Los baños públicos o termas son un elemento indispensable en el concepto de ciudad, de urbe, (del latín urbs, ciudad) de los romanos. Construyeron muchas ciudades en el territorio de su Imperio y en todas ellas no faltaban ni el Foro o plaza, algún templo, la basílica o palacio de usos múltiples, el teatro o anfiteatro y los baños o termas.

Adriano, el emperador viajero, hispano de origen, es uno de los considerados como “buenos emperadores”.  Entre las virtudes que le acompañaban estaban la simpatía y cercanía al pueblo, a la plebe.

Dicen sus biógrafos que solía acudir a los baños públicos como un ciudadano más y se cuenta una anécdota al respecto que paso a relatar, no sin antes hacer una pequeña reflexión.

Adriano es un emperador culto, de ideas mezcla de estoicismo y epicureísmo, como muchos otros romanos,  con cierta chispa o gracia, como refleja la anécdota.

La segunda consideración es la afirmación de que los baños eran un elemento importante en la cohesión social, abiertos a todos los ciudadanos que dispusieran de una pequeña cantidad para pagar el tiket  de entrada.

Dice la anécdota, cien veces repetida, generalmente sin ofrecer la fuente antigua que ahora sí pongo a disposición del lector:

Historia Augusta;  Aelius Spartianus: De vita Hadriani, 17:

Superó a todos los reyes por sus regalos.  Se bañó frecuentemente y con todos. De ello se hizo famosa una graciosa anécdota surgida en los baños: en cierta ocasión vio a cierto soldado veterano que había conocido en el ejército, frotándose en la pared la espalda y el resto del cuerpo. Le preguntó por qué se dedicaba a rascarse en el mármol. Cuando oyó que hacía esto precisamente porque no tenía esclavo, le regaló unos esclavos con todos sus gastos. Pero cuando al otro día muchos ancianos se restregaban en la pared para provocar la generosidad del emperador, mandó llamarlos y les dijo que se frotaran mutuamente  unos a otros.

omnes reges muneribus suis vicit. publice frequenter et cum omnibus lavit.  ex quo ille iocus balnearis innotuit: nam cum quodam tempore veteranum quendam notum sibi in militia dorsum et ceteram partem corporis vidisset adterere parieti, percontatus, cur se marmoribus destringendum daret, ubi audivit hoc idcirco fieri quod servum non haberet, et servis eum donavit et sumptibus.  verum alia die cum plures senes ad provocandam liberalitatem principis parieti se adtererent, evocari eos iussit et alium ab alio invicem defricari.

Ayer como hoy, siempre hay un numeroso grupo de individuos que esperan de los demás lo que podrían conseguir con su esfuerzo y organización. Aunque Adriano sin duda no lo pretendió, este es un buen mensaje para todos aquellos que esperan de los poderosos la solución de sus problemas.

Nota 1: La palabra  termas  viene del latín thermae (baños públicos) y esta del griego θερμός (thermos = caliente).  A su vez la palabra griega θερμός viene de la raíz indoeuropea *gwher , que dio  por ejemplo fornus, de donde “horno”. 

Nota 2: Entenderemos mejor el texto si conocemos que las termas antiguas o baños, de las que en otra ocasión hablaré más extensamente, eran también un gimnasio y  lugar de masajes, que se aplicaban con aceite.  La capa de aceite más las células muertas de la piel eran retiradas con un raspador o rascador llamado en latín strigilis, en castellano estrígil, en forma de pequeño cuchillo curvo. El soldado de la anécdota, sin esclavo que le pasase el estrígil, se rascaba en la pared. Tan frecuente era su uso que quedó inmortalizado en la famosa estatua de Lisipo (escultor de la corte de Alejandro) conocida como “Apoxiomenos” , ἀποξυόμενος , el Raspador,  (del griego  ἀποξὐω / apoxúô, "raspar", ).

Aunque en este blog apenas si utilizo imágnes, convencido de la fuerza evocadora de la palabra, reproduzco una imagen de la copia romana en mármol del famoso “Apoxiomenos” existente en el Museo Pio-Clementino de Roma ; el original en bronce, como tantos otros se perdió. La ota fotografá es de un estrígil o rascador.

                 

 

Adriano, un emperador muy popular

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