La realidad histórica y la fantasía popular han hecho de Síbaris una ciudad sumida en el lujo y el placer; sibarita es el adjetivo que designa a sus habitantes, pero el término pasó a referirse a las personas exquisitas de gustos refinados o a las entregadas al lujo y al placer.

Los propios antiguos y luego algunos renacentistas ponían alguna reserva a las cosas que se contaban de los “sibaritas”, los habitantes de Síbaris; nosotros debemos ponerla también.

Quizás para entender mejor lo que de ellos se decía, debamos interpretarlo como los “cuentos” que hoy narramos a los niños o incluso a los mayores. A ello nos ayudará sin duda relacionar una de las anécdotas de Síbaris con uno de los cuentos contemporáneos más famosos.

Séneca el Joven (4 a.C. – 65) recoge en su diálogo De ira, II, 25,2 el cuento sin duda conocido y repetido mil veces en la Antigüedad de un sibarita realmente delicado:

Mindyriden aiunt fuisse ex Sybaritarum civitate qui, cum vidisset fodientem et altius rastrum adlevantem, lassum se fieri questus vetuit illum opus in conspectu suo facere; idem habere se peius questus est, quod foliis rosae duplicatis incubuisset.

Se dice que existió un tal Mindirides, de la ciudad de Síbaris, que en una ocasión, al ver a un operario cavando y levantando a lo alto la azada, se quejó de sentirse cansado y le prohibió hacer el trabajo a su vista; él mismo se quejó de sentirse muy mal porque había dormido en un lecho de rosas y uno  de los pétalos se había doblado.

Sin duda es este el origen, o tal vez consecuencia, de la expresión “un lecho de rosas”.

También Claudius Aelianus ( 175?-235?), profesor de retórica latino que se empeñó en publicar su obra en griego (se le llamó μελίγλωττος / melíglôttos =lengua de miel), y que  escribió una Ποικίλη ἱστορία, Varia Historia, Historias curiosas, recoge esta historieta o cuento sobre los sibaritas.
Nos dice en sus Historias, en su versión latina Libro noveno, 24:

Smindirides Sybarita adeo in luxuriam delitiemque prolapsus est; ut cum omnes Sybaritae delitiis vacarent, vitaque diffluerent, hic omnes longe post tergum relinqueret. Proinde quodam tempore in rosarum foliiss recumbens experegefactus dixit se postulas ex nimia lecti duritie inflactas habere.

Esmindirides de Siracusa llevó tan lejos su exceso de comodidades que sobrepasó a todos sus conciuadadanos, que hacían de la búsqueda del placer y de las delicias de la vida, su única ocupación. Un día que se había acostado y dormido sobre unas hojas de rosas, se levantó, quejándose de que la dureza de su cama le había producido unas grandes llagas.

Sin duda que la historia o cuento siguió corriendo en la Edad Media y aún después, en textos escritos o en la tradición oral.

Este cuento sibarita tiene un evidente reflejo en el famoso cuento publicado por el famoso autor danés Hans Christian Andersen "La princesa del guisante", en el que una muchacha desconocida confirma su ascendencia real y su condición de princesa porque, acostada en un lecho de veinte colchones, no pudo conciliar el sueño por las molestias que le ocasionaba un guisante que bajo ellos se encontraba. ¡Hasta tal punto era delicada la princesita!

Andersen dice que él había escuchado el cuento de niño y aprovechó luego el recuerdo. Su forma y su intención social es diferente del relato del sibarita Esmindírides, pero el fondo del asunto es el mismo y la relación, conocida u olvidada en Europa, es evidente.

Entre cuentos similares se cita uno de  la colección de cuentos indios del siglo XI llamada el Kathásaritságara (El océano de ríos de leyendas): un joven se levanta dolorido de una cama de siete colchones porque bajo el primero o inferior  había un pelo que molestó su sueño.

Alguna relación tiene también un cuento italiano en el que un pétalo de jazmín hirió en su caída la delicada piel de una sensible mujer italiana.

Resulta por ello más curiosos que no se cite como precedente o similar la historia del sibarita Esmindírides.

Podemos en cambio citar un fragmento de una conferencia de un personaje curioso, el español Pablo de Ballester, obispo ortodoxo en México, que murió en 1984 tiroteado por un general  que alegó trastornos mentales. Pablo de Ballester fue un catedrático de Griego Clásico en la Universidad Autónoma de México y director del lnstituto Cultural Helénico y famoso conferenciante.

Dice Ballester en su libro Conferencias I, Fantástico Mundo Griego, editado en Publicaciones Cruz O. S.A.,  México,  1996, pág, 102:

Cerca de aquellas latitudes estaba la maravillosa ciudad de Síbaris, la más refinada del mundo ¡pero así! ¡del mundo! ¡de todas las épocas!… Déjenme decir (prometo que es por última vez) lo que pasó en Síbaris una noche en que se oyó un grito, exhaló una mujer un alarido que despertó a todos los sibaritas. Dijeron:
– ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?
– – Pues es la princesa que ha gritado
– – Y ¿por qué habrá gritado la princesa?
Acudieron todos a palacio. La princesa había gritado porque –como todos los sibaritas-dormía ella en un cochón de pétalos de rosa y un pétalo ¡estaba doblado! cuando ella se echó a dormir. Pues… por poco se quebranta el costado…Los sibaritas, qué civilización tan muelle, tan refinada ¿verdad? De resentir un pétalo de rosa doblado…

Evidentemente Ballester realizó una lógica mixtura: la historieta de Esmindírides con el cuento de La princesa del guisante de Andersen.

Un lecho de rosas

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