Son muy numerosos los textos clásicos en los que se exalta el patriotismo de los ciudadanos, tanto en Grecia, en donde se sentían muy superiores al resto del mundo, al que llaman “bárbaro” porque no hablan griego sino que balbucean, como en Roma, en donde se sabían también los dominadores del mundo.

Son muy numerosas las máximas, sentencias, frases que condensan en pocas palabras ese amor a la patria o exaltan los heroicos servicios prestados por ciudadanos ejemplares.

Citaré y comentaré algunas de estas máximas que exaltan el patriotismo.

Cicerón, en la primera de sus famosas Catilinarias, discursos en contra de Catilina, que había intentado dar un golpe de estado y provocar una revolución, (una conjuración), pronuncia la frase en la que se presenta la patria como una “madre”, tópico y lugar común sempiterno que juega con los sentimientos más profundos de los hombres, que siempre son hijos de una madre:

La patria es la madre común de todos

Patria est communis omnium parens

Pero será mejor leer el  párrafo entero que contextualice la frase, en el que Cicerón  invita a Catilina a que abandone la ciudad, lo que supondría una confesión de culpabilidad por su parte del intento de subvertir el orden republicano y de atentar contra su propia madre. 

Cicerón,Catilinarias,1,7,17:

Si tus padres te temieran y aborrecieran y por ningún medio pudieras aplacarlos, supongo que te retirarías a algún sitio, lejos de su vista;  pues bien, ahora la patria, madre común de todos nosotros, te aborrece y te teme y ya hace tiempo que no aguarda de ti sino intentos parricidas; ¿no respetarás su autoridad, ni te someterás a su juicio, ni temerás su poder? Ella trata contigo, Catilina, y aunque callada, te habla así en cierto modo:…

si te parentes timerent atque odissent tui neque eos ratione ulla placare posses, ut opinor, ab eorum oculis aliquo concederes. nunc te patria, quae communis est parens omnium nostrum, odit ac metuit et iam diu nihil te iudicat nisi de parricidio suo cogitare: huius tu neque auctoritatem verebere nec iudicium sequere nec vim pertimesces? quae tecum, Catilina, sic agit et quodam modo tacita loquitur:

Sigue el texto de Cicerón en el que  la patria, personificada como una madre preocupada, habla con su cruel hijo Catilina. Invito al lector a que lea este famoso discurso que comienza con las palabras mil veces citadas y con las que muchos alumnos percibieron por primera vez la fuerza de la oratoria:

¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?

Quo usque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?

En otra obra suya el mismo Cicerón presenta el amor a la patria como la conjunción de todos los amores que un buen ciudadano tiene:

Cicerón, Tratado de los deberes, De officiis, 1,17,57)

Queridos son los padres, queridos los hijos, los parientes, los amigos; pero el amor a la patria contiene todos estos amores.

Cari sunt parentes, cari liberi, pripinqui, familiares; sed omnes ómnium caritates patria una complexa est.

Así que la patria debe estar por encima de todo, incluso de los hijos, según dice Séneca en su tragedia Las Troyanas,332: 

Un rey debe anteponer la patria a sus hijos,

Praeferre patriam liberis regem decet:

También conviene leer el texto de Cicerón, ahora de cierta extensión, porque nos ilustra suficientemente sobre el concepto de “patria” de un nacionalista romano:

De officiis, 1,17 (53-58)

La sociedad humana ofrece diversos grados. Después de esta primera, que es la más extensa, hay la sociedad de todos aquellos que pertenecen a una misma nación y hablan una misma lengua, lo cual constituye un vínculo que liga muy estrechamente a los hombres, y una sociedad todavía más íntima y apretada es aquella que une a los habitantes de una misma ciudad. Muchas cosas son comunes a los ciudadanos: foro, templos, pórticos, calles, leyes, derechos, tribunales, sufragios, relaciones familiares, amistades, negocios, intereses. Y todavía es más estrecho el ligamen que une a los miembros de una misma familia. Así, pues, la sociedad humana, de su forma universal e inmensa, pasa por gradación a constituir un círculo muy restringido y limitado.

Como la naturaleza ha dado a todos los animales el deseo de reproducirse, la sociedad primigenia es el matrimonio; los hijos estrechan aún más la unión matrimonial, y la relación con ellos constituye una segunda sociedad y también la unidad de la casa, donde todas las cosas son comunes a quienes la habitan. Es éste el primer principio de la sociedad y como el semillero de la república. Sigue la unión entre hermanos, entre primos hermanos y primos segundos, y cuando una sola casa no es suficientemente capaz para contener a todos ellos, éstos se disgregan formando nuevas casas, a modo de colonias. Siguen luego los matrimonios y las afinidades que aumentan el número de los parientes. En la propagación fecunda de la prole radica el origen de los Estados. La comunidad de sangre crea benevolencia y amor entre los hombres y es cosa admirable sentirse unidos por la comunidad de antepasados, por el cumplimiento de los mismos ritos sagrados, por la tenencia de sepulcros comunes.

Pero de todas las formas de sociedad la más noble y sólida es la que se crea cuando hombres virtuosos y dotados de caracteres afines, se unen entre sí con profunda y sincera amistad. En efecto, esa honestidad de la que tanto hablamos posee la extraña virtud de que, si la advertimos en otros, nos hace amigos de aquellos en quienes mora. Y si es verdad que toda virtud nos atrae y nos hace amar a las personas en quienes creemos que reside, no lo es menos que la justicia y la liberalidad producen este efecto aún más interesante.

Nada más idóneo para despertar este afecto y estrechar los corazones que la semejanza de costumbres en las personas de bien. De dos hombres que tienen los mismos gustos, las mismas inclinaciones, cada uno de ellos ama al otro como a sí mismo, y ocurre entonces lo que exige Pitágoras, como característica esencial de la verdadera amistad, a saber, que dos almas se fundan en una sola. Del recíproco cambio de buenos oficios también nace una unión íntima entre benefactores y beneficiados, siempre que haya correspondencia y gratitud.

