Desde que el hombre inventó un sistema para dejar grabados sus pensamientos, es decir, la escritura, ha utilizado cuantos soportes útiles ha encontrado a su alcance: barro, piedra, bronce, plomo, tela, marfil, piel de los animales o pergamino e incluso piel humana (los tatuajes por ejemplo), papiro, papel, cristal, el más moderno plasma y lo que el futuro tecnológico nos depare.

El soporte  más romántico sin duda y muy antiguo, aunque hoy tal vez sea considerado no suficientemente respetuoso con la naturaleza, ha sido y es la corteza de los árboles.

¿Quién no conoce el famoso poema de Antonio Machado perteneciente a su obra Campos de Castilla, 1912, que titula “Campos de Soria”?

He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria —barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.

¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!

Esta práctica amorosa, más propia de adolescentes, pero sin límite de edad, es muy antigua. Con frecuencia y modernamente el texto va acompañado de un corazón, que a veces incluso para mayor énfasis pasional atraviesa una flecha o dardo del ciego Cupido o Eros, el dios adecuado al significado. Este detalle de la flecha o bien supone un buen conocimiento del mundo antiguo o es simplemente una cursilería innecesaria.

En todo caso, el soporte podría parecer accidental pero de ninguna forma lo es, porque el árbol es un ser vivo, que crece y en su desarrollo acrecienta lo en él escrito, como más adelante veremos en una cita del poeta latino Ovidio. Así, como a ser vivo lo trata el poeta o el enamorado, que con frecuencia lo apostrofa cual si de persona se tratara.

Por lo demás no deja de ser curioso que la palabra latina “liber” tiene un doble significado, aquí curiosamente relacionado: significa “libro”  y también y primitivamente  “corteza del árbol”; para ser más exactos la parte interna de la corteza de los árboles constituida por varias capas fibrosas. Para ser más exactos  todavía “liber” también significa “libre” e incluso es el nombre de un importante dios romano, aunque provengan de raíces indoeuropeas diferentes que significan cosas distintas.

Que “liber” significando “parte interna de la corteza de un árbol” y libro están relacionados resulta evidente, por la misma razón por la que la palabra griega “biblos” significa “papiro” y "libro". Pero el tema se merece un desarrollo más amplio que en otro momento haré. Así que en la creación de la lengua el árbol se ha convertido en libro, material y lingüísticamente.

Pues bien, tenemos noticia del uso de este romántico soporte 2.200 años antes de Machado; por ejemplo por  Calímaco, poeta helenista que vivió entre los años 310-240 a.C., encargado de dirigir la famosa Biblioteca de Alejandría que escribió el catálogo Pinakes inventando un sistema de clasificación de los libros que en alguna aún perdura  (véase   http://www.antiquitatem.com/biblioteca-de-alejandria-filologia  ; es  autor de un poema a la “Cabellera de Berenice”, famosa constelación, única en la que se catasteriza (o convierte en astro, que es lo que significa la palabra) un personaje humano, la reina Berenice de la que en otra ocasión trataré.

Calímaco, en el fragmento 73 de su obra Aitia (“causas” signfica la palabra y con ella titula las explicaciones de diversos hechos religiosos, culturales, etc.) nos dice:

… sino en vuestras cortezas tuvierais tantas letras grabadas  cuantas son capaces de proclamar: “hermosa Cidipa”.

El verso se refiere al famoso y popular cuento o fábula amorosa “Acontio y Cidipa”, que en otra ocasión comentaré con más detalle. Sea suficiente hoy saber que Acontio hizo llegar una manzana a la joven muchacha Cidipa con la inscripción y fórmula “(“juro por Ártemis que tomaré por esposo a Acontio”. La lectura, aunque involuntaria, de este juramento les unió amorosamente para siempre. Recuérdese el importante papel que juega “la manzana” en los lances amorosos: el juicio de Paris, Helena, AtalantaHipomenes…..

Muchos años después, en el siglo V o VI después de Cristo, el griego Aristéneto, que recoge poemas amorosos de diversos autores, entre ellos de Calímaco, del que nos sirve como espléndido complemento informativo y testimonio a la vista de los escasos fragmentos que del poeta nos quedan, nos dice:

Ojalá, árboles, tuvierais entendimiento y voz, para que sólo dijerais ‘bella Cidipa’; o bien otras tantas letras tuvieseis escritas en vuestras cortezas”.

