La ucronía es una utopía en el tiempo y se aplica a algo cuando, a sabiendas de que no existió, lo suponemos como existente.

En 1516 Thomas More (Tomás Moro en español y Thomas Morus en latín), humanista, político, canciller de Enrique VIII de Inglaterra,  escribió en latín su famosa obra sobre la sociedad ideal De optimo reipublicae statu, deque nova insula Utopia ( Del estado ideal la república y de la nueva isla de Utopía), conocida generalmente como Utopía.

La etimología de la palabra es confusa a sabiendas de Moro, porque puede proceder de la griega  οὐτοπία (οὐ, no; τόπος, lugar =  “no lugar, lugar que no existe o lo que no está en ningún lugar') o de εὐτοπία (εὐ, buen; τόπος, lugar) = 'buen lugar'.  Las dos son coherentes con el pensamiento de Moro, pero es la primera la que se ha impuesto  en la opinión general.

Precisamente, frente a la “utopía” como buen lugar ideal, existe el concepto de “distopía” , procedente del griego  δυσ- (dis) "malo"   y τόπος (tópos) "lugar”,  para expresar lo contrario de “utopía”, con el significado de “mal lugar ideal”. La acuñó a finales del siglo XIX Stuart Mill. En los momentos de crisis y desesperanza, como los actuales, este concepto de “distopía” es un escenario muy frecuente en la literatura, en el cine, etc. .”'Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury, “1984”, de George Orwell, y “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, son las obras consideradas como las fundadoras del género o subgénero de la distopía. Desde entonces se han multiplicado por cientos este tipo de obras, algunas de muy escasa calidad, pero reflejo del rechazo al momento presente de dificultades y amenazas crecientes a la felicidad humana..

Pues bien, el espacio y el tiempo son dos coordenadas, dos categorías mentales y lingüísticas paralelas, similares. Tarde o temprano surgiría el término paralelo referido al tiempo, la ucronía, (del griego οὐ, no,  y Κρόνος Krónos, tiempo),  el no tiempo, lo que no está en el tiempo.

La Real Academia lo define como  Reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder.

La utilizó por primera vez  el filósofo francés Charles Bernard Renouvier en su obra Uchronie (L'Utopie dans l'histoire), esquisse historique apocryphe du développement de la civilisation européenne tel qu'il n'a pas été, tel qu'il aurait pu être (1857) (Ucronía: Esbozo histórico apócrifo del desarrollo de la civilización europea tal como no ha sido, tal como habría podido ser).

La ucronía es, pues,  una especie de ciencia ficción.

En la Antigüedad hubo algunos ejemplos que podríamos considerar “ucronías” o suposiciones de lo que podría haber sido si las cosas hubieran ocurrido de otra manera.

Así Heródoto (entre 484 y 425 a.C,.) nos ofrece un ejemplo en . VII 139, 2-3:

Si los atenienses, aterrorizados ante el peligro que se les venía encima, hubiesen evacuado su patria, o bien si, pese a no evacuarla, se hubieran quedado en ella, pero rindiéndose a Jerjes, ningún Estado hubiese intentado oponer resistencia al rey por mar. Pues bien, si nadie hubiera opuesto resistencia a Jerjes por mar, en tierra habría ocurrido, sin lugar a dudas, lo siguiente: aunque los peloponesios hubiesen levantado a través del Istmo muchas fortificaciones defensivas, los lacedemonios habrían sido irremisiblemente abandonados por sus aliados (no espontáneamente, sino a la fuerza, ya que sus ciudades hubieran sido tomadas una tras otra por los contingentes navales del bárbaro), y se habrían quedado solos; y, únicamente con sus efectivos, aunque hubiesen realizado grandes proezas, habrían sucumbido heroicamente” (trad. de C. Schrader, 1985).

Tucídides (460- 396? A.C.) que también nos ofrece otro ejemplo en su Historia de la Guerra del Peloponeso, Th. I , 74:

Pero si nosotros [sc. los atenienses] hubiésemos comenzado por pasarnos al Medo, temiendo, como hicieron otros, por nuestro país, o si,después, por considerarnos perdidos, no nos hubiésemos atrevido a embarcarnos en las naves, ya no hubiera servido de nada que vosotros [sc. los espartanos], sin tener naves suficientes, hubierais entablado una batalla naval, sino que la situación hubiera evolucionado tranquilamente según los deseos del Medo” (trad. de J. J. Torres Esbarranch, 1990).