Pero cuando se ha recorrido con el pensamiento los grados  todos de las sociedades  humanas y las relaciones que entrañan, ninguno tan importante como la que vincula a cada uno de nosotros con la república. Sentimos amor por nuestros padres, nuestros hijos, nuestros parientes, pero sólo la patria compendia todos estos amores, y ¿qué hombre de bien dudaría en morir por ella si supiese que con su muerte había de servirla? Y esto es precisamente lo que hace tan execrable la barbarie de aquellos hombres que, con toda suerte de atentados, han desgarrado el seno de la patria y han trabajado por destruirla y aniquilarla.

Si se quiere hacer una labor de comparación para determinar a quién debemos mayor obsequio y con quién estamos más obligados, es preciso situar en puesto preferente la patria y los padres, por los beneficios que les debemos; luego los hijos y toda la familia, los cuales tienen su mirada puesta en nosotros y nos estiman como su único amparo; después los parientes que están en buenas relaciones con nosotros y con los que tenemos suerte y destino comunes. Por esta razón, debemos principalmente a las personas enumeradas las ayudas necesarias para el sostén de la vida; pero la vida íntima, los consejos, los coloquios, las exhortaciones y consuelos e, incluso, en ocasiones, los reproches, tienen su máximo empleo y valor en la amistad, tanto más entrañable cuanto más fundada en la conformidad de caracteres. (Traducción de José Santa Cruz Teijeiro. Editora Nacional.1975)

[53] 17. Gradus autem plures sunt societatis hominum. Ut enim ab illa infinita discedatur, propior est eiusdem gentis, nationis, linguae, qua maxime homines coniunguntur; interius etiam est eiusdem esse civitatis; multa enim sunt civibus inter se communia, forum, fana, porticus, viae, leges, iura: iudicia, suffragia, consuetudines praeterea et familiaritates multisque cum multis res rationesque contractae.
Artior vero colligatio est societatis propinquorum; ab illa enim immensa societate humani generis in exiguum angustumque concluditur.

[54] Nam cum sit hoc natura commune animantium, ut habeant libidinem procreandi, prima societas in ipso coniugio est, proxima in liberis, deinde una domus, communia omnia; id autem est principium urbis et quasi seminarium rei publicae. Sequuntur fratrum coniunctiones, post consobrinorum sobrinorumque, qui cum una domo iam capi non possint, in alias domos tamquam in colonias exeunt. Sequuntur conubia et affinitates, ex quibus etiam plures propinqui; quae propagatio et suboles origo est rerum publicarum. Sanguinis autem coniunctio et benivolentia devincit homines et caritate;
[55] magnum est enim eadem habere monumenta maiorum, eisdem uti sacris, sepulcra habere communia.

Sed omnium societatum nulla praestantior est, nulla firmior, quam cum viri boni moribus similes sunt familiaritate coniuncti; illud enim honestum quod saepe dicimus, etiam si in alio cernimus, tamen nos movet atque illi, in quo id inesse videtur, amicos facit.

[56] Et quamquam omnis virtus nos ad se allicit facitque, ut eos diligamus, in quibus ipsa inesse videatur, tamen iustitia et liberalitas id maxime efficit. Nihil autem est amabilius nec copulatius quam morum similitudo bonorum; in quibus enim eadem studia sunt, eaedem voluntates, in iis fit ut aeque quisque altero delectetur ac se ipso, efficiturque id, quod Pythagoras vult in amicitia, ut unus fiat ex pluribus.

Magna etiam illa communitas est, quae conficitur ex beneficiis ultro et citro datis acceptis, quae et mutua et grata dum sunt, inter quos ea sunt, firma devinciuntur societate.

[57] Sed cum omnia ratione animoque lustraris, omnium societatum nulla est gravior, nulla carior quam ea, quae cum re publica est uni cuique nostrum. Cari sunt parentes, cari liberi, propinqui, familiars, sed omnes omnium caritates patria una complexa est, pro qua quis bonus dubitet mortem oppetere, si ei sit profuturus? Quo est detestabilior istorum immanitas, qui lacerarunt omni scelere patriam et in ea funditus delenda occupati et sunt et fuerunt.

[58] Sed si contentio quaedam et comparatio fiat, quibus plurimum tribuendum sit officii, principes sint patria et parentes, quorum beneficiis maximis obligati sumus,proximi liberi totaque domus, quae spectat in nos solos neque aliud ullum potest habere perfugium, deinceps bene convenientes propinqui, quibuscum communis etiam fortuna plerumque est.

Quam ob rem necessaria praesidia vitae debentur iis maxime, quos ante dixi, vita autem victusque communis, consilia, sermones, cohortationes, consolationes, interdum etiam obiurgationes in amicitiis vigent maxime, estque ea iucundissima amicitia, quam similitudo morum coniugavit.

Todo  el texto anterior lo sintetiza el propio Cicerón en dos palabras que expresan dos sentimientos a los que normalmente recurren todos los nacionalismos en su De natura deorum 3,40, (94):

Por la religión y la patria. (Por los altares y por los hogares),

Pro aris et focis.

Nos dice el párrafo completo, al final ya de la obra de Cicerón:

……
Y tras decir esto, finalizó Cota. Lucilio, por su parte dijo: “Tú, Cota, te has lanzado, y con gran vehemencia, contra ese razonamiento de los estoicos acerca de la providencia de los dioses, razonamiento que ellos establecieron muy devota y sabiamente.  Pero ya que cae el véspero, nos concederás algún otro día para que podamos hacer frente a todo ello. Y es que tengo pendiente contigo una disputa en relación con los altares y los hogares, con los templos y los santuarios de los dioses, y en relación con los muros de la ciudad, los cuales, según decís vosotros, los pontífices, son sagrados, de modo que rodeáis la ciudad más cuidadosamente por medio de la religión que con las propias murallas. Sería para mí un delito dejar al margen estas cosas, al menos en tanto me quede el aliento. (Traducción de Angel Escobar. Editorial Gredos.1999)

[94] Quae cum dixisset, Cotta finem. Lucilius autem “Vehementius” inquit “Cotta tu quidem invectus es in eam Stoicorum rationem quae de providentia deorum ab illis sanctissume et prudentissume constituta est. sed quoniam advesperascit, dabis nobis diem aliquem ut contra ista dicamus. est enim mihi tecum pro aris et focis certamen et pro deorum templis atque delubris proque urbis muris, quos vos pontifices sanctos esse dicitis diligentiusque urbem religione quam ipsis moenibus cingitis; quae deseri a me, dum quidem spirare potero, nefas iudico.”

