Si algo planea de manera insufrible sobre la vida política española es la corrupción. En realidad parece inherente a la condición de muchas personas y su sed insaciable de dinero. Por eso existe en todos los países, dependiendo su intensidad de la fuerza de la democracia y de la existencia de controles adecuados. Tampoco es exclusiva de nuestra época, sino de todos los tiempos.

Por supuesto, existió la corrupción política en Grecia y en Roma y se legisló contra ella, sin mucho éxito, por supuesto. Ni siquiera dejó de existir en la “democracia recién inventada”,  de la que se sintieron tan orgullosos los atenienses.

Aulo  Gelio, en sus Noctes Atticae, en el libro, XI, 9 nos ofrece un famoso ejemplo de corrupción  adjudicado al gran Demóstenes, el duro nacionalista ateniense que se opuso al avance de Filipo, el rey de Macedonia padre de Alejandro, con sus famosos y duros discursos que precisamente se llaman “Filípicas”.

Nota: Precisamente este es el origen del término “filípica” significando, según la Real Academia, “invectiva, censura acre”

Demóstenes, que fue siempre coherente en la defensa de Atenas frente al macedonio, cedió a veces en su labor como abogado al mejor pagador.  De él, pues, dice Aulo Gelio en Noches Áticas, XI,9:

Historia sobre los embajadores de Mileto y el orador Demóstenes, que se encuentra en los libros de Critolao.

Critolao escribió que llegaron a Atenas unos embajadores de Mileto por un asunto de estado, se diría que  para pedir ayuda. Entonces los abogados, que pareció que habían llamado para hablar en su favor, hablaron. como se les había ordenado, ante el pueblo a favor de los Milesios; Demóstenes respondió con dureza a las peticiones de los milesio, planteando que ni los milesios eran dignos de ayuda ni aquello fuese una cuestión de estado. El asunto se pospuso para el día siguiente. Los embajadores acudieron a casa de Demóstenes y le rogaron con gran insistencia que no hablase en contra; él (Demóstenes) les pidió dinero y recibió cuanto había pedido. Al día siguiente, cuando el asunto comenzó a tratarse de nuevo, Demóstenes se presentó ante el pueblo con el cuello y la garganta tapados con una gran bufanda alrededor y dijo que padecía  de  “anginas” (συνάνγκη,  synanje) y que por eso no podía hablar contra los milesios. Entonces uno del pueblo gritó que de lo que Demóstenes padecía no era de “anginas” (συνάνγκη,  synanje) sino de “argentina” ἀργυράγκη argyranje.*


* Nota: “argentina”, derivado de “argentum”, plata, de la misma raíz que el griego ἄργυρος , argyros, plata, sobre el que se ha formado ἀργυράγκη; imitando el juego de palabras diríamos que “no padecía de angina sino de platagina”, refiriéndose a la plata o dinero que recibió.

Historia de legatis Mileti ac Demosthene rhetore in libris Critolai reperta.

Critolaus scripsit legatos Mileto publicae rei causa venisse Athenas, fortasse an dixerit auxilii petendi gratia. Tum qui pro sese verba facerent, quos visum erat advocavisse, advocatos, uti erat mandatum, verba pro Milesiis ad populum fecisse, Demosthenen Milesiorum postulatis acriter respondisse, neque Milesios auxilio dignos neque ex republica id esse contendisse. Rem in posterum diem prolatam. Legatos ad Demosthenen venisse magnoque opere orasse, uti contra ne diceret; eum pecuniam petivisse et, quantam petiverat, abstulisse. Postridie cum res agi denuo coepta esset, Demosthenen lana multa collum cervicesque circumvolutum ad populum prodisse et dixisse se synanchen pati; eo contra Milesios loqui non quire. Tum e populo unum exclamasse non synanchen, quod Demosthenes pateretur, sed argyranchen esse.

Inmediatamente después Gelio finaliza el episodio con un párrafo que no hace sino confirmar y subrayar la desvergüenza del famoso Demóstenes y la aparente aceptación de la sociedad ateniense.

El mismo Demóstenes, como el mismo Critolao cuenta, no ocultó después esto, sino que incluso se lo atribuyó a sí mismo como motivo de honra. Pues cuando preguntó a Aristodemo, actor de teatro, cuánto dinero había recibido por  actuar y Aristodemo le respondió “un talento”, le dijo: “pues yo recibí  más por callar”.

Ipse etiam Demosthenes, ut idem Critolaus refert, non id postea concelavit, quin gloriae quoque hoc sibi adsignavit. Nam cum interrogasset Aristodemum, actorem fabularum, quantum mercedis, uti ageret, accepisset, et Aristodemus "talentum" respondisset: "at ego plus" inquit "accepi, ut tacerem".

Plutarco cuenta esta misma anécdota en “Vida de Demóstenes, 25”  referida no a los embajadores de MIleto, sino a Hárpalo, fugitivo de Alejandro; en esta versión el orador habría sido sobornado con una copa de oro y veinte talentos.

Aunque prácticamente coincidente, reproduzco también la narración de Plutarco, historiador griego que vivió aproximadamente entre el  46 y el  120 de nuestra era.  Su más famosa obra fue “Vidas paralelas”.  En ellas compara al orador griego Demóstenes con el romano Cicerón  y es precisamente en esa vida en la que narra la anécdota a que me refiero:

Plutarco:Vida de Demóstenes, 25:  (En la buena versión al castellano que Ranz Romanillos (1759-1830) hizo de las “Vidas paralelas” a principios del siglo XIX poco antes de morir)

De allí a poco vino del Asia a Atenas Harpalo, huyendo de Alejandro, ya porque realmente sus negocios se hallaban en mal estado a causa de su disposición y ya también por temer a éste, que se había hecho terrible a sus amigos. Acogiéndose, pues, al pueblo de Atenas,y poniéndose en sus manos con sus naves y sus bienes, al punto los demás oradores, puestos los ojos en la riqueza, estuvieron de su parte, y persuadían a los atenienses que le admitieran y salvaran a un refugiado; Demóstenes al principio aconsejaba que se hiciera salir a Harpalo, y se guardaran de precipitar a la ciudad en la guerra por un motivo no necesario e injusto, y al cabo de pocos días, habiéndose hecho el registro de los bienes que traía, viéndole Harpalo prendado de una copa de las del rey y que examinaba su hechura y su forma, le dijo que loa sopesara y viera el peso que tenía de oro. Admiróse Demóstenes de su peso y preguntando cuánto valía, sonriéndose Harpalo: “Para ti –le dijo- valdrá veinte talentos. Fue Harpalo muy perspicaz en descubrir en él su ánimo codicioso del oro por su semblante, por la viveza de sus ojos y por el modo de dirigir sus miradas. No pudo, pues, Demóstenes resistir a esta tentación; así, como plaza que admite guarnición, se rindió a Harpalo, y al día siguiente, arropándose muy bien el cuello con lana y con vendas, se presentó así en la junta pública. Decíanle que se levantara y hablase, y él por señas daba a entender que tenía cortada la voz; pero algunos burlones decían con malignidad que aquella noche ha bía sido acometido no de angina, sino de argentina, el orador.” 

En fin, el propio Gelio, en Noches Áticas, XI, 10, nos da otra versión ligeramente diferente:  en esta ocasión es C. Graco el que atribuye la anécdota al orador Demades y no a Demóstenes. Pero este texto, que tiene un interés añadido para comprender el tema de la corrupción política en la Antigüedad, lo comentaré en un nuevo artículo.
 

Un caso famoso de corrupción política en Atenas

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