Pero curiosamente y contra los ejemplos  anteriores, se considera  que el primer ejemplo de Ucronía en la literatura mundial aparece en Tito Livio, aunque naturalmente no se le llame así. Esta idea la propició  Isaac D’israelí (1766-1848), que escribió en Curiosities of Literature un artículo titulado   Of a history of events which have not happened (Curiosidades de la Historia; Historia de los sucesos que no ocurrieron), en el que hace notar que Tito Livio, en el libro IX, en una larga digresión, imagina las consecuencias que se hubieran producido si Alejandro Magno hubiera invadido Italia y se hubiera enfrentado al ejército romano.

Nota: dada la extensión, ofreceré todos los textos relevantes de este artículo al final del mismo. 
Ciertamente el pasaje de Livio es la más extensa y detallada digresión sobre lo que podemos considerar una ucronía y sin duda por ello merece ser considerado si no como el primer ejemplo de ucronía en la Antigüedad, sí el más relevante.

Tito Livio  en su obra Ab urbe condita (Desde la fundación de la ciudad –Roma-), IX, 17-19 se permite imaginar qué hubiera ocurrido si el gran Alejandro Magno (valga la redundancia) hubiera dirigido su ejército hacía el oeste en  vez de hacia el este y  se hubiera enfrentado a la gran Roma, cuya historia él canta en su obra. Naturalmente, en su imaginación patriótica y nacionalista, Alejandro hubiera sido derrotado en toda regla por los romanos. Con esta digresión en  su relato, que Livio coloca tras narrar el fracaso del ejército romano obligado a pasar por las “horcas caudinas” desarmados y semidesnudos,  lo que pretende es elevar la autoestima de los romanos.  Frente a los éxitos del macedonio, contrapone Livio la superioridad colectiva del pueblo romano, la fuerza de sus tradiciones frente a la innovación de Alejandro y la superioridad de la república frente a la monarquía.  En consecuencia , “el poder romano no hubiera sido vencido tampoco por este rey (Alejandro)).

Nota: el texto, de gran interés,  se reproduce al final

Incluso podríamos considerar un germen de ucronía la referencia que Tácito hace a Germánico, comparándolo también con Alejandro en sus Annales, II 73, 3:

Porque si hubiera sido el único árbitro de las cosas,  si hubiera actuado con el  derecho y título de rey, hubiera obtenido la gloria militar tanto más pronto  que Alejandro cuanto lo sobrepasaba en clemencia, en templanza y en las demás buenas cualidades”

quod si solus arbiter rerum, si iure et nomine regio fuisset, tanto promptius adsecuturum gloriam militiae quantum clementia, temperantia, ceteris bonis artibus praestitisset (Alexandro)

La ucronía es un recurso muy utilizado, excesivamente utilizado, por los escritores, sobre todo los autores de novela histórica o pseudohistórica. Hay quien llama a este tipo de obras “historia contrafactual” (algo así como “historia contra los hechos”), lo que no deja de ser una “contradictio in términis”, contradicción en sus propios términos:  ¿cómo se puede escribir la historia de lo que no existió? Es más, ¿cuánto daño hacen a la verdadera historia estas fáciles imaginaciones,  cuando lo hacen también tanta novela, presuntamente histórica, con escasa fundamentación y conocimiento de las fuentes y con excesiva  y desbordada imaginación, a la que algunos llaman creatividad?

En fin, hay también quien considera que esta historia contrafactual es un contrapunto interesante que ayuda a profundizar en las causas y consecuencias de la verdadera historia.

Por otra parte se podría matizar y profundizar en los conceptos de ucronía e historia contrafactual, pero no afecta demasiado al objetivo del artículo, que no es otro sino constatar la presencia de estos conceptos en el mundo antiguo.

Ejemplos famosos de ucronías son  suponer la victoria de Anibal frente a los romanos  en las famosas Guerras Púnicas;  o la victoria de la Armada  Invencible española frente a Inglaterra.

