El poeta latino Publio Ovidio Nasón murió en el exilio, desesperado y enfermo, en el año 17 de nuestra era en Tomis, la actual Constanza, en Rumania, junto al mar Negro, entonces llamado Mar Euxino (mar favorable) aunque de ninguna manera era nada bueno. Había nacido el 20 de marzo del año 43 a.C., al año siguiente al asesinato de Julio César, en la ciudad de Sulmona, en el centro de Italia, al este de Roma y a unos 130 kilómetros de ella, de una vieja y rica familia; tenía, pues, 60 años cuando murió, muchos menos que su padre que murió a los 90.

El poeta Ovidio murió en el exilio y está enterrado junto a la ciudad de Tomis

Como corresponde a la vida de un exiliado olvidado, no conocemos con precisión el día exacto de su muerte, que probablemente ocurrió en el invierno. Han transcurrido desde el día en que marchó al Hades  2.000 años según la información que San Jerónimo incluye en su libro de las Crónicas de Eusebio en Chronicon 2033, que lo hace corresponder con el  año 18 de Cristo, con la Olimpiada 199, con el 4 del reinado de Herodes y con el 4 también de Tiberio. Curiosamente en ese mismo año murió también el historiador Tito Livio, pero en su patria Patavium, la Padua de hoy. Dice Jerónimo en Chronicon 2033:

Ovidius poeta in exsilio perit, et juxta oppidum Tomos sepelitur”

según la edición utilizada en http://www.documentacatholicaomnia.eu/04z/z_0347-0420__Hieronymus__Chronicun__MLT.pdf.html

y con una pequeña variación en la edición de https://web.archive.org/web/20091113053637/http:/www.tertullian.org/fathers/jerome_chronicle_06_latin_part2.htm

«Ovidius poeta in exilio diem obiit et iuxta oppidum Tomos sepelitur»

Junto con Virgilio y Horacio son los tres grandes poetas de la época de Augusto, que  triunfaron al amparo de grandes protectores como Cayo Clinio Mecenas, cuyo nombre ha pasado a denominar a todo protector de las artes, y Marco Valerio Mesala Corvino, amigo de la familia de Ovidio y protector suyo especialmente.

Los tres, aun siendo distintos, son figuras máximas de la poesía clásica y  han tenido una importancia decisiva en la configuración de la cultura occidental. Tal vez  el más leído, imitado e influyente en todas las artes y no sólo en la literatura, es Ovidio, aunque sea éste el menos valorado literariamente.

Ovidio fue poco valorado literariamente

Sin duda con excesivo rigor y juzgándole con criterios de gusto moderno J. Bayet  en su famosa Littérature Latine dice de él:

al leer sus poemas de seguido, resultan monótonos”,

a lire ses poemes de suite, on les trouve monotones” .

Paladini y Castorina en su Storia della letteratura latina:

“Ovidio, en definitiva, aparece como un gran versificador pero un poeta mediocre, si exceptuamos algunas elegías de “Amores” y de los “Tristia” y algunas partes de las “Metamorfosis”.

(Ovidio, in definitiva, appare un gran verseggiatore e un mediocre poeta, ove si eccettuino alcune elegie degli «Amores» e dei «Tristia», più qualche parte delle «Metamorfosi»).

Con criterios menos severos han de valorarse positivamente su facilidad para versificar y la abundancia de recursos formales, su creatividad, el conocimiento exhaustivo que el poeta muestra de la mitología, de  la tradición literaria y sus tópicos, su espíritu lúdico, irónico y juguetón, su sincero sentimiento personal en algunos de sus poemas.

Algunos datos biográficos recogidos en sus obras

Pues bien, de Ovidio tenemos datos biográficos dispersos en sus obras y sobre todo una “autobiografía”, que sin ser completa y exhaustiva, sí nos ofrece numerosos datos de interés que el poeta quiere transcribir durante  su exilio, al final de su vida. Más abajo la reproduciré íntegramente.

