Apolonio de Rodas nos legó el único poema épico griego que se conserva desde Homero hasta la época helenística, “El viaje de los Argonautas”. Han pasado cinco siglos y han cambiado muchas cosas. Si en Homero los dioses se mezclan con los héroes en sus luchas, ahora la empresa es de los hombres aunque los dioses, poderosos, influyen, ayudan pero no se mezclan. En realidad el poema parece más bien una novela y como tal conviene leerla.

El poema narra el viaje épico y  fantástico de unos héroes griegos en busca del “vellocino de oro”. Un viaje de estas características permite al autor describir los escenarios, acciones y narraciones míticas que circulan entre los griegos como acerbo cultural popular, de manera tal vez similar a nuestros cuentos.

El poema merece la pena ser leído por muchas razones, literarias unas, históricas o folklóricas otras. Transcribo un fragmento, que tal vez resulte algo extenso, sobre un episodio del viaje, casi ya al final, en el que los héroes, forzudos sin duda, se ven obligados a transportar su nave por tierra firme hasta encontrar de nuevo el mar que les lleve de regreso a casa. Utilizo la traducción que Carlos García Gual hizo hace algunos años del poema para la Editora Nacional:

Apolonio, Argonautas, canto IV  (entre el 1350-1400).

Peleo interpreta una señal de los dioses para proseguir el viaje con la nave:

En seguida Peleo, gozoso, habló a sus compañeros reunidos:  ‘Ahora creo yo que el carro de Poseidón acaba de ser desuncido a manos de su querida esposa. Madre no veo otra a no ser que sea ésta, nuestra nave. Pues ella, transportándonos siempre en su vientre sin descanso, ha sufrido en duros trances. De modo que ahora la cargaremos en vilo con obstinado vigor y hombros infatigables, y la llevaremos hacia el interior de la arenosa tierra, por donde antes avanzó el caballo ligero de pies. Pues él no se sumergirá en la tierra, sino que tengo confianza en que sus huellas nos indicarán alguna salida al mar’

Después de hablar así a todos les resultó agradable la ingeniosa solución.

Este es un relato de las Musas, yo canto como servidor de las Piérides, y he oído exactamente esta divina voz. ¿Con qué vigor, con qué valentía, vosotros, ¡oh nobilísimos hijos de reyes! Llevasteis por las desiertas costas de Libia la nave y toda la carga de la nave durante largo tiempo, acarreándola sobre los hombros para llevarla durante doce días y doce noches enteras!¡Quién diría la aflicción e infortunio con que ellos llevaron a término sus fatigas! ¡De cierto que eran de la sangre de los inmortales! ¡Qué trabajo realizaron obligados por la necesidad” ¡Cómo adelante, muy lejos la llevaron con ilusión, a las aguas de la laguna Tritónide, y al llegar allí la descargaron de sus potentes hombros!”

Pues bien este episodio, aparentemente mítico, tiene al menos dos confirmaciones reales,  si no idénticas sí similares.

En 1453 el sultán turco Metmet II conquista definitivamente Constantinopla, que resistía heroicamente desde hacía tiempo el empuje turco. Entre otras muchas defensas tales como varios cinturones de murallas defensivas, el espectacular “Cuerno de Oro” (uno de los lugares más hermosos de la Tierra) estaba cerrado por una férrea cadena que impedía el paso de los barcos. El Sultán Metmet II, obcecado con la empresa y dispuesto a todo, mandó construir un camino de tierra por detrás de  Pera  por el que transportó sus barcos al “Cuerno de Oro”. De nuevo los barcos navegaban por tierra firme. Ocurrió el 22 de abril  y aquel día Constantino  XI, el último emperador, comprendió la determinación del sultán turco y supo que muy pronto la capital romana del Imperio de Oriente sería turca. El día 29 de mayo terminaba el Imperio Romano de Oriente.

Los turcos, habitantes ahora de la Cólquida, la patria de Medea, repetían de alguna manera la hazaña de los héroes que en la época mítica recorrieron aquellas tierras. Muy probablemente Metmet conocía la leyenda, la narración, el cuento de unos griegos, los Argonautas, que en la Antigüedad cargaron con los barcos a cuestas.