Los  textos anteriores de Cicerón no son  resultado de un pensamiento innovador, sino fruto de la observación y aplicación del sentido común elemental. Esta es sin duda una de las razones por las que los antiguos nos son tan cercanos o próximos. O bien ellos han modelado en parte nuestra forma de pensar y nuestra identidad o es que las cosas eran y son tal como ellos las presentan muy acordes con el sentido común o común sentir de los hombres.

En el fragmento leído queda de manifiesto que ese sentido de la identidad es el que lleva a    afirmar  “quiero a mi patria no porque es grande sino porque es mía”,  lo que explica muchos de los comportamientos sociales y políticos de los hombres, en los que no es la razón la que se impone sino el sentido de identidad con el grupo.

La idea la expresó magistralmente Séneca. En un contexto en el que habla del valor de la virtud por sí misma, independientemente de la acción en la que consista, dice  en Epistolas, 66,26:

Ulises se apresura hacia el peñasco de su querida Itaca con el mismo ímpetu que Agamenón a los nobles muros de Micenas. Nadie ama a su patria porque es grande, sino porque es suya.

Vlixes ad Ithacae suae saxa sic properat, quemadmodum Agamemnon ad Mycenarum nobiles muros. Nemo enim patriam quia magna est amat, sed quia sua

En la larga cita anterior de Cicerón se exaltaba incluso la muerte en beneficio de la patria. Pero sin duda la máxima más citada y conocida al respecto es la famosa de Horacio en Odas, 3,2,13:

Es dulce y honroso morir por la patria.

Dulce et decorum est pro patria mori

Como quiera que esta Oda , que canta y exalta la virtud, el valor  o condición del auténtico hombre, vir, (eso es lo que significa la palabra virtud, virtus), no es excesivamente larga, aun a riesgo de cansar a algún lector menos interesado, la reproduciré íntegra en latín y en la traducción que Javier Roca hizo para la Editorial Lumen en el año 1975:

La estrecha pobreza
aprenda a soportar el muchacho
por la ruda milicia endurecido:
jinete de lanza terrible,
persiga a los partos feroces;
y viva al aire libre, entre alarmas.
Y al verle desde el muro enemigo
la esposa del déspota guerrero
y su hija crecida suspiren:
no vaya el real prometido,
inexperto en cuestiones de guerra,
a provocar al hirsuto león,
al que un rabia sangrienta
arrastra entre matanzas

Es dulce y hermoso morir por la patria.
La muerte persigue al que huye; no perdona
rodillas ni espalda cobarde
de una juventud sin coraje.
Valor desconoce la vergüenza
de la derrota, se ilumina
con honores sin mácula; no toma
ni depone las hachas según sopla el viento
de la ciudad.
El valor abre el cielo
al que no merecía la muerte;
se abre un camino
donde no lo hay y desprecia en su vuelo
asambleas del vulgo y la húmeda tierra.
Hay un premio que el silencio custodia
para el fiel. ¡No! Prohibo
que quien haya revelado los misterios
sagrados de Ceres, se acoja
bajo mi techo o que zarpe conmigo
en una barca frágil. Muchas veces
Júpiter ofendido unió al inocente
con el pecador. Casi nunca
la Pena renqueante olvidó al criminal,
por más que éste tomara la delantera.

Angustam amice pauperiem pati
robustus acri militia puer
condiscat et Parthos ferocis
vexet eques metuendus hasta
vitamque sub divo et trepidis agat
in rebus. illum ex moenibus hosticis
matrona bellantis tyranni
prospiciens et adulta virgo
suspiret “eheu, ne rudis agminum
sponsus lacessat regius asperum
tactu leonem, quem cruenta
per medias rapit ira caedes.”
dulce et decorum est pro patria mori:
mors et fugacem persequitur virum
nec parcit inbellis iuventae
poplitibus timidoque tergo.
Virtus, repulsae nescia sordidae,
intaminatis fulget honoribus
nec sumit aut ponit securis
arbitrio popularis aurae.
Virtus, recludens inmeritis mori
caelum, negata temptat iter via
coetusque volgaris et udam
spernit humum fugiente penna.
est et fideli tuta silentio
merces: vetabo, qui Cereris sacrum
volgarit arcanae, sub isdem
sit trabibus fragilemque mecum
solvat phaselon; saepe Diespiter
neglectus incesto addidit integrum,
raro antecedentem scelestum
deseruit pede Poena claudo.

Y el propio Cicerón otra vez, en una de las Filípicas o discursos que pronunció contra el triunviro Marco Antonio y que llamó “Filípicas” en un intento de evidente parangón con los discursos que Demóstenes pronunció contra Filipo de Macedonia, el padre de Alejandro, que se apoderó de Grecia.

(Nota: muy caros le costaron a Cicerón estos discursos, pero eso es asunto para otra ocasión).

Pues bien en Filipicas, 14,11, 31 dice Cicerón:

Oh feliz muerte la de aquel que paga su deuda a la naturaleza en defensa de la patria.

O forunata mors, quae natura debita, pro patria est potissimum reddita!

La deuda con la naturaleza, que nos da la vida, es naturalmente la muerte, deuda que hasta el día de hoy nadie ha dejado de pagar.

Ofreceré también un amplio texto, que nos ayuda a entender tal vez la mística guerrera y patriota de este discurso habido en el Senado el 21 de abril del año 43 a.C., en el que Cicerón se opone a levantar el “estado de excepción”  y reclama honores para los generales y legionarios que luchan contra Marco Antonio, enemigo de la República; la retórica de estas ocasiones sigue siendo hoy en día muy similar, como apreciará el atento lector:

Cicerón, Filípica, XIV, 11 (31) y ss.

