En la vida de Julio César jugaron un papel muy importante un buen número de mujeres. Todos los historiadores no valoran de la misma forma su influencia.

Julio César jugó un papel esencial en la Historia de Roma y, como consecuencia,  en toda la Historia occidental y por eso se han escrito miles y miles de páginas sobre este complejo personaje.

En la vida de César jugaron un papel importante las numerosas mujeres con las que por una u otra razón tuvo relación. El famoso historiador y premio nobel (1902) Theodor Momsen (1817-1903), autor de más de  mil quinientos títulos, entre ellos la famosa Historia de Roma, opinaba  que estas mujeres lo dominaron a su capricho.

Probablemente Julio César tuvo una vida sexual muy activa desde joven, dado el especial atractivo que parece que tuvo para las mujeres,  y por esa vida  pasaron unas cuantas señoras  de especial relevancia, que evidencian la importancia de la conveniencia política a la hora establecer relaciones con familias  importantes más que el amor. Suetonio  resume esta característica al recordarnos los versos que sus soldados le cantaban con poco respeto el día de su desfile triunfal en Roma (ese día lo tenían permitido):  “Ciudadanos, guardad vuestras esposas, traemos a un calvo adúltero”.

Desde luego, en César tuvo especial importancia su madre Aurelia, dado que el padre murió pronto, y sus hermanas, especialmente Julia la Mayor. En el año 83 a.C. se casó con Cornelia, hija de Cinna, por influencia de su tía Julia, mujer de Mario, tras romper el compromiso adquirido por su padre con Cosucia, de una aristocrática familia. De este matrimonio con Cornelia nació Julia, su única hija legítima. Debió sentir verdadero amor por su esposa  porque cuando el dictador Sila le exigió que se divorciara, se negó y hubo de huir de Roma para salvar su vida.

Su hija Julia, comprometida con Cepión, el tío de Bruto, se casó con Pompeyo por razones políticas una vez que éste se divorció de Mucia, a la que el propio Julio César cortejó. Buscaba así  César asegurar las relaciones con la poderosa Gens Pompeia. Julia murió de parto en el año 54 a.C., como con frecuencia ocurría entonces. Debió ser un año duro para Julio, porque también murió su madre Aurelia, que había tenido en él una notable influencia, como dijimos.

En el año 68 a. C. se casó con Pompeya, nieta de Sila,  por evidentes razones de conveniencia política. De ella se separó en el año 63 a.C. por ser adúltera con el conflictivo  y violento Publio Clodio durante las fiestas exclusivas para mujeres dedicadas a la Bona Dea.  Clodio se disfrazó de mujer para tener acceso a Pompeya. Este es el episodio que dio lugar a la famosa frase: “La mujer de César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo”, basada en una información que Plutarco nos da en sus Vidas Paralelas, en  biografía de Cicerón, 29.7 y en la de Julio César, 10.6.

En el año 59 se casó con Calpurnia, veinte años más joven, buscando descendencia y buenas relaciones con Lucio Calpurnio Pisón, influyente dirigente popular que con su ayuda fue nombrado cónsul el año 58 a.C. No tuvo descendencia.

Calpurnia fue la esposa que la víspera del asesinato de su marido tuvo un sueño premonitorio y horrible en el que preveía la muerte de su esposo, pero este matrimonio podía no haber durado tanto si Pompeyo hubiera aceptado casarse con Octavia, sobrina de César, y concederle a él mismo la mano de su hija.

Una persona tan poderosa, atractiva ( conocida es la fuerza  erótica del poder) y tan sexual, en un ambiente tan propicio como el de Roma en los albores del Imperio, tuvo, naturalmente, numerosas amantes. Una de las más importantes fue Servilia, hermana de Marco Porcio Catón el Joven y madre de Marco Junio Bruto, uno de los asesinos de César. Sin duda Servilia fue la más querida y más amada. Hasta  se ha planteado la posibilidad de que el verdadero padre de Bruto fuera César, pero no hay ninguna prueba de ello, aunque en el momento del magnicidio César pronunciara la también famosa frase “¿Tú también, hijo mío?”, en latín “Tu quoque fili mi?” , aunque el historiador Suetonio afirma que la dijo en griego:” Καὶ σὺ τέκνον, kai sy teknon” (Suetonio, Iul. 82.2) . La relación duró desde el año 63 hasta el 44, año de la muerte de César, y parece que lo que subyacía era el amor.

Resulta  especialmente interesante  que varias de las amantes de César fueran las esposas de adversarios políticos. Parece como si César disfrutase especialmente de estos amores ya que a su superioridad política uniría  su superioridad como amante.  Así mantuvo relaciones con Postumia, esposa de Sulpicio Rufo; con Lolia, mujer de Aulo Gabinio;  con Mucia, segunda mujer de Pompeyo de la que se divorció precisamente por esta relación;  con Tertula, mujer de Craso, el tercer miembro, junto con Pompeyo,  del “triunvirato” que se repartió el poder al final de la República romana.

Famosas fueron sus relaciones con mujeres extranjeras. Así su relación con Eunoe, esposa de Bogud, rey de Mauritania, de extraordinaria belleza. 

Pero la relación más famosa la tuvo con la reina de Egipto Cleopatra VII Filopator. Junto a la atracción física le movían sin duda intereses políticos  para controlar las ricas tierras egipcias, granero de Roma. Cleopatra permaneció en Roma, en los jardines de César,  de septiembre del 46 a abril del 44 a.C.  después de la muerte de César. Julio César dudó de que él fuera el padre del niño  Tolomeo César, conocido como Cesarión y asesinado luego por orden de Octavio, pero permitió que llevase su nombre.

En fin, parece evidente  que difícilmente las mujeres de Roma y aun del extranjero, fuera por razones sexuales o políticas, pudieran rechazar las proposiciones de César, tan poderoso; según algunos tampoco los hombres, pero es difícil saber con precisión cuánto hay de verdad y cuanto de ficción en la biografía de este personaje. De ello nos ocuparemos en otra ocasión.
 

¿Fue el dominador Julio César dominado por sus mujeres?

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