De Troya sabíamos muchas cosas; es uno de los temas que más literatura ha producido; pero durante miles de años se olvidó su ubicación. Y sin embargo el poeta nos decía muy claro donde estaba enterrada; sólo había que darle crédito.

El poema de Homero la Iliada canta la guerra y destrucción de Ilion, Troya. La ciudad realmente existió en la costa del Asia Menor, en la actual Turquía.

En realidad existieron varias Troyas. La del poema es nada menos que la VI. Los antiguos no se molestaban demasiado en retirar los escombros de una ciudad arrasada por la guerra o cualquier catástrofe natural o artificial. Era más cómodo y menos costoso construir sobre las ruinas.

Pues bien, el emplazamiento de Troya lo descubrió el alemán Schliemann  en el año 1870  porque tuvo la ingenuidad o la genialidad de creer a pie juntillas en los datos e indicaciones geográficas que aportaba el propio poema, que consideraba Schliemann como relato de un hecho histórico.

Quizás ello fue así porque Schliemann no era en principio sino un comerciante alemán que fraguó una enorme fortuna desde la nada, buen aficionado a la Arqeuología, que sólo pudo acudir a la Universidad a los 44 años y obtener el doctorado 3 años después.

Este peculiar personaje, que realizó también otros notables descubrimientos en Grecia en Micenas, Tirinto, Orcómeno, no sólo aprendió griego, de cuyo ritmo y musicalidad se enamoró de niño sin entender una palabra, sino que a los 33 años dominaba 15 lenguas.

Troya estaba situada donde decía el poema

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