El trigo, el aceite, el vino, la leche (frecuentemente en forma de queso) y la miel son sin duda los alimentos más característicos en el mundo mediterráneo. La miel es aprovechada por el hombre desde la más lejana prehistoria.

¿Quién no tiene grabada en su retina la escena de la recolección de miel en la Cueva de la araña de Bicorp (Valencia) de los años 8.000-6.000 a.C.?

La verdad es que las abejas y sus colmenas siempre han sido un asunto que ha maravillado a los hombres.  Muestro otra fotografía de una extraordinaria joya de la antigua Creta en la que dos abejas están libando el polen de una flor.

Joya de la necrópolis de Krissolakkos, Maílla (Creta).

Son numerosos los autores griegos y luego romanos que a la miel se refieren por dos razones distintas: piénsese primero que los antiguos no conocían la azúcar y por lo tanto la miel es el edulcorante que utilizan y en segundo lugar la observación de la organización y laboriosidad de las abejas en la colmena les inducen a establecer fructíferas comparaciones con la sociedad de los hombres. Es un tópico bien recurrente  que la colmena es una sociedad perfecta digna de imitación y así los hombres aprendieron muchas cosas de ellas.

Aparece ya citada en Homero y Hesiodo y regulada la actividad por Solón y sus leyes y luego son innumerables los poetas y filósofos que centran su atención en las abejas y en la miel. Pero además al ser la abeja un animal cuya actividad se puede canalizar y su producto aprovechar económicamente también son numerosos los autores técnicos y científicos que escriben tratados generales de agricultura o más específicos de apicultura.

Nota: apicultura, del latín apis, abeja y cultura, cultivo, cría, es el arte de criar abejas

A las abejas dedica Aristóteles los libros V, capítulos 18 y 19 y varias referencias en libro IX de su Historia Animalium. También el Pseudo Aristóteles trata el tema en su Mirabilium Auscultationes (Περὶ θαυμασίων ἀκουσμάτων). Tratados de aplicultura escribieron  Teofrastro, Demócrito, Aristómaco de Solos ( y su Melisurgica,) Nicandro de Colofón, Filisco de Taso.

En el mundo cartaginés Magón escribió un tratado general de  Agricultura frecuentemente citado por autores griegos y latinos,  que también se refiere a las abejas.

En el mundo latino Virgilio, amén de referirse con frecuencia en sus Bucólica, dedicó el libro IV de sus  Geórgicas al mundo de las abejas; Plinio en su Naturalis Historia dedica varios capítulos del libro XI y numerosas referencias en su obra, por ejemplo en el libro  XX dedicado a los remedios de las plantas de jardín y en el XXI dedicado a las flores;  Varrón y su De re rustica; Columela y su De re rustica; Ovidio en las Metamorfosis; Eliano en Natura Animalium; Igino y Celso en sus  tratados de medicinaPetronio en el Satiricon; Marcial en sus Epigramas, Apicio en su De re coqinaria o libro de cocina. Etc.etc. 

Petronio las llamó “animales divinos”:

Petronio, Satiricón, 56:

A las abejas a fe que yo las considero animales divinos, porque vomitan la miel, aunque se diga que la traen de Júpiter. Y pican porque dondequiera que hay algo dulce, allí también se encuentra algo picante. (Traducción de Manuel C.Diaz  y Diaz. Edit.Alma Mater)

Apes enim ego divinas bestias puto, quae mel vomunt, etiam si diuntur illud a Iove afferrre. Ideo autem pungunt, quia ubicunque dulce est, ibi et acidum invenies.

La miel se utilizó en la Antigüedad en ceremonias religiosas porque está en relación con numerosos dioses y diosas y aparece en numerosos mitos; y sobre todo en alimentación para confeccionar pasteles y platos exquisitos; con ella se endulzaba el vino para producir el famoso “mulsum” o mosto dulce y se fabricaba  el el “hidromiel” o agua de miel (del griego hidro, agua y miel) . Pero también se utilizaba en medicina y farmacología como medicamento y en perfumería  y hasta para limpiar las joyas o dar una textura especial a los tejidos.

Si hoy la más famosa en el mundo, al menos en España, es la “miel de la Alcarria”, en la Antigüedad la más valorada fue la “miel del Atica”, pero se producía en muchas partes del Imperio, desde Germania hasta Africa y en torno a ella se generó una importante industria y actividad económica. Todo ello merece un artículo especial.