Tenemos de Ovidio también dos importantes anécdotas: una feliz, cual es la facilidad  con la que componía versos, sobre la que escribí en su momento un artículo en este mismo blog, poesía don del cielo.

La otra es algo más que una anécdota: en el año 8 de nuestra era el emperador Augusto, irritado no sabemos exactamente por qué, desterró sin remisión al poeta y le obligó a abandonar la ciudad, la Urbe, Roma, para siempre; acompañado de un soldado emprendió el viaje antes de finalizar el año hacia Tomis, en el Ponto Euxino, en el confín del Imperio, en la frontera con pueblos bárbaros; y allí murió triste.

Se han dedicado infinitos esfuerzos durante siglos a encontrar la causa concreta de la decisión cruel de un dictador, que por otra parte parece que tenía hasta buen sentido del humor. En otro artículo trataré esta cuestión un poco más extensamente. Será suficiente en esta ocasión con decir que desde el exilio envió a Roma, a su esposa y a sus amigos –alguna también a sus enemigos-, numerosas cartas que conservamos bajo el título de Pónticas o Ex Ponto, y escribió cinco libros de elegías, algunas realmente emocionantes, a los que la tradición terminó por poner el nombre de “Tristia” (Tristezas, cosas tristes, poemas tristes, como prefiera interpretar el lector). Es precisamente en el libro IV en donde se incluye la citada autobiografía que más abajo reproduciré en español y en latín.

Pero antes quiero relacionar sus obras y hacer una pequeña referencia a su importancia en la cultura de occidente.

La primera,  Amores (conjunto de 50 poemas, escritos en  “dístico elegiaco” o estrofa de dos versos (δίστιχον , di-stichon, =dos líneas, filas), un hexámetro y un pentámetro, la escribió y recito a los 18 años. Canta los amores imaginados, que no reales, con su querida Corina y son un reflejo de la vida social y amorosa de los romanos y romanas en la época de Augusto.

Arte de amar (Ars amandi o Ars amatoria), se propone en los dos primeros libros enseñar a los hombres a conquistar a las mujeres amadas y en el tercero a enseñar a las mujeres cómo conseguir a su amado. Pensaríamos hoy que fue un intento de buscar la igualdad de los dos sexos, al menos en los lances amatorios. Diríamos hoy que es una especie de “manual para ligar”. Es también un retrato de la sociedad romana. Parece ser que esta obra sirvió a Augusto como pretexto para condenar al poeta al exilio, a pesar de que estuvo circulando antes varios años, siete u ocho, por Roma.

Remedia amoris pretende justamente lo contrario de Ars amandi, es decir, liberar y sanar a los enfermos de amor. Tal vez lo escribió para contentar a quienes se sintieron especialmente molestos con el atrevimiento del anterior.

Cosméticos para el rostro femenino (Medicamina faciei feminae) es una pequeña rareza del que apenas se conservan 100 versos, dedicada a ofrecer recetas y remedios para conservar el buen tono, también espiritual, de las mujeres enamoradas. Parece como si Ovidio sospechase ya la extraordinaria importancia que con el paso del tiempo tendría la industria de la cosmética.

Estas obras son las que le dieron  la injusta fama de poeta y hombre disoluto y si bien es verdad que cuando habla de “amor” no se refiere al platónico y romántico, sino al físico y carnal, su tono jocoso, desenvuelto, no justifican el juicio moral que el cristianismo, que luego se impuso, ha dictado de él como poeta “obsceno”, a pesar de que su influjo en la Edad Media y en el Renacimiento cristianos” fue enorme.

Las Heroidas son una colección de 21 cartas de amor de mujeres protagonistas de la mitología que el poeta hace salir de su boca, estilete o cálamo.   Ovidio se autoproclama inventor de este curioso género literario, del que naturalmente, existía algún precedente, como la carta de Aretusa a su marido Licotas, que Propercio ofrece en su Elegía IV,6.  Como curiosidad comentaré que una de las cartas es de la poetisa Safo, único personaje no mitológico; y tres son contestaciones de los hombres amados. Son muchos los críticos a los que les resultan monótonas, a pesar del esfuerzo de imaginación que hace el poeta.