Gibbon se preguntaba en el siglo XVIII: ¿qué hubiera pasado si los sarracenos hubieran vencido  a Carlos Martel en el año 732 en Poitiers? Y respondía medio en broma medio en veras que el Corán se proclamaría en las cátedras de Oxford ante un público de circuncidados.

¿Cómo hubiera sido el pasado próximo de España si en la Guerra Civil hubieran ganado los defensores de la República? ¿Y en Europa si hubieran ganado los nazis y no los aliados?.

Hasta Winston Churchill  imaginó un final distinto para la Guerra Civil Estadounidense (1861-1865) en su ensayo  titulado  "If Lee had no won the Battle of Gettysburg" (Si Lee no hubiera ganado la batalla de Gettysburg).

Los ejemplos son innumerables, se cuentan por miles.

Estos ejercicios parecen estériles, pues como decía  E.H. Carr : “La historia es el registro de lo que la gente hizo, no de lo que dejó de hacer.”

Aunque quizás no debamos ser tan exigentes. Borges no era un historiador, sino un poeta y literato, pero su poema Things that might have been, Historia de la noche, nos autoriza a pensar en un mundo y en una historia diferente de la que fue.

Things that might have been

Pienso en las cosas que pudieron ser y no fueron.
El tratado de mitología sajona que Beda no escribió.
La obra inconcebible que a Dante le fue dado acaso entrever,
ya corregido el último verso de la Comedia.
La historia sin la tarde de la Cruz y la tarde de la cicuta.
La historia sin el rostro de Helena.
El hombre sin los ojos, que nos ha deparado la luna.
En las tres jornadas de Gettysburg la victoria del Sur.
El amor que no compartimos.
El dilatado imperio que los Vikings no quisieron fundar.
El orbe sin la rueda o sin la rosa.
El juicio de John Donne sobre Shakespeare.
El otro cuerno del Unicornio.
El ave fabulosa de Irlanda, que está en dos lugares a un tiempo.
El hijo que no tuve

Things that might have been –
by Jorge Luis Borges (tr. A. S. Kline)

I think of things that weren't, but might have been.
The treatise on Saxon myths Bede never wrote.
The inconceivable work Dante might have had a glimpse of,
As soon as he’d corrected the Comedy’s last verse.
History without the afternoons of the Cross and the hemlock.
History without the face of Helen.
Man without the eyes that gave us the moon.
On Gettysburg’s three days, victory for the South.
The love we never shared.
The wide empire the Vikings chose not to found.
The world without the wheel or the rose.
The view John Donne held of Shakespeare.
The other horn of the Unicorn.
The fabled Irish bird that lights on two trees at once.
The child I never had.

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Textos:

Isaac D’israelí (1766-1848), Curiosities of Literature;  Of a history of events which have not happened (Curiosidades de la Historia; Historia de los sucesos que no ocurrieron):

"Los historiadores , por algún motivo particular , se han divertido a veces ellos mismos con los detalles de un evento que nunca ocurrió . Una historia de este tipo la encontramos en el libro noveno de Tito Livio; allí hace una digresión , en la que , con su encantadora copiosidad , razona sobre las probables consecuencias que se habrían derivado si Alejandro Magno hubiera invadido Italia. Algunos escritores griegos , para colocar los partos en igualdad con los romanos , habían insinuado que el gran nombre de este monarca militar, de quien se dice que nunca perdió una batalla , habría intimidado a los romanos , y habría puesto de manifiesto su pasión por una dominación universal. El patriótico Tito Livio , desdeñando que la gloria de su nación , que nunca había dejado de guerrear durante casi 800 años , debería ser puesta en comparación con la carrera de un joven conquistador , que apenas había durado diez años, establece un paralelismo  del "hombre con el hombre, el general con el general , y la victoria con la victoria”. "Con todo el encanto de su imaginación, nos trae a Alejandro al sur de Italia,  le inviste con todas sus virtudes y •ensombrece  su brillo" con todos sus defectos . Él presenta al ejército macedonio , mientras muestra exultante cinco ejércitos romanos en el  momento de conseguir sus conquistas , y él recuenta con detalle los numerosos aliados que se habrían combinado con sus fuerzas;  incluso desciende al detalle de comparar las armas y los modos de hacer la guerra de los macedonios con las de los romanos. Tito Livio , como si se hubiera apoderado de él  un pánico momentáneo con el primer éxito que probablemente habría obtenido a Alejandro con su bajada a Italia, nos presenta delante a los grandes comandantes con los que él se habría tenido que encontrar ; compara Alexander con cada uno , y al final termina con sus temores , y proclama su triunfo, al descubrir que los macedonios tenían  un Alejandro, mientras que los romanos tenían varioss. Esta hermosa digresión de Livy es un modelo para la narración de un hecho que nunca ocurrió "