¡Ojalá me vengan a la cabeza muchos modos de honrar a estos. Dos ciertamente no pasaré por alto, que principalmente se me ocurren. Uno de ellos se refiere a la gloria sempiterna de estos valerosísimos ciudadanos; el otro a  mitigar la tristeza y luto de sus familias.

Así pues me gustaría, padres conscriptos, que se construya el mayor  de los monumentos a los soldados de la legión de Marte y a los que cayeron luchando juntamente con ellos. Grandes e increíbles son los merecimientos de esta legión para con la República. Ella fue la primera que se apartó del latrocinio de Antonio; ella se apoderó de Alba; ella la que se puso a las órdenes de César; imitándola a ella, la cuarta legión ha conseguido una gloria similar por su valor. La cuarta, victoriosa, no echa en falta a ningún soldado. De la de Marte perecieron unos pocos en su victoria. Oh muerte afortunada, que siendo debida a la naturaleza, la habéis convertido especialmente en pago a favor de la patria.

Creo que vosotros habéis nacido verdaderamente para la patria; que de vosotros es también propio el nombre de Marte, pues parece que un mismo dios ha creó esta ciudad para los pueblos y a vosotros para esta ciudad. La muerte en la huida es ignominiosa, en la victoria es gloriosa. El mismo Marte suele cobrarse  a los más fuertes del ejército. Así pues, aquellos impíos a quienes matasteis también pagarán en los infiernos las penas de su parricidio. Pero vosotros que exhalasteis el último aliento en la victoria, habéis conseguido el sitio y lugar de los piadosos.  Se nos ha concedido por la naturaleza una vida breve; pero el recuerdo de la vida bien devuelta es eterno. Pues si no fuese (el recuerdo) más largo que esta vida, ¿ quién sería tan loco que se afanara con los mayores esfuerzos y peligros por la mayor gloria y alabanza?

Si la reputación no durase más que nuestra vida, ¿quién sería tan insensato que intentara adquirir fama y gloria a costa de tantos trabajos y peligros?  Así pues, vuestras preclaras acciones, soldados muy valientes mientras vivisteis, ahora también  soldados venerados, lo que hizo vuestro valor, podrán ser sepultados ni por el olvido de quienes ahora existen ni por el silencio de los han de venir, porque el senado y el pueblo Romano os han de levantar casi con sus propias manos un monumento inmortal.

Muchas veces muchos ejércitos nuestros fueron brillantes y grandes en las guerras Púnicas, Gálicas, Itálicas, y sin embargo a ninguno se les tributo tal género de honor. ¡Ojalá podamos nosotros hacer mayores cosas, porque ciertamente hemos recibido de vosotros el mayor beneficio! Vosotros echasteis de la ciudad (Roma) a un Antonio furioso; vosotros le repelisteis cuando de nuevo intentó volver.

Así pues se levantará un monumento de una obra magnífica, y las letras grabadas serán testigos eternos de vuestro divino valor. Nunca callarán sobre vosotros las palabras agradecidas de aquellos que o vean vuestra monumento u oigan hablar de él. Así, en vez de la condición mortal de la vida, habéis conseguido la inmortalidad.

11 (31) Quorum de honore utinam mihi plura in mentem venirent! Duo certe non praeteribo, quae maxime occurrunt, quorum alterum pertinet ad virorum fortissimorum gloriam sempiternam, alterum ad leniendum maerorem et luctum proximorum.

12. placet igitur mihi, patres conscripti, legionis Martiae militibus et eis qui una pugnantes occiderint monumentum fieri quam amplissimum. Magna atque incredibilia sunt in rem publicam huius merita legionis. haec se prima latrocinio abrupit Antoni; haec tenuit Albam; haec se ad Caesarem contulit; hanc imitata quarta legio parem virtutis gloriam consecuta est. quarta victrix desiderat neminem: ex Martia non nulli in ipsa victoria conciderunt. O fortunata mors quae naturae debita pro patria est potissimum reddita! [32] vos vero patriae natos iudico; quorum etiam nomen a Marte est, ut idem deus urbem hanc gentibus, vos huic urbi genuisse videatur. in fuga foeda mors est; in victoria gloriosa. etenim Mars ipse ex acie fortissimum quemque pignerari solet. illi igitur impii quos occidistis etiam ad inferos poenas parricidi luent; vos vero qui extremum spiritum in victoria effudistis piorum estis sedem et locum consecuti. brevis a natura vita nobis data est; at memoria bene redditae vitae sempiterna. quae si non esset longior quam haec vita, quis esset tam amens qui maximis laboribus et periculis ad summam laudem gloriamque contenderet? actum igitur praeclare vobiscum, [33] fortissimi, dum vixistis, nunc vero etiam sanctissimi milites, quod vestra virtus neque oblivione eorum qui nunc sunt nec reticentia posterorum sepulta esse poterit, cum vobis immortale monumentum suis paene manibus senatus populusque Romanus exstruxerit. multi saepe exercitus Punicis, Gallicis, Italicis bellis clari et magni fuerunt, nec tamen ullis tale genus honoris tributum est. atque utinam maiora possemus, quando quidem a vobis maxima accepimus! vos ab urbe furentem Antonium avertistis; vos redire molientem reppulistis. erit igitur exstructa moles opere magnifico incisaeque litterae, divinae virtutis testes sempiternae, numquamque de vobis eorum qui aut videbunt vestrum monumentum aut audient gratissimus sermo conticescet. ita pro mortali condicione vitae immortalitatem estis consecuti.

Sin duda uno de los textos más conocidos de amor a la patria hasta dar la vida por ella es el famoso epitafio de los Espartanos que en las Termópilas,  al mando del rey Leónidas, que ya tenía sesenta años, contuvieron mientras vivieron al poderosísimo ejército persa. La película “300”, dirigida en el año 2007 por Zack Snyder, adaptación del comic del mismo nombre de Frank Miller y Lynn Varley, sin duda ha contribuido a dar a conocer entre un público variado la hazaña de Leónidas y sus compañeros.

El famoso epitafio lo cita Cicerón en su obra Tusculanas,1,42,101:

Extranjero, di en Esparta que nos has visto aquí sepultados, obedeciendo las sagradas leyes de la patria.

