El día 21 de marzo de cada año se celebra el Día mundial de la poesía”. Es un día para cantar las excelencias del quehacer poético. En este blog son numerosas las ocasiones en que de poesía he hablado.

Recordaré tan sólo un par de ártículos:http://www.antiquitatem.com/poesia-don-del-cielo-carmen-vate-ovidio

http://www.antiquitatem.com/aut-insanit-homo-aut-versus-facit-horaci

Pues bien, este año 2017 se conmemora el bimilenario de la muerte del poeta latino Ovidio en su destierro de Tomis, en las costas del Ponto Euxino, luego el Mar Negro. Allí fue expulsado por un severo emperador Augusto, disgustado con el poeta.

Como detalle curioso diré también que Ovidio había nacido un 20 de marzo del año 43 a.C., el año anterior al asesinato de Julio César, la víspera del día que mucho después, en 1999, fijo la UNESCO para celebrar a los poetas del mundo y su capacidad creativa.

Una y otra vez nos dice Ovidio en sus poemas, que escribió en el destierro, en sus Tristezas (Tristia) y Cartas desde el Ponto (Ponticas o Ex Ponto), que una de las causas de su condena fue haber escrito un librito de poesías eróticas, su célebre Arte de Amar (Ars Amandi). La otra causa, sin duda más grave, fue cierta indiscreción o visión de algo prohibido que no aclara.

En aquel destierro entre pueblos bárbaros semisalvajes en donde carece de todas las comodidades de su vida de Roma, sólo le queda el consuelo de la poesía, como él mismo confiesa. Así que si la poesía fue la causa de su ruina, también fue su consuelo en los momentos difíciles. Como dice el refrán popular: “quien canta sus males espanta”, recogido también por Cervantes en su Quijote, I, 22.

El cual era un mozo de hasta edad de veinte y cuatro años, y dijo que era natural de Piedrahíta. Lo mesmo preguntó don Quijote al segundo, el cual no respondió palabra, según iba de triste y malencónico; mas respondió por él el primero, y dijo:
–éste, señor, va por canario; digo, por músico y cantor.
–Sí, señor –respondió el galeote–, que no hay peor cosa que cantar en el ansia.
–Antes, he yo oído decir –dijo don Quijote– que quien canta sus males espanta.
–Acá es al revés –dijo el galeote–, que quien canta una vez llora toda la vida.
–No lo entiendo –dijo don Quijote.
Mas una de las guardas le dijo:
–Señor caballero, cantar en el ansia se dice, entre esta gente non santa, confesar en el tormento.

Esta idea la reitera Ovidio una y otra vez en sus poemas, pero tiene uno especialmente centrado en esta cuestión, la elegía primera del libro IV de sus Tristia o Tristezas.

Como gran parte de la poesía de Ovidio, resulta un tanto retórica, plagada además de referencias a la mitología grecolatina, que puede hacer su lectura un tanto difícil y pesada para los tiempos modernos. Pero me parece una buena manera de conmemorar este año 2017 el Día Mundial de la poesía celebrando también el “bimilenario” de la muerte de Ovidio.

Transcribo, pues, íntegra la elegía Tristia, IV, 1 que titulan las ediciones “El poeta entre los getas” (pueblo semibárbaro del Ponto Euxino), con las suficientes notas para aclarar el sentido aun a riesgo de destrozar el poema; todo ello según la traducción de José González Vázquez para Editorial Gredos, 2001.:

EL POETA ENTRE LOS GETAS

Si algunas imperfecciones hubiera, como las habrá, en mis libritos, excúsalas, lector, en atención a sus circunstancias. Estaba exiliado y busqué el descanso, no la fama, a fin de que mi mente no estuviese tan absorta en sus desgracias. Esta es la razón por la que también canta el condenado a cavar sujeto con grillos, cuando suaviza con una rústica melodía su penoso trabajo. Canta también, apoyándose en la limosa arena y con el cuerpo inclinado hacia adelante, aquel que arrastra contra corriente la lenta balsa; y aquel que lleva y trae al pecho los flexibles remos, a la vez que los demás remeros, bate el agua con el impulso rítmico de sus brazos. Cuando el pastor fatigado se apoya sobre el bastón o se sienta sobre la roca, deleita a sus ovejas con el canto de la flauta. El quehacer de la esclava que canta a la vez que hila la tarea encomendada, se engaña y olvida. Se dice que, entristecido Aquiles al serle arrebatada la joven de Lirneso, alivió sus cuitas con la lira hemonia(1).  Orfeo, mientras atraía con su canto a las selvas y las duras rocas, estaba afligido por haber perdido dos veces a su esposa(2). 