Historians, for a particular purpose, have sometimes amused themselves with a detail of an event which did not happen. A history of this kind we find in the ninth book of Livy; and it forms a digression, where, with his delightful copiousness, he reasons on the probable consequences which would have ensued had Alexander the Great invaded Italy. Some Greek writers, to raise the Parthians to an equality with the Romans, had insinuated that the great name of this military monarch, who is said never to have lost a battle, would have intimidated the Romans, and would have checked their passion for universal dominion. The patriotic Livy, disdaining that the glory of his nation, which had never ceased from war for nearly eight hundred years, should be put in competition with the career of a young conqueror, which had scarcely lasted ten, enters into a parallel of “man with man, general with general, and victory with victory.” In the full charm of his imagination he brings Alexander down into Italy, he invests him with all his virtues, and “dusks their lustre” with all his defects. He arranges the Macedonian army, while he exultingly shows five Roman armies at that moment pursuing their conquests; and he cautiously counts the numerous allies who would have combined their forces; he even descends to compare the weapons and the modes of warfare of the Macedonians with those of the Romans. Livy, as if he had caught a momentary panic at the first success which had probably attended Alexander in his descent into Italy, brings forward the great commanders he would have had to encounter; he compares Alexander with each, and at length terminates his fears, and claims his triumph, by discovering that the Macedonians had but one Alexander, while the Romans had several. This beautiful digression in Livy is a model for the narrative of an event which never happened.”

Tito Livio, IX, 17-19:

(9,17) De ninguna manera  puede parecer que se ha buscado desde el comienzo de este trabajo el separarme más de lo justo del orden de las cosas para adornar mi obra con otros asuntos y que haya buscado algo así como cosas más divertidas  para mis lectores o descanso para mi espíritu. Sin embargo la mención de un rey y general tan grande, me anima a tratar inmediatamente algunas cuestiones, pensamientos  a las que muchas veces en mi interior he dado vueltas en mi ánimo. Permítaseme, pues, preguntarme cuál hubiera sido el resultado para los asuntos romanos, si se hubiera entrado en guerra  con Alejandro.
Parece que lo más importante en una guerra es la cantidad de soldados y su valor, la habilidad de los generales y la Fortuna tan decisiva en todas las cosas humanas y sobre todo en las cosas de la guerra. Estas cosas demuestran a quien las analice de una en una por separado o en su conjunto que así como el imperio romano quedó invicto de otros reyes y pueblo, así fácilmente lo hubiera sido también de este (Alejandro).
En primer lugar,  si se trata de comparar a los generales, no niego que ciertamente Alejandro fue un general extraordinario, pero lo hace más famoso el que él fu el único que  murió siendo muy joven en pleno desarrollo de sus hazañas,  cuando todavía no había podido experimentar una suerte distinta.
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Permítaseme que me  refiera  a  los generales romanos, no a todos de todas las épocas, sino sólo a aquellos con los que, como cónsules o dictadores,  habría debido luchar Alejandror: Marco Valerio Corvo, Cayo Marcio Rutulo, Cayo Sulpicio, Tito Manlio Torcuato, Quinto Publilio Filón, Lucio Papirio Cursor, Quinto Fabio Máximo, los dos Decios, Lucio Volumnio y Manlio Curio. Luego vienen hombres extraordinarios,  si  hubiese adelantado la guerra púnica a la romana y  luego  no hubiese cruzado a Italia ya viejo . En cada uno de estos no sólo había la misma calidad de valor y de fuerza de espíritu  que en Alejandro, sino que también el arte militar, transmitido ya desde el principio de la ciudad (Roma) de mano en mano,  se había convertido en un tipo de disciplina basada en reglas permanentes.
…………
Alejandro, enfrentándose en el combate, manifestaba la valentía del soldado, y no son estas cosas las que le hicieron menos digno de gloria; ahora bien, presente como igual en el campo de batalla,¿ le hubiese sido inferior Manlio Torcuato o Valerio Corvo, insignes ambos antes como soldados que como generales?  Hubiesen sido inferiores los Decios,  que se lanzaron contra el enemigo ofreciendo ofrendando sus cuerpos?  ¿hubiese sido inferior  Papirio Cursor con aquella su gran fortaleza de cuerpo y de espíritu? Por no citar a todos de uno en uno, ¿hubiese sido vencido, por las decisiones de un solo joven, aquel senado romano, del que sólo comprendió su verdadera esencia quien dijo que estaba formado por reyes?
¿Existiría el peligro de que  fuera más hábil que cualquiera de estos que he nombrado para elegir el lugar para el campamento, para garantizar el avituallamiento, para librarse de las emboscadas, para elegir el momento de la batalla, para formar en la batalla y garantizar sus tropas de ayuda?
Él habría dicho que el combate no era con un Darío, al que venció sin derramar sangre, cuando arrastraba  un escuadrón de mujeres y eunucos, envuelto en púrpura y oro,  cargado con todos los bagajes de  su buena suerte, siendo un fácil botín más que un enemigo, no necesitando ninguna otra cosas que despreciar  justamente tanta apariencia vana. 
Muy distinto le habría parecido el aspecto de Italia que el de la India, por donde paso con un ejército borracho entre comilonas;  viendo también los desfiladeros de Apulia y las montañas de Lucania, y los restos recientes de su propia desastre, en el que hacía poco su tío Alejandro, rey de Epiro había muerto.

