Uno de los actos sociales más importantes desde la antigüedad es el banquete o symposium. Participar de los mismos alimentos en la misma mesa identifica a las personas, de acuerdo con el elemental dicho popular “de lo que se come se cría”; en un elemental ejercicio de lógica, quienes comen de lo mismo, criarán de lo mismo.

Se trata de uno de los actos sociales más ritualizados en todo momento, aunque apenas reparemos en ello si no se trata de un banquete protocolarizado.

Existen determinadas normas de protocolo para organizar los banquetes y distribuir los comensales en las mesas adecuadas. Las mesas pueden ser  cuadradas, rectangulares,  ovaladas, redondas, grandes o pequeñas, en función de las necesidades y de los objetivos que se pretendan.

Un objetivo plausible es pretender que los comensales de una mesa puedan participar todos ellos de una única conversación. En algún lugar, que no recuerdo, leí que el número adecuado para ello según un manual inglés es el de ocho comensales máximo; a partir de ese número aparecen varios focos de conversación y no uno solo. La experiencia me ha demostrado que así  ocurre ciertamente.

Curiosamente, como en tantas ocasiones, esto ya lo advirtieron los antiguos, para quienes el invitar o ser invitado a un banquete es un acto social de gran importancia.

El famoso y erudito Ausonio, profesor del emperador Graciano, tiene un opúsculo o pequeña obra, que es lo que significa la palabra, llamado Ephemeris (Diario o,lo que es igual,ocupaciones de un día completo)

Nota: efemérides deriva del lat. ephemerĭdes, , y este del gr. ἐφημερίς, -ίδος,( de ἐπί,  sobre, en y ἡμέρα, día), narración o comentario de los hechos de cada dia.

Pues bien, en ese opúsculo Ausonio tiene un poemita , el número 5, que titula: La hora de la invitación, que en versión de Antonio Alvar para la editorial Gredos dice así:

Se acerca el momento de invitar a los amigos; para no demorar la comida con ellos,  corre raudo muchacho a las casas de nuestros vecinos. Tú sabes quienes son; te quiero de vuelta antes de que termine de hablar. He invitado a cinco; en efecto,  el banaquete justo son seis, contando al anfitrión; si son más, se convierte en alboroto. Ya se ha ido; yo me quedo con Sosia.

Ephemeris,  id est totius diei negotium
Locus invitationis

Tempus vocandis namque amicis adpetit;
ne nos vel illis demoremur prandium,
propere per aedes curre vicinas, puer.
scis ipse, qui sint: iamque dum loquor, redi.
5quinque advocavi; sex enim convivium
cum rege iustum: si super, convicium est..
abiit; relicti nos sumus cum Sosia.

Al número de comensales se hace referencia en Historia Augusta,  Verus (Iuli Capitolini), V, 1 en donde leemos a propósito de un desmesurado banquete que ofreció Lucio Vero, coemperador con  Marco Aurelio, hijos adoptivos ambos de Antonino Pío:

Se cuenta como  muy famoso el  banquete aquel en el que se dice que por primera vez se sentaron a la mesa  doce personas, aunque es muy conocido el dicho sobre el número de invitados : “Siete son  banquete, nueve,  tropel”.

Et notissimum eius quidem fertur tale convivium, in quo primum duodecim accubuisse dicitur, cum sit notissimum dictum de numero convivarum : "Septem convivium, novem vero convicium;"

A Varrón le atribuye Gelio una propuesta práctica, culta y erudita. Nos lo cuenta Gelio, XIII, 11 en sus Noches Áticas:

Sobre qué número de convidados consideraba M. Varrón que era el justo y adecuado y sobre los postres y dulces.

Es muy agradable uno de los libros de M.Varrón de las Sátiras Menipeas que se titula “No sabes lo nos trae el Véspero de la tarde (la noche). En el trata del número adecuado de convidados y del aspecto y características del propio banquete.Dice, pues, que el número de invitados debe comenzar en el número de las Gracias y llegar al de las Musas, es decir, partir de tres y detenerse en nueve, de tal forma que cuando son pocos no sean menos de tres y cuando son muchos no sean más de nueve.. “No conviene que sean muchos –dice-, porque  la multitud  de ordinario es turbulenta y en Roma, ciertamente, está tranquila, pero en Atenas en cambio nunca está quieta.