Dic, hospes, Spartae, nos te hic vidisse iacentes/ dum sanctis patriae legibus obequimur.

Cicerón ensalza a quienes afrontan la muerte con fortaleza de ánimo. En ese contexto trae a la memoria la acción de Leónidas y los espartanos, con dos frases lapidarias, que hasta hoy se repiten, una la del propio epitafio la otra la de la lucha a la sombra de los dardos persas:

Tusculanas,1,42,101:

Mas ¿para qué nombrar a generales y príncipes, cuando Catón escribe que muchas veces las legiones marcharon  alegres a aquel lugar de dónde sabían que no iban a volver? Con igual ánimo cayeron los lacedemonios en las Termópilas, para los cuales Simónides (escribió estos versos):

Dí, huésped, a Esparta que tú aquí  nos has visto yacentes,
Mientras cumplimos las santas leyes de la patria.

¿Y lo que su famoso general les dijo? Luchad con ánimo esforzado, Lacedemonios, tal vez hoy cenaremos en los infiernos. Esta fue la fortaleza de aquella gente, mientras regían las leyes de Licurgo. Cuando el enemigo Persa les dijo fanfarrón en una conversación: “no veréis el sol por la cantidad de dardos y flechas”, uno de ellos le contestó:”pues lucharemos a la sombra”.

sed quid duces et principes nominem, cum legiones scribat Cato saepe alacris in eum locum profectas, unde redituras se non arbitrarentur? pari animo Lacedaemonii in Thermopylis occiderunt, in quos Simonides:

Dic, hospes, Spartae nos te hic vidisse iacentis,
Dum sanctis patriae legibus obsequimur.

quid ille dux Leonidas dicit? “pergite animo forti, Lacedaemonii, hodie apud inferos fortasse cenabimus.” fuit haec gens fortis, dum Lycurgi leges vigebant. e quibus unus, cum Perses hostis in conloquio dixisset glorians: “solem prae iaculorum multitudine et sagittarum non videbitis”, “in umbra igitur” inquit “pugnabimus.”

Me recuerda lo que, según Cicerón,  dice Catón a esos documentales sobre las dos últimas guerras mundiales en las que vemos marchar al frente a batallones de jóvenes  infelices con una sonrisa no sabemos si inconsciente o forzada. Así me imagino a las legiones romanas; a fin de cuentas la guerra no ha cambiado tanto más allá de la capacidad destructiva del armamento.

Pero ya en la Antigüedad se  preguntaron, como hoy lo hacemos: ¿qué es la patria?. La palabra, evidentemente deriva de “pater, -tris”, padre; significa por tanto “tierra paterna”  y según la Academia designa a la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado el ser humanos por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. La patria es, pues, el lugar o país donde se ha nacido y por extensión la tierra que te adopta.

Pues bien, muchos antiguos tuvieron que alejarse del lugar en el que nacieron por diversas razones. El Mediterráneo fue un espacio o mar abierto por el que se movían barcos y ciudadanos de muchas ciudades. Algunos se asentaron en lugares lejanos; por ejemplo comerciantes, soldados que “sirvieron a la patria” lejos de su pueblo, ciudadanos aventureros u obligados por la necesidad a buscarse un lugar y modo de vida mejores, ciudadanos condenados u obligados al exilio… Es la misma realidad que no ha dejado de existir hasta nuestros días, en el que el movimiento y desplazamiento de personas es constante.

Pues bien, estas personas cuestionaron ese concepto de patria, que en su primitiva acepción les condenaba a ser “apátridas”, es decir, “sin patria”. Al mismo tiempo, en ese contexto de mundo abierto a todo tipo de viajeros, algunos pensadores se percataron de la radical igualdad de todos los hombres. Dos ejemplos famosos son Diógenes el Cínico y Sócrates

Según nos cuenta Diógenes Laercio en Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, en el libro VI, 38, a propósito del otro Diógenes, el de Sinope, el Cínico:

… Solía decir que en él se habían reunido todas las maldiciones de la tragedia, ya que estaba:

       Sin patria, sin techo, lejos del hogar,
      Mendigo errante a la merced de la ocasión

El término que utiliza es ἄπολις, a-polis, como a-patrida

Ciertamente Diógenes se siente desarraigado de las circunstancias que rodean y dan identidad particular a los hombres: sin ciudad, sin casa propia, lejos del hogar…; así que no es de extrañar la respuesta que dio a la pregunta frecuente: ¿de dónde eres?

Poco después, en el libro VI, 63:

Preguntado de dónde era, dijo: “soy ciudadano del mundo”

ἐρωτηθεὶς πόθεν εἴη, "κοσμοπολίτης," ἔφη
(erotezeís pózen eie, “kosmopolítes” éfe)

Si la respuesta es auténtica, el famoso término “cosmopolita”, ciudadano del mundo,  se habría utilizado ya por Diógenes.

En uno de los textos  que más abajo cito, también el incorruptible Sócrates, al ser preguntado de qué país era, respondió que era “habitante del mundo”, “mundanum incolam”.

Pero tal vez la frase más conocida y citada sea la de Terencio en su comedia  Heautontimorumenos: Actus I, Escaena I, v. 77):

Soy hombre; nada de lo que es humano lo considero ajeno a mí"

Homo sum, humani nihil a me alienum puto

que se suele emplear para expresar el sentimiento de solidaridad.

El nombre griego Heautontimorumenos significa "el que se atormenta a sí mismo" y se refiere al sentimiento de un padre, que se arrepiente de haber sido excesivamente severo con su hijo. Es la comedia típica de trama complicada con múltiples enredos en la que todo acaba bien al final, como es de obligado cumplimiento en este tipo de comedias.