También a mí, que voy a los lugares del Ponto que se me han impuesto, me consuela la Musa: ella es la única compañera de destierro que me ha quedado; es la única que no teme las emboscadas, ni la espada del soldado síntico(3) , ni el mar, ni los vientos, ni la barbarie. Sabe también, en el momento en que se produjo mi ruina, qué error me engañó y que en mi actuación hubo culpa pero no delito; seguramente por esto mismo hoy me es favorable, porque en otro tiempo me fue nociva, cuando fue acusada conmigo de un delito común.

Verdaderamente querría, ya que habrían de perjudicarme, no haber puesto mis manos en los misterios de las Piérides(4).  Pero ahora, ¿qué puedo hacer? La fuerza misma de su culto me posee y, como un loco, amo la poesía que me ha herido. Así el desconocido loto, saboreado por el paladar duliquio, fue con su sabor al mismo tiempo agradable y nocivo(5). El amante casi siempre siente lo que le hace daño y, sin embargo, se apega a ello y persigue el objeto de su falta. A mí también mis libritos, aunque me han hecho daño, me deleitan, y amo el arma que me causó las heridas. Acaso esta afición puede parecer locura, pero esta locura tiene una cierta utilidad: evita que mi mente esté siempre ocupada en la contemplación de sus desgracias y le hace olvidar su suerte actual. Y así como la bacante herida no siente su dolor, mientras se halla delirante tras haber prorrumpido en alaridos con ritmos ideos(6), del mismo modo cuando mi pecho arde, excitado por el verde tirso, mi espíritu se halla muy por encima de las desgracias humanas. No siente éste ni el exilio, ni las costas del Ponto escítico, ni la cólera de los dioses; y como si bebiera copas de la soporífera Lete(7), así se aleja de mí el sentido de la adversidad. Con justicia venero, pues, a las diosas que alivian mis males, que han venido solicitas desde el Helicón(8) como compañeras de mi destierro, y que se han dignado, en parte por mar y en parte por tierra, seguir mis huellas en nave o a pie. Ruego que éstas, al menos, me sean propicias, ya que la restante muchedumbre de los dioses está de parte del gran César, y me colman de tantas desgracias como arenas tiene la playa, peces el mar y huevos el pez.

Antes podrías contar las flores en primavera, las espigas en verano, los frutos en otoño y los copos de nieve en invierno9, que los males que yo sufro zarandeado por el mundo entero, mientras me dirijo, ¡desdichado de mí!, a los siniestros litorales del Ponto Euxino. Ni se vaya a pensar que, desde que llegué, se ha hecho más llevadera mi mala fortuna: también hasta aquí ha seguido el destino mi camino; aquí también conozco los hilos de mi natalicio, hilos hechos para mí de negro vellón. Y sin referirme a los riesgos y peligros que corre mi vida, reales en verdad, pero más difíciles de creer, ¡que desgracia es vivir entre los besos y los getas(10) para aquel que siempre estuvo en boca del pueblo! ¡Qué desgracia es proteger su vida con una puerta y una muralla y apenas hallarse defendido por las fuerzas del lugar!

Joven hui  de los duros combates de la milicia y no he manejado armas con mi mano sino para jugar; ahora, ya anciano, tengo la espada en el costado, el escudo en la mano izquierda y el yelmo sobre mis blancos cabellos. Pues tan pronto como el centinela da la señal de alarma desde lo alto de su atalaya, tomamos inmediatamente las armas con mano temblorosa. El enemigo, armado con arcos y flechas envenenadas, ronda las murallas con ademán terrible sobre su jadeante caballo; y así como el lobo raptor lleva arrastrando por sembrados y bosques a la oveja que no se refugió en el redil, de la misma manera el bárbaro enemigo captura a aquel que encuentra en el campo por no haberse puesto aún al abrigo de las puertas: o es llevado prisionero encadenado por el cuello, o muere de una flecha envenenada.