El  lírico Teócrito, que vivió en Siracusa (Sicilia),Cos y Alejandría en el siglo III a.C.,  en su Idilio XVIII, 48  (titulado Epitalamio de Helena) nos atestigua la costumbre tal vez antigua en Laconia o Lacedemonia (Esparta) de escribir en los árboles: 

Seremos las primeras en tejer para ti una guirnalda de trébol, y la pondremos en un plátano frondoso; seremos las primeras en tomar suave aceite de la alcuza de plata y en verterlo bajo el frondoso plátano. Y en su corteza habrá grabada una inscripción para que cualquiera que pase junto a él lea a la doria: “Venérame, soy el árbol de Helena”. (Traducción de Manuel García Teijeiro y Mª Teresa Molinos Tejada. Edit. Gredos,1986)

La palabra “epitalamio” (del latin epithalamĭum, y este del griego. ἐπιθαλάμιος, (de la preposición  ἐπι-,epi- sobre, y de θαλάμος, thalamos, lugar de la  boda, cámara nupcial, lecho),  designa al canto nupcial que en la boda de una muchacha hacían sus amigas ante la habitación de los recién desposados.

Idilio a su vez es una palabra griega, εἰδύλλιον, transferida al latín como idyllĭum, que en principio significa poema breve. Es un poema lírico de tema amoroso en el que los personajes son pastores idealizados en una naturaleza ideal. Virgilio practicó este género o subgénero literario en sus Eglogas o Bucólicas. Por extensión un “idilio” puede referirse también a la propia relación amorosa y de cierta intensidad de las personas.

El poeta griego de los siglos III-II a. Cristo Glauco de Nicópolis también utiliza el recurso de la escritura en la corteza del árbol, que queda recogido en Antología Palatina IX 341

– Ninfas, decid sin rebozo si acaso hizo Dafnis, al pasar, que aquí reposaran sus cabras.
– Sí, sí, Pan, tocador de siringa, y grabó, en la corteza del álamo aquel algo para que lo leyeses.
– “Pan, Pan, vete a Málea, al monte Psofidi camina, que yo iré”. Salud, ninfas, pues allí me dirijo.

También Virgilio en sus Eglogas 5 y 10 se sirve de este tópico.

En la Egloga V, 10-18, (diálogo entre los pastores Menalcas y Mopso):
….
MENALCAS: Empieza, Mopso, el primero, y canta, si de ellos sabes, los amores de Filis, los loores de Alcon, o el combate de Codro. Empieza; Títiro nos apacentará los cabritos.

MOPSO: Más bien probaré a cantar estos versos, que escribí poco ha en la corteza de una verde haya, a medida que los iba entonando, y haz que venga luego Amintas a competir conmigo.

MENALCAS: Cuanto es inferior el flexible sauce al pálido olivo, cuanto lo es el humilde espliego a los purpúreos rosales, tanto, en mi sentir te es inferior Amintas.

Menalcas

Incipe, Mopse, prior, si quos aut Phyllidis ignes,
aut Alconis habes laudes, aut iurgia Codri:
incipe, pascentis servabit Tityrus haedos.

Mopsus

Immo haec, in viridi nuper quae cortice fagi
carmina descripsi et modulans alterna notavi,
experiar, tu deinde iubeto ut certet Amyntas.

Menalcas

Lenta salix quantum pallenti cedit olivae,
puniceis humilis quantum saliunca rosetis,
iudicio nostro tantum tibi cedit Amyntas.

Y en la Egloga X Virgilio canta a su amigo, el poeta Cornelio Galo, enamorado de una caprichosa actriz llamada Citérida (qué historia tantas veces repetida) que en el poema se llama Lícoris; retirado a la soledad de una naturaleza pastoril idealizada, escribe en los árboles la historia de su amor desgraciado:

Egloga X, 52 y ss.

Estoy seguro, prefiero sufrir entre los bosques y en las cuevas de las fieras

y  grabar mis amores en los tiernos árboles;

crecerán los árboles y con ellos creceréis vosotros, amores míos.

certum est in silvis, inter spelaea ferarum
malle pati, tenerisque meos incidere amores
arboribus; crescent illae, crescetis, amores.

También el melancólico Propercio en sus Elegías,I, XVIII, 19-22:

Vosotros seréis testigos, si los árboles guardan los amores,
haya y pino, amigo del dios de Arcadia (Pan).
¡Ah! ¡Cuántas veces resuenan mis palabras bajo las suaves sombras,
y en vuestras cortezas se ha escrito el nombre de Cintia!

Vos eritis testes, si quos haber arbor amores,
fagus et Arcadio pinus amica deo.
A quotiens teneras resonant mea verba sub umbras,
Scribitur et vestris Cynthia corticibus!

