La palabra española “ruido” deriva de la latina «rugitus», “rugidus”, de donde procede también el cultismo “rugido”. El ruido es un sonido desagradable al oído y molesto para el espíritu. Existen, por ello, numerosas asociaciones y movimientos que luchan contra lo que también se llama “contaminación acústica”.

Vivimos realmente en una sociedad y cultura muy ruidosa como consecuencia del constante trasiego y movimiento a que estamos sometidos, de la actividad laboral e industrial y de algunas costumbres sociales como la afición a la música y grandes conciertos al aire libre.

Podemos pensar, sin duda con exactitud, que la vida de los antiguos  en general  era menos ruidosa y más sosegada, pero de ninguna forma esto puede significar que no sufran también las consecuencias del ruido molesto y enervante.

Interesado en algún momento por conocer mejor la incidencia del ruido en la vida de los antiguos, fui recabando información diversa. Son numerosos los textos que de ello nos informan.

Uno de los más conocidos y citados se refiere a  Síbaris, ciudad griega del sur de Italia que allá por el año 600 antes de Cristo habría prohibido el ejercicio en el interior de la ciudad de oficios tales como herrero, calderero, carpintero que con su martilleo y ruido molestan el sueño y descanso de los ciudadanos; también habrían prohibido la cría de gallos que anuncian temprano el nuevo día. Nos lo cuenta, por ejemplo,  Ateneo de Náucratis (siglo II-iii d. J.C.), en su libro “Los Deipnosofistas, XII 518 C-D” o “El Banquete de los sofistas”, o “El Banquete de los eruditos” (que con estos títulos se conoce y cita).  Nos lo cuenta en XII 518 C-D:

Véase… http://www.antiquitatem.com/el-ruido-en-la-antiguedad-sibaris-sordos

No nos extraña, pues, que sibaritas, además de habitantes de Síbaris, hay pasado también a designar a toda persona de gustos exquisitos amante del placer.

La fantasía popular ha adjudicado numerosas extravagancias a los “sibaritas” y tal vez las citadas sean alguna de ellas a las que se deba dar poco crédito, pero, el hecho de que los antiguos se refieran a ellas, es la evidencia de que el ruido fue una preocupación y en algún sentido podríamos considerar la prohibición citada como el primer caso de protolegislación acústica.

Muy conocido y citado es también el poema  57 del libro XII de Epigramas del poeta satírico Marcial, de origen hispano, en el que nos cuenta cómo cuando está harto y cansado de los muchos ruidos de la ciudad, Roma, se marcha a su pequeña finca en el campo.

También se cita una carta del filósofo y naturalista Séneca, asimismo de origen hispano, a su amigo Lucilio en el que se queja amargamente de todos los ruidos que ha de sufrir por vivir precisamente encima de unos baños, a los que tan aficionados son los romanos. Se trata de la carta número 56 “Ad Lucilium”.

Menos citados son  unos versos del también satírico Juvenal en los que se queja del ruido que las ruedas de los carros hacen al girar en una encrucijada de calles. Lo hace en Saturae, III, 236-237.

Pero el texto sin duda más profusamente citado es uno de Plinio el Viejo (23-79) el naturalista que murió víctima de su curiosidad en la erupción del Vesubio que destruyo Pompeya, en el que presuntamente afirma en su obra Naturalis Historia,( Historia Natural) que los pueblos que habitan junto a las cataratas del río Nilo son sordos como consecuencia del fragor y ruido que produce el agua al caer.

El pasaje es citado en centenares, miles tal vez, de libros, artículos, blogs, páginas web, documentos de instituciones, documentos de asociaciones médicas, de juristas, de ciudadanos, de departamentos hospitalarios y hasta en alguna tesis doctoral. Pero en ninguno de ellos se da la referencia exacta del texto, indicando el libro concreto de los 37 que constituyen la obra, ni el capítulo ni el párrafo. Tan sólo se repica una y otra vez una referencia general que en español suele ser, con alguna pequeña variación:

Plinio el viejo en su Historia Natural dice, ( menciona, hace notar, observa,) que las personas que vivían cerca de las cataratas del Nilo quedaban sordas¨.