Aquí es donde yo, nuevo habitante de este inquieto lugar de residencia, me escondo: ¡ay, curso demasiado lento de mi destino! Y, sin embargo, la Musa, que me visita en medio de tantas desgracias, me ayuda a volver a los versos y a su antiguo culto. Pero ni hay nadie a quien recite mis poemas ni quien entienda con sus oídos palabras latinas. Yo mismo (pues ¿qué otra cosa puedo hacer?) escribo y leo para mí, y mis escritos están a salvo de la crítica. Sin embargo, me dije a menudo: «¿Para quién trabaja ahora este afán? ¿Es que van a leer mis escritos los sármatas o los getas?›› Muchas veces lloré también al escribir y las letras se humedecieron con mi llanto; mi corazón siente sus antiguas heridas como nuevas y sobre mi seno resbala una lluvia de afligidas lágrimas. Cuando por mi cambio de suerte recuerdo quién soy y quién fui y pienso a dónde y de dónde me ha llevado el azar, con frecuencia mi mano, arrebata por la locura y airada con sus aficiones y consigo misma, echó mis poemas al fuego con la intención de quemarlos. Y así, puesto que de los muchos versos que había no quedan más que unos pocos, cuando leas éstos, quienquiera que seas, hazlo con benevolencia. Tú también, Roma, prohibida para mí, admite como bueno este poema, que no es mejor de lo que lo son las circunstancias en que vivo. (Traducción de José González Vázquez para Editorial Gredos, 2001).:

Notas:
1.  Briseida era hija de Brises, sacerdote de la ciudad de Lirneso. Esclava y botín de Aquiles, le fue arrebatada por Agamenón; Aquiles, enfadado, abandonó la lucha ante el sitio de Troya. Se llama “hemonia” a la lira porque Hemonia era una provincia de Tracia y fue el regalo de Hermes al tracio Orfeo.

2. Orfeo es el músico y cantor por excelencia, que con su lira y cítara atraía a las fieras y las plantas y rocas se inclinaban a su paso. Bajó a los infiernos en busca de su amada Eurídice, muerta por la picadura de una serpiente cuando huía del acoso de Aristeo. Hades y  Perséfone acceden a entregarle su esposa con la condición de que Orfeo vaya delante en su salida del infierno y no vuelva la vista para verla hasta la llegada a la tierra; pero Orfeo duda de si su esposa le sigue y se vuelve para verla. En ese momento Eurídice muere de nuevo, vuelve al Infierno y Orfeo ya no puede recuperarla.

3. Los “sintos” son unos habitantes de Macedonia y por extensión designa también a los tracios.

4. Las Musas.

5. Alusión al episodio de la Odisea IX, 82 y ss. en que Ulises u Odiseo y sus compañeros se detienen en el país de los lotófagos, o comedores de loto, planta que hace olvidar. Duiliquio era una isla vecina a Itaca y por eso se le llama así a Ulises y sus compañeros.

6. Por la relación del monte frigio Ida con los ritos del culto a Cibeles.

7. El Lete o Leteo (de donde deriva “letal”) es un río de los Infiernos, cuyas aguas hacían olvidar a los muertos su vida anterior.

8. Es el monte sagrado en el que viven las Musas.

9. Son ejemplos de “adynata” o hechos imposibles (del griego…bbbbbb). Son recursos retóricos a los que tan aficionado es el poeta.