9.18] Y estoy hablando de Alejando cuando todavía no nadaba en la prosperidad,  de la que jamás nadie fue más intolerante.  Si se le mira de acuerdo con la forma de ser de su nueva fortuna y, por así decir, del nuevo carácter que había asumido como vencedor,  hubiera venido a Italia siendo más semejante a Dario que a Alejandro y hubiera traído un ejército olvidado de Macedonia y degenerando ya hacia las costumbres de los Persas.
Causa pena referirse en un rey tan grande a sus ostentosos cambios de vestimenta y a las adulaciones tan deseadas de los que se postraban en tierra, insoportables para los Macedonios vencidos, cuanto más como vencedores, y los horrorosos castigos y el asesinato de sus amigos entre el vino y las comilonas y la vanidad de un linaje inventado (divino).
¿Qué hubiera ocurrido si su afición al vino se hubiera acrecentado? ¿Y si su ira se hubiera hecho más terrible y violenta? .  Y no hablo de algo que ofrezca duda a los historiadores,  ¿creemos que ninguna de estas cosas  ocasionaría daño a sus  virtudes de general?  Ahora bien, había un peligro,  el que los más frívolos de los griegos, que alaban también la gloria de los partos por encima de la fama de los romanos, suelen repetir:  que el pueblo romano  no hubiera podido resistir la grandeza del nombre de Alejandro,  del que pienso que ni siquiera había oído hablar, y que contra él,  en Atenas, en una ciudad destrozada por las armas de los  Macedones, teniendo entonces a la vista muy cerca las ruinas humeantes de Tebas, hubo hombres que se atrevieron  a pronunciar discursos libremente, como  demuestra n los restos de discursos , pero contra él ninguno de las personas importantes romanas hubiera levantado la voz.
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Cualquiera que sea nuestra opinión sobre la grandeza de este hombre,  será sin embargo la grandeza de un solo hombre recogida en poco más de diez años de prosperidad; quienes la  ensalzan  por el hecho de que el pueblo romano, aunque nunca fue vencido en ninguna guerra sí lo fue en muchas batallas, y a Alejandro  nunca le fue desfavorable  la suerte de ningún combate, no comprenden que están comparando las hazañas de un hombre, y además joven, con las hazañas  de un pueblo que lleva guerreando ya ochocientos años.  Si en una parte podemos contar más siglos que años en la otra, ¿nos admiraremos  de que la fortuna  haya cambiado  más en tan largo espacio de tiempo que  en un período de trece años?
¿Por qué no comparas a los hombres con el hombre, a los generales con el general, la suerte con la suerte?  ¿Cuántos nombres de generales romanos podría citar para quienes jamás fue adverso el resultado de la batalla? Podemos repasar  las páginas y los fastos de los magistrados referidas a los dictadores y cónsules sin que ni un solo día tenga el pueblo romano que avergonzarse de su valor y de su fortuna. Y por eso deben ser más admirables que Alejandro o cualquier  otro rey.
Así pues, el invencible Alejandro habría cruzado armas con capitanes invencibles, y habría hecho a la Fortuna las mismas ofrendas que ellos. No, él habría corrido mayores riesgos que ellos, pues los macedonios solo tenían un Alejandro, que no era únicamente el responsable ante cualquier accidente, sino que se exponía a ellos deliberadamente, mientras que había mucho romanos iguales a Alejandro en gloria y la grandeza de sus hazañas, y aún cada uno de ellos podía enfrentar su destino con su vida o su muerte sin poner en peligro la existencia del Estado.