En inglés la afirmación suele ser del tipo “Pliny the Elder in his Natural History mentioned persons living near the cataracts of the Nile were strucken deaf”.

En algún caso se completa la información  añadiendo un “todos los habitantes” generalizador e incluso hay quien especifica que “Plinio observa” como si lo hubiera hecho personalmente o todavía hay quien en su afán de concreción informa de que se trataba de los pescadores de la zona, pero en ningún caso dando la referencia concreta de la fuente, como es obligado a la hora de citar textos antiguos y modernos.

He intentado por mi parte localizar el pasaje concreto, el topos o lugar en el que Plinio hace esta afirmación. He de confesar con toda humildad que no lo he encontrado, a pesar de revisar todos y cada uno de los 37 libros,( en sentido antiguo), que constituyen, como decía, la enciclopedia de Plinio. Estaría muy agradecido en consecuencia a quien pudiera facilitarme esta información, que me temo que es errónea.

Pronto sospeché del error de esta cita al atribuir a Plinio una afirmación en su obra Naturalis Historia que realmente no existe. Confirmó mi sospecha el feliz encuentro con un curioso libro del abate Don Secundo Lancellotti titulado “Farfalloni de gli Antichi Historici”  (Sinsentidos, disparates de los historiadores antiguos) publicado en Venecia en 1636 en el que critica lo que considera enormes errores o disparates de los antiguos.

Precisamente el segundo “farfallone” o “sinsentido” de que trata lo titula “Che que  popoli, c’habitano appresso le Catadupe del Nilo sieno tutti sordi” (Sobre el que los pueblos que habitan junto a las Cataratas del Nilo son todos sordos).

El abate Lancelloti no atribuye esta afirmación a Plinio, sino a Cicerón, como más adelante comentaré y en el inicio del comentario dice algo de enorme interés para el caso que nos ocupa que no me resisto a transcribir literalmente en italiano y luego en español:

Acquistarono gli Scrittori Antichi tanta riputatione appresso i posteri, e persevera in modo, che non solamente di Pittagora, ma della maggior parte d’essi, par quasi che basti l’ Ipse dixit. Ha detto questa, o quella cosa questo o quell’ Auttore, dunque vera, non si cerchi più oltre. E cosí i loro FARFALLONI sono ammirati, citati, trascritti per marauiglie grand.

Adquirieron los escritores antiguos tanta reputación entre los posteriores, e incluso continúa, que no solamente de Pitágoras sino de la mayor parte de ellos, como que basta el Ipse dixit. Ha dicho esta o aquella cosa este o aquel autor, pues es verdad y no se mire ningún otro. Y así sus disparates son admirados, citados, transcritos como grandes maravillas
 

                  

                

El mismo abate Lancellotti hace referencia en este “farfallone” a Cicerón (106 a.C-43 a.C), que en su obra “De Republica, 6,19“, en el famoso pasaje del Somnium Scipionis (el sueño de Escipión), hablando  del sonido que produce el movimiento de las esferas del cielo, dice que no podemos oírlo nosotros, porque debido a su frecuencia  nuestros oídos  se han vuelto sordos y que de todos los sentidos el del oído es el más grosero y obtuso. Y pone como ejemplo para confirmarlo el de las gentes que viven junto a las cataratas del Nilo, que se han quedado sin oído debido al estrépito de la caída del río.

Saturados los oídos de los hombres con este sonido, ensordecieron; pues no hay en  vosotros sentido más torpe, como allí donde el Nilo  se precipita desde las altas montañas en las que se llaman cataratas, la gente que habita aquel lugar, carece del sentido de la audición por el fragor del ruido.

