Un “siglo” es algo más que cien años exactos, al menos para los romanos
¿Quién no conoce que con la palabra “siglo” nos referimos a un largo período de cien años, que hoy alcanzan jubilosos incluso más de un hombre o mujer?. Sin embargo originariamente este término no tenía un significado temporal tan preciso. Significaba estirpe y período en que se desarrollaba toda una generación hasta desaparecer. Si la referencia es la vida del hombre, pareció que cien años era el término máximo de la vida racional y así adquirió este valor numérico preciso.
Impregnada como estaba la vida pública romana de ritos religiosos, se celebra a veces solemnemente el fin de un siglo y comienzo de otro. Así el emperador Augusto, que no desaprovecha ocasión alguna para restaurar el culto oficial y engrandecer y publicitar su época y su labor de gobierno, celebra en el año 17 a.C. los Juegos Seculares para anunciar que algo nuevo y grandioso empieza ahora y encarga al poeta Horacio el himno oficial de la celebración, el Carmen Saeculare, que recitan coros de jóvenes y doncellas y que comienza así:
¡Oh, Febo (Apolo) y tú Diana, diosa de los bosques
Luminosa honra del cielo, divinidades
Siempre dignas de culto y siempre adoradas!
Concedednos lo que os pedimos en este tiempo sagrado
…
Nutricio sol, que con tu refulgente carro
Empujas el día, y que te escondes
Y naces siempre distinto y siempre el mismo,
Nada mayor podrás ver que la ciudad de Roma
La contundente frase “per saecula saeculorum” (por los siglos de los siglos) se refiere evidentemente a la inacabable eternidad.
En el contexto monacal y religioso, “siglo” tiene otra acepción, significa vida “en el mundo” frente a “vida del espíritu”. Y más aún, si monjes “regulares” son los que siguen la regla del convento, los clérigos “seculares” son los que viven fuera, en el mundo y “seglares” son los que no son clérigos.