Marco Terencio Varrón (116-27 a. C. ), al que consideraban “el más sabio de los romanos”, escribió muchas obras sobre los temas más diversos; conservamos el título de 55 de ellas y tan sólo una completa, precisamente sobre “agricultura”. Su “De re rustica” o “Rerum rusticarum libri III”, esdecir “Sobre las cosas del campo”. De su obra “De lingua latina”, Sobre la lengua Latina, se conserva buena parte y del resto escasos fragmentos. En su obra de agricultura dedica parte del libro III a tratar de las abejas.

Pues bien, existe un ácaro muy dañino para las abejas, la varroa, que produce la enfermedad llamada “varroasis” que acaba con las colmenas. A.C. Oudemans describió en 1904 el ácaro que Edward Jacobson había descubierto en Java en Indonesia. A la hora de ponerle el nombre científico, indicando el género y la especie, le llamó “varroa iacobsoni”. Jacobson dio nombre a la especie, pero para el género Oudemans se acordó de Varrón y su tratado de agricultura y de él tomó el nombre de “varroa”.

Voy a reproducir tan sólo el texto de Varrón, aunque no es el más completo de los antiguos, por la razón aducida de que da el nombre al perjudicial ácaro. En concreto reproduzco todo el capítulo 16 del libro tercero, que dedica a las abejas. Dejo para otra ocasión los textos de los otros autores citados anteriormente que también se refieren al mundo de las abejas:

Varrón , Sobre la Agricultrua, III,16

 Las abejas.

Dijo Apio, “así pues nos queda el acto tercero acerca de la cría de ganado en la granja, el de la cría de peces. ¿Por qué el tercero?, dijo Axio. ¿Acaso porque tu no estabas acostumbrado en tu juventud en tu casa a beber mulso (vino dulce) por ahorro, hemos nosotros de despreciar la miel? Y apio nos dijo, “Tiene razón”.

“Ahora bien, cuando  me quedé abandonado y pobre con dos hermanos y dos hermanos, y una de ellas se la di a Lúculo sin dote, tan pronto  éste me cedió una heredad, inmediatamente comencé yo mismo a beber mulso en mi casa, cuando entonces casi siempre diariamente de ninguna manera  se daba a todo el mundo  en los banquetes mulso. 

Además es un asunto mío * y no tuyo el conocer a estos animales voladores, a quienes la naturaleza les ha concedido tanto ingenio y arte. Y así para que sepas que yo las conozco mejor que tú, escucha acerca de su increíble arte natural. Merula, como ha hecho en todo, te mostrará lo que los colmeneros suelen hacer.

* Porque el nombre Apio es el de la abeja “apis”.

En primer lugar  las abejas nacen en parte de las abejas y en parte del cuerpo corrompido de un buey.  Y por eso Arquelao en sus epigrmas dice que ellas son “las hijas itinerantes de una vaca muerta” (βοὸς φθιμένης πεπλανημένα τέκνα,). Y así mismo que  “las avispas se engendran en caballos, pero las abejas en terneras”  (ἵππων μὲν σφῆκες γενεά, μόσχων δὲ μέλισσαι.). Las abejas no son de naturaleza solitaria, como las águilas, sino como los hombres.Porque aunque los grajos también actúan así, sin embargo no es lo mismo, porque aquí hay una comunidad de trabajo y de edificios, que allí no hay; aquí hay razón y arte; de ellas aprenden (los hombres) a trabajar, de ellas a edificar, de ellas a guardar los alimentos. 

Tres cosas pues son propias de estas: el alimento, la casa y el trabajo; y el alimento no es lo mismo que la cera,  ni que la miel, ni que la casa. ¿Acaso la celda en el panal no tiene seis ángulos, tantos como patas tiene la propia abeja? Porque los geómetras demuestran que el hexágono se construye en una circunferencia de modo que se incluye la mayor parte del espacio. Se alimentan fuera, pero hacen dentro el trabajo, que como es muy dulce, es agradable a los dioses y a los hombres, porque el panal llega hasta los altares y la miel se ofrece al principio del banquete y a los postres (en la segunda mesa).

Sus ciudades son como las de los hombres, porque aquí hay un rey* y una autoridad y una sociedad. Persiguen todas las cosas limpias. Y así ninguna de ellas se posa en un lugar sucio o allí donde huela mal, ni tampoco en el que huela a buenos perfumes. Y así a quien se les acerca perfumado lo pican, no lo lamen como las moscas, porque nadie ve a estas (las abejas), a diferencia de aquellas, en la carne o en la sangre o en la grasa. Y por tanto sólo se posan en aquellas cosas cuyo sabor es dulce.

