La religión griega y romana no tiene profetas, no tiene libros dogmáticos, no tiene una clase sacerdotal jerarquizada.

Casi todas las religiones tienen un libro sagrado, un dogma y una doctrina generalmente transmitida por un profeta o enviado de Dios. El Cristianismo con su Biblia y Jesucristo, el Judaísmo con sus libros sagrados y sus profetas y el Islamismo con su Corán y Mahoma son conocidas precisamente como “las religiones del libro”. En esos casos las palabras del libro son palabra de Dios y por lo tanto su contenido son dogmas que no se pueden cuestionar.

En la Grecia Antigua o Roma no existe un profeta o un teólogo similar que haya comunicado una doctrina, unos dogmas o unas normas de conducta religiosa y por lo tanto la religión es un campo en el que se puede actuar con mucha más libertad. No existen libros sagrados similares a la Biblia o al Corán; a lo sumo existen unos libros de profecías, llamados “Libros Sibilinos” que los romanos, muy supersticiosos, consultan ante cualquier circunstancia de especial importancia para la República, para el Estado. 

Tampoco existe un grupo o casta sacerdotal que monopolice la relación con la divinidad, aunque algunas familias puedan tener una relación especial con alguna divinidad concreta.

Fueron Homero hacia el siglo VIII a.C. al citar a los dioses en sus Ilíada y Odisea y luego Hesiodo en su Teogonía  (origen de los dioses) también hacia la mitad del mismo siglo los que fijaron por primera vez muchas de las características diferenciales de los dioses griegos, sus nombres (Zeus, Poseidon, Afrodita, Apolo, etc.), sus figuras, sus habilidades y artes. 

Conviene distinguir los dioses a los que dan culto los griegos en sus templos y en sus ciudades de los dioses de la mitología, creación en gran parte de los poetas aprovechando precisamente el amplio margen que deja una religión sin profetas y sin dogmas.

E incluso debemos diferenciarlos de “los dioses de los filósofos”, fruto de la reflexión sobre la religión que produce todo tipo de pensamiento ante el hecho religioso, desde el ateísmo hasta el animismo o el deísmo…

Los griegos y romanos no tuvieron un profeta que les dictara sus dogmas

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