'Hoc sonitu oppletae aures hominum obsurduerunt; nec est ullus hebetior sensus in vobis, sicut, ubi Nilus ad illa, quae Catadupa nominantur, praecipitat ex altissimis montibus, ea gens, quae illum locum adcolit, propter magnitudinem sonitus sensu audiendi caret. (Cic. De Republica, 6,19)

Esta sí es una cita contrastada. Ahora bien, ¿por qué ha tenido menos éxito Cicerón, entre los científicos apenas ninguno, que la cita apócrifa de Plinio? Tal vez porque la condición de naturalista y por tanto científico de Plinio da más autoridad que lo que dice un retórico como Cicerón, a fin de cuentas excesivamente locuaz como buen abogado.

Pero el hecho de que lo cite Cicerón es prueba de que  esta opinión, disparatada según Lancellotti, estaba extendida entre las personas cultas de Roma del siglo I antes de Cristo.

Pues bien, volviendo a Plinio diremos que en su notable enciclopedia Historia Natural hace referencia, como es lógico, a las Cataratas del Nilo e incluso a su ruido ensordecedor, pero de ninguna manera en los términos en los que lo hace la cita que estamos comentando:

En  Naturalis Historia, lib.V, 10, 54 dice: 

Luego tras chocar con  unas islas, e interrumpido por otros tantos obstáculos, finalmente encerrado por los montes, es empujado como un torrente, con las aguas aceleradas hasta el lugar de los Etíopes, que se llaman Catadupas (cataratas); encerrado de nuevo en un canal  entre peñascos, se cree que no fluye sino que se despeña con inmenso fragor.

subinde insulis impactus, totidem incitatus inritamentis, postremo inclusus montibus, nec aliunde torrentior, vectus aquis properantibus ad locum Aethiopum, qui Catadupi vocantur, novissimo catarracte inter occursantes scopulos non fluere inmenso fragore creditur, sed ruere.

En  Natualis Historia, lib. VI, 35, 181 dice:

Este conquistó ciudades …..Attena, Stadisse, en donde el Nilo, precipitándose, quita con su fragor a sus habitantes la audición. También conquistó Napata.

is oppida expugnavit … Attenam, Stadissim, ubi Nilus praecipitans se fragore auditum accolis aufert. diripuit et Napata.

Por lo demás otros autores, como el propio Séneca (4 a.C.-65 d. C.),  hace referencia en sus Quaestiones Naturales,. 4,2,5  a las cataratas del Nilo y a su ruido ensordecedor:

… finalmente, superados los obstáculos, sin terreno, cae en una enorme profundidad con enorme estrépito del lugar. Una colonia, colocada allí por los Persas, no pudo soportar el ruido anulados  sus oídos por el continuo fragor, por lo que hubieron de ser traslados a otro lugar más tranquilo.”

…tandemque eluctatus obstantia in uastam altitudinem subito destitutus cadit cum ingenti circumiacentium regionum strepitu. Quem perferre gens ibi a Persis collocata non potuit obtusis assiduo fragore auribus et ob hoc sedibus ad quietiora translatis

Por cierto, que esta idea del traslado de la colonia o ciudad lo repite el mismo Séneca en la famosa Epístola LVI  a Lucilio citada más arriba.

No es fácil entender cómo se hace profusamente una cita cuestionable mientras no se utilizan otras varias que confirman lo que en el fondo se pretende: que los antiguos griegos y romanos eran conscientes de los perjuicios que para la audición representa un elevado nivel de ruido, sea producido por el propio ser humano o por la naturaleza.

Tampoco es fácil entender cómo se ha esgrimido como “argumento de autoridad” una cita sin comprobar previamente su existencia.

Al menos de todo ello debemos  sacar algunas conclusiones:

1.  El “argumento de autoridad” ha de basarse ante todo en fuentes  reales y contrastadas. Es decir, debe existir la fuente.

2.  Las fuentes, por mucha autoridad que tenga su autor, han de ser sometidas a crítica textual y también científica. Los errores científicos existieron en la Antigüedad y también en la actualidad, incluso publicados por autores y revistas científicas de prestigio.

3. La multiplicación y repicación de una misma cita (hoy tarea de gran facilidad con los medios informáticos) no aumenta su  autoridad;  si la cita realmente no existe, lo que demuestra es el poco rigor con el que generalmente se actúa .

El ruido con que ruge la ronca catarata

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