* Creían los antiguos que la reina era un rey, engañados sin duda por el aguijón. Hasta el siglo XVII no se comprobó que el rey en realidad era reina.

De ninguna manera es perjudicial porque no estropea la obra de nadie picoteándola, ni es vaga de manera que no se resista a quien intenta perturbarla; y sin embargo no desconoce su debilidad. Con toda razón se dice que son las aves de las Musas, porque, si alguna vez están desplegadas, también con címbalos y palmadas se las conduce rápidamente a un solo lugar;  y así como a estas deidades los hombres les atribuyeron el Helicón y el Olimpo, así la naturaleza a atribuido a estas (las abejas) los montes con flores y sin cultivar.

Siguen a su rey a donde vaya, y lo ayudan si está cansado y si no puede volar lo llevan a cuestas, porque quieren salvarlo. Ellas mismas son muy trabajadoras y odian a las perezosas. Y así persiguiéndolos constantemente echan lejos de ellas a los zánganos, porque éstos además de que no ayudan, consumen miel; y a estos aunque sean muchos metiendo ruido las persiguen incluso unas pocas. Por fuera de la entrada de la colmena lo tapan todo por donde pasa el aire entre los panales, lo que los griegos llaman eritace.*

*  El eritace o erizake lo define Aristóteles en su Historia Animalium, 9, 40 como “pan de abejas” pero en realidad tal vez sea el propóleo, dada su función de taponar las entradas de aire a la colmena.

Todas viven como en el ejército y duermen y trabajan alternándose por igual y cuando envían fuera colonias, sus jefes les dan ordenes con la voz a imitación de la trompeta. Esto lo hacen también cuando se transmiten entre sí señales de paz o de guerra. Pero, Merula, para que nuestro Axio no se desmejore mientras oye estas cosas de la naturaleza, como no he dicho nada de su beneficio, te entrego ahora la antorcha de la carrera.

Merula dijo, “Sobre su beneficio, esto es lo que digo, que quizás para ti, Axio, sea suficiente; en esto tengo como autoridad no sólo a Seyo, que tiene alquiladas sus colmenas por cinco mil libras de miel cada año, sino también a nuestro querido Varrón, a quien oí decir que había tenido dos soldados en Hispania, a los ricos hermanos Veyanio, de la región de Falisco, que habiéndoles dejado su padre una pequeña granja y un pequeño campo no mayor que una yugada, hicieron colmenas alrededor de toda la granja y tuvieron un huerto y plantaron en el resto tomillo y codeso y toronjil, a lo que unos llaman melifilon, otros melisofilon y algunos melitena.

Que estos estaban acostumbrados a recibir nunca menos de diez mil sestercios de miel, para actuar con equilibrio, diciendo que preferían esperar a encontrar un comprador a su tiempo antes que a destiempo con más prisa”. Dijo también, “ dime pues dónde y de qué modo me conviene hacer una colmena para recoger grandes beneficios”.

Y él (dice) “conviene hacer las melitonas, que otros llaman melitrofia, y otros a la misma cosa colmenas (melaria) de esta manera. En primer lugar el mejor es junto a la casa, en donde no resuenen los ecos (pues se cree que este sonido es la señal para la huida de estas), conviene que este en un ambiente templado, no ardiente en verano y soleado en invierno, de forma que mire sobre todo a oriente en invierno, y que tenga cerca lugares en los que el pasto sea abundante y el agua limpia.

Si no hay alimento natural, conviene que el dueño siembre aquellas cosas que sobre todo buscan las abejas. Estas cosas son rosas, serpol, toronjil, amapolas, habas, lentejas, guisantes, albahaca, gladiolos, alfalfa, pero sobre todo codeso, que es muy útil para las menos fuertes. Y además comienza a florecer desde el equinoccio de primavera y dura hasta el otro equinoccio.

Pero así como éste (el codeso) es muy adecuado para la salud de las abejas, para la miel lo es el tomillo. Y por esto la palma se la lleva la miel de Sicilia, porque allí es abundante el buen tomillo. Y así algunos machacan el tomillo en el mortero y lo diluyen en agua templada; con el rocían todos los planteles sembrados para las abejas.