Medea es una tragedia que no se conserva, muy valorada por el propio Ovidio y por autores antiguos como Quintiliano o Tácito. La trágica historia de esta mujer, sacerdotisa, maga, locamente enamorada de Jasón, que una vez abandonada es capaz de dar muerte al fruto habido de ese amor, impresionó a Eurípides, Séneca y a infinitos autores desde entonces.

Se han perdido también una Gigantomaquia o poema épico sobre la lucha de los gigantes y una traducción abreviada de los Fenómenos de Aratonos de Arato, que también había traducido Cicerón y luego Germánico., que también había traducido Cicerón y luego Germánico.

Las metamorfosis es sin duda su gran creación

Las metamorfosis (Metamorphoseis,del griego μεταμόρφωσις, ‘transformación‘), es sin duda su gran creación y una de las obras maestras de la literatura latina, cuya lectura puede fascinar al lector. Versifica en 11.991 hexámetros las  transformaciones en estrellas, plantas, animales de 250 mitos grecolatinos que siguen cierto orden cronológico desde la creación del mundo hasta Augusto. Abandona en esta obra la elegía amorosa y sus características y mezcla características de la épica otras líricas, bucólicas o trágicas. En este libro, convertido en manual de mitología, se inspiraron pintores como Velázquez, Tiziano o Rubens y se siguen inspirando artistas actuales.

Los Fastos, una de sus grandes obras que dejó incompleta

Los Fastos se debieron escribir antes del destierro, aunque se publicaron hacia el año 12. En los seis libros que escribió se comentan día a día las fiestas y mitos romanos de los seis primeros meses, teniendo previsto completar el año. La palabra latina “fasti” en plural designa a listas de eventos religiosos o de personas basadas en el orden cronológico del calendario. El gramático del siglo II Paulo Festo, 78.4-5 L nos los define cuando dice:

se llaman libros de Fastos a aquellos en los que se hace una descripción de todo el año. Los días fastos son pues los días festivos”

Fastorum libri appellantur, in quibus totius anni fit descriptio; fasti enim dies festi sunt

Se publicó esta primera parte en el año 8, año del exilio y no se sintió luego con fuerzas o facilidad suficiente para completar la obra, que es de un interés histórico y documental excepcional. Desde el punto de vista literario intenta en algún sentido emular la Eneida de Virgilio y servir a la mayor gloria y honra del emperador Augusto, de quien en todo caso ni consiguió el perdón ni el permiso para salir de Tomis, como tampoco lo consiguió luego de Tiberio.

Obras de Ovidio mientras vivía en el destierro

A su época en el destierro corresponden los tres libros que comento a continuación:

Ibis es una invectiva o poema elegiaco de 644 versos, escrito durante el exilio, en el que sirviéndose de historias míticas maldice y ataca a un individuo que le está perjudicando y haciendo daño al que le desea los terribles castigos de los mitos.

A los poemas Tristes (Tristia) y Cartas del Ponto o Pónticas (Epistulae ex Ponto) ya he hecho referencia al comienzo del artículo.  Son obras constituidas por cartas a sus familiares y amigos en las que pide que intercedan ante el emperador para conseguir el perdón y describe también su vida entre los escitas, entre los sármatas y getas, pueblo nómada relacionado con los dacios y tracios.

Tristes (Tristia), el nombre es suficientemente expresivo, son cinco libros que giran en torno a la tristeza que le produjo el destierro y a la petición insistente al emperador de que le perdone. Algunos de los pasajes, como el de la última noche en Roma, son los más conocidos y valorados del poeta.