Doy una cita más larga para contextualizarlo y comprobar cómo poco tiene que ver el significado elemental y jocoso que le da Terencio con el sentido transcendente de que se ha cargado después. Se cita como expresión de la “humanitas” de Terencio

Heautontimorumrnos, versos 75-86 (23-34)

(Cremes se preocupa por el trabajo excesivo que Menedemo realiza en su campo…)

MENEDEMO:
Cremes, ¿Tanto tiempo libre te dejan tus propios asuntos para preocuparte de cuestiones que nada te incumben?
CREMES:
Hombre soy y nada de lo humano considero que me sea ajeno. Imagínate que te doy un consejo o que te hago una pregunta a fin de que, si es correcta tu actuación, obre como tú; y si no lo es, te haga desistir de ella.
MENEDEMO:
Lo tengo que hacer así. Tú hazlo como lo tengas que hacer.
CREMES:
¿Qué hombre precisa darse tormento?
MENEDEMO:
Yo
CREMES:
No querría que tuvieras ninguna fatiga. Pero ¿cuál es ese mal? Te pregunto. ¿Por qué te has hecho digno de tan gran sufrimiento?
MENEDEMO:
(se echa a llorar) ¡Ay!
CREMES:
No llores y cuéntame qué te pasa, sea lo que sea. No te calles, no temas, confía en mí, te digo. Te ayudaré con mi consuelo, con mis consejos o con mi hacienda.

(Traducción de Gonzalo Fontana Elbog. Editorial Gredos,

Menaedemus.
Chreme, tantumne est ab re tua oti tibi
Aliena ut cures, eaque nihil quae ad te attinent?

Chremes.
Homo sum: humani nihil a me alienum puto.
Vel me monere hoc, vel percontari puta.
Rectum est? ego ut faciam: non est? te ut deterream.

Menaedemus.
Mihi sic est usus: tibi ut opus facto est, face.

Chremes.
An cuiquam est usus homini se ut cruciet?

Menaedemus.
Mihi.

Chremes.
Si quid laboris est, nollem: sed quid istuc mali est,
Quaeso? quid de te tantum meruisti?

Menaedemus.
Eheu!

Chremes.
Ne lacrima: atque istuc quicquid est fac me ut sciam:
Ne retice: ne verere: crede, inquam, mihi,
Aut consolando, aut consilio, aut re iuvero.

El verso en cuestión ha sido repetidamente citado ya desde la Antigüedad; así lo hizo  Cicerón en “Sobre los deberes, I,30”,(De Officiis, I,30),  en que comenta que es muy difícil preocuparnos por los problemas de los demás como si fueran nuestros.

También Séneca, Episulaet. 95, 53, repite el verso que según él tenemos en el corazón y en la boca para reforzar su idea de que los hombres somos solidarios y estamos hechos de la misma materia.

San Agustín, Epist. 155,4,14, , que cuenta además que el teatro estalló en aplausos cuando el actor la pronunció (ferunt etiam theatra tota, plena stultis indoctisque, aplausisse), pero la noticia no parece ser histórica; por otra parte la pretensión de universalidad de San Agustín nada tiene que ver con la intención de Terencio. Ofrezco el párrafo entgero de San Agustín para comprobar además cómo los santos padres de la Iglesia integran la tradición pagana en su doctrina cristiana

Tratemos, pues, con todas nuestras fuerzas de que lleguen también a El aquellos a los que amamos como a nosotros mismos, si amando a Dios sabemos ya amarnos a nosotros mismos. Porque Cristo, es decir, la Verdad, dice que toda la ley y los profetas se condensan en dos preceptos: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, y amar al prójimo como a nosotros mismos. En este lugar hemos de entender próximo o prójimo, no al allegado por los lazos de la sangre, sino por la comunidad de la razón en la que vivimos asociados todos los hombres. Si el dinero asocia a los hombres, ¿cuánto más los asocia esa razón de la naturaleza que es común, no por ley de negocio, sino por ley de nacimiento? El resplandor de la verdad no se oculta a los ingenios claros. Por eso el cómico pone en boca de un viejo estas palabras dirigidas a otro viejo:

¿Tan descansado estás de tus asuntos para preocuparte de los ajenos, que nada te atañen?

Y el otro viejo responde:

Hombre soy, y nada de lo humano deja de interesarme.

Dicen que esa salida la aplaudió el teatro en pleno, aunque estaba atestado de necios e ignorantes. De tal modo la comunidad de las almas humanas toca el afecto natural de todos, que no se halló en el teatro un hombre que no se sintiera próximo o prójimo de todos.
(Traducción: Lope Cilleruelo, OSA)

4. 14. Ad illum ergo quanta opera possumus, etiam illi ut perveniant agamus, quos tamquam nosmetipsos diligimus, si nosmetipsos diligere, illum diligendo iam novimus. Christus namque, id est Veritas, dicit in his duobus praeceptis totam legem Prophetasque pendere, ut diligamus Deum ex toto corde, ex tota anima, ex tota mente, et diligamus proximos tamquam nosmetipsos 15. Proximus sane hoc loco, non sanguinis propinquitate, sed rationis societate pensandus est, in qua socii sunt omnes homines. Nam si pecuniae ratio socios facit, quanto magis ratio naturae, non negotiandi, sed nascendi lege communis! Hinc et ille comicus (sicut luculentis ingeniis non defit resplendentia veritatis), cum ab uno sene alteri seni dictum componeret:

Tantumne ab re tua est otii tibi,
Aliena ut cures ea, quae nihil ad te attinent?

responsum ab altero reddidit:

Homo sum, humani nil a me alienum puto.

Cui sententiae ferunt etiam theatra tota, plena stultis indoctisque, applausisse. Ita quippe omnium affectum naturaliter attigit societas humanorum animorum, ut nullus ibi hominum nisi cuiuslibet hominis proximum se esse sentiret.

Varrón en uno de los escasos fragmentos de su menipea Dolium escribió también:

Varron, Saturarum  Menippearum reliquiae:  Dolium aut seria:

El mundo es la gran casa del pequeño hombrecillo

Mundus domus est máxima  homulli…

indicando al mismo tiempo la igualdad de los hombres en su amplia casa y escasa entidad individual expresada con “homulli”, diminutivo de “homo”, hombre.