También Ovidio utiliza este “topos” o “lugar” poético en su Heroida V, 21-30 (carta de heroínas antiguas a sus enamorados), en la que nos transmite la carta que la ninfa Enone escribe a su esposo, el troyano Paris,  que después no dudó en acudir a Grecia y generar con su rapto de Helena, la esposa de Menelao, el leiv-motiv, ¡qué ironía!,  de la grandiosa guerra de Troya:

Grabadas  por ti guardan  mi nombre las hayas y escrita con tu cuchillo soy leída yo, Enone. Y cuanto crecen los troncos, tanto crece mi nombre. Creced y alzaos en consonancia con mis títulos. Hay un álamo, me acuerdo, plantado a la orilla del río, en el que están escritas las  letras que me recuerdan. Vive, te lo ruego, álamo que, plantado en el margen de la ribera, tienes en tu rugosa corteza estos versos:

   Si  Paris pudiera respirar, después de abandonar a Enone,
   re tornará el agua del Janto hacia su fuente.

Janto, vuelve corriendo hacia atrás y, vosotras, aguas, retroceded dando la vuelta.
Paris se atreve a abandonar a Enone.

(Nótese que es el álamo el árbol que soporta la escritura que nos refiere Ovidio, como la de Machado. Es lo más lógico si de árboles “plantados a la orilla del río”, el Janto o el Duero, se trata).

Incisae servant a te mea nomina fagi
Et legor Oenone falce notata tua;
Et quantum trunci, tantum mea nomina crescunt.
Crescite et in títulos surgite recta meos.
Populus est, memini, fluvialis consita  rivo,
Est in qua nostri littera scripta memor;
Popule,vive, precor, quae consita margine ripae
Hoc in rugosa cortice Carmen habes:
“Cum Paris Oenone poterit spirare relicta,
Ad fontemXanthi versa recurret aqua”
Xanthe, retro propera, versaeque recurrite limphae.
Sustinet Oenonen deseruisse Paris.

Esta  combinación de amor inscrito en la corteza de los árboles y de acciones imposibles, los llamados adynata (acciones imposibles es lo que significa la palabra) se repetirá con frecuencia en la poesía bucólica posterior del Renacimiento. Los adynata, el retorno del río a sus fuentes, el oscurecimiento del sol, la inmovilidad del cielo,  son expresión del mundo al revés.

Todavía podemos citar entre los antiguos a  Calpurnio Sículo, autor de mediados del s.I de C. , poeta latino nacido en Sicilia, que escribió  unas Églogas inspiradas en Teócrito y Virgilio, también repite el tópico en Bucólica I, 19 y ss.:

(Los hermanos Coridón y Órnito se resguardan del calor a la sombra de una haya, en cuya corteza ven grabado un poema con el vaticinio de Fauno que anuncia la vuelta de la edad de oro…)

ORNITO: Ya nos hemos metido los dos en la sombra que buscábamos. Pero ¿qué son esas líneas escritas en la sagrada haya que alguien ha marcado, poco ha, con nerviosa podadera? ¿Ves cómo todavía las letras conservan los trazos verdes sin abrirse aún en seca hendidura?

CORIDON: Ornito, acerca tus ojos: tú puedes examinar más deprisa los versos grabados en lo alto del tronco, pues padre te dio generosamente unas buenas zancas y madre, sin mezquindad, un esbelto cuerpo.

ORNITO: No son estos versos de pastor o caminante a modo vulgar, sino que un dios en persona los canta, no suenan a vacada ni gritos montañeses interrumpen los versos sagrados.

CORIDON: Extraño es lo que dices, pero venga ya y léeme con ojo atento, cuanto antes, todo el divino poema.

ORNITO: “Yo, Fauno, nacido del éter, protector de montes y bosques, este porvenir profetizo a los pueblos. Es grato grabar en un árbol sagrado versos de júbilo para revelar los hados. Vosotros, sobre todo, habitantes de los bosques alegraos, alegraos vosotros, pueblo mío…
(Traucción de Correa Rodríguez para editorial Gredos)

ORNITUS:      et iam captatae pariter successimus umbrae.
                        sed quaenam sacra descripta est pagina fago,
                        quam modo nescio quis properanti falce notavit?
                        aspicis ut virides etiam nunc littera rimas
                        servet et arenti nondum se laxet hiatu?
CORYDON:   Ornyte, fer propius tua lumina: tu potes alto
                        cortice  descriptos citius percurrere versus;
                        nam tibi longa satis pater internodia largus
                        procerumque dedit mater non invida corpus.
ORNITUS:    non pastor, non haec triviali more viator,
                        sed deus ipse canit: nihil armentale resultat,
                        nec montana sacros distinguunt iubila versus.
CORYDON :  mira refers; sed rumpe moras oculoque sequaci
                       quamprimum nobis divinum perlege carmen.
ORNITUS:    "qui iuga, qui silvas tueor, satus aethere Faunus,
                       haec populis ventura cano: iuvat arbore sacra
                       laeta patefactis incidere carmina fatis.
                       vos o praecipue nemorum gaudete coloni,
                       vos populi gaudete mei:

Nota:  los hados revelados parecen referirse al advenimiento del emperador Nerón, que canta ilusionadoCalpurnio.