Por lo que se refiere al lugar, el más adecuado de elegir es junto a la casa; algunos también colocan la colmena en el pórtico de la casa, para que esté más segura. En donde estén, unos las hacen redondas con mimbres, otros de madera y corteza, otros de un árbol hueco, otros de barro; otros también cuadradas, con cañas,  de unos tres pies de longitud y anchas de un pie, pero de tal forma que las apretujen cuando sean pocas las que las rellenan, para que no se desanimen en un lugar grande vacío. Todas estas se llaman “alvi” (estómagos o vientres)* por el alimento de miel, y parece que las hacen estrechas en la mitad para imitar la figura de ellas (las abejas)

* nota: alvus tal vez derive de alo, que significa alimentarse, como alimonio

Untan ñas de mimbres con estiércol de vaca por dentro y por fuera, para que no se espanten por su aspereza y colocan los vientres (colmenas) en los salientes de la pared, de forma que ni se muevan ni se toquen entre sí cuando se ponen en fila. Y así interpuesto un espacio se coloca por debajo una segunda y una tercera fila, y dicen que conviene más quitar de aquí una cuarta fila que añadirla. En la mitad del vientre, por donde entran las abejas, hacen pequeños agujeros a derecha y a izquierda.

En el extremo colocan unas tapaderas por donde los meleros puedan sacar  el panal. Las mejores colmenas se hacen de corteza, las peores de barro, porque las abejas son afectadas fuertemente por el frío del invierno y también por el calor del verano. En primavera y en verano el melero debe inspeccionarlas aproximadamente tres veces al mes fumigándolas suavemente y limpiar el vientre de la suciedad y echar fuera los gusanos.

Que esté además atento para que no haya muchos reyes;  pues se hacen inútiles por las peleas. Y algunos dicen, que como hay tres tipos de jefes en las abejas, negro, rojo y de varios colores, o dos, como escribió Menecrates, el negro y el de varios colores, que es el mejor, le convendrá al melero matar al negro cuando haya dos en el mismo vientre y coincida con el otro, porque es conflictivo y arruina el vientre, porque huye o es puesto en fuga con el enjambre.

De las restantes abejas la mejor es la pequeña, de varios colores y redonda. El que es llamado por unos ladrón y por otros zángano, es negro y de vientre ancho. La avispa, que tiene semejanza con la abeja, no es socia de trabajo y además suele hacer daño con su mordisco, y las abejas la apartan de ellas. Estas (las abejas) se diferencian entre sí, porque las hay  salvajes y domésticas. Ahora bien, llamo salvajes a las que pastan en lugares silvestres, y domésticas las que lo hacen en cultivados. Las salvajes son más pequeñas de tamaño y peludas, pero más trabajadoras.

Al comprarlas conviene que el comprador vea si están sanas o están enfermas.

Hay señales de salud si en el enjambre son abundantes y brillantes y si la obra que hacen es uniforme y lisa. Hay señales de menos sanas si son peludas y ásperas, como polvorienta, a no ser que el tiempo del trabajo les urja, pues entonces se ponen ásperas y se debilitan por el esfuerzo.

Si han de ser trasladadas a otro lugar, conviene hacerlo con todo cuidado, estudiando el momento en el que es mejor hacerlo y buscando el lugar idóneo al que llevarlas.: el momento, mejor en primavera que en invierno, porque en invierno se acostumbran con dificultad a permanecer allí a donde las has trasladado y por eso muchas veces huyen. Si las trasladas de un buen lugar a ogro en donde no hay pasto adecuado, se dan a la fuga. Y si las llevas de un vientre (colmena) a otro en el mismo lugar, lo has de hacer con todo cuidado.

Pero la colmena a la que han de pasar la debes frotar con toronjil, porque esto es un atractivo para ellas, y se deben poner panales de miel dentro no lejos de las entradas, para que cuando se den cuenta de que no hay escasez….. dice que tuvo. Este dice que cuando las abejas están enfermas por los primeros pastos de primavera, que hacen de las flores del almendro griego y del cornejo, tienen diarrea y han de recuperarse bebiendo orina.
Se llama propóleos a aquello de lo que hacen una protección en las aberturas de la  entrada en la parte delantera de la colmena sobre todo en verano. Esta misma cosa incluso con el mismo nombre lo usan los médicos en sus emplastos, por lo que también se vende en la Vía Sacra más caro que la miel. Se llama “eritace” a la cosa con la que se pegan los extremos de los panes entre sí, y es otra cosa distinta de la miel y del propóleos; y dicen que en esto está la fuerza de la atracción. Por eso, allí donde quieren asentar el enjambre, untan una rama o alguna ota cosa con este (eritace) mezclado con toronjil.

