«Tempus fugit», «el tiempo huye». Es una frase tomada de un verso de Virgilio que dice más exactamente “Sed fugit interea fugit irreparabile tempus», «pero  huye entre tanto, huye irreparablemente  el tiempo».

Muy pronto debieron comenzar los hombres a intentar medir el tiempo, tal vez con la falsa ilusión de atraparlo. La sucesión cíclica de los días y las noches, el trascurrir de la luz del propio día, la percepción de la propia vida y de su fin, la efímera existencia de los seres,  incitaron al hombre a medir, controlar, recordar el paso del tiempo.

Algunos monumentos  megalíticos prehistóricos están sin duda en relación con el ciclo solar. Los obeliscos egipcios parecen ser el índice de un gran reloj solar. Mitos antiquísimos se refieren a los deseos humanos de inmortalidad, de negación del tiempo destructor.

Para medir el tiempo se inventaron los relojes

Reloj es una palabra derivada de la latina “horologium” y esta a su vez de la  griega  “horologion”( de hora = hora y lego = yo indico). El reloj es un instrumento que utiliza una unidad convencional de medida.

En realidad, como indica la división del día y de la noche en doce horas que todavía mantenemos, debieron ser los sumerios quienes comenzaron a repartir así la duración de los días. Naturalmente, este sistema duodecimal debe estar en relación con la aparición de doce lunas a lo largo del año. En todo caso, a principios del II milenio antes de Cristo los egipcios ya tenían instrumentos para dividir el día y la noche en  24 períodos.

Los griegos llamaron a esos periodos “horas”; de ellos  tomaron la palabra los romanos y nos la transmitieron  a quienes hablamos una lengua derivada del latín y también al inglés (hour).

Los relojes más elementales son los de sol, en los que la sombra variante de un índice, eje o varilla llamado gnomon  (γνώμων: ‘conocedor,guía’ y por extensión ‘escuadra, aguja, reloj de sol’) proyectada por la luz del  sol sobre una superficie indica los intervalos del paso del propio sol.  Los griegos llamaron clepsydra al reloj de agua (de κλέπτειν kleptein, ‘robar’; ὕδωρ hydor, ‘agua’ )

Pues bien, los relojes de sol eran a veces ilustrados con una frase latina referente al paso del tiempo. Esta costumbre y las propias frases estuvieron luego de moda a partir del Renacimiento y han perdurado hasta nuestros días.

Aunque las frases susceptibles de ilustrar un reloj son infinitas, las más frecuentes son muy pocas y a ellas me referiré, porque tal vez el lector actual las haya observado en actuales relojes de sol e incluso en las esferas de relojes de péndulo e incluso  en los en hoy más comunes de pulsera o de bolsillo.

La más frecuente sin duda es “Tempus fugit = el tiempo huye”, con referencia explícita al veloz trascurso del tiempo. Es una frase tomada de un verso de Virgilio en su obra Georgicae, III, 284 que dice más exactamente “«Sed fugit interea fugit irreparabile tempus», «Pero  huye entre tanto, huye irreparablemente  el tiempo» .

En algunos casos la frase se ha  ampliado a «Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra». “El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las sombras”  haciendo una mezcla de varias referencias al Libro de Job del Antiguo Testamento:» como las nubes» (Job, 7,9), «como las naves»  (Job, 9,26), «como las sombras» (Job, 14,2); así que propiamente no es una frase de autor clásico.

El sentido último de tempus fugit está en relación con la frase carpe diem

El sentido último de la frase tempus fugit  está en relación con la frase, también frecuente en algunos relojes,  “carpe diem”  (aprovecha el momento). Esta es una de las frases más famosas de Horacio y de la literatura universal, extraída de sus Odas (Odas, I,11,8). En buena lógica si tempus fugit, carpe diem, si el tiempo se nos escapa, aprovecha la ocasión.

Una palabra latina que obligatoriamente aparece en determinados relojes modernos suizos es «Festina«, puesto que es la marca comercial de ellos. La palabra es el imperativo de un verbo que significa “apresúrate, date prisa«.

Probablemente el lector conoce la frase más completa festina lente, oxímoron (combinación de elementos lingüísticos aparentemente contradictorios) que signifca “apresúrate lentamente”  .  El historiador romano Suetonio atribuye   esta frase  al emperador Augusto  (Suet. Lib. II,Aug. 25.4) . Por cierto que según Suetonio, Augustó pronunció la frase en griego:  «Speude bradeōs» (Σπευδε βραδεως) y no en latín.

Una versión más castiza y refranesca es nuestro “vísteme despacio que tengo prisa”.

Con cierta frecuencia aparece, sobre todo en los relojes de las torres de las iglesias, la inquietante frase “Vulnerant omnes, ultima necat”  (todas hieren, la última mata) refiriéndose a las horas. Otra versión de idéntico significado es “Omnes feriunt, ultima necat” y otra más todavía “Laedunt omnes, ultima necat

Estas son las frases más frecuentes que iluminan los relojes,  pero las posibilidades son muy numerosas, porque no sólo se emplea el latín, aunque habremos de reconocer que la fuerza expresiva de la concisión propia de la lengua de los romanos resulta inigualable, incluso para los ingleses, que también adornan el famoso reloj de la Torre del Big Ben con una frase latina, aunque la frase no haga referencia al inexorable paso del tiempo, sino que expresa los mejores deseos para la  reina Victoria.
La frase dice “DOMINE SALVAM FAC REGINAM NOSTRAM VICTORIAM PRIMAM» (Señor, guarda a salvo a nuestra reina Victoria I), es decir la versión latina de la famosa  frase inglesa “God Save The Queen”.

Tempus fugit, el tiempo se nos escapa de forma irreparable

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