La ciudad  entró en la Historia llamándose Byzas (de donde deriva Bizancio), luego la “Nova Roma” (Nueva Roma), pronto Constantinopla de Constantinus (nombre de emperador romano) y polis    palabra griega que significa “ciudad” hasta 1930, en que se le puso el nombre de Estambúl  (Istanbul en turco) que deriva de la frase eis tên Polin (εις τήν Πόλιν) que significa “en o hacia la ciudad”  (aunque en el lenguaje coloquial se le llamaba “islambol” que significa “ciudad del Islam” o “inmenso  Islam”).

En 1492 Cristóbal Colón había descubierto, sin saberlo,  un nuevo continente, que luego, jugarretas del destino no se llamaría “Colombia o Columbia” sino América. Después se suceden las expediciones de españoles sobre todo para conocer los nuevos territorios. Vasco Núñez de Balboa, personaje interesante por varios aspectos, atraído , como todos, por el oro llega, al istmo que une  el norte con el sur de América; los nativos le informan que si lo único que le interesa es el oro, debe ir hacia el oeste, hacia un enorme mar en el que abunda el metal. Después de muchas penalidades por terrenos pantanosos y por montañas selváticas, el día 25 de septiembre de 1513 avista desde lo alto de una montaña el inmenso mar, al que llama “Mar del Sur” y del que toma posesión en nombre de su rey español. Luego  Fernando de Magallanes le llamó Océano Pacífico por la aparente tranquilidad de sus aguas y así ha quedado para la posteridad.

Años más tarde, en 1516,  decide desde la costa atlántica preparar una expedición naval para conocer el “Mar del Sur” porque tenía autorización para hacerlo antes de 1518. Pensando que en la costa del Pacífico no podría encontrar los materiales  para construir sus barcos, los prepara en Acla, ciudad de la costa atlántica. Corta y talla la madera, prepara las anclas y todo el instrumental que dos bergantines requieren. Todo ello lo transporta a hombros y lomos de indios, naturalmente,  (con una pequeña participación de unos pocos negros y algunos españoles) por pantanos, selvas y montañas, hasta el río de las Balsas, actualmente el río Sabanas,  que va a dar al Pacífico.

En la dura y penosa operación de transporte murieron muchos indios; Bartolomé de las Casas, que es quien nos cuenta estas cosas, dice que murieron más de 2.000 indígenas. Tal vez los dioses del Istmo, indignados por tanta ambición y tanta crueldad, enviaron unas tormentas tropicales de tal magnitud que destruyeron las naves construidas. El final de Balboa fue lamentable, fruto de la traición y la falsa acusación: detenido por Pizarro con el que se encontró en el camino de vuelta, fue condenado y ejecutado en enero de 1519. Ciertamente, su descubrimiento del “Mar del Sur, luego “Océano Pacífico” fue una gran hazaña, a pesar de las sombras que siempre se ciernen sobre toda obra humana.

No sé si Núñez de Balboa conocía el poema de Apolonio, pero podemos suponer que probablemente conocía algún detalle de la toma de Constantinopla por los turcos; a fin de cuentas había ocurrido sesenta y tres años antes de su expedición por el “Mar del Sur”.

La propaganda españolista de la época de la dictadura del General Franco presenta el episodio como una hazaña propia de héroes míticos, sin reparar en lo que realmente costó. Dice, por ejemplo, un libro escolar de 1967, El Libro de España, Edit. Edelvives, Zaragoza 1967, pág. 47:

el proyecto sólo podían concebirlo corazones españoles. La hazaña sale de los límites de lo humano

En cualquier caso y para el asunto que nos interesa, ni la tierra firme ni la densa selva ni la empinada montaña fue un obstáculo para que el viento impulsara dos veleros bergantín.