Las Cartas desde el Ponto son epístolas a su mujer y amigos en Roma, en las que se repiten los temas de los Tristia y la petición de clemencia. La forma poética de estas cartas y su propio contenido es lo que le mantiene vivo en una tierra hostil y peligrosa, de dura naturaleza en la que carece de todas las comodidades que el amó, incluida persona alguna con la que hablar en latín o griego.

Se conservan también unas cuantas obras  que fueron atribuidas a Ovidio y que hoy se consideran espurias: La Consolación de Livia (Consolatio ad Liviam) , Sobre la pesca (Halieutica) , La Nuez, El Sueño.

No puedo sino aconsejar la lectura de esta inmensa producción que desde hace dos milenios viene interesando e influyendo en toda la cultura occidental. Influyó en autores latinos que le siguieron como Séneca, Lucano, Estacio… aunque pesó sobre él el juicio moral de sus obras eróticas y para los cristianos es el poeta pagano por excelencia. La Edad Media, ya desde época carolingia veneró a Ovidio, sobre todo las Metamorfosis y sus libros eróticos, hasta el punto de que al siglo XII se le llamó “Aetas Ovidiana”; en esta época los poetas lo consideran el gran maestro del amor al que imitar, como el Chrétien de Troyes de hacia 1160; pero también se sirven de Ovidio para manifestar el rechazo a la sexualidad, la reprobatio amoris, a partir de su Remedia amoris.

Resultó, pues, indispensable en la Edad Media y en el Renacimiento, si bien convenía no solo expurgarlo de algunos elementos sino incluso encontrar en él referencias bien claras a la religión cristiana,  y para ello se crea a principios del siglo XIV el famoso L’Ovide moralisé, adaptación cristianizada en francés de las Metamorfosis nada menos que en 72.000 versos octosílabos.

Boccaccio, Dante, Tasso, Cervantes, Lope de Vega, CalderónCamoens fueron atraídos por las obras de Ovidio, que no han dejado de seguir presentes hasta nuestros días.

Tal vez el propio poeta previó la importancia de su obra y su perenne influencia cuando nos dice al final de las Metamorfosis, en en libro XV,  871-879 :

Ya he dado fin a una obra que no podrán aniquilar ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni wl tiepo devorador. Que ese día  que no tiene derecho a otra cosa más que a mi cuerpo acabe cuando quiera con el transcurso de mi vida incierta ; pero en la mejor parte de mí yo viajaré inmortal por encima de los astros de las alturas, y mi nombre será indestructible, y por donde se extiende el poder de Roma sobre la tierra subyugada, la gente me leerá de viva voz, y gracias a la fama, si algo de verídico tienen los presentimientos de los poetas, viviré por todos los siglos. (Traducción de Antonio Ruiz de Elvira. Edit. Alma Mater. 1994)

Iamque opus exegi, quod nec Iovis ira nec ignis
nec poterit ferrum nec edax abolere vetustas.
Cum volet, illa dies, quae nil nisi corporis huius
ius habet, incerti spatium mihi finiat aevi :
parte tamen meliore mei super alta perennis
astra ferar, nomenque erit indelebile nosgtrum,
quaque patet domitis Romana potentia terris.
Ore legar populi perque omnia saecula fama,
siquid habent veri vatum presagia, vivam

La tristeza fue protagonista en sus escritos en el exilio

Por lo demás la tristeza y melancolía de sus escritos desde Tomis han inspirado a otros muchos autores que también han sufrido el exilio, como Cesare Pavese (1908-1950) con su Tierra de exilio (Terra d’esilio, 1936) desde su residencia de Brancaleone, en la Calabria a donde fue confinado por actividades antifascistas,   y Ossip Mandelstam (1891-1938), deportado por Stalin al Gulag, muerto en Vladivostock, que escribió precisamente una obra titulada precisamente “Tristia” en 1922.