Y también vuelve a utilizarlo en la Bucólica III en los versos 43 y luego en el 91:

v. III, 43:   

JOLAS: Venga, di, pues voy a grabar tus palabras en la corteza de un cerezo y ,cortándola, le llevaré tus versos en rojizo libro.

Dic age; nam cerasi tua cortice verba notabo
Et decisa feram rutilanti carmina libro.

Nota: como he comentado liber significa libro y la superficie interior de la corteza.

v. III,91
LICIDAS: ….Sin embargo antes se grabarán estos versos en el maldito árbol:

“No os fieis, pastores, de las jóvenes casquivanas;

a Filis la posee Mopso, a Lícidas lo posee el fin de todo”.

Hi tamen ante mala  figentur in arbore versus
“Credere pastores, levibus nolite puellis
Phyllida Mopsus habet, Lycidam habet ultima rerum”.

También Nemesiano, en su Egloga I, v. 28-29 escribe en un tronco las alabanzas de Melibeo:

Oye lo que sobre esto encierra el cerezo que ves junto al río,
que guarda mis cantos en su corteza grabada.

Accipe quae super haec cerasus,quam cernis ad amnem,
Continent, inciso servans mea carmina libro.

Este tópico amoroso-poético siguió utilizándose profusamente en la Edad Media y naturalmente en el Renacimiento hasta nuestros días con el “renacer” de la poesía bucólica.  Sirvan de ejemplos paradigmático Garcilaso de la Vega y el inmortal Cervantes, que al menos en tres ocasiones lo utiliza en su inmortal Vida de Don Quijote.

Garcilaso, Égloga III, vv. 237 y ss.

Una de aquellas diosas, que en belleza,
al parecer, a todas excedía,
mostrando en el semblante la tristeza
que del funesto y triste caso había
apartado algún tanto, en la corteza
de un álamo estas letras escribía
como epitafio de la ninfa bella,
que hablaban así por parte de ella.

Este verso de Garcilaso parece recordarnos a Sannazaro, Arcadia, VI,1:

Mientras Ergasto cantaba la piadosa canción, Frónimo, más ingenioso que ningún otro pastor, la escribía sobre una verde corteza de haya”

“Mentre Ergasto cantò la pietosa canzone, Fronimo, sovra tutti pastori ingegnosissimo, la scrise in una verde corteccia de faggio”

o al soneto de Ludovico Dolce:

"Así  para mí los troncos en los que tallé y escribí
mi nombre con notas con altias y hermosas ".

“Così a me i tronchi dove intagli e scrivi
Il nome mio con note altere e belle”.

Cervantes lo utiliza en el cuento  de Marcela y Grisóstomo:

Don Quijote de la Mancha, Primera parte, cap. XII:

No está muy lejos de aquí un sitio donde hay casi dos docenas de altas hayas, y no hay ninguna que su lisa corteza no tenga grabado y escrito el nombre de Marcela, y encima de alguna, una corona grabada en el mismo árbol, como si más claramente dijera su amante que Marcela la lleva y la merece de toda la hermosura humana. Aquí sospira un pastor, allí se queja otro; acullá se oyen amorosas canciones, acá desesperadas endechas.

También en el capítulo XXVI:

Y, así, se entretenía paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por las cortezas de los  árboles y por la menuda arena muchos versos, todos acomodados a su tristeza, y algunos en alabanza de Dulcinea., .

Y de nuevo en la II parte, capítulo 73, que es el penúltimo de la obra:

-Y más- dijo Sansón Carrasco- que como ya todo el mundo sabe, yo soy celebérrimo poeta y a cada paso compondré versos pastoriles o cortesanos o como más me viniere a cuento, para que nos entretengamos por esos andurriales donde habemos de andar; y lo que más es menester, señores míos, es que cada uno escoja el nombre de la pastora que piensa celebrar en sus versos, y que no dejemos árbol, por duro que sea, donde no la retule y grabe su nombre, como es uso y costumbre de los enamorados pastores.

Desde entonces a hoy ni los poetas han dejado de cantar al amor ni los enamorados han dejado de grabar sus nombres en los árboles, ahora, es cierto, en competencia con la horrorosa costumbre, ya globalizada,  de anudar férreos candados en las barandillas de los puentes, tan falsos con frecuencia como los amores que proclaman, prontos a desaparecer en las aguas del río sobre el que penden.

Son nombres de enamorados

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