“Urbi et orbi” es una frase latina constituida por dos palabras relacionadas entre sí por una conjunción copulativa, es decir unidas. Resulta que muchas palabras latinas, entre ellas los sustantivos, tienen diversas formas o casos que se diferencian por su terminación; “”casus” a fin de cuentas viene a significar “caída, terminación”. En concreto estas dos palabras acaban en –i y por ello decimos que están en caso “dativo”.

Todo esto es gramática latina elemental y cualquiera que conozca esto y nada más que esto puede entender que si modificamos las terminaciones de algunas palabras, los sustantivos entre ellas, estamos cambiando la función y en consecuencia el significado.

Pues bien, la frase "urbi et orbi" significa “para la ciudad (que es Roma) y para el orbe (que es el mundo restante)” y ese es su significado porque las dos acaban en –i.

La frase se aplica literalmente a alguno de los mensajes que emite el Papa, que es el obispo de Roma y Padre de toda la cristiandad, cuando los dirige a los fieles de Roma y de todo el mundo y les da indulgencia plenaria por sus pecados. Pero en realidad la frase se aplica por extensión a todo mensaje emitido por cualquiera y dirigido a todos los hombres. En un segundo artículo comentaré algo más del origen de esta expresión.

Pues bien, es muy agradable para quien ama y disfruta con la lengua latina encontrarse con personas que utilizan frases latinas  en todo tipo de escritos, comentarios y conversaciones. Cervantes las llamó “latinicos” en el prólogo de la primera parte de su obra “Vida del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” y hay quien las llama con cierto tono despectivo “latinajos”.

Ahora bien, en la misma proporción es profundamente desagradable encontrarse con frases latinas mal construidas,  que cometen elementales errores lingüísticos y gramaticales, como por ejemplo el de no respetar la terminación adecuada.

Hace pocos días escuchaba en boca de un frecuente y abundante tertuliano de una de las diversas cadenas de televisión de España pronunciar con el aplomo de los ignorantes “urbi et orbe”, así, acabada la última en –e. Y el mismo error a los pocos días lo encontré en la pluma de un conocido comentarista, joven promesa, de un importante periódico español. (Creo que los autores extranjeros son más cuidadosos a la hora de hacer citas latinas). Pero esa frase mal construida ya no significa lo que pretenden quienes la utilizan, si es que ahora puede significar algo.

Naturalmente, el error procede de la ignorancia, sin duda; facilitado por el hecho de que en español existe el sustantivo “orbe” y eso les induce a la equivocación a estos “latinistas” poco cuidadosos.

Si no es posible exigir a todos los ciudadanos que conozcan el latín elemental, por muy deseable que eso fuera, sí podemos exigir a quienes se sirven de prestigiosas expresiones latinas, que se asesoren mínimamente, es decir, que busquen cualquiera de los instrumentos de contraste que hoy están al alcance de cualquiera.

Pero puesto que hoy vamos de reconvenciones gramaticales aprovecho para advertir de otros errores muy frecuentes, tan chocantes como el anterior:

– Se dice “sensu stricto” y no “sensu strictu”: 
– “motu proprio” y no “motu propio”: propius, sin la -r-  significa más cerca
– “in dubio pro reo” y no “in dubium pro reo”
– “veni, vidi, vici” y no “vini,vidi,vinci”
– “morituri te salutant” y no “morituri te salutan” o “morituri te salutam”
– “sine nobilitate” (1) y no “sine nobilitatis”

Aún no había acabado este artículo y recibo de otro amante del latín, via twitter, la información de otro error, nuevo para mí hasta el momento, que ahora perpreta todo un ayuntamiento, el de Guadalupe, con un bando en el aviso de una festividad muy arraigada en España, la del “Corpus Christi” que el cartel ha transformado en “Corpus Christis”, cuya pronunciación sonaría más bien al nombre de una famosa casa de subastas inglesa, “Christie’s”, pero que no podrá referirse a la creencia de los cristianos de que  la “hostia” de pan consagrada es en realidad el cuerpo de Cristo.

(1.) Diré como curiosidad, que precisamente de la expresión latina “sine nobilitate” procede el término inglés ”snob”, s(ine) nob(ilitate), según explicó Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”, aunque los diccionarios ingleses, como el de Oxford no admiten este origen y se buscan uno más autóctono.