10. Dos de los pueblos bárbaros del Ponto.

Tristia, IV 1

Siqua meis fuerint, ut erunt, vitiosa libellis,
excusata suo tempore, lector, habe.
exul eram, requiesque mihi, non fama petita est,
mens intenta suis ne foret usque malis.
hoc est cur cantet vinctus quoque compede fossor,
indocili numero cum grave mollit opus.
cantat et innitens limosae pronus harenae,
adverso tardam qui trahit amne ratem;
quique refert pariter lentos ad pectora remos,
in numerum pulsa brachia pulsat aqua.
fessus ubi incubuit baculo saxove resedit
pastor, harundineo carmine mulcet oves.
cantantis pariter, pariter data pensa trahentis,
fallitur ancillae decipiturque labor.
fertur et abducta Lyrneside tristis Achilles
Haemonia curas attenuasse lyra.
cum traheret silvas Orpheus et dura canendo
saxa, bis amissa coniuge maestus erat.
me quoque Musa levat Ponti loca iussa petentem.
sola comes nostrae perstitit illa fugae;
sola nec insidias, Sinti nec 2 militis ensem,
nec mare nec ventos barbariamque timet.
scit quoque, cum perii, quis me deceperit error,
et culpam in facto, non scelus, esse meo,
scilicet hoc ipso nunc aequa, quod obfuit ante,
cum mecum iuncti criminis acta rea est.
non equidem vellem, quoniam nocitura fuerunt,
Pieridum sacris inposuisse manum,
sed nunc quid faciam? vis me tenet ipsa sacrorum,
et carmen demens carmine laesus amo.
sic nova Dulichio lotos gustata palato
illo, quo nocuit, grata sapore fuit.
sentit amans sua damna fere, tamen haeret in illis,
materiam culpae persequiturque suae.
nos quoque delectant, quamvis nocuere, libelli,
quodque mihi telum vulnera fecit, amo.
forsitan hoc studium possit furor esse videri,
sed quiddam furor hic utilitatis habet,
semper in obtutu mentem vetat esse malorum,
praesentis casus inmemoremque facit,
utque suum Bacche non sentit saucia vulnus,
dum stupet Idaeis exululata modis,
sic ubi mota calent viridi mea pectora thyrso,
altior humano spiritus ille malo est.
ille nec exilium, Scythici nec litora ponti,
ille nec iratos sentit habere deos.
utque soporiferae biberem si pocula Lethes,
temporis adversi sic mihi sensus abest. 
iure deas igitur veneror mala nostra levantes,
50sollicitae  comites ex Helicone fugae,
et partim pelago partim vestigia terra
vel rate dignatas vel pede nostra sequi,
sint, precor, haec saltem faciles mihi! namque deorum
cetera cum magno Caesare turba facit,
meque tot adversis cumulant, quot litus harenas,
quotque fretum pisces, ovaque piscis habet,
vere prius flores, aestu numerabis aristas,
poma per autumnum frigoribusque nives,
quam mala, quae toto patior iactatus in orbe,
dum miser Euxini litora laeva peto.
nec tamen, ut veni, levior fortuna malorum est :
huc quoque sunt nostras fata secuta vias.
hic quoque cognosco natalis stamina nostri,
stamina de nigro vellere facta mihi.
utque neque insidias capitisque pericula narrem,
vera quidem, veri  sed graviora fide,
vivere quam miserum est inter Bessosque Getasque
illum, qui populi semper in ore ruit .
quam miserum est, porta vitam muroque tueri,
vixque sui tutum viribus esse loci!
aspera militiae iuvenis certamina fugi,
nec nisi lusura movimus arma manu;
nunc senior gladioque latus scutoque sinistram,
canitiem galeae subicioque meam.
nam dedit e specula custos ubi signa tumultus,
induimus trepida protinus arma manu.
hostis, habens arcus imbutaque tela venenis, 
saevus anhelanti moenia lustrat equo,
utque rapax pecudem, quae se non texit ovili,
per sata, per silvas fertque trahitque lupus,
sic, siquem nondum portarum saepe  receptum
barbarus in campis repperit hostis, habet:
aut sequitur captus coniectaque vincula collo
accipit, aut telo virus habente perit.
hic ego sollicitae lateo novus incola sedis .
heu nimium fati tempora longa  mei!
et tamen ad numeros antiquaque sacra reverti
sustinet in tantis hospita Musa malis,
sed neque cui recitem quisquam est mea carmina, nec qui
auribus accipiat verba Latina suis.
ipse mihi—quid enim faciam?—scriboque legoque,
tutaque iudicio littera nostra suo est.
saepe tamen dixi cui nunc haec cura laborat?
an mea Sauromatae scripta Getaeque legent?
saepe etiam lacrimae me sunt scribente profusae,
umidaque est fletu littera facta meo,
corque vetusta meum, tamquam nova, vulnera novit,
inque sinum maestae labitur imber aquae,
cum vice mutata, qui sim fuerimque, recordor,
et, tulerit quo me casus et unde, subit,
saepe manus demens, studiis irata sibique,
misit in arsuros carmina nostra focos,
atque ita 10 de multis quoniam non multa supersunt,
cum venia facito, quisquis es, ista legas.
tu quoque non melius, quam sunt mea tempora, carmen,
interdicta mihi, consule. Roma, boni.

La poesía es medicina del alma.( Ovidio I)

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