El trigo, el vino y el aceite son tres productos característicos de las culturas mediterráneas desde el Neolítico.
El trigo, el vino y el aceite son productos siempre presentes, esenciales para la alimentación de las personas y esenciales también en numerosos ritos religiosos y en diversos momentos de la vida social, entre ellos de manera especial el banquete.
Podemos decir que en el Mundo Antiguo existe toda una cultura del vino, en muchos aspectos similar a los tiempos actuales. Así entonces como hoy había vinos de reconocido prestigio y otros menos apreciados o comunes.
Entonces como hoy recibían el nombre de su lugar de origen o procedencia. Así los “rioja” o “ribera” o “borgoña” o “burdeos” de entonces eran el “Cécubo”, el “Caleno”, el “Falerno” o el “Formiano”, oriundos de Cécubo, Cales, Falerno o Formias respectivamente.
Estos datos los compendia perfectamente, por ejemplo, el poeta Horacio en una oda (Odas 1,20) en la que, queriendo agasajar a su protector y acaudalado Mecenas, acostumbrado a vinos excelentes y de elevado precio, le invita a un “sabino” común, aunque sea de la cosecha del año en el que el patrono del poeta superó una grave enfermedad y Horacio lo cosechó y ahora se lo ofrece para recordar aquella feliz fecha.
Beberás conmigo un “sabino” común en sencillos vasos
…………
Ya beberás luego un “cécubo” y el que sale de la uva estrujada
en una prensa calena; mis copas no las llenan ni vides Falernas
ni de las colinas de Formias.
Vile potabis modicis Sabinum
cantharis….
……….
Caecubum et prelo domitam Caleno
tu bibes uvam: mea nec Falernae
temperant vites neque Formiani
pocula colles.
Evidentemente, esos vinos no estaban al alcance del bolsillo del poeta. En raras ocasiones formaron pareja la poesía y una buena situación económica, entonces como ahora.