Transcribo también un fragmento  de la obra de  Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias , en el que nos narra estas cosas:

cap. LXXIV: “…Entre tanto que Compañon iba y venía, comenzó Vasco Núñez a cortar, por su persona primero, madera para principiar los bergantines, y así lo hicieron los que estaban con él; donde labraron toda o la mayor parte de la madera de cuatro bergantines, para llevarla después así labrada al dicho río de la Balsa y allí formar los bergantines y por él sacarlos a la mar, como al cabo se hizo….
Tornó luego Vasco Núñez a enviar a Compañon con ciertos españoles y 30 negros a la cumbre de las sierras, de donde ya las aguas a la mar del Sur vertían, para que hiciese una casa donde  descansasen los que habían de llevar a cuestas la madera labrada y las anclas y jarcias de los bergantines  y se tuviesen los bastimentos y comida y armas y lo demás para su defensa.

hasta  ponella en la casa, que habría sus 12 leguas de sierras y ríos, que ya se bajaban ya se subían, hasta llegar a la sierra muy alta donde se asentó aquella guarida. Esta madera se cargó sobre los indios que tenían por esclavos y los que iban a saltear cada día y su parte llevaron los negros que no eran sino obra de 30, y también cada uno de los españoles llevaba la que podía. Los trabajos que aquí llevando y subiendo esta madera, y clavazón y herramientas, y después las anclas y la jarcia y todos los demás aparejos necesarios a los bergantines, y después bajándola hasta el río, que por todos se padecieron, no pueden ser creídos, pero no se halló que negro ni español muriese dellos, más de los infelices indios no tuvieron número los que perecieron y concluyeron sus tristes días; yo vi firmado de su nombre del mismo Obispo, en una relación que hizo al Emperador en Barcelona el año de 519, cuando él de la tierra firme  vino,  como más largo adelante, placiendo a dios, será referido, que había muerto el Vasco Núñez, por hacer los bergantines, 500 indios, y el secretario del mismo Obispo me dijo que no quiso poner más número porque no pareciese cosa increíble, pero que la verdad era que llegaban o pasaban de 2.000; y según el trabajo era, cierto, cualquiera lo debe tener por posible y haber pasado con verdad así, porque llevar hombres desnudos en cueros 24 y 25 leguas de sierras altísimas, subidas y descendidas, a cuestas madera labrada para hacer cuatro navíos, y anclas de hierro de tres, cuatro y cinco y seis quintales y cables que son las maromas para las anclas, que pesaban otro tanto y muy poco menos, y otros mil aparejos cuasi tan pesados que los navíos requieren y todo esto sin comer sino un poco de grano de maíz aún no hecho pan, sino como lo comen las aves o las bestias, ¿qué hombres aunque tuvieran cuerpos en parte formados de materia de hierro lo pudieran sufrir sin morir?
Cap. LXXV:
… Comenzoles Dios a mostrar lo que en aquellas obras le servían, porque cuanto trabajaron en cortar la madera y aserralla en Acla y mar del Norte, y después en levalla los tristes indios a cuestas por tan aspérrimos e intolerables caminos, todo se les convirtió en vacío, por ser la madera de allí en tierra que estaba muy cerca de la mar salada, y así fue luego de gusanos comida, de donde sucedió serles necesario cortalla de nuevo en el río; habiendo pues cortado mucha della, y quizá también aserrádola, ya que querían poner en astillero, que es comenzar los bergantines, vinieron de súbito tan grandes avenidas que les llevó el río parte de la madera y parte soterró la lama y cieno, subiendo el agua dos estados encima….
"

En fin, a  los argonautas les movía el deseo de volver a casa, como a tantos comerciantes y marinos griegos de la Antigüedad. A  los españoles en América les empujó a lo increible el afán de oro, de conquista, de gloria. A los turcos el deseo de conquistar la capital, supuestamente rica,  de lo que había sido un enorme imperio y seguía siendo símbolo del occidente cristiano.

Hay quien cree que  la fe mueve montañas; lo que está comprobado desde los antiguos griegos es que la voluntad humana hace navegar barcos por secos caminos de tierra.

Con las naves a cuestas

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