Su autobiografía en la Elegía 10 del libro IV de los Tristia

La Elegía 10 del libro IV de los Tristia es una autobiografía que en poco más de 130 versos hace un recorrido desde su infancia a su vejez. Es, desde luego, la mejor fuente de datos para conocer la vida del poeta. Es esta una obra muy peculiar de Ovidio, en dísticos elegiacos (un hexámetro más un pentámetro), similar en su estructura a una pieza retórica, escrita desde el exilio, casi al final de su vida,  de la que no hay precedentes en la historia de la Literatura Latina.

En la primera parte hace una descripción de su familia : sus padres, su hermano, sus esposas, su hija, su hijastra, sus parientes, sus amigos literatos, su actividad políticoadministrativa o « cursus honorum » que pronto abandonó. Luego, hasta el final, se refiere una y otra vez al « error » cometido que le supuso el destierro y su estancia en Tomis.

El exceso de elementos retóricos, propio del estilo de Ovidio, que a veces le hacen un tanto oscuro, su monotonia y su tono general de poeta mundano preocupado tan solo por una vida cómoda y muelle, le han hecho acreedor con frecuencia de críticas negativas, como dije al principio de este artículo ; pero también tiene poemas de un profundo sentimiento y lirismo, como la Elegía tercera del libro I de las Tristes, que comentaré en un artículo posterior.

TRISTES, IV, 10

¡Entérate, posteridad, si quieres saber quién he sido yo, el famoso poeta cantor de tiernos amores que estás leyendo! Tengo por patria Sulmona, abundante en frescas aguas, que dista de Roma noventa millas. Aquí nací yo y, para que no dejes de saber cuándo, el año en que fatalmente cayeron ambos cónsules.

Si ello significa algo, tengo una larga ascendencia de antepasados de mi clase, no he Llegado a caballero por ningún don reciente de fortuna. Pero no he sido el primogénito:me engendraron cuando ya mi hermano había nacido, cosa que había sucedido doce meses antes. El mismo Lucero presidió el nacimiento de ambos: un mismo día había celebración, con dos tartas de aniversario. Es uno de los cinco días de las fiestas de Minerva armada: el primero de los que
suelen ensangrentarse con la lucha. Empezó nuestra educación aún niños y, por iniciativa de mi padre, asistimos en la ciudad a las clases de hombres distinguidos en las artes liberales. Mi hermano se inclinaba a la oratoria desde temprana edad: había nacido para las duras lides del foro parlanchero. En cambio a mí, ya desde niño, me gustaban los divinos sacrificios y la Musa me arrastraba furtivamente a sus tareas. Con frecuencia me decía mi padre: <<¿Por qué emprendes una afición inútil? Ni siquiera el mismo Homero dejó fortuna»

Aquellas razones me conmovían y, abandonando por completo el Helicón, intentaba escribir palabras carentes de ritmo. Por su propia iniciativa acudía el poema en patrones métricos y cuanto intentaba decir resultaba verso.

Entre tanto, una vez los años se fueron deslizando con paso quedo, mi hermano y yo tomamos la toga que nos iba a dar mayor libertad: la púrpura en ancha franja nos ciñó los hombros y persistió en nosotros igual inclinación que anteriormente.

Ya mi hermano había duplicado la decena de años cuando murió y empecé a echar en falta una parte de mí mismo.

Ejercí los primeros cargos políticos de juventud y un tiempo fui uno de los triunviros. Me faltaba el senado: yo dejé estrecha la dimensión de mi franja; aquello era una carga superior a mis fuerzas. No tuve ni un cuerpo endurecido ni un espíritu dispuesto a la competitividad. Yo era un desertor de la inquieta ambición y las hermanas Aonias me aconsejaban sus ocios retirados, que mi talante siempre amó. Trate a los poetas de aquella época y cultivé su amistad; y cualquiera de los que tenía ante mí me hacía pensar que estaban allí los dioses.

