en Cartas a Lucilio, 12, 3 dice:

Pero él dijo: ¿No meconoces? Soy yo, Felicio, tu favorito, a quien solías regalar estatuillas; yo soy el hijo de tu mayordomo Filostio, tu pequeño, tu alegría.

" At ille "Non cognoscis me ?" inquit. " Ego sum Felicio, cui solebas sigillaria adferre. Ego sum Philositi vilici filius, deliciolum tuum."

Además en Roma, en el  primer día del año se celebraban las fiestas de la diosa “Strenia”, a la que se hacían ofrendas y regalos que también se extendieron a los amigos. La festividad puede tener un origen céltico. Del nombre de la diosa deriva el sustantivo latino “strena”, dádiva, que ha dado nuestro sustantivo estrena y nuestro verbo “estrenar”.

Por otra parte de la palabra “epifanía”  deriva la italiana “befana”, que designa a una anciana  que en la noche del día 5 al 6 regala caramelo y chocolate a los niños que se han portado bien y carbón a los que se han portado mal. El origen de esta fiesta agraria está relacionado con la muerte del año viejo y el advenimiento del nuevo año.

Hay otro hecho que nos sirve para conocer mejor el entorno astral en el que se desarrollan durante mucho tiempo, incluso hoy en día, las religiones de todos los tiempos. Como repetidamente he explicado, en torno al día 25 de Diciembre se produce el solsticio de invierno. Si hasta ese día las horas de sol o de luz de cada día han ido disminuyendo, a partir de ese momento se invierte el proceso y el tiempo de sol y de luz comienza a crecer. Por eso a ese día se le llama el “dies natalis solis invicit”, “día del nacimiento del sol invencible”.

Pues bien, en esas fechas se produce en el firmamento la alineación la estrella Sirio con las tres estrellas del cinturón de Orión, con las Pléyades y el sol.

 Imagen tomada de http://asteromia.net/estrellas/estrellas-sirio.html

A alguien se le ocurrió considerar que las tres estrellas del cinturón de Orión eran los tres reyes magos que anunciaban el nacimiento de Cristo y como tales se les conoce. Ahora bien, esta no es una identificación de época antigua sino medieval; no he encontrado ni una sola referencia en los tratados de astronomía antigua en que se denomine así a estas tres estrellas. Pero independientemente de su antigüedad, el hecho de que así se les nombre desde la Edad Media hasta nuestros días es una prueba de la facilidad con que los humanos tendemos a proyectar en el firmamento nuestras creencias y mitos.

A estas tres estrellas del cinturón de Orión también se les llama las Tres Marías..

Todo este episodio de los “tres reyes magos” es, pues,  un ejemplo bien evidente del sincretismo que se produce en la conformación de los mitos, creencias y ritos y de la fuerza con la que perviven durante miles de años.

Algunas notas sobre los “Reyes Magos”

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