[9.19] Nos queda comparar las tropas con las tropas en cuanto al número y a la calidad de los soldados y a la cantidad de tropas auxiliares..
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El habría cruzado el mar con sus veteranos macedonios con no más de treinta mil hombres y cuatro mil jinetes, la mayor parte de Tesalia. Esta era pues su fuerza. Si hubiera añadido  a los persas, indos y otras gentes, le hubieran supuesto más un estorbo que una ayuda. Añade que los Romanos tenían en casa a mano un suplemento;  como le ocurrió después a Anibal,  el ejército de Alejandro, luchando en territorio extranjero, habría ido envejeciendo. Ellos tenían como armas el clipeo y la sarisa; los romanos el escudo, mejor protección para el cuerpo, y la jabalina, arma  no menos eficaz que la lanza por la fuerza del  golpe y por la distancia. Uno y otro soldado  combatían a pie, conservando las filas; pero la falange aquella no tenía movilidad y era de un solo tipo;  el ejército romano era más variado, formado de muchas partes, con facilidad para separarse, si era necesario,  y con facilidad para juntarse. Además ¿qué soldado es igual al romano en el esfuerzo? ¿quién es mejor para aguantar el trabajo? 
Vencido Alejandro en una batalla, hubiera sido vencido en la guerra. ¿Qué batalla hubiera quebrado a los romanos, a quienes ni Caudio ni Cannas quebraron? Y, aunque al principio las cosas hubieran le sucedido favorablemente,  tal vez hubiera despreciado muchas veces a los persas y a los indos y al Asia poco belicosa y hubiese dicho que la guerra fue con mujeres, como dicen que dijo Alejandro, rey de Epiro, herido de muerte, comparando la suerte de las guerras hechas en Asia por el mismo cuando era joven con la actual. Ciertamente, cuando recuerdo que en la primera guerra púnica luchamos con las escuadras durante veinticuatro años con los cartagineses, pienso que la edad de Alejandro apenas hubiera sido suficiente para una sola guerra.
Y quizás, como quiera que los intereses púnicos y romanos estaban unidos por antiguos pactos,  un igual temor contra el enemigo común hubiese armado a las dos  ciudades potentísimas en armas y en soldados,  y hubiese sido destruido en la guerra al mismo tiempo  por el púnico y el romano. Ciertamente no siendo el jefe Alejandro ni estando los recursos de los macedonios completos,  pero los romanos  ya tuvieron la experiencia del enemigo macedonio contra Antioco, Filip y Perseo no solo  sin ninguna derrota sino incluso con ningún peligro.  Lejos de mis palabras cualquier ofensa, y sin hablar de las guerras civiles: nunca hemos sufrido por una caballería enemiga, nunca por una infantería, nunca en campo abierto, nunca  en campo igual y menos en campo favorable. El soldado, cargado con sus armas, puede temer a la caballería, las flechas, los pasos estrechos, o una región apartada de los caminos. Ha rechazado y rechazará mil ejércitos más fuertes que los de los macedonios y los de Alejandro, siempre  que sea  duradero este amor a la paz  en la que vivimos y la preocupación por la concordia civil.