El panal es lo que modelan de cera con muchas celdas, teniendo cada una de las celdas seis lados, tantos como patas dio la naturaleza a cada una. Se dice que las cosas que traen para hacer sus cuatro cosas, propóleos, eritace, panal y miel no las cogen de las mismas cosas. De una cosa, del manzano púnico (granado) y del espárrago, cogen sólo alimento; del olivo la cera, del higo la miel, pero no la buena.

Que  de las habas, el toronjil, la calabaza y la col, sacan dos materias, la cera y el alimento; y también del mismo modo doble materia, el alimento y la miel, es lo que se hace del manzano y del peral silvestre; y asimismo dos, aunque distintas, cera y miel, lo que se hace de la amapola. También que tres materias, alimento, miel y cera, se hacen del almendro (nogal griego) y del jaramago. Que asimismo se aprovechan de otras flores, de tal forma que cogen unas cosas para una sola materia y otras para varias.

Y también siguen otra diferenciación en lo que cogen o la diferenciación las sigue a ellas, como en la miel, porque de una cosa hacen miel líquida, como de la flor de chirivía, de otra, por el contrario, espesa, como del romero; y así de otras cosas, como miel poco suave del higo, buena del codeso y la mejor  del tomillo.

Como quiera que la bebida es parte de la alimentación y para ellas es el agua clara, conviene que tengan donde beber y que esté cerca, y que corra o que desemboque en algún lago, de tal forma que no sobrepase los dos o tres dedos de profundidad; en esta agua se arrojan ladrillos o piedras, de tal forma que sobresalgan un poco, en donde puedan posarse y beber. En lo que se ha de tener especial cuidado es en que el agua sea limpia, porque esto es lo que más aprovecha a una buena melificación.

Como no todo tiempo permite que se vayan lejos a pastar, se les ha de preparar alimento para que no se vean obligadas a vivir sólo de miel o a abandonar muertas de hambre sus colmenas. En consecuencia, se cuecen aproximadamente diez medidas (libras) de higos gordos en seis congios de agua y una vez cocidos se ponen cerca en forma de albondiguillas. Otros procuran que haya cerca agua duce (hidromiel) en pequeños vasos, en los que ponen lana limpia de la que puedan chupar y al mismo tiempo ni se llenen con una excesiva bebida ni se caiga al agua. Se pone un vaso para cada colmena y este se rellena. Otros, una vez  que han molido uvas pasas e  higos, le echan arrope (vino reducido a la mitad) y colocan albondiguillas hechas de ello allí a donde puedan salir en invierno a pastar.

Cuando va a salir el enjambre, lo que suele ocurrir cuando hay muchos descendientes que han crecido prósperamente y quieren enviar a  la descendencia como colonia, como en otro tiempo hicieron con frecuencia los Sabinos por la abundancia de hijos, se sabe  suelen anteceder dos señales de esto: uno que en los días anteriores, sobre todo por la tarde muchas cuelgan unas de otras ante la puerta  aglomeradas como las uvas.
Otra, porque cuando ya están a punto de volar o incluso han comenzado, resuenan con fuerza unas con otras, como hacen los soldados cuando levantan el campamento.  Las que han salido primero revolotean a la vista de las otras, que todavía no se han agrupado, esperando a que se reunan. Cuando el melero se ha dado cuenta de que han hecho esto, las asustan echándoles polvo y metiendo ruido con el bronce.

Untan con eritace y toronjil y con las otras cosas que les gustan el lugar a donde quieren llevarlas, no lejos de allí. Allí donde las colocan, llevan una colmena untada por dentro con las mismas sustancias atrayentes y colocada cerca, les obligan a entrar rodeándolas con un ligero humo. Cuando éstas  han entrado en la nueva colonia, permanecen tan a gusto que incluso si la pusieras próxima a la colmena de la que salieron, estarían sin embargo más contentas en su nuevo domicilio.

De lo que se refiere al pasto creo que ya he hablado, y ahora hablaré de la causa por la que se las cuida, es decir, del beneficio. La señal para extraer los panales se saca de ellas mismas…* si hacen dentro un zumbido, y si tiemblan cuando entran y salen y si cuando se levanta la tapa de las colmenas aparecen las aperturas de los panales cubiertos con membranas porque están rellenos de miel.

