Los astrónomos, junto con los médicos, fueron sin duda los científicos mejor valorados de la Antigüedad. En buena medida se confunden con los “astrólogos” y los “curanderos”, dos actividades conectadas con la religión y la vida de los templos.

En el mundo grecolatino la astronomía (actualmente definida como “Ciencia que trata de cuanto se refiere a los astros, y principalmente a las leyes de sus movimientos”) y la astrología (definida actualmente como “Estudio de la posición y del movimiento de los astros, a través de cuya interpretación y observación se pretende conocer y predecir el destino de los hombres y pronosticar los sucesos terrestres”.)  se confunden, son la misma ciencia. Así que se mezclan los mitos y creencias que vienen de la noche de los tiempos con lo que la razón y la ciencia va averiguando. Pero poco a poco la astronomía fue expresándose en lenguaje matemático y geométrico sin que por ello desapareciera la “astrología”.

Hoy también estos profesionales científicos son muy bien valorados. ¿Quién no se siente impresionado por las imaginativas teorías, imposibles de comprender para quienes somos legos en estas cuestiones, del big-bang o las bellísimas imágenes recibidas en ondas originadas a miles de años-luz?

Pero poco a poco la ciencia se fue independizando del mito y la religión. En el caso de la astronomía se fue convirtiendo en astronomía matemática y física y astronomía geométrica, capaz de comprender y prever los movimientos de los astros. De  esta manera los científicos liberaban o intentaban liberar a los hombres del temor a los dioses, provocado por los fenómenos de la naturaleza.

Liberar a los hombres del miedo que les infundían los fenómenos naturales que no conocían fue el objetivo esencial de los epicúreos, a quienes ya desde la propia Antigüedad se les presento injusta e interesadamente como “hedonistas” ávidos de placeres, cuando de lo único de lo que fueron ávidos fue de “razón” y “sentido común”.

Dice Lucrecio en su magno tratado de “ciencias” en verso “De rerum natura”, “Sobre la naturaleza de los dioses”, elogiando la gran figura del maestro Epicuro al principio de su obra:

Lucrecio, De rerum Natura,I, 62-79:

Cuando la vida humana yacía a la vista de todos torpemente postrada en tierra, abrumada bajo el peso de la religión, cuya cabeza asomaba en las regiones celestes amenazando con una horrible mueca caer sobre los mortales, un griego osó el primero elevar hacia ella sus perecederos ojos y rebelarse contra ella. No le detuvieron ni las fábulas de los dioses, ni los rayos, ni el cielo con su amenazante bramido, sino que aún más excitaron el ardor en su ánimo y su deseo de ser el primero en forzar los apretados cerrojos que guarnecen las puertas de la Naturaleza. Su vigoroso espíritu triunfó y avanzó lejos, más allá del llamado recinto del mundo, y recorrió el Todo infinito con su mente y su ánimo. De allí nos trae, botín de su victoria, el conocimiento de lo que puede nacer y de lo que no puede, las leyes, en fin, que a cada cosa delimitan su poder, y sus mojones profundamente hincados. Con lo que la religión, a su vez sometida, yace a nuestros pies; a nosotros la victoria nos exalta hasta el cielo. Traducción de Eduardo Valentí Fiol, Edit. Bosch. 1976)

Humana ante oculos foede cum vita iaceret
in terris oppressa gravi sub religione,
quae caput a caeli regionibus ostendebat
65horribili super aspectu mortalibus instans,
primum Graius homo mortalis tollere contra
est oculos ausus primusque obsistere contra;
quem neque fama deum nec fulmina nec minitanti
murmure compressit caelum, sed eo magis acrem
70inritat animi virtutem, effringere ut arta
naturae primus portarum claustra cupiret.
ergo vivida vis animi pervicit et extra
processit longe flammantia moenia mundi
atque omne immensum peragravit mente animoque,
75unde refert nobis victor quid possit oriri,
quid nequeat, finita potestas denique cuique
qua nam sit ratione atque alte terminus haerens.
quare religio pedibus subiecta vicissim
opteritur, nos exaequat victoria caelo.

………
Y poco después, afirmando con rotundidad que la ciencia es la salvación,  idea que por lo demás repite en numerosas ocasiones, en los versos: 146-148:

Este terror, pues, y estas tinieblas del espíritu, necesario es que las disipen, no los rayos del sol ni los lúcidos dardos del día, sino la contemplación de la Naturaleza y de la ciencia. (Traducción de Eduardo Valentí Fiol, Edit. Bosch. 1976)

hunc igitur terrorem animi tenebrasque necessest
non radii solis neque lucida tela diei
discutiant, sed naturae species ratioque.

Un buen exponente de este largo camino hacia la ciencia es el astrónomo Gémino con su “Introducción a los fenómenos”. De él sabemos muy pocas cosas, como que vivió a c aballo entre los siglos I antes y después de Cristo.  La astronomía durante siglos fue una rama de la filosofía. Gémino habla de física porque físico es todo aquel que se ocupa de la naturaleza (phýsis), pero en el s.I a.C. la astronomía se va especializando y emancipando convirtiéndose en “astronomía matemática”, apoyándose en la matemática y la geometría y  avanzando hacia una ciencia positiva. Gémino es un profesional de la astronomía que busca el rigor demostrativo de la matemática y que por lo tanto desprecia la realización de pronósticos meteorológicos  basándose en el orto y ocaso de los astros.

Otro alto exponente  es Ptolomeo, autor entre otras obras del llamado “Almagesto”, palabra que no es sino la transcripción árabe del título original griego  Megisté Syntxis, (La gran coordinación), referida a la comprensión de los movimientos y órbitas de los astros.

Pues bien, otro científico que podríamos llamar “generalista” y “divulgador”, Plinio el Viejo, que escribió una grandiosa enciclopedia, compendio del saber científico de su tiempo y a la que leída con atención no le falta espíritu crítico auténticamente científico, emite un hermoso juicio sobre el valor científico de los astrónomos en su Historia Natural, II, 12 (54):

“Hombres aquellos extraordinarios y sobrehumanos por haber comprendido la ley de tan importantes númenes y haber liberado por fin del miedo a la pobre mente humana que en los eclipses veía con temor crímenes o algún tipo de muerte de los astros (es notorio que en medio de este temor por el eclipse de sol sonaron las palabras sublimes de los vates Píndaro y Estesícoro) o bien el hombre mortal veía hechizos en el de la luna y por eso le ayudaba con un ruido desacompasado. Por este miedo, al desconocer la causa, Nicias, general de los atenienses, temiendo sacar la flota del puerto, perdió sus tropas.

¡Sed gloriosos por vuestra inteligencia, sabios que abarcáis el cielo y la naturaleza física, descubridores de la razón por la que os habéis impuesto a los hombres y a  los dioses!

¿Quién contemplando este espectáculo, así como los trances regulares de los astros (porque así se convino en llamarlos) no perdonaría que seamos mortales por una ley ineludible?

viri ingentes supraque mortalia, tantorum numinum lege deprehensa et misera hominum mente iam soluta, in defectibus scelera aut mortem aliquam siderum pavente — quo in metu fuisse Stesichori et Pindari vatum sublimia ora palam est deliquio solis — aut in luna veneficia arguente mortalitate et ob id crepitu dissono auxiliante — quo pavore ignarus causae Nicias Atheniensium imperator veritus classem portu educere opes eorum adflixit —: macte ingenio este, caeli interpretes rerumque naturae capaces, argumenti repertores,
quo deos hominesque vicistis! quis enim haec cernens et statos siderum (quoniam ita appellare placuit) labores non suae necessitati mortales genitos ignoscat?
Nunc confessa de iisdem breviter atque capitulatim attingam ratione admodum necessariis locis strictimque reddita, nam neque instituti operis talis argumentatio est neque omnium rerum afferri posse causas minus mirum est quam constare in aliquis.

Ovidio  valora también el extraordinario valor de quienes estudiaron las estrellas en Fastos, I, 297 y ss.:

¿Quién nos impide hablar también de las estrellas, cómo sale y se pone cada una? Esto es parte de mi promesa. ¡Felices las almas que fueron las primeras en ocuparse de conocer estas cosas y ascender a las mansiones de arriba! Se puede creer que aquellos sacaron la cabeza por encima tanto de los vicios como de los lugares humanos. Ni Venus ni el vino, el deber del foro o las fatigas de las campañas, quebraron sus pechos sublimes. No les tentaron ni la ambición ligera ni la gloria revestida de oropel ni el ansia de grandes riquezas. Acercaron a nuestros ojos las lejanas estrellas y sometieron el firmamento a su genio. Así es como se alcanza el cielo, sin necesidad de que el Olimpo se lleve al Osa y la cima del Pelio toque las más altas estrellas. Nosotros también, bajo la guía de ellos, mediremos el cielo y asignaremos sus días a cada astro errante. (Traducción de Bartolomé Segura Ramos, Edit. Gredos)

Quis vetat et stellas, ut quaeque oriturque caditque,
dicere? promissi pars fuit ista mei.
felices animae, quibus haec cognoscere primis
inque domus superas scandere cura fuit!
credibile est illos pariter vitiisque locisque
altius humanis exeruisse caput.
non Venus et vinum sublimia pectora fregit
officiumque fori militiaeve labor;
nec levis ambitio perfusaque gloria fuco
magnarumque fames sollicitavit opum.
admovere oculis distantia sidera nostris
aetheraque ingenio supposuere suo.
sic petitur caelum: non ut ferat Ossan Olympus,
summaque Peliacus sidera tangat apex.
nos quoque sub ducibus caelum metabimur illis
ponemusque suos ad vaga signa dies.

Los intentos de explicación de los astros y sus movimientos, las elucubraciones teóricas y prácticas, que incorporan y desarrollan el conocimiento de la matemática y  geometría, suponen en verdad un verdadero esfuerzo científico en el inicio del camino que ha conducido al grandioso conocimiento actual, que tantas cosas sin embargo aún desconoce pero desea comprender.

Con la foto de fondo conseguida por el Hubble, y que Stephen Hawking tiene en la portada de su página de Facebook, concluiremos con Manilio:

Photo credit: ESA/Hubble Rosette nebula

...siempre habrá motivo de debate para la inteligencia de los hombres y siempre permanecerá la oscuridad sobre lo que está oculto y muy por encima del hombre y del dios. (Manilio, Astronomia, I, 145…)

semper erit genus in pugna, dubiumque manebit
quod latet et tantum supra est hominemque deumque;

Los astrónomos fueron los científicos mejor valorados en la Antigüedad

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