Así que fueron encontrando respuestas más abiertas y adecuadas a las preguntas:  ¿cuál es mi patria? ¿dónde está la patria?, hasta llegar a la muy famosa y repetida:

En donde se está bien, allí está la patria

Ubi bene, ibi patria

Es un dicho o sentencia latina, resultado de la abreviación del verso de la tragedia Teucro de Pacuvio que Cicerón cita en Cuestiones Tusculanas, 5,37,108.

Patria est ubicumque est bene (La patria está en cualquier parte en la que se esté bien) parece ser una cita de un verso de Pacuvio, de su tragedia Teucro, en el que cuenta la historia de Teucro, hijo de Telamón y de Hesione, hermana de Priamo, que después de la caída de Troya quiso regresar a su patria Salamina, pero fue rechazado por Telamón porque no pudo evitar la muerte de su hermano Ayax. En busca de un lugar para establecerse llegó a Chipre y se alió con  el rey de Sidón.

Luego la frase se encuentra en numerosos autores como Curcio, Ovidio, Aulo Gelio etc.

Cicerón, en este pasaje de sus Cuestiones Tusculanas trata sobre la felicidad del sabio, que desdeña las cosas que aparentemente importantes. tienen escaso valor y necesita cosas bien modestas. Desdeñado el honor, el dinero, se plantea el castigo del exilio, frecuente en la Antigüedad. Pero el exilio apenas si se diferencia de la estancia permanente en el extranjero; se diferencia tan solo en que el exilio va acompañado de la ignominia del castigo. Cita entonces a Sócrates, que contesta como lo hace frecuentemente con una frase lapidaria y cita luego a numerosos personajes, griegos, que marcharon al extranjero y nunca volvieron a su patria.

Será mejor leer directamente a Cicerón:

Tusculanae, V, 37,108:

“Por último para todas las casualidades, la explicación más fácil es la de aquellos que refieren todas las cosas que pasan en la vida al placer, de tal forma  que pueden vivir felizmente en cualquier lugar en el que el placer abunda. Y así puede adaptarse a toda explicación las palabras de Teucro:

La patria está en cualquier parte en la que se está bien.

Por cierto Sócrates, cuando se le pidió  que dijese de qué país era, dijo: “Del mundo”.  Pues se consideraba habitante y ciudadano del mundo entero. ¿Pues qué?  ¿No es verdad que Tito Albucio, aunque desterrado, filosofaba en Atenas con ánimo muy ecuánime ? Pero no le hubiese ocurrido aquello mismo si hubiese obedecido  las leyes de Epicuro absteniéndose de la vida pública
Pues, ¿cómo puede considerarse más dichosos a Epicuro porque vivía en su patria, que a Metrodoro porque vivía en Atenas? ¿O Platón superaba a Jenócrates o Polemón a Arcesilao en que eran más dichosos ?

Pero, ¿en cuánto ha de valorarse una ciudad de la que son expulsados los buenos y los sabios? Ciertamente, Damarato, padre de nuestro rey Tarquinio, porque no podía  soportar al tirano Cipselo, huyó de Corinto a Tarquinia y allí construyó estableció su fortuna y procreó a sus hijos. ¿Acaso antepuso estúpidamente la libertad del exilio a la esclavitud en su patria?

[108] postremo ad omnis casus facillima ratio est eorum, qui ad voluptatem ea referunt quae secuntur in vita, ut, quocumque haec loco suppeditetur, ibi beate queant vivere. itaque ad omnem rationem Teucri vox accommodari potest:

Patria est, ubicumque est bene.

Socrates quidem cum rogaretur, cuiatem se esse diceret, “mundanum” inquit; totius enim mundi se incolam  et civem arbitrabatur. quid? T. Albucius nonne animo aequissimo Athenis exul philosophabatur? cui tamen illud ipsum non accidisset, si in re publica quiescens Epicuri legibus paruisset.

[109] qui enim beatior Epicurus, quod in patria vivebat, quam, quod Athenis, Metrodorus? aut Plato Xenocratem vincebat aut Polemo Arcesilam, quo esset beatior? quanti vero ista civitas aestimanda est, ex qua boni sapientesque pelluntur? Damaratus quidem, Tarquinii nostri regis pater, tyrannum Cypselum quod ferre non poterat, fugit Tarquinios Corintho et ibi suas fortunas constituit ac liberos procreavit. num stulte anteposuit exilii libertatem domesticae servituti?

Así que según la cita de Cicerón en la que se explica el origen de la frase “ubi bene, ibi est patria” que daba título a este artículo, también averiguamos que el incorruptible Sócrates ya se había presentado como habitante, como ciudadano del mundo, “mundanum incolam”.

Por cierto, el término “mundanum”, que utiliza Cicerón es la traducción del griego kósmios, lo que coincide con la traducción del término griego kosmos por el latino mundum, asunto del que en otro momento hablaré.

Citaré otras varias expresiones y sentencias latinas cuyo sentido es muy similar, ahora sin encuadrarlas en unas citas más amplias, que el curioso lector podrá fácilmente completar.

Cualquier suelo puede ser su patria para un hombre (Estacio Thebais,8,320)
Omne homini natale solum

Cualquier suelo es la patria de un hombre fuerte, como el mar lo es para los peces. (Ovidio, Fasti,I,493)
Omne solum forti patria est ut piscibus aequor:

Ninguna tierra es un exilio, sino otra patria (Séneca, De Remediis Fortunae, 8,1)
Nulla terra exsilium est, sed altera patria;

No he nacido para un solo rincón; el mundo entero es mi patria. (Séneca, Epistolas 28,4)
Non sum uni angulo natus, patria mea totus hic mundus est

Aquí está mi casa, esta es mi patria. (Virgilio,Eneida, 7,122)
Hic domus, haec patria est:

Pero claro está, la visión de la patria, limitada al terruño en que se nace y vive, también tiene algún inconveniente. Recordemos la frase citada curiosamente por los cuatro evangelistas cristianos San Lucas, 4,24; San Matero 13,57, San Marcos 6,14; San Juan 4,44:

Ningún profeta es bien recibido en su patria. (Nadie es profeta en su tierra).
Nemo propheta acceptus est in patria sua.