* texto corrompido

Algunos dicen que al extraer la miel conviene quitar nueve partes y dejar la décima; porque si extraes todo, ocurrirá que se marcharán. Otros dejan más de esto que he dicho. Así como en las tierras aradas los que hacen cosechas anuales, recogen más trigo de los barbechos, así en las colmenas, si no extraes todos los años o no igualmente mucho, también tendrás abejas más trabajadoras y más fructíferas.

Algunos dicen que al extraer la miel conviene quitar nueve partes y dejar la décima; porque si extraes todo, ocurrirá que se marcharán. Otros dejan más de esto que he dicho. Así como en las tierras aradas los que hacen cosechas anuales, recogen más trigo de los barbechos, así en las colmenas, si no extraes todos los años o no igualmente mucho, también tendrás abejas más trabajadoras y más fructíferas.

Se piensa que el primer momento para extraer los panales es el de la salida de las Pléyades; el segundo pasado el verano, antes de que salga completo Arturo; el tercero después del ocaso de las Pléyades, y así, si la colmena está llena, que no se extraiga más de la tercera parte de la miel, y lo restante se deje para la invernada;  pero si la colmena no está cargada, que no se extraiga nada. Cuando la extracción es mayor, no conviene hacerla ni completa ni a la vista, para que no se desanimen. Si alguna parte de la colmena que se extrae no tiene nada (de miel) o la tiene sucia, debe ser cortado con un cuchillo.

Hay que procurar que las más débiles no sean  oprimidas por las más fuertes, pues con ello disminuye el producto; y así a las más débiles se les somete separadas bajo otro rey. Las que luchas entre sí más frecuentemente, conviene rociarlas con agua de mosto (hidromiel). Con esto no sólo desisten de la pelea, sino que se amontonan lamiéndose, y más si son rociadas con vino mulso, porque se aplican con más avidez por el olor y se embriagan bebiendo.

Si salen de la colmena menos cantidad y se queda alguna parte, se debe fumigar y se debe poner cerca hierbas de las que las que huelen bien, sobre toronjil y tomillo. 

Hay que procurar con toda fuerza  que no perezcan por el calor o por el frío. Si alguna vez, durante el pasto, son golpeadas por una lluvia repentina o por un frío repentino, antes de que ellas mismas hubieran previsto lo que iba a ocurrir, aunque raramente ocurre que se engañen, y yacen postradas golpeadas por grandes gotas de lluvia, como muertas, hay que recogerlas en alguna vasija y colocarla en un lugar cubierto y cálido; al día siguiente con el mejor tiempo con ceniza de leña de higuera se calienta  un poco más que templado. Luego se las debe agitar ligeramente en la misma vasija, de manera que no las toques con la mano, y se las debe poner al sol.

Las que se han calentado así, se reponen y reviven, como igualmente suele ocurrir con las moscas muertas en el agua. Esto se debe hacer junto a las colmenas, para que restablecidas cada una vuelva a su trabajo y a su casa.

16  Appius, Igitur relinquitur, inquit, de pastione villatica tertius actus de piscinis. Quid tertius? inquit Axius. An quia tu solitus es in adulescentia tua domi mulsum non bibere propter parsimoniam, nos mel neclegemus? Appius nobis, Verum dicit, inquit. 2 Nam cum pauper cum duobus fratribus et duabus sororibus essem relictus, quarum alteram sine dote dedi Lucullo, a quo hereditate me cessa primum et primus mulsum domi meae bibere coepi ipse, cum interea nihilo minus paene cotidie in convivio omnibus daretur  mulsum. 3 Praeterea meum erat, non tuum, eas novisse volucres, quibus plurimum natura ingeni atque artis tribuit. Itaque eas melius me nosse quam te ut scias, de incredibili earum arte naturali audi. Merula, ut cetera fecit, historicos quae sequi melitturgoe soleant demonstrabit.

4 Primum apes nascuntur partim ex apibus, partim ex bubulo corpore putrefacto. Itaque Archelaus in epigrammate ait eas esse
βοὸς φθιμένης πεπλανημένα τέκνα,
idem
ἵππων μὲν σφῆκες γενεά, μόσχων δὲ μέλισσαι.

