El filósofo, político y escritor Henri-Benjamin Constant, francés nacido en Suiza (1767-1830) escribió en 1816 un famoso discurso o tratado titulado «Acerca de la libertad de los antiguos comparada a la de los modernos».

Su tesis es que los antiguos (naturalmente los ciudadanos) tenían la libertad y obligación de participar en la vida política de la polis o estado pero en cambio su libertad en la vida privada quedaba muy limitada por las leyes. En el hombre moderno ocurre al contrario: las leyes protegen la libertad en la vida privada en la que apenas interviene el poder público pero dificulta su participación en la vida pública, dada sobre todo la amplitud y extensión de las sociedades modernas.

Constant tuvo una importante influencia en los movimientos liberales de su época; merece la pena leer su discurso, a pesar de las matizaciones que hoy haríamos a sus afirmaciones.

Pues bien, como es conocido, Platón pretende sobre todo en sus dos diálogos “La República o de la Justicia”  y “Las leyes o de la legislación”  diseñar una ciudad-estado ideal en la que los gobernantes sean los mejores ciudadanos, que el identifica con los filósofos. Sus leyes se proponen regular aspectos de la vida privada de los ciudadanos, tal como decía Constant, que hoy  sólo piden de las leyes y de los estados su protección frente a la injerencia  de otros o del propio estado.

Ahora bien, algunas de las normas que Platón propone, fruto de su especulación filosófica más que de la experiencia, nos resultan hoy enormemente curiosas. Por ejemplo en Leyes 774a (libro VI) indica cómo los ciudadanos han de casarse éntre los 25 y los 35 años; poco después, en 735b nos dice que la edad de casarse entre las muchachas ha de ser entre los dieciséis y los veinte años y la de los muchachos entre los treinta y los treinta y cinco: así mismo indica  cómo han de ser sancionados con multas en proporción a su clase social quienes incumplan una norma de tanto interés para la supervivencia de la propia ciudad.

Pero citaré textualmente un párrafo que se refiere a la obligación que los ciudadanos tienen de engendrar hijos sanos para el bien de la sociedad.

Conocida es la afición que los griegos concedía al banquete o convite, en el que corre abundantemente el vino. Pues bien, dice Platón en Leyes, 775b -775e. (libro VI):

      “ Beber hasta la embriaguez no es conveniente en ninguna parte ni ocasión, de no ser en las fiestas del dios que nos ha dado el vino, ni es cosa que carezca de peligros, sobre todo cuando se está pensando en bodas, durante las cuales es muy conveniente que el novio y la novia sean especialmente dueños de su razón al hacer un cambio tan notable en sus vidas, y para que así mismo el hijo sea engendrado siempre por personas que estén lo más posible en perfecto uso de sus facultades y su razón, pues resulta totalmente inseguro el saber qué noche o qué día se le va a concebir con ayuda de la divinidad. Por lo demás es también conveniente que la procreación no tenga lugar cuando los cuerpos están dominados por la embriaguez, pues el feto necesita del orden para formarse, la firmeza, la estabilidad, la tranquilidad. El hombre borracho sufre alteraciones de todas clases, por sentirse rabioso en cuerpo y alma; la embriaguez, pues, engendra en malas condiciones, de manera que corre el peligro de dar lugar a seres anormales, que no merezcan ninguna confianza, sin un carácter ni un cuerpo que estén rectamente dotados. Por todo ello es necesario que, a ser posible,  durante todo el año e incluso durante toda la vida, pero mucho más aún en aquel tiempo en que uno esté procreando, se procure muy de veras no hacer nada malsano voluntariamente, nada que tenga que ver con la violencia o la injusticia, pues todo ello penetra y se imprime en el alma del hijo e inevitablemente se dan entonces a luz seres degenerados y deficientes; y por encima de todo hay que abstenerse de tales faltas durante aquel día y aquella noche. Los comienzos, en efecto, son como una divinidad que arraiga en lo humano y salva todas las cosas, siempre y cuando sus devotosle tributen las honras que se le deben”  (Traducción de Francisco de P.Samaranch en Ed. Aguilar, Platón: Obras Completas, Madrid,1969).

Este texto, estas ideas impresionaron en su momento a los antiguos, como nos impresionan también a nosotros, 2.400 años después y nos permiten imaginar también una vez más cómo sería hoy nuestra sociedad si el pensamiento antiguo no hubiera permanecido oculto en la larga noche medieval. En todo caso no dejan de ser estos consejos sobre la embriaguez y el consumo de alcohol muy adecuados para una juventud actual que consume en exceso a edades muy tempranas cantidades excesivas de alcohol y otras sustancias como método para conseguir cierto estado de pseudofelicidad.

La embriaguez engendra seres deformes

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