Nota: con estas citas se entenderá perfectamente por qué a estos evangelios se les llama sinópticos: porque muestran una perfecta coincidencia en el relato, que puede ser “visto junto”, en columnas paralelas.  El término «sinóptico» proviene de los raíces griegas συν (syn, «junto») y οψις (opsomai, «ver»).

Incluso la patria puede ser muy injusta con sus hijos, como decía el epitafio que según Valerio Maximo,5,3,2, quería Escipión el Africano que se grabara en su tumba:

Patria ingrata, ni siquiera tienes mis huesos

Ingrata patria, ne ossa quidem mea habes.

Valerio Máximo dedica a la ingratitud el capítulo 3 entero del libro V de su obra “Hechos y dichos memorables”. A propósito de Escipion dice en 3.2b:

Cuando aún no se había apagado el dolor por lo ocurrido, se produjo un nuevo motivo de lamento: porque después de que el Africano el Viejo transformar en dueño de Cartago  a un pueblo romano debilitado y roto por las Guerras Púnicas, a un pueblo casi exánime y moribundo, los ciudadanos para compensar con injusticias esta heroica acción, lo relegaron a una aldea inmunda y a un pantano deshabitado.

Pero el Africano no se marchó a la tumba sin contar la dureza de este exilio voluntario, ya que ordenó que sobre su sepulcro se escribiera: “¡Qué ingrata eres, patria, que no acoges ni mis huesos!”. ¿Hay algo más indigno que esta vicisitud, algo más justo que sus quejas, o más moderado que esta venganza suya? Se negó a recibir sus cenizas aquella tierra que, precisamente gracias a él, no había quedado reducida a cenizas.

Ésta fue la única venganza con la que Escipión respondió a la ingratitud de Roma, pero su venganza resulta incluso más dolorosa, ¡por Hércules!, que la violenta actitud de Coriolano, quien atacó a la patria con las armas del terror, mientras que Escipión utilizó sólo la de la vergüenza, porque no quiso expresar queja alguna –tan furtes y sinceros eran sus buenos sentimientos- hasta que no le llegó la muerte. (Traducción de Santiago López Moreda, María Luisa Harto Trujillo y Joaquín Villalba Alvarez. Edit. Gredos. 2003)

En estos casos más que una madre es una  madrastra de acuerdo con la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia Española .

Pues bien, banalizando el tono transcendente de la expresión “ubi bene, ibi patria”, traeremos a colación el dicho español, “ no se es de dónde se nace sino de donde se pace”.

Es el mismo significado que el de este curioso souvenir o plato de adorno con la figura de un osito con esta frase:

Home is where your honey is

Tu hogar está donde está tu miel.

Esto que llamo “banalización” del tema nos indica hasta qué punto es algo primario, cuasi fisiológico, el concepto de “patria”, por mucha demagogia con la que sea utilizado por los nacionalismos interesados.

Quiero finalizar este larguísimo artículo con una referencia a los momentos actuales.

Los movimientos del hombre por la tierra entera son tan viejos como el propio hombre. Por mil razones distintas y siguiendo tal vez en muchos su instinto de curiosidad, muchos hombres  no han permanecido siempre en el lugar en el que nacieron.

Hoy en día las migraciones siguen siendo millonarias buscando siempre un mejor modo de vida, bene vivere, y probablemente nunca como hoy han encontrado los hombres tantas dificultades para moverse de un país a otro.

Quiero hacer referencia al exilio profesional o estancia en el extranjero de tantos científicos y profesionales y estudiantes españoles obligados a realizar su trabajo de alta cualificación en el extranjero. Me obliga a ello mi estancia por unos días, en este caso voluntaria, junto a uno de estos exiliados, profesional altamente cualificado, en Munich, la ciudad que hace aproximadamente ochocientos años fundaron unos monjes benedictinos donde los Alpes Bávaros  se convierten en llanura.

Por aquí (y por otras partes de Europa, incluso Grecia, Anatolia y norte de Italia) se movieron desde la Edad de Hierro, tribus de galos o celtas “boyos” que dieron el nombre a la región “bávara”. Julio César documenta su último movimiento desde el Danubio. Terminaron subsumidos e integrados en otros pueblos.

Pues bien, a Munich, como a otras muchas ciudades alemanas, han llegado centenares de jóvenes españoles bien formados académicamente. La "generación española mejor formada" que una ministra neoliberal y conservadora calificó poco menos que de “aventureros”. ¡Qué ironía que una ministra impresentable, precisamente de trabajo, calificase esta desgracia nacional e intentase camuflarla como una  oportunidad para unos jóvenes a los que ella debía ofrecer mejor futuro! A esta salida masiva de jóvenes profesionales le llamó con un eufemismo que produce vergüenza, “movilidad exterior” para buscar oportunidades laborales y formativas.

Que uno de estos jóvenes sea precisamente hijo mío no me permite ser indiferfente.

Naturalmente que los científicos han de moverse en la aldea global, pero por intereses  científicos o personales, pero no de absoluta obligación para poder encontrar un trabajo acorde con su preparación porque no lo hay en su país, en su primera patria, que les formó.

Tal vez la reflexión de los antiguos les ayude a soportar mejor la lejanía: ubi bene, ibi patria.

Quizás les ayude también algo conocer la actitud de los sabios e intelectuales del Humanismo y del Renacimiento, que como  Ghiberti en Secondo comentario,cap. XV (Vasari,ed.Lemonier I,pagXXIX, dice:

Sólo quien todo lo ha aprendido no es en ninguna parte un extraño; aunque se le prive de su fortuna, aunque se encuentre sin amigos, en cualquier ciudad donde resida y pueda aguardar sin miedo las vicisitudes del destino, será siempre un ciudadano”.

Y Codro Urceo, desterrado, en la Vita que antecede a su Opera:

Donde quiera que el sabio establezca su sede, allí encontrará su patria.

Fue aquella una época de curiosidad y refinamiento intelectual, en la que se descubrieron  nuevos mundos y nuevos horizontes. Es esta una época de muchos fracasos y desilusiones en la que todo, absolutamente todo, queda reducido al beneficio económico de la minoría.

«Ubi bene, ibi patria». Tu patria está en donde te encuentras a gusto

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