Apes non sunt solitaria natura, ut aquilae, sed ut homines. Quod si in hoc faciunt etiam graculi, at non idem, quod hic societas operis et aedificiorum, quod illic non est, hic ratio atque ars, ab his opus facere discunt, ab his aedificare, ab his cibaria condere. 5 Tria enim harum: cibus, domus, opus, neque idem quod cera cibus, nec quod mel, nec quod domus. Non in favo sex angulis cella, totidem quot habet ipsa pedes? Quod geometrae hexagonon fieri in orbi rutundo ostendunt, ut plurimum loci includatur. Foris pascuntur, intus opus faciunt, quod dulcissimum quod est, et deis et hominibus est acceptum, quod favus venit in altaria et mel ad principia convivi et in secundam mensam administratur. 6 Haec ut hominum civitates, quod hic est et rex et imperium et societas. Secuntur omnia pura. Itaque nulla harum adsidit in loco inquinato aut eo qui male oleat, neque etiam in eo qui bona olet unguenta. Itaque iis unctus qui accessit, pungunt, non, ut muscae, ligurriunt, quod nemo has videt, ut illas, in carne aut sanguine aut adipe. Ideo modo considunt in eis quorum sapor dulcis. 7 Minime malefica, quod nullius opus vellicans facit deterius, neque ignava, ut non, qui eius conetur disturbare, resistat; neque tamen nescia suae imbecillitatis. Quae cum causa Musarum esse dicuntur volucres, quod et, si quando displicatae sunt, cymbalis et plausibus numero redducunt in locum unum; et ut his dis Helicona atque Olympon adtribuerunt homines, sic his floridos et incultos natura adtribuit montes. 8 Regem suum secuntur, quocumque it, et fessum sublevant, et si nequit volare, succollant, quod eum servare volunt. Neque ipsae sunt inficientes nec non oderunt inertes. Itaque insectantes ab se eiciunt fucos, quod hi neque adiuvant et mel consumunt, quos vocificantes plures persecuntur etiam paucae. Extra ostium alvi opturant omnia, qua venit inter favos spiritus, quam erithacen appellant Graeci. 9 Omnes ut in exercitu vivunt atque alternis dormiunt et opus faciunt pariter et ut colonias mittunt, iique duces conficiunt quaedam ad vocem ut imitatione tubae. Tum id faciunt, cum inter se signa pacis ac belli habeant. Sed, O Merula, Axius noster ne, dum haec audit physica, macescat, quod de fructu nihil dixi, nunc cursu lampada tibe trado.