Con frecuencia Emilio Macer, algo mayor que yo, me leía de sus aves, de la serpiente dañina, de la hierba benéfica; con frecuencia solía Propercio recitarme sus fuegos, por derecho de amistad, en la que estábamos unidos. Póntico, que destacaba en la poesía épica, y Baso, en la yámbica, fueron miembros amables de mi círculo. Y también el armonioso Horacio cautivó nuestros oídos cuando recitaba sus refinados poemas acompañado de la lira Ausonia. A Virgilio tan sólo lo vi; y el destino avariento no concedió tiempo a mi amistad con Tibulo, que fue tu sucesor, Galo, como Propercio lo fue de Virgilio. Yo mismo he sido el cuarto del grupo, en orden cronológico. Y, al igual que yo honraba a los mayores, los más jóvenes lo hacían conmigo: no tardó en darse a conocer mi Talía.

Cuando empecé a leer en público mis poemas juveniles me había rasurado la barba tan sólo dos veces, o una sola quizá. Me había inspirado la que sería cantada por toda la Ciudad y que llamé con el nombre ficticio de Corinna. Desde luego he escrito mucho, pero aquello que he juzgado mediocre lo he entregado yo mismo al fuego para que lo corrija. Incluso en el momento de partir al destierro queme alguna cosa, que pudo haber gustado, sólo por enojo contra mi propia inclinación y mis poemas.

Mi corazón era tierno y no era precisamente inexpugnable ante los dardos de Cupido: lo movía la más liviana pasión. Con todo, aun estando aquí y pudiendo encenderme a la menor chispa, no corrió ningún chisme a cuenta de mi nombre.

Siendo casi un chiquillo me dieron una esposa que no fue ni adecuada ni útil y que estuvo poco tiempo casada conmigo. A ésta sucedió una mujer que, aunque irreprochable, no iba a ser la definitiva en mi lecho. La última, que permaneció conmigo hasta los años tardíos, soportó el ser la mujer de un desterrado.

Mi hija, en su primera juventud fecunda, me hizo abuelo dos veces, pero no con el mismo marido. Ya entonces mi padre había cerrado el ciclo de su vida, después de completar nueve lustros con otros nueve. No lloré ni más ni menos de lo que hubiera llorado él de haber desaparecido yo. Rendí pronto los últimos honores a mi madre. ¡Felices ambos y enterrados a tiempo, porque murieron antes de llegar al día de mi condena! ¡Feliz yo también, porque me llega la desgracia cuando ellos no están vivos y no han tenido que sufrir por mí.  Sin embargo, si algo queda dc los muertos aparte del nombre, y, si una sombra venturosa escapa de la pira; si os llegase mi fama, oh sombras paternas, y mis delitos se hallan ante los tribunales Estigios, sabed, os lo ruego,  – y no puedo engañaros a vosotros que se ha ordenado mi destierro por un error, no por un crimen.

Con ello basta a los Manes: vuelvo con vosotros, corazones que anheláis saber los hechos de mi vida. Despedidos mis mejores años, ya me habían llegado las canas y se habían mezclado con mi antiguo color de cabello; y, después de mi nacimiento coronado por ramas de olivo de Pisa, se había premiado diez veces al jinete vencedor cuando el enojo de un príncipe ofendido me ordenó marchar a Tomi, situada en la margen izquierda del mar Euxino. La causa de mi caída es ya demasiado conocida: no tengo que dar razón de ella con mis propias palabras. ¿Para qué recordar la iniquidad de unos amigos y a unos esclavos insidiosos? Mucho tuve que soportar, no más leve que el mismo destierro.

Mi espíritu se resistió a sucumbir frente a la desgracia y aguantó invencible, gracias a sus propios esfuerzos; y, olvidándome de mí mismo y de la vida de ocio que había llevado, armé a la ventura mi mano inexperta. Y, por tierra y por mar, he soportado tantos avatares como estrellas hay entre el nadir y el cenit. Por fin, tras dar muchos tumbos, alcancé las costas cercanas al pueblo de los arqueros Sármatas y de los Getas. En tal lugar yo, aun oyendo enderredor el estrépito cercano de las armas, aligero como puedo mis destinos por medio de la poesía; porque, aun no habiendo nadie que le preste oídos, sin embargo, así empleo y voy engañando el tiempo.