Y nos sigue dando consejos para que el banquete resulte un éxito:

Dice que el banquete depende de cuatro cosas y entonces será perfecto en todas sus condiciones si han sido invitados personajillos bien educados, si el lugar elegido es el adecuado, si lo es también el momento y si no se ha descuidado la comida. Conviene elegir  comensales que no sean ni excesivamente habladores ni mudos, porque la elocuencia debe estar en el foro y en el escaño (Senado) y el silencio en el dormitorio y no en el banquete. Considera que las conversaciones deben ocupar el tiempo no sobre cuestiones preocupantes y angustiosas, sino sobre temas agradables y placenteros, con alguna gracia y útiles por su atractivo, para que de ellos nuestro espíritu se haga un poco más feliz y divertido. Esto ciertamente se conseguirá, dice, si se habla de ese tipo de cosas que pertenecen al uso normal de la vida, de las que no es posible hablar o en el foro o cuando se está haciendo un negocio. Dijo también que el anfitrión del banquete puede no ser excesivamente espléndido pero no tacaño y que en el banquete no debe leerse todo sino elegirse más bien las cosas que sean al mismo tiempo útiles (βιωφελῆ, biophele) y diviertan.
También da normas  acerca de los postres ( segundas mesas y como conviene que sean). Utilizó estas palabras: Los postres,dijo, más dulces son los dulces que no son; pues las golosinas (πέμμασιν,pemmasin) forman una mala sociedad con la digestión (πέψει, pepsei).Quizás alguien no comprenda por qué Varrón utilizó en este texto la palabra “bellaria”; esta palabra designa todo tipo de cosas que se sirven en los postres (segundas mesas). Pues lo que los griegos llamaron  πέμματα (pemmata, golosinas) o  τραγήματα (traguemata, caramelos), nuestros autores antiguos llamaron “bellaria”. En las comedias más antiguas encontramos que a los vinos dulces se les da este nombre y se dice que son las bellaria (golosinas) de Líbero (Baco).

Quem M. Varro aptum iustumque esse numerum convivarum existimarit; ac de mensis secundis et de bellariis
Lepidissimus  liber est M. Varronis ex Satiris Menippeis, qui inscribitur Nescis Quid Vesper Serus Vehat, in quo disserit de apto convivarum numero deque ipsius convivii habitu cultuque.  Dicit autem, convivarum numerum incipere oportere a Gratiarum numero et progredi ad Musarum, id est proficisci a tribus et consistere in novem, ut, cum paucissimi convivae sunt, non pauciores sint quam tres, cum plurimi, non plures quam novem. “Nam multos,” inquit, “esse non convenit, quod turba plerumque est turbulenta et Romae quidem stat,  sedet Athenis, nusquam autem cubat.
Ipsum deinde convivium constat,” inquit, “ex rebus quattuor et tum denique omnibus suis numeris absolutum est, si belli homunculi conlecti sunt, si electus locus, si tempus lectum, si apparatus non neglectus. Nec loquaces autem,” inquit, “convivas nec mutos legere oportet, quia eloquentia in foro et aput subsellia, silentium vero non in convivio, set in cubiculo esse debet.” Sermones igitur id temporis habendos censet non super rebus anxiis aut tortuosis, sed iucundos atque invitabiles et cum quadam inlecebra et voluptate utiles, ex quibus ingenium nostrum venustius fiat et amoenius.  "Quod profecto" inquit "eveniet, si de id genus rebus ad communem vitae usum pertinentibus confabulemur, de quibus in foro atque in negotiis agendis loqui non est otium. Dominum autem" inquit "convivii esse oportet non tam lautum quam sine sordibus", et "In convivio legi non omnia debent, sed ea potissimum, quae simul sint βιωφελῆ ( biophele)  et delectent". Neque non de secundis quoque mensis, cuiusmodi esse eas oporteat, praecipit. His enim verbis utitur: "Bellaria" inquit "ea maxime sunt mellita, quae mellita non sunt; πέμμασιν ( pemmasin ) enim cum pepsei  πέψει (pepsei)   societas infida". Quod Varro hoc in loco dixit "bellaria", ne quis forte in ista voce haereat, significat id vocabulum omne mensae secundae genus. Nam quae πέμματα (pemmata)      Graeci aut τραγήματα    (tragemata) dixerunt, ea veteres nostri "bellaria" appellaverunt. Vina quoque dulciora est invenire in comoediis antiquioribus hoc nomine appellata dictaque esse ea "Liberi bellaria".

Parece que en la antigua Roma lo más frecuente era que los comensales fueran nueve, precisamente el número de las Musas.

Nota: Las Gracias y las Musas van frecuentemente asociadas. Las Gracias, que simbolizan el encanto, atractivo , belleza, la naturaleza, son tres hijas de Zeus y la Oceánide Eurínome (hay otras genealogías): Aglaya (la Resplandeciente), Eufrósina (Alma Bella) y Talia (La Floreciente).

Las Musas  son nueve hijas de Zeus y la Titánide Mnemósine (la Memoria) (hay otras genealogías); todas  patrocinan y favorecen las artes y la belleza, aunque luego se las especializó en alguna de ellas: Clío (Gloriosa), de la Historia, Euterpe (Deliciosa) de la música, Talía (Floreciente)de la comedia,  Melpómene (Celebrada en cantos) de la tragedia, Terpsícore (Deliciosa  Danzante) de la danza, Érato (Adorable) de la poesía lírica, Polimnia (Cantora de himnos) de los cantos y poesía sagrada, Urania  (la Celeste) de la astronomía y ciencias y Calíope (Bella Voz) de la elocuencia y poesía épica.
 

Número adecuado de comensales en un banquete

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