[17] Nihil minus quaesitum a principio huius operis uideri potest quam ut plus iusto ab rerum ordine declinarem uarietatibusque distinguendo opere et legentibus uelut deuerticula amoena et requiem animo meo quaererem; tamen tanti regis ac ducis mentio, quibus saepe tacitus cogitationibus uolutaui animum, eas euocat in medium, ut quaerere libeat quinam euentus Romanis rebus, si cum Alexandro foret bellatum, futurus fuerit. Plurimum in bello pollere uidentur militum copia et uirtus, ingenia imperatorum, fortuna per omnia humana maxime in res bellicas potens; ea et singula intuenti et uniuersa sicut ab aliis regibus gentibusque, ita ab hoc quoque facile praestant inuictum Romanum imperium. Iam primum, ut ordiar ab ducibus comparandis, haud equidem abnuo egregium ducem fuisse Alexandrum; sed clariorem tamen eum facit quod unus fuit, quod adulescens in incremento rerum, nondum alteram fortunam expertus, decessit.
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recenseam duces Romanos, nec omnes omnium aetatium sed ipsos eos cum quibus consulibus aut dictatoribus Alexandro fuit bellandum, M. Valerium Coruum, C. Marcium Rutulum, C. Sulpicium, T. Manlium Torquatum, Q. Publilium Philonem, L. Papirium Cursorem, Q. Fabium Maximum, duos Decios, L. Volumnium, M". Curium? deinceps ingentes sequuntur uiri, si Punicum Romano praeuertisset bellum seniorque in Italiam traiecisset. Horum in quolibet cum indoles eadem quae in Alexandro erat animi ingeniique, tum disciplina militaris, iam inde ab initiis urbis tradita per manus, in artis perpetuis praeceptis ordinatae modum uenerat.
….    ….
Militaris opera pugnando obeunti Alexandro—nam ea quoque haud minus clarum eum faciunt—cessisset uidelicet in acie oblatus par Manlius Torquatus aut Valerius Coruus, insignes ante milites quam duces, cessissent Decii, deuotis corporibus in hostem ruentes, cessisset Papirius Cursor illo corporis robore, illo animi. Victus esset consiliis iuuenis unius, ne singulos nominem, senatus ille, quem qui ex regibus constare dixit unus ueram speciem Romani senatus cepit. Id uero erat periculum, ne sollertius quam quilibet unus ex his quos nominaui castris locum caperet, commeatus expediret, ab insidiis praecaueret, tempus pugnae deligeret, aciem instrueret, subsidiis firmaret. Non cum Dareo rem esse dixisset, quem mulierum ac spadonum agmen trahentem inter purpuram atque aurum oneratum fortunae apparatibus suae, praedam uerius quam hostem, nihil aliud quam bene ausus uana contemnere, incruentus deuicit. Longe alius Italiae quam Indiae, per quam temulento agmine comisabundus incessit, uisus illi habitus esset, saltus Apuliae ac montes Lucanos cernenti et uestigia recentia domesticae cladis, ubi auunculus eius nuper, Epiri rex Alexander, absumptus erat.
[18] Et loquimur de Alexandro nondum merso secundis rebus, quarum nemo intolerantior fuit. Qui si ex habitu nouae fortunae nouique, ut ita dicam, ingenii quod sibi uictor induerat spectetur, Dareo magis similis quam Alexandro in Italiam uenisset et exercitum Macedoniae oblitum degenerantemque iam in Persarum mores adduxisset. Referre in tanto rege piget superbam mutationem uestis et desideratas humi iacentium adulationes, etiam uictis Macedonibus graues nedum uictoribus, et foeda supplicia et inter uinum et epulas caedes amicorum et uanitatem ementiendae stirpis.
Quid si uini amor in dies fieret acrior? quid si trux ac praeferuida ira?—nec quicquam dubium inter scriptores refero—nullane haec damna imperatoriis uirtutibus ducimus? id uero periculum erat, quod leuissimi ex Graecis qui Parthorum quoque contra nomen Romanum gloriae fauent dictitare solent, ne maiestatem nominis Alexandri, quem ne fama quidem illis notum arbitror fuisse, sustinere non potuerit populus Romanus; et aduersus quem Athenis, in ciuitate fracta Macedonum armis, cernente tum maxime prope fumantes Thebarum ruinas, contionari libere ausi sunt homines, id quod ex monumentis orationum patet, aduersus eum nemo ex tot proceribus Romanis uocem liberam missurus fuerit.