10 Merula, De fructu, inquit, hoc dico, quod fortasse an tibi satis sit, Axi, in quo auctorem habeo non solum Seium, qui alvaria sua locata habet quotannis quinis milibus pondo mellis, sed etiam hunc Varronem nostrum, quem audivi dicentem duo milites se habuisse in Hispania fratres Veianios ex agro Falisco locupletis, quibus cum a patre relicta esset parva villa et agellus non sane maior iugero uno, hos circum villam totam alvaria fecisse et hortum habuisse ac relicum thymo et cytiso opsevisse et apiastro, quod alii meliphyllon, alii melissophyllon, quidam melittaenam appellant. 11 Hos numquam minus, ut peraeque ducerent, dena milia sestertia ex melle recipere esse solitos, cum dicerent velle expectare, ut suo potius tempore mercatorem admitterent, quam celerius alieno. Dic igitur, inquit, ubi et cuius modi me facere oporteat alvarium, ut magnos capiam fructus. 12 Ille, melittonas ita facere oportet, quos alii melitrophia appellant, eandem rem quidam mellaria. Primum secundum villam potissimum, ubi non resonent imagines (hic enim sonus harum fugae existimatur esse protelum), esse oportet aere temperato, neque aestate fervido neque hieme non aprico, ut spectet potissimum ad hibernos ortus, qui prope se loca habeat ea, ubi pabulum sit frequens et aqua pura. 13 Si pabulum naturale non est, ea oportet dominum serere, quae maxime secuntur apes. Ea sunt rosa, serpyllon, apiastrum, papaver, faba, lens, pisum, ocimum, cyperum, medice, maxime cytisum, quod minus valentibus utilissimum est. Etenim ab aequinoctio verno florere incipit et permanet ad alterum aequinoctium. 14 Sed ut hoc aptissimum ad sanitatem apium, sic ad mellificium thymum. Propter hoc Siculum mel fert palmam, quod ibi thymum bonum frequens est. Itaque quidam thymum contundunt in pila et diluunt in aqua tepida; eo conspergunt omnia seminaria consita apium causa. 15 Quod ad locum pertinet, hoc genus potissimum eligendum iuxta villam, non quo non in villae porticu quoque quidam, quo tutius esset, alvarium collocarint. Ubi sint, alii faciunt ex viminibus rutundas, alii e ligno ac corticibus, alii ex arbore cava, alii fictiles, alii etiam ex ferulis quadratas longas pedes circiter ternos, latas pedem, sed ita, ubi parum sunt quae compleant, ut eas conangustent, in vasto loco inani ne despondeant animum. Haec omnia vocant a mellis alimonio alvos, quas ideo videntur medias facere angustissimas, ut figuram imitentur earum. 16 Vitiles fimo bubulo oblinunt intus et extra, ne asperitate absterreantur, easque alvos ita collocant in mutulis parietis, ut ne agitentur neve inter se contingant, cum in ordinem sint positae. Sic intervallo interposito alterum et tertium ordinem infra faciunt et aiunt potius hinc demi oportere, quam addi quartum. Media alvo, qua introeant apes, faciunt foramina parva dextra ac sinistra. 17 Ad extremam, qua mellarii favum eximere possint, opercula imponunt. Alvi optimae fiunt corticeae, deterrimae fictiles, quod et frigore hieme et aestate calore vehementissime haec commoventur. Verno tempore et aestivo fere ter in mense mellarius inspicere debet fumigans leniter eas et ab spurcitiis purgare alvum et vermiculos eicere. 18 Praeterea ut animadvertat ne reguli plures existant; inutiles enim fiunt propter seditiones. Et quidam dicunt, tria genera cum sint ducum in apibus, niger ruber varius, ut Menecrates scribit, duo, niger et varius, qui ita melior, ut expediat mellario, cum duo sint in eadem alvo, interficere nigrum, cum sit cum altero rege, esse seditiosum et corrumpere alvom, quod fuget aut cum multitudine fugetur. 19 De reliquis apibus optima est parva varia rutunda. Fur qui vocabitur, ab aliis fucus, est ater et lato ventre. Vespa, quae similitudinem habet apis, neque socia est operis et nocere solet morsu, quam apes a se secernunt. Hae differunt inter se, quod ferae et cicures sunt. Nunc feras dico, quae in silvestribus locis pascitant, cicures, quae in cultis. Silvestres minores sunt magnitudine et pilosae, sed opifices magis.

In emendo emptorem videre oportet, valeant an sint aegrae. 20 Sanitatis signa, si sunt frequentes in examine et si nitidae et si opus quod faciunt est aequabile ac leve. Minus valentium signa, si sunt pilosae et horridae, ut pulverulentae, nisi opificii eas urget tempus; tum enim propter laborem asperantur ac marcescunt. 21 Si transferendae sunt in alium locum, id facere diligenter oportet et tempora, quibus id potissimum facias, animadvertendum et loca, quo transferas, idonea providendum: tempora, ut verno potius quam hiberno, quod hieme difficulter consuescunt quo translatae manere, itaque fugiunt plerumque. Si e bono loco transtuleris eo, ubi idonea pabulatio non sit, fugitivae fiunt. Nec, si ex alvo in alvum in eodem loco traicias, neglegenter faciendum, 22 sed et in quam transiturae sint apes, ea apiastro perfricanda, quod inlicium hoc illis, et favi melliti intus ponendi a faucibus non longe, ne, cum animadverterint aut inopiam esse . . . habuisse dicit. Is ait, cum sint apes morbidae propter primoris vernos pastus, qui ex floribus nucis graecae et cornus fiunt, coeliacas fieri atque urina pota reficiendas. 23 Propolim vocant, e quo faciunt ad foramen introitus protectum ante alvum maxime aestate. Quam rem etiam nomine eodem medici utuntur in emplastris, propter quam rem etiam carius in sacra via quam mel venit. Erithacen vocant, quo favos extremos inter se conglutinant, quod est aliut melle et propoli; itaque in hoc vim esse illiciendi. Quocirca examen ubi volunt considere, eum ramum aliamve quam rem oblinunt hoc admixto apiastro. 24 Favus est, quem fingunt multicavatum e cera, cum singula cava sena latera habeant, quot singulis pedes dedit natura. Neque quae afferunt ad quattuor res faciendas, propolim, erithacