El ser humano, a diferencia de otros animales, atiende a sus muertos y sus cadáveres. Esto está atestiguado desde el Paleolítico. Las formas y costumbres de los diversos pueblos con las que se refieren al hecho de la muerte y tratan los cadáveres son muchas y variadas. Sin duda estos ritos son fruto del desconcierto que produce la muerte en todos los seres vivos; se pretende la inmortalidad pero el hombre se encuentra con la descomposición del cuerpo. Es necesario, pues, realizar ritos para evitar el proceso de descomposición del cadáver… En expresión de Walter Burkert, el homo sapiens es un homo sepeliens (del latín sepelio,sepultar), un hombre que entierra a sus muertos.

En nuestro entorno cultural estamos familiarizados con la inhumación (del latín in, en, y humus, tierra) o enterramiento y con la cremación (del lat. cremationem, quema) o incineración (del lat. in,en, y cinerem, ceniza, conversión en ceniza).  Por cierto que la cremación o incineración ha ido creciendo desde hace tan sólo unas pocas décadas en España.  En las antiguas Grecia y Roma coexistieron ambas formas; en Grecia la cremación comenzó a practicarse después de la época Micénica; entre los hititas, hurritas o en Troya VI existía ya  en el  II milenio a.C. 

Pues bien, Heródoto, por ejemplo,  nos ofrece  una temprana reflexión sobre la variedad de ritos y costumbres según los pueblos, a propósito de una anécdota  referida a los persas, cuyo imperio estaba formado por pueblos diversos. Nos dice en su Historias, III, 38:

En cierta ocasión hizo llamar Darío a unos griegos, sus vasallos, que cerca de sí tenía y habiendo comparecido  luego, les hace esta pregunta: ¿cuánto dinero querían por comerse a sus padres al acabar de morir? Respondiéronle luego que por todo el oro del mundo no lo harían. Llama inmediatamente después a unos indios titulados Calatias, entre los cuales es uso común comer el cadáver de sus propios padres: estaban allí presentes los griegos, a quienes un intérprete declaraba lo que se decía: venidos los indios, pregunta Darío cuánto querían por permitir que se quemaran los cadáveres de sus padres; y ellos le suplican a gritos que no dijera por los dioses tal blasfemia. ¡Tanta es la prevención a favor del uso y de la costumbre!

Y Cicerón nos ofrece también un texto interesante: Disputationes Tusculanae ( Disputas Tusculanas), I, XLV, 108:

Mas, ¿para qué censurar las opiniones de los individuos, cuando podemos examinar varios errores de las naciones? Los egipcios embalsaman a los muertos y los conservan en casa. Los persas también los entierran después de untarlos de cera para que los cuerpos permanezcan diuturnos lo más posible. Es costumbre de los Magos no inhumar los cuerpos de los suyos, si antes no han sido destrozados por las fieras. En Hircania la plebe sustenta canes públicos; los optimates, domésticos. Por otra parte,  sabemos que aquella es una raza noble de canes, pero cada quien prepara según sus posibilidades, a aquellos por los cuales sea destrozado. Y creen ellos que esta es la mejor sepultura. Muchos otros casos reúne Crisipo, curioso como es en toda historia, pero algunos son tan aterradores que mi discurso los rehúye y evita.

Sed quid singulorum opiniones animadvertam, nationum varios errores perspicere cum liceat? Condiunt Aegyptii mortuos et eos servant domi. Persae etiam cera cirumlitos condunt, ut quam maxime permaneant diuturna corpora; Magorum mos est non humare corpora suorum nisi a feris sint ante laniata: inHyrcania plebs públicos alit canes, optimates domesticos: nobile autem genus canum illud esse, sed pro sua quisque facultate parat a quibus lanietur, eamque optimam, illi esse censent sepulturam. Permulta alia colligit Chrysippus, ut est in omni historia curiosus, sed ita taetra sunt quaedam, ut ea fugiat et reformidet oratio.

Y Silio Italico, Punica, XIII , 466-487 dice:

Entonces el joven (Escipión) respondió: “hermosísima estirpe del antiguo Clauso, ninguna otra cuestión se antepondrá a la tuya, aunque nos preocupan asuntos no pequeños. Pues esa práctica es distinta en todos los pueblos y produce funerales diversos para enterrar los cuerpos yacentes  y es distinta la costumbre de conservar las cenizas. En la tierra Ibera, como se cuenta, (la costumbre es antigua), un obsceno buitre devora los cuerpos exánimes. Cuando los miembros de un rey han abandonado la luz en Hircania, la norma es que los devoren los perros. La tierra de Egipto encierra los cuerpos presentes  después del funeral  en un sarcófago perfumado y no  aparta su sombra exangüe de los banquetes; el Ponto (Mar Negro) implantó  la costumbre de vaciar el cráneo extrayendo el cerebro  y los mantiene embalsamados para largos siglos. ¿Y los Garamantes que entierran los cuerpos desnudos  en agujeros excavados en la arena? ¿Y los Nasamones que ordenan enterrar  en el cruel mar a sus muertos en las costas de Libia? Luego, los Celtas, cosa horrible se complacen en enmarcar el hueso del cráneo vaciado en oro y los emplean en los banquetes  como copas. Los Cecrópidas (los atenienses) acordaron que los caídos por la patria por designio de Marte (en la batalla) fueran quemados en una hoguera común; pero entre la gente de Escitia el lento tiempo es el sepulcro de los cadáveres atados a los troncos  y abandonados para su putrefacción. 

Tunc iuuenis: ‘Gens o ueteris pulcherrima Clausi,
haud ulla ante tuam, quamquam non parua fatigent,
curarum prior extiterit. namque ista per omnis
discrimen seruat populos uariatque iacentum
exequias tumuli et cinerum sententia discors.
tellure, ut perhibent, (is mos anticus) Hibera
exanima obscenus consumit corpora uultur.
regia cum lucem posuerunt membra, probatum est
Hyrcanis adhibere canes. Aegyptia tellus
claudit odorato post funus stantia saxo
corpora et a mensis exanguem haud separat umbram.
exhausto instituit Pontus uacuare cerebro
ora uirum et longum medicata reponit in aeuum.
quid qui reclusa nudos Garamantes harena
infodiunt? quid qui saeuo sepelire profundo
exanimos mandant Libycis Nasamones in oris?
at Celtae uacui capitis circumdare gaudent
ossa, nefas, auro ac mensis ea pocula seruant.
Cecropidae ob patriam Mauortis sorte peremptos
decreuere simul communibus urere flammis.
at gente in Scythica suffixa cadauera truncis
lenta dies sepelit putri liquentia tabo.’

Son éstas  unas reflexiones interesantes para algunos intransigentes que no respetan costumbre alguna distinta de la del propio grupo.

Un rito curioso, extendido de oriente a occidente y que existió también en algunos pueblos de la Península Ibérica, es el de “exposición de cadáveres” a las aves carroñeras para que los devoraran y transportaran al difunto o a su alma a los cielos.

La exposición de cadáveres a las aves carroñeras está atestiguada en Çatal Hüyük, yacimiento arqueológico en la actual Turquía,  que se extiende en el tiempo desde el VIII milenio a.C. hasta el 5.700 a.C. Enterraban a sus muertos en los propios hogares y la forma desarticulada en que se encuentran  los esqueletos han sugerido a los investigadores que los cuerpos eran expuestos a las aves para luego recoger los huesos y enterrarlos.

En todo caso es un tratamiento y un rito exigido por los persas seguidores de Zoroastro en Irán y que siguen practicando los actuales parsis de la India, sucesores de persas emigrantes en el siglo VII. (de origen parsi son por ejemplo el famoso director de orquesta Zubin Mehta o el también famoso actor Freddie Mercury;  los parsis actuales deben ser unos 100.000). Todo ello y nuevas exigencias de los nuevos tiempos hacen que este  rito “parsi”  se vaya extinguiendo o adaptando, pero en cualquier caso el rito nos sigue causando honda impresión.

Los cadáveres son expuestos en las llamadas “torres del silencio” para que sean comidos por los buitres y elevados a los cielos. Consideran que enterrar a los muertos contamina la tierra, quemarlos contamina el fuego y del aire, y lanzarlos al agua contamina el  agua.

Heródoto menciona el rito funerario persa de exponer los cadáveres a las carroñeras, en  I, 140

Apolonio de Rodas, en su poema plagado de curiosidades “El viaje delos Argonautas”,canto III (en el número 200 y ss.) nos describe una exposición de cadáveres  diferente porque no se ofrecen a los buitres o aves carroñeras:

Y en seguida desde la nave, sobre los juncos y el agua, arribaron a la escarpada planicie ribereña. Circea se llama esta. Allí en hileras, tamarindos y sauces han crecido, de los que, precisamente de los más altos, cuelgan los cadáveres atados con cuerdas. Pues aún ahora, entre los habitantes de la Cólquida es un sacrilegio quemar en el fuego a los hombres que partieron. Y tampoco es lícito sepultarlos en la tierra y amontonarla luego  sobre su tumba, sino que después de envolverlos en pieles de buey, se les cuelga lejos de la ciudad. Pero también la tierra recibe un lote de muertos igual al del aire, puesto que en la tierra sepultan a las mujeres. Entre aquellos esta costumbre ritual se ha establecido”.

Curiosamente algunas fuentes antiguas se refieren a la “exposición de cadáveres” a las aves carroñeras en la antigua Península Ibérica, la Hispania latina.

Silio Italico,al hablar de los mercenarios celtíberos que había en el ejército de Anibal  dice en Punica, III, 340-343:

“Vinieron también los celtas unidos en el nombre a los iberos. Para ellos es un honor caer en la lucha, y un crimen  incinerar su cadáver. Creen que el muerto irá al cielo con los dioses si un buitre hambriento devora el cuerpo yacente”.

Venere et Celtae sociati nomen Hiberis.
his pugna cecidisse decus, corpusque cremari
tale nefas: caelo credunt superisque referri,
impastus carpat si membra iacentia uultur.

Y poco después, como hemos visto antes, Silio Itálico: Punica, XIII, 471-472:

en la tierra Ibera, como cuentan (la costumbre es antigua)
el obsceno buitre devora los cuerpos exánimes

tellure, ut perhibent, (is mos anticus) Hibera
exanima obscenus consumit corpora uultur.

Así que practicarían un doble ritual. Sólo los cuerpos de los guerreros muertos en combate serían expuestos en algunos lugares determinados para que los buitres transportasen su espíritu a los cielos. Por tener esa función sagrada de transportadores de las almas o espíritus se les aplica el adjetivo  psicopompos (del griego ψυχοπομπός, de ψυχή,psique, alma, soplo  y πομπός, pompos,conductor).

Esta práctica está atestiguada en varios fragmentos de cerámica pintada de Numancia

En un fragmento se ve a un buitre que se lanza en picado sobre un guerrero yacente en el suelo atravesado por una lanza con una espada en la mano. En la otra un buitre está devorando ya el cuerpo del guerrero.

En la misma Numancia, fuera de la ciudad,  se han encontrado unos círculos de piedra que algún arqueólogo considera posibles expositorios de cadáveres a la manera de las “torres del silencio” de los mazdeistas iranios.

El rito,evidentemente, nos informa del sentido del valor  del guerrero y de la vida entendida  de un modo agonístico y competitivo y del desprecio a la muerte. Nos informa también de una esperanza de recompensa en el mas allá en el que los guerreros valerosos conviven con los dioses. Nos informa de los elevados valores éticos de estos pueblos.

Hay un texto de Eliano en De nat. Anim. X, 22 (FHA, VIII: 330) que extiende el rito a los vacceos de la Meseta Norte, vecinos de los cántabros:

Los vaceos, pueblo de Hesperia, a los difuntos  por alguna enfermedad, como muertos de forma feminil y cobardemente,  los queman en el fuego para resaltar la ignominia de su muerte; en cambio, a quienes cayeron en una muerte hermosa, como hombres valientes y fuertes y adornados de extraordinario valor, los arrojan para ser devorados a los buitres, porque piensan que estas aves son sagradas.

Eliano escribió en griego, pero  Friedrich Jacobs lo tradujo modernamente al altín en la edición  Frommann edition, Jena, 1832.  Y dice así:

Vaccaei, genus Hesperis, ex aliquo morbo mortuos, ut muliebriter et ignaviter defunctos, ad notandam mortis ignominiam igni cremant; eos vero, qui in bello morte occubuerunt, ut viros bonos et fortes, et eximia virtute ornatos, vulturibus devorandos objiciunt, quod eas aves sacras existiment.

Pero hay estudiosos que consideran que la lectura en los textos “vacceos” es una lectura corrupta, lo que introduce una gran duda en la validez del texto. En realidad los manuscritos de Eliano hablan de barkaioi y no vacceos. Los barkaioi no son conocidos en la península ibérica. Barkaioi se habría corregido por Samuel Bochar (1599-1667) y seguido luego por otros  filólogos modernos y traducido  al latín como baccaei   y de ahí vacceos.  Quizás dijese araouacoi, es decir, arévacos;  que algún copista cortó  en ara/ouakoi;   ouakoi  daría  bakoi.  Es decir, el texto original hablaba también de arévacos. Esta interpretación, que fonéticamente es posible, sería coherente con el sentido del texto, porque entre los arévacos de Numancia está bien atestiguado,como decíamos.  El error se consolidó en gran medida gracias a la absoluta autoridad de Schulten durante muchos años en el estudio de las “Fuentes de la antigua Hispania”.

En cualquier caso son numerosos los restos arqeuológicos, pinturas, inscripciones, lápidas que parecen atestiguarlo en numerosos lugares de la península Ibérica, a los que tal vez se extendió desde la Celtiberia.

Así entre los Vettones y en Cantabria, como atestigua la estela Cantabra de Zurita (Renedo de Piélagos), muy deteriorada,  en la que parece que un buitre picotea el cuerpo de un guerrero yacente y otras similares de Lara de los Infantes (Burgos), Binefar (Huesca), el Palao (Alcañiz,Teruel)

El rito está atestiguado en diversos lugares de Europa entre los celtas y germanos.

Pausanias nos dice a propósito de las invasiones de los Galos en Grecia acaudillados por Brennos, en X,21.6  que dejaban los cuerpos de los guerreros caídos en las batallas a los animales carroñeros…

Después de esta victoria en las Termópilas, los griegos enterraban a sus muertos y despojaban a los bárbaros, pero los galos no enviaron ningún mensajero para que se les permitiera recoger los cuerpos, porque les era indiferente que la tierra cubriera los cuerpos o que fueran devorados los animales salvajes o por las aves carroñeras.

Esta escena de los buitres devorando el cuerpo de los guerreros se ve,por ejemplo,  en un vaso de Falisco del siglo IV a.C. 

En las  Eddas escandinavas encontramos  numerosas referencias a estas creencias; así en Edda Mayor, 1986: 33, 78,193-195, 199, 201-202, 212,217,225,246,255,259,297.

Podemos concluir, pues, que el rito se practicó en toda la cultura céltica.

Un rito parecido encontramos entre algunas tribus indias de Norteamérica que exponen los cadáveres de sus guerreros en una especie de escenario de madera elevado; a veces aparece en algún western.

El rito se atestigua también en el Tibet en donde se exponen los cadáveres en espacios a la salida de los poblados, en los que a veces algunas personas ayudan a descuartizar los cuerpos.

¿Tendrá este rito existente en lugares tan distintos un origen común? Muy probablemente.si consideramos que el rito se pierde en la noche de los tiempos, en la prehistoria, y los habitantes de América proceden en varias oleadas de Eurasia a través del Estrecho de Behring en los momentos en que podía ser atravesado a pie.

Después de esta larga explicación estamos en disposición de entender un texto de Longino en De lo Sublime, 3,2 en el que se refiere a Gorgias de Leontinos (483-375) y lo critica porque de forma grandilocuente llama a los buitres  “sepulcros vivos”:

“Así también provoca la risa eso de Gorgias de Leontinos cuando escribe: “Jerjes, Zeus de los Persas” y “buitres, sepulcros vivos"

Si Gorgias conocía la costumbre persa, quizás la imagen no sea tan grandilocuente. En todo caso hizo fortuna en la historia, empleada una y otra vez.

Shakespeare, por ejemplo,  lo utiliza en Macbeht  en el Acto III, Escena cuarta, 1359-61:

Macbeth: Si van a devolvernos los osarios
                   Y las tumbas a quienes enterramos,
                   Serán nuestros sepulcros
                   Los vientres de los buitres,

Macbeth:  If charnel-houses and our graves must send
                   Those that we bury back, our monuments 1360
                   Shall be the maws of kites.

 

Exposición de cadáveres

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