La tradición dice que esta frase estaba grabada a la entrada de la Academia de Platón.
Esta tradición es transmitida por varios comentaristas de Aristóteles, como Elias en su “Comentario a las Categorías, XVIII, 118, 18-19):
“En la Academia de Platón, delante del templo de las Musas estaba escrito: ‘No entre nadie que no conozca la geometria"
καὶ διὰ Πλατὁνα ἐπιγράψαντα πρὸ τοῦ μουσείου ἀγεωμέτρητος μέδεις εἰσίτω, (“kai diá Platóna epigrápsanta prò tou mouseíou ageométretos médeis eisíto”)
y Juan Filópono “Comentario sobre el alma, XV,117,27, con una pequeña variación:
“no entre el que no sepa geometría”,
“ageometretos me eisito” ἀγεωμέτρητος μὴ εἰσίτω
Diógenes Laercio en IV, 10 cuenta una anécdota que muestra la importancia de la geometría en la enseñanza platónica:
“Jenócrates quería estudiar con él sin saber ni música ni geometría ni astronomía, y Platón le dijo: “Vete, pues no tienes los asideros de la filosofía”.
Pero ¿qué fue la Academia de Platón? El nombre, que procede del latín Academia y éste del griego Akademeia, Ἀκαδημία, define a la institución, escuela, centro de enseñanza o corporación filosófico-política fundada por Platón en las afueras de la ciudad de Atenas, cerca de las murallas, que recibe el nombre del lugar en el que fue construida, un espacio en el que había un santuario dedicado al mítico héroe ático Academo, (de escasa importancia en la mitología griega que reveló a los Dióscuros el lugar en que se escondía Helena). Así que etimológicamente significa “el jardín o terreno de Academos”.
Aunque las noticias son escasas, debemos suponer que este centro seguiría el programa educativo que Platón expone en su diálogo la “República”. En él tienen un peso específico las matemáticas y la geometría, como decía al principio de este artículo. También es fundamental la música, en el sentido de “artes” inspiradas por las Musas.
Pero el objetivo esencial de la Academia era el de preparar hombres para el servicio del Estado. De ella salieron numerosos estadistas, educados mediante el método dialéctico, por el que los alumnos iban descubriendo la verdad en convivencia con los otros miembros de la institución. Junto a la actividad filosófica desarrolló también una intensa reflexión científica sobre matemáticas, música, astronomía, división y clasificación. Su pedagogía se basaba en lecciones y diálogos. Produjo también gran cantidad de comentarios sobre Platón y Aristóteles que nos han aportado valiosas informaciones.
La Academia es, pues, una de las más antiguas instituciones de educación superior, que debió ser fundada hacia el año 387 a.C. Continuó activa a la muerte de Platón (347 a.C.), cuando se hizo cargo su sobrino Espeusipo, a pesar de que sin duda había otros filósofos de mayor importancia.
No deja de ser curioso que quien exigía elegir a los mejores para el gobierno de la ciudad no siguiera el mismo principio para dirigir su institución, en un claro ejemplo de nepotismo. Entre esos mejores estaba precisamente Aristóteles, quien creó su escuela que se conoce como el Liceo y de la que hablaremos en otra ocasión.
Nota: se llama nepotismo a la concesión de nombramientos y empleos públicos a parientes miembros de la propia familia. Deriva de la palabra latina nepos,-tis que significa nieto, sobrino.
La Academia recibió un golpe mortal cuando en el año 86 a.C. el general romano Sila conquistó y destruyó Atenas. El director de la Academia, Filón de Larissa, se marchó de Atenas al año siguiente y murió sin dejar sucesor, lo que supuso la muerte de la institución.
Siglos después, en el V de Cristo, los neoplatónicos resucitaron la Academia, pero sin el esplendor y futuro de la primera. Pervivió no obstante hasta el año 529, en que Justiniano la clausuró por motivos religiosos, más que filosóficos, porque el neoplatonismo siguió influyendo en época bizantina. A partir de este momento la institución se fue acabando por inanición. Así que la Academia vino a durar más de novecientos años.
Respecto de la clausura por Justiniano parece que no hubo una supresión formal, sino que fue una consecuencia de su legislación para suprimir el paganismo.
Una de las principales medidas para evitar la expansión del paganismo fue la prohibición de que los maestros y filósofos paganos pudieran enseñar, fijando duros castigos para quienes infringieran estas leyes.
Durante el consulado de Decio, el emperador envió una orden a Atenas que imponía que nadie podía enseñar filosofía o interpretar la ley. Esta orden se pone en relación con la ley del Código de Justiniano, I,tit. XI,10, que entre otras cosas dice:
Prohibimos que sea enseñada cualquier doctrina por aquellos que se afanan con el esfuerzo de los paganos impíos, de tal manera que ni siquiera parezcan que instruyen a quienes por alguna desgracia acuden a ellos, pero que en realidad corrompen el espíritu de los que han de ser enseñados; además que no reciban nada de la ayuda pública, ni tengan autorización para reclamar ningún derecho para ellos ni de la ley divina ni de los decretos y pragmáticas sanciones.
Omnem autem doctrinam ab iis, qui impiorum paganorum furore laborant, doceri prohibemus, ut ne hoc modo simulent, se eos, qui misera sorte ad ipsos veniant, erudire, sed revera ánimos erudiendorum corrumpant, neque magis aliquid annonae ex publico percipiant, non habentes licentiam, ne ex divinis quidem rescriptis vel pragmaticis sanctionibus eiusmodi ius sibi vindicandi (1.11.10) .
La ley, pues, parece que no cierra formalmente la Academia, pero obliga a sus profesores a bautizarse o a exiliarse. Esta situación y las penurias económicas acabarían por arruinarla. Pero no hay absoluto acuerdo entre los historiadores al respecto.