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Quantalibet magnitudo hominis concipiatur animo; unius tamen ea magnitudo hominis erit collecta paulo plus decem annorum felicitate; quam qui eo extollunt quod populus Romanus etsi nullo bello multis tamen proeliis uictus sit, Alexandro nullius pugnae non secunda fortuna fuerit, non intellegunt se hominis res gestas, et eius iuuenis, cum populi iam octingentesimum bellantis annum rebus conferre. Miremur si, cum ex hac parte saecula plura numerentur quam ex illa anni, plus in tam longo spatio quam in aetate tredecim annorum fortuna uariauerit?
quin tu homines cum homine, [et] duces cum duce, fortunam cum fortuna confers? quot Romanos duces nominem quibus nunquam aduersa fortuna pugnae fuit? paginas in annalibus magistratuumque fastis percurrere licet consulum dictatorumque quorum nec uirtutis nec fortunae ullo die populum Romanum paenituit. Et quo sint mirabiliores quam Alexander aut quisquam rex,
Inuictus ergo Alexander cum inuictis ducibus bella gessisset et eadem fortunae pignora in discrimen detulisset; immo etiam eo plus periculi subisset quod Macedones unum Alexandrum habuissent, multis casibus non solum obnoxium sed etiam offerentem se, Romani multi fuissent Alexandro uel gloria uel rerum magnitudine pares, quorum suo quisque fato sine publico discrimine uiueret morereturque.
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[19] Restat ut copiae copiis comparentur uel numero uel militum genere uel multitudine auxiliorum.
…       …
Ipse traiecisset mare cum ueteranis Macedonibus non plus triginta milibus hominum et quattuor milibus equitum, maxime Thessalorum; hoc enim roboris erat. Persas Indos aliasque si adiunxisset gentes, impedimentum maius quam auxilium traheret. Adde quod Romanis ad manum domi supplementum esset, Alexandro, quod postea Hannibali accidit, alieno in agro bellanti exercitus consenuisset. Arma clupeus sarisaeque illis; Romano scutum, maius corpori tegumentum, et pilum, haud paulo quam hasta uehementius ictu missuque telum. Statarius uterque miles, ordines seruans; sed illa phalanx immobilis et unius generis, Romana acies distinctior, ex pluribus partibus constans, facilis partienti, quacumque opus esset, facilis iungenti. Iam in opere quis par Romano miles? quis ad tolerandum laborem melior?
uno proelio uictus Alexander bello uictus esset: Romanum, quem Caudium, quem Cannae non fregerunt, quae fregisset acies? ne ille saepe, etiamsi prima prospere euenissent, Persas et Indos et imbellem Asiam quaesisset et cum feminis sibi bellum fuisse dixisset, quod Epiri regem Alexandrum mortifero uolnere ictum dixisse ferunt, sortem bellorum in Asia gestorum ab hoc ipso iuuene cum sua conferentem. Equidem cum per annos quattuor et uiginti primo Punico bello classibus certatum cum Poenis recordor, uix aetatem Alexandri suffecturam fuisse reor ad unum bellum.
Et forsitan, cum et foederibus uetustis iuncta res Punica Romanae esset et timor par aduersus communem hostem duas potentissimas armis uirisque urbes armaret, [et] simul Punico Romanoque obrutus bello esset. Non quidem Alexandro duce nec integris Macedonum rebus sed experti tamen sunt Romani Macedonem hostem aduersus Antiochum Philippum Persen non modo cum clade ulla sed ne cum periculo quidem suo. Absit inuidia uerbo et ciuilia bella sileant: nunquam ab equite hoste, nunquam a pedite, nunquam aperta acie, nunquam aequis, utique nunquam nostris locis laborauimus: equitem, sagittas, saltus impeditos, auia commeatibus loca grauis armis miles timere potest. Mille acies grauiores quam Macedonum atque Alexandri auertit auertetque, modo sit perpetuus huius qua uiuimus pacis amor et ciuilis cura concordiae.—

 

La “ucronía” es al tiempo lo que la “utopía” es al espacio

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