Así pues, si sigo viviendo y hago frente a penosos sufrimientos y no se adueña de mí la desidia de las nimiedades diarias, a ti te lo agradezco, Musa: pues tú me proporcionas tus consuelos, tú el alivio a mis temores, tú la medicina de mis males. Tú eres mi jefe y compañera, tú me sacas del Histro y me proporcionas un lugar en medio del Helicón; tú me has dado, cosa inusual en vida, un nombre famoso, lo cual suele otorgar la fama después de las exéquias. Ni siquiera la Envidia, que empequeñece cuanto tiene ante sí, ha mordido con su diente malévolo ninguna de mis obras. Pues, aun habiéndonos traído nuestra época grandes poetas, la fama no se ha puesto de mal talante con mi ingenio y, aunque yo pongo a muchos por encima de mí, no se me considera inferior a ellos y por todo el mundo soy muy leído.

Así pues, si algo hay de verdad en los vaticinios, cuando muera no seré totalmente tuyo, tierra.

Bien si he recibido esta fama por tu fervor o bien si la alcancé con mi calidad poética, intachable lector, en justicia te doy las gracias.”
(Traducción de José Ignacio Ciruelo, Edit.Bosch. 1979)

Tristia, IV, 10
Ille ego qui fuerim, tenerorum lusor amorum,
quem legis, ut noris, accipe posteritas.
Sulmo mihi patria est, gelidis uberrimus undis,
milia qui novies distat ab urbe decem.
editus hic ego sum, nec non, ut tempora noris,
cum cecidit fato consul uterque pari
si quid id est, usque a proavis  vetus ordinis heres
non modo fortunae munere factus eques,
nec stirps prima fui; genito sum fratre creatus,
qui tribus ante quater mensibus ortus erat.
Lucifer amborum natalibus affuit idem:
una celebrata est per duo liba dies;
haec est armiferae  festis de quinque Minervae,
quae fieri pugna prima cruenta solet.
protinus excolimur teneri curaque parentis
imus ad insignes urbis ab arte viros.
frater ad eloquium viridi tendebat ab aevo,
fortia verbosi natus ad arma fori,
at mihi iam puero caelestia sacra placebant,
inque suum furtim Musa trahebat opus.
saepe pater dixit ‘studium quid inutile temptas :
Maeonides nullas ipse reliquit opes.’
motus eram dictis, totoque Helicone relicto
scribere temptabam  verba soluta modis.
sponte sua carmen numeros veniebat ad aptos,
et quod temptabam scribere  versus erat.
interea tacito passu labentibus annis
liberior fratri sumpta mihique toga est,
induiturque umeris  cum lato purpura clavo,
et studium nobis, quod fuit ante, manet.
iamque decem vitae frater geminaverat annos,
cum perit, et coepi parte carere mei.
cepimus et tenerae primos aetatis honores,
eque  viris quondam pars tribus una fui.
curia restabat . clavi mensura coacta est,
maius erat nostris viribus illud onus.
nec patiens corpus, nec mens fuit apta labori,
sollicitaeque fugax ambitionis eram,
et petere Aoniae suadebant tuta sorores
otia, iudicio semper amata meo.
temporis illius colui fovique poëtas,
quotque aderant vates, rebar adesse deos.
saepe suas volucres legit mihi grandior aevo,
quaeque nocet  serpens, quae iuvat  herba. Macer.
saepe suos solitus recitare Propertius ignes,
iure sodalicii, quo  mihi iunctus erat.
Ponticus heroo, Bassus quoque clarus iambis
dulcia convictus membra fuere mei.
et tenuit nostras numerosus Horatius aures;
dum ferit Ausonia carmina culta lyra.
Vergilium vidi tantum : nec avara Tibullo
tempus amicitiae fata dedere meae.
successor fuit hic tibi, Galle, Propertius illi;
quartus ab his sene temporis ipse fui.
utque ego maiores, sic me coluere minores,
notaque non tarde facta Thalia mea est.
carmina cum primum populo iuvenalia legi,
barba resecta mihi bisve semelve fuit.
moverat ingenium totam cantata per urbem
nomine non vero dicta Corinna mihi.
multa quidem scripsi, sed, quae vitiosa putavi,
emendaturis ignibus ipse dedi.
tunc quoque, cum fugerem, quaedam placitura cremavi,
iratus studio carminibusque meis.
molle Cupidineis nec inexpugnabile telis
cor mihi, quodque levis causa moveret, erat.
cum tamen hic essem minimoque accenderer igni,
nomine sub nostro fabula nulla fuit.
paene mihi puero nec digna nec utilis uxor
est data, quae tempus per breve nupta fuit.
illi successit, quamvis sine crimine coniunx,
non tamen in nostro firma futura toro.
ultima, quae mecum seros permansit in annos;
sustinuit coniunx exulis esse viri.
filia me mea bis prima fecunda iuventa,
sed non ex uno coniuge, fecit avum.
et iam complerat genitor sua fata novemque
addiderat lustris altera lustra novem.
non aliter flevi, quam me fleturus ademptum
ille fuit. Matri  proxima busta tuli.
felices ambo tempestiveque sepulti,
ante diem poenae quod periere
meae! me quoque felicem, quod non viventibus illis
sum miser, et de me quod doluere nihil!
si tamen extinctis aliquid nisi nomina restat,
et gracilis structas effugit umbra rogos,
fama, parentales, si vos mea contigit, umbrae,
et sunt in Stygio crimina nostra foro,
scite, precor, causam (nec vos mihi fallere fas est)
errorem iussae, non scelus, esse fugae.
Manibus hoc satis est: ad vos, studiosa, revertor,
pectora, quae vitae quaeritis acta meae.
iam mihi canities pulsis melioribus annis
venerat, antiquas miscueratque comas,
postque meos ortus Pisaea vinctus oliva
abstulerat deciens praemia victor eques,
cum maris Euxini positos ad laeva Tomitas
quaerere me laesi principis ira iubet.
causa meae cunctis nimium quoque nota ruinae
indicio non est testificanda meo.
quid referam comitumque nefas famulosque nocentes?
Ipsa  multa tuli non leviora fuga.
indignata malis mens est succumbere seque
praestitit invictam viribus usa suis;
oblitusque mei ductaeque per otia vitae
insolita cepi temporis arma manu;
totque tuli terra casus pelagoque quot inter
occultum stellae conspicuumque polum.
tacta mihi tandem longis erroribus acto
iuncta pharetratis Sarmatis ora Getis.
hic ego, finitimis quamvis circumsoner armis,
tristia, quo possum, carmine fata levo.
quod quamvis nemo est, cuius referatur ad aures,
sic tamen absumo decipioque diem.
ergo quod vivo duosque laboribus obsto,
nec me sollicitae taedia lucis habent,
gratia. Musa, tibi: nam tu solacia praebes,
tu curae requies, tu medicina venis.
tu dux et comes es, tu nos abducis ab Histro,
in medioque mihi das Helicone locum;
tu mihi, quod rarum est, vivo sublime dedisti
nomen, ab exequiis quod dare fama solet,
nec, qui detractat praesentia, Livor iniquo
ullum de nostris dente momordit opus.
nam tulerint magnos cum saecula nostra poetas,
non fuit ingenio fama maligna meo,
cumque ego praeponam multos mihi, non minor illis
dicor et in toto plurimus orbe legor.
si quid habent igitur vatum praesagia veri,
protinus ut moriar, non ero, terra, tuus.
sive favore tuli, sive hanc ego carmine famam,
iure tibi grates, candide lector, ago.

Ovidio, autobiografía

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