Reproduzco el párrafo de Ortega en el que se refiere al término “snob”, en el que  además utiliza otro “latinico”, “idola fori”. Lo hace en "La revolución de las masas. Prólogo para franceses III, 1937)

Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga -sine nobilitate-, snob.

Nota: En Inglaterra las listas de vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y rango de la persona. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía la abreviatura s. nob., es decir, sin nobleza. Este es el origen de la palabra snob.

Por cierto, “idola fori” es una expresión acuñada por Francis Bacon en su obra Novum Organum para referirse a la correspondencia imperfecta entre las definiciones expresadas en palabras en una lengua y la cosa real que definen.

Podríamos ampliar sin fin la lista de errores chocantes si observásemos la desbordada imaginación de quienes sobre una primitiva frase latina bien construida crean ellos otras sin tener consideración alguna para con las reglas de la concordancia gramatical.

Así sobre la famosa expresión con la que el muy conservador y nacionalista Catón dicen que acababa todos sus discursos, viniese a cuento o no, “delenda est Carthago” hay quien crea otras similares del tipo “delenda est parlamento” (o lo que sea) cuando al menos podía haber dicho con poca imaginación “delendum est parlamentum”.

O quien sobre “condicio (o conditio) sine qua non”, expresión típicamente  jurídica, acuña otras de cualquier sentido, como “elementos, instrumentos, circunstancias… sine qua non” cuando el relativo “qua” es singular y femenino, correspondiéndose mal con “elementos y otros”.

Aprovecho de paso para explicar que en latín “condicio” y “conditio” son palabras de origen distinto, aunque en latín tardío la palabra “conditio”, que en latín clásico significa “fundación”,  adquirió el sentido de “condición”; como quiera que la expresión “conditio sine qua non” es propia del latín tardío, pasó con esa forma a las lenguas modernas; en realidad “condicio sine qua non” , correcta desde el punto de vista del significado, resulta ser un anacronismo o incluso hipercultismo por convertir una palabra de determinada época a la correspondiente de otra.

No puedo tampoco dejar pasar la ocasión para advertir de otros errores que se producen en la acentuación de las palabras latinas, en las que inevitablemente el no experto en latín, tiende a acentuar como si fueran españolas. A ello ayuda el hecho de que en latín no se emplea el acento gráfico o tilde; no es que no existe acento prosódico o tónico  (de prosodia de πρὸς- (pros = al lado, cerca de), la raíz ᾠδή, oide = canción), que se carga en una sílaba o en otra en función de su cantidad o duración (hay sílabas largas y breves) y esto que diferenciaban bien los antiguos en algunos momentos, para nosotros no es significativo.

Así que conviene advertir que se dice “cármina burana” y no “carmína burana”, que se dice “álea iacta est” y no “aléa iacta est”, “curriculum vítae” y no “curriculum vitáe” por referirme tan sólo a algunos de los errores que con cierta frecuencia oímos. Este último de acentuar la -a- del diptongo –ae en posición final de palabra está muy generalizado, vulnerando la regla de que en latín no existen palabras agudas, es decir, con acento en la última sílaba.

Recuerdo que en mi juventud había en España una interesante revista satírica llamada “La Codorniz” y en ella una sección titulada “La cárcel de papel” a la que se condenaba a quien destrozaba el lenguaje con sus disparates. Allí irían a parar, cuando menos, los infractores de la gramática latina, condena siempre más llevadera que los “leones” del anfiteatro a los que probablemente hubieran sido enviados en tiempos de algún emperador maniático del lenguaje como Claudio, que llegó a inventar tres letras para transcribir algunos sonidos griegos, aunque con poco éxito, porque tras su muerte dejaron de utilizarse.

Quizás he de pedir disculpas, por mi parte, para evitar el enfado de quienes tienen buenos y precisos conocimientos de latín por corregir errores tan elementales, pero no por ello infrecuentes y enervantes. Sabrán sin duda disculparme

Citemos correctamente las frases latinas, tan concisas y expresivas, y que tanto prestigio cultural dan.

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