En algunos contextos la palabra “sátrapa” tiene un significado peyorativo, negativo, derivado del poder que tal cargo tenía en la antigua Persia.

La palabra sátrapa deriva del latín  satrăpa, esta del griego σατράπης, y esta del avéstico o antiguo persa ẖšathrapāvan, que significa “protector del territorio”.

Actualmente, entre otras acepciones, se refiere a la persona que abusa de su poder o autoridad con sus subordinados, con evidentes connotaciones negativas y peyorativas en una época en que la libertad es un valor y derecho fundamental de las personas.

En cambio en la antigua Persia, “sátrapa” era el nombre o título del gobernador de una provincia,  del virrey que gobernaba en nombre del rey. De su poder absoluto, del que con frecuencia se excedieron, derivó el significado peyorativo. 

Los propios reyes persas desconfiaban ya del poder y comportamiento de estos “sátrapas” y por eso crearon una figura inspectora curiosa, los  funcionarios  llamados  “ojos y oídos del rey”, que recorrían el imperio y emitían los correspondientes informes.

En fin, la información precisa y de confianza siempre debió ser un problema para los monarcas de reinos o imperios de gran extensión porque muchos cientos de años después, hacia el año 800 de nuestra era, el emperador Carlomagno crea  la figura de los “missi domici”, los enviados del señor,  pareja de inspectores constituida por un laico y un eclesiástico, que recorrían el imperio carolingio. 

Hoy la tarea parece más compleja pero no menos importante, como indican los diversos centros y servicios de inteligencia de los países o nos revelan los miles  de cables de la diplomacia americana difundidos por Wikileaks.

«Sátrapa» no siempre fue un insulto

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