El poeta cristiano Prudencio escribió una serie de himnos en los que canta la muerte de numerosos mártires cristianos. Llamó a su obra “Peristephanon” o “Libro de las coronas”. Prudencio, conocedor de la retórica y literatura latina clásica, intenta integrar la tradición pagana con las ideas cristianas.

En el poema número XI Prudencio canta el martirio de Hipólito, que sufrió una muerte similar a la del mítico Hipólito, despedazado por unos caballos. Nos dice Prudencio además que en su poema está describiendo la pintura que sobre la tumba de Hipólito representa su muerte. Es un ejemplo de écfrasis o descripción con palabras, verbalmente, de una obra visual, en este caso la pintura. Ver http://www.antiquitatem.com/hipolito-fedra-martirio-prudencio-seneca .

Pues bien, en el poema número IX también Prudencio nos narra la muerte de otro mártir, Casiano de Imola, inspirada sin duda en otro suplicio de la época mítico-legendaria de Roma, la muerte del maestro de Falerias a manos de sus discípulos.

Casiano es un maestro de escuela, especializado en taquigrafía, mártir que sufre una dolorosa muerte a manos también de sus propis discípulos, castigado por no aceptar dar culto a los dioses paganos. Al horror de la descripción del suplicio se une el sinsabor de que sean precisamente los jóvenes y tiernos alumnos los que paguen así los desvelos del maestro.

Y como en el caso de Hipólito, también ahora nos dice describir la pintura que en la tumba representa la muerte del mártir, que curiosamente acaeció también un 13 de agosto, como la de Hipólito. Es, pues, otro ejemplo de écfrasis o ecfrasis.

La descripción de la pintura no es menos truculenta y barroca en este caso que la del poema XI sobre Hipólito, respondiendo sin duda al modelo literario de la época y al deseo de conmover a un público devoto, pero fácilmente impresionable por el detallado y prolongado sufrimiento, que aquí se impone a la muerte gloriosa de todo mártir por razón de sus creencias. Curiosamente, Prudencio se entretiene con todo detalle, diríamos morboso, en la descripción del tormento, pero no comenta la actitud y de cómo lo sufre Casiano, de cuyas sensaciones nada nos dice.

Más abajo ofrezco el texto íntegro del Poema IX de Prudencio.

San Casiano, pues, sufre una pena fantasiosa, pero curiosamente relacionada con una tradición literaria pagana.  El historiador latino Tito Livio nos describe en su Ab urbe condita (Historia desde la fundación de la ciudad –Roma-) un episodio mítico legendario en el que sin duda se inspira Prudencio para recrear el martirio de Casiano.

Nos cuenta Livio en 5, 27 cómo un maestro de escuela de unos niños faliscos, simulando que salían al campo fuera de las murallas, los llevó a los romanos, con los que peleaban, ofreciéndolos como instrumento para conseguir la rendición de los faliscos; los romanos de aquella época, hombres de honor, no aceptaron tal ofrecimiento sino que entregaron al maestro a los faliscos y a sus hijos para que fueran estos quienes le aplicaran el castigo merecido; los faliscos, impresionados por la virtud de los romanos, firmaron inmediatamente la rendición y la paz.

Como decía, Prudencio se habría inspirado en este episodio legendario de Roma. Ahora bien, este episodio, si bien se pierde en la niebla de la leyenda de principios del siglo IV antes de Cristo, parece más verosímil y creíble que la reproducción de Prudencio del siglo IV-V después de Cristo. Ofrezco también más abajo el texto de Tito Livio.

En cualquier caso la tradición mítica pagana sirvió de repertorio y modelo para modelar algunas historias de mártires cristianos.

Martirio de San Casiano de Imola. Pintura de comienzos del siglo XVI realizada por Innocenzo Francucci

Dice el poema de Prudencio en la traducción de M.José Bayo para  Editorial  Hernando. Año 1943:

PASION DE SAN CASIANO, FORO CORNELIENSE

Cornelio Sila construyó el foro y por eso, los italianos llaman a la ciudad por el mismo nombre del fundador. Al visitarte, oh Roma, grande entre todas, me nació aquí la esperanza del triunfo de Cristo.

De rodillas daba vueltas al túmulo de Casiano que se exorna con sus restos. Mientras lloraba, meditando las heridas, agudos dolores y trabajos de mi vida y levantaba mi rostro al cielo, surgió, delante de mí, la imagen del mártir pintada en colores vivos.

Tenía mil llagas, toda  su piel desgarrada y agujereada por diminutos picotazos todo su cuerpo. Alrededor multitud de niños de odioso aspecto clavaban en su cuerpo pequeños estilos, * como es costumbre escribir, en las tablillas de cera al dictado de las escuelas.

Consultado el conservador de la sepultura, me dijo: “Lo que ves, viajero, no es cosa vana ni cuento de viejas. Refiere la pintura la historia que transmitida por libros nos comprueba la viva fe de aquel antiguo tiempo.

Casiano dirigía las tareas infantiles y se sentaba en su cátedra como maestro de primeras letras, para enseñar a retener las palabras en breves notas y seguir con rasgos firmes las palabras que vuelan.

Alguna vez sus duros castigos y su seria cara habían llenado de ira y miedo a la tropa infantil: siempre el maestro es amargo para el efebo y no hay disciplina que sea dulce para la infancia.

La horrible tormenta opresora de la fe caía sobre el pueblo consagrado al Cristo. Fue apartado Casiano, el educador de la muchachada de alumnos, de sus clases porque habíase negado a rendir culto en los altares paganos.

Buscaba el artífice de los tormentos alguno, que desconociera  este varón de alto espíritu rebelde; le informan: “dirige a una grey infantil a la que enseña a escribir al dictado”
“Traédmelo, clama, traedme al prisionero para entregárselo a los niños mismos como verdugos; que se mofen de el, a su gusto, que le desgarren cuanto quieran y tiñan sus alegres manos de sangre del maestro.

Será divertido juego, para los discípulos, entregarles a su serio profesor que demasiado tiempo los tuvo cohibidos” Las manos a la espalda y despojado del manto fue entregado Casiano al batallón de muchachos armados de agudos estiletes.

Cada uno deja escapar con ansia, al cabo, la hiel a rienda suelta y el odio, que había ido almacenando en ira silenciosa. Lanzan y rompen, contra su cara,  pizarras frágiles y el puntero salta al chocar contra su frente.
Chascan disparadas contra sus mejillas las tablillas de cera de la escritura y las páginas partidas y húmedas quedan rojas de sangre. Hacen otros vibrar en sus manos estiletes y punzones de hierro con cuya punta, trazando surcos, se escribe en la cera; de la cual, borrando los rasgos trazados, queda la rugosa plana de nuevo con la superficie brillante.
Unos atraviesan al confesor de Cristo y otros, allí, le mutilan. Unos penetran en alguna víscera, otros le arrancan la piel.

Doscientas manos pinchan, a la vez, su cuerpo y otras tantas gotas destilan simultáneamente sus heridas. En verdad que era peor verdugo el niño que perforaba su piel que el que penetraba hasta las vísceras íntimas; aquel, no propinándole golpe de muerte, conoce con su ligero herir el secreto de hacerse cruel; este, en cambio, cuanto más se adentra en las escondidas causas de la vida, en realidad proporciona más medicina, la de buscarle la muerte con ahínco.

“Os lo ruego, sed fuertes, superad vuestros escasos años; ¡lo que falte a la edad suplidlo con refinamiento!”.

En vano se esfuerzan en el intento débil: los tormentos crecen hasta fatigar al propio verdugo.

“¿De qué te quejas? –dice uno-. Tú mismo nos entregaste el punzón y armaste de él nuestras manos. Ahora te devolvemos los muchos miles de señales que recibimos durante la enseñanza. No podrás irritarte de que escribamos. Nos enseñabas que nuestra mano derecha nunca debía tener quieto el estilo.

¡Pedimos tantas veces vacaciones negadas por ti, avaro maestro para nuestros trabajos!
Nos divierte llenarte de punzadas unir surcos a surcos y encadenar las rayas dobladas.
Anda, enmienda si quieres los renglones, si por acaso alguna mano los torció equivocándose; Ejerce tu autoridad; tienes derecho a castigar al discípulo que escriba más perezosamente”.

Los niños se divertían así con el cuerpo de su maestro y aun se alargaba el ya largo tormento. Por fin compadeció el Cristo, desde cielo, de su luchador, suelta la armazón del pecho y libera al alma de congojoso trabajo, afloja los lazos que la atan a la tierra y deja escapar el misterio de la vida.

De la más profunda fuente de las venas abandona la sangre, sus entrañas, por camino de par en par abierto; y el calor de la vida que bulle en ellas sale por los numerosos boquetes de su taladrado cuerpo.

“Estas son, viajero, las cosas que ves pintadas a lo vivo; y la gloria de Casiano. Si tienes algún deseo justo, que te sea muy querido, si esperas algo con  ansiedad, si te arde algo por dentro, ¡exprésalo!

Créeme, el mártir, en su prosperada vida, atiende todos los ruegos y nos devuelve conseguidos los  aprobables. Yo obedezco; abrazo el túmulo; vierto también lágrimas. Se caldea el altar de mi aliento y la piedra con mi pecho.

Medito entonces en mis ansiedades secretas y murmuro lo que deseo: A mis espaldas abandoné mi patria bajo dudosa fortuna y vacilaba mi esperanza sobre el bien futuro.
Me dirijo a la ciudad. He sido oído. Tengo buenas noticias. Voy a volver a mi patria. Delante llevaré siempre el nombre de Casiano.

Nota: * estilete o punzón utilizado para escribir en las tablillas de cera, como el mismo poeta aclara.

PASSIO SANCTI CASSIANI FOROCORNELIENSISI
Sylla Forum statuit Cornelius; hoc Itali urbem
uocant ab ipso conditoris nomine.
Hic mihi, cum peterem te, rerum maxima Roma,
spes est oborta prosperum Christum fore.
Stratus humi tumulo aduoluebar, quem sacer ornat
martyr dicato Cassianus corpore.
Dum lacrimans mecum reputo mea uulnera et omnes
uitae labores ac dolorum acumina,
erexi ad caelum faciem, stetit obuia contra
fucis colorum picta imago martyris
plagas mille gerens, totos lacerata per artus,
ruptam minutis praeferens punctis cutem.
Innumeri circum pueri—miserabile uisu—
confossa paruis membra ligebant stilis,
unde pugillares soliti percurrere ceras
scholare murmur adnotantes scripserant.
Aedituus consultus ait: 'quod prospicis, hospes,
non est inanis aut anilis fabula;
historiam pictura refert, quae tradita libris
ueram uetusti temporis monstrat fidem.
Praefuerat studiis puerilibus et grege multo
saeptus magister litterarum sederat,
uerba notis breuibus conprendere cuncta peritus
raptimque punctis dicta praepetibus sequi.
Aspera nonnumquam praecepta et tristia uisa
inpube uulgus mouerant ira et metu;
doctor amarus enim discenti semper efybo
nec dulcis ulli disciplina infantiae est.
Ecce fidem quatiens tempestas saeua premebat
plebem dicatam christianae gloriae.
Extrahitur coetu e medio moderator alumni
gregis, quod aris supplicare spreuerat.
Poenarum artifici quaerenti, quod genus artis
uir nosset alto tam rebellis spiritu,
respondent: 'agmen tenerum ac puerile gubernat
fictis notare uerba signis inbuens.'
'Ducite', conclamat, 'captiuum ducite, et ultro
donetur ipsis uerberator paruulis.
Vt libet, inludant, lacerent inpune manusque
tinguant magistri feriatas sanguine;
ludum discipulis uolupe est ut praebeat ipse
doctor seuerus, quos nimis coercuit.'
Vincitur post terga manus spoliatus amictu,
adest acutis agmen armatum stilis.
Quantum quisque odii tacita conceperat ira,
effundit ardens felle tandem libero.
Coniciunt alii fragiles inque ora tabellas
frangunt, relisa fronte lignum dissilit,
buxa crepant cerata genis inpacta cruentis
rubetquc ab ictu curta et umens pagina.
Inde alii stimulos et acumina ferrea uibrant,
qua parte aratis cera sulcis scribitur,
et qua secti apices abolentur et aequoris hyrti
rursus nitescens innouatur area.
Hinc foditur Christi confessor et inde secatur,
pars uiscus intrat molle, pars scindit cutem.
Omnia membra manus pariter fixere ducente
totidemque guttae uulnerum stillant simul.
Major tortor erat, qui summa pupugerat infans,
quam qui profuuda perforarat uiscera,
ille leuis, quoniam percussor morte negata
saeuire solis scit dolorum spiculis,
hic, quanto interius uitalia condita pulsat.
plus dat medellae, dum necem prope applicat.
'Este, precor, fortes et uincite uiribus annos,
quod defit aeuo, suppleat crudelitas!'
Sed male conatus tener infirmusque laborat,
tormenta crescunt, dum fatiscit carnifex.
'Quid gemis?' exclamat quidam, 'tute ipse magister
istud dedisti ferrum et armasti manus.
Reddimus ecce tibi tam milia multa notarum,
quam stando, flendo te docente excepimus.
Non potes irasci, quod scribimus; ipse iubebas,
numquam quietum dextera ut ferret stilum.
Non petimus totiens te praeceptore negatas,
auare doctor, iam scholarum ferias.
Pangere puncta libet sulcisque intexere sulcos,
flexas catenis inpedire uirgulas.
Emendes licet inspectos longo ordine uersus,
mendosa forte si quid errauit manus,
exerce imperium, ius est tibi plectere culpam,
si quis tuorum te notauit segnius.'
Talia ludebant pueri per membra magistri
nec longa fessum poena soluebat uirum.
Tandem luctantis miseratus ab aethere Christus
iubet resolui pectoris ligamina
difficilesque moras animae ac retinacula uitae
relaxat artas et latebras expedit.
Sanguis ab interno uenarum fonte patentes
uias secutus deserit praecordia
totque foraminibus penetrati corporis exit
fibrarum anhelans ille uitalis calor.
'Haec sunt, quae liquidis expressa coloribus, hospes,
miraris, ista est Cassiani gloria.
Suggere, si quod habes iustum uel amabile uotum,
spes si qua tibi est, si quid intus aestuas!
Audit, crede, preces martyr prosperrimus omnes
ratasque reddit, quas uidet probabiles.'
Pareo: conplector tumulum, lacrimas quoque fundo,
altar tepescit ore, saxum pectore.
Tunc arcana mei percenseo cuncta laboris,
tunc, quod petebarn, quod timebam, murmuro:
et post terga domum dubia sub sorte relictam
et spem futuri forte nutantem boni.
Audior, 'urbem adeo, dextris successibus utor,
domum reuertor, Cassianum praedico.

Dice Titlo Livio, 5, 27

Tenían los Faliscos la costumbre servirse de la misma persona como maestro y acompañante de sus hijos y al mismo tiempo encomendar al cuidado de una sola persona a muchos niños, lo que todavía hoy se sigue haciendo en Grecia. Como ocurre de ordinario, enseñaba a los hijos de las personas principales el que parecía sobresalir por su ciencia. Este hombre, en época de paz, se había acostumbrado a sacar a los niños fuera  de la ciudad para jugar y para hacer ejercicios. Como la costumbre no se había interrumpido en tiempos de guerra, llevándolos jugando y con engañosas palabras desde la puerta unas veces a distancia más corta y otras más larga, llevó el asunto más allá de lo acostumbrado y avanzando entre las posiciones de los enemigos, los condujo al campamento romano y al Pretorio ante Camilo. Allí añadió a su acción criminal unas palabras más criminales aún. Que él había entregado los Faliscos a los romanos en sus manos, cuando les entregaba a su poder aquellos niños cuyos padres eran allí los jefes de todas las cosas. Cuando Camilo oyó estas cosas le dijo: gran criminal no has venido ante alguien semejante a ti, ni pueblo ni general con un regalo criminal. No tenemos con los Faliscos ninguna unión que se haga con un pacto humano; pero tenemos ambos y tendremos  la unidad que produce la propia naturaleza; hay derechos propios de la guerra como los hay de la paz y hemos aprendido a llevar a cabo aquellos con no menos justicia que valentía. Disponemos de armas no contra esta edad que también se perdona cuando se conquistan las ciudades, sino contra los que están armados como nosotros mismos, y que ni ofendidos ni provocados por nosotros, atacaron el campamento romano junto a Veyes. Tú los has vencido a estos en maldad con un nuevo crimen como el que hay en ti. Yo los venceré con las artes romanas, con el esfuerzo el trabajo y las armas, como vencí a Veyes. Luego desnudo y con las manos atadas a la espalda lo entregó a los niños para que lo condujeran de vuelta a Faleria, y les dio unos bastones con los empujarle dándole golpes hasta la ciudad. En primer lugar acudió el pueblo a este espectáculo y después de convocado el senado por los magistrados sobre la nueva situación, se produjo tal cambio de parecer en sus ánimos que los poco antes enfurecidos por el odio y la ira preferían sufrir el final de Veyes antes que disfrutar de la paz de los de Capena, ahora pedían la paz con toda la ciudad. Se alaban en el foro y en la curia el honor romano y la justicia de su general; con el acuerdo de todos marchan legados a Camilo al campamento y desde allí con el permiso de Camilo al Senado de Roma para entregar Faleria. Introducidos en el Senado, hablaron de esta manera: “padres conscriptos, vencidos por vosotros  y por vuestro general  con una victoria que ni dios ni hombre alguno pueden ver negativamente,  nos entregamos a vosotros, pensando, y nada puede haber más hermoso para el vencedor, que es mejor vivir bajo vuestro mando que bajo nuestras leyes. Con ocasión  de esta guerra se han mostrado dos ejemplos muy saludables para el género humano: vosotros habéis preferido el honor en la guerra que una victoria al alcance de la mano; nosotros, movidos por vuestro honor os hemos dado de buen grado la victoria; estamos a vuestra disposición; enviad a quienes reciban nuestras armas, quienes reciban nuestros rehenes, quienes reciban nuestra ciudad con las puertas abiertas. Y no nos arrepentiremos ni vosotros de nuestra fidelidad ni nosotros de vuestro gobierno”. Se dieron las gracias a Camila por parte de los enemigos y por parte de sus ciudadanos. Se exigió a los Faliscos dinero para la paga de los soldados de aquel año para que el pueblo romano se viese libre de impuestos, y una vez concedida a paz, el ejército romano se volvió a Roma.

 mos erat Faliscis eodem magistro liberorum et comite uti, simulque plures pueri, quod hodie quoque in Graecia manet, unius curae demandabantur. principum liberos, sicut fere fit, qui scientia videbatur praecellere erudiebat.  is cum in pace instituisset pueros ante urbem lusus exercendique causa producere, nihil eo more per belli tempus intermisso, modo brevioribus modo longioribus spatiis trahendo eos a porta lusu sermonibusque variatis, longius solito ubi res dedit progressus inter stationes eos hostium castraque inde Romana in praetorium ad Camillum perduxit.  ibi scelesto facinori scelestiorem sermonem addit,  Falerios se in manus Romanis tradidisse, quando eos pueros quorum parentes capita ibi rerum sint in potestatem dediderit.  quae ubi Camillus audivit, “non ad similem” inquit “tui nec populum nec imperatorem scelestus ipse cum scelesto munere venisti.  nobis cum Faliscis  quae pacto fit humano societas non est: quam ingeneravit natura utrisque est eritque. sunt et belli sicut pacis iura, iusteque ea non minus quam fortiter didicimus gerere.  arma habemus non adversus eam aetatem cui etiam captis urbibus parcitur, sed adversus armatos et ipsos, qui nec laesi nec lacessiti a nobis castra Romana ad Veios oppugnarunt.  eos tu quantum in te fuit novo scelere vicisti: ego Romanis artibus, virtute opere armis, sicut Veios vincam.”  denudatum deinde eum manibus post tergum inligatis reducendum Falerios pueris tradidit, virgasque eis quibus proditorem agerent in urbem verberantes dedit.  ad quod spectaculum concursu populi primum facto, deinde a magistratibus de re nova vocato senatu tanta mutatio animis est iniecta ut qui modo efferati odio iraque Veientium exitum paene quam Capenatium pacem mallent, apud eos pacem universa posceret civitas.  fides Romana, iustitia imperatoris in foro et curia celebrantur; consensuque omnium legati ad Camillum in castra, atque inde permissu Camilli Romam ad senatum, qui dederent Falerios proficiscuntur.  introducti ad senatum ita locuti traduntur: “patres conscripti, victoria cui nec deus nec homo quisquam invideat victi a vobis et  imperatore vestro dedimus nos vobis, rati, quo nihil victori4 pulchrius est, melius nos sub imperio vestro quam legibus nostris victuros.  eventu huius belli duo salutaria exempla prodita humano generi sunt: vos fidem in bello quam praesentem victoriam maluistis; nos fide provocati victoriam ultro detulimus.  sub dicione vestra sumus; mittite qui arma, qui obsides, qui urbem patentibus portis accipiant.  nec vos fidei nostrae nec nos imperii vestri paenitebit.” Camillo et ab hostibus et a civibus gratiae actae. Faliscis in stipendium militum eius anni, ut populus Romanus tributo vacaret, pecunia imperata. pace data exercitus Romam reductus.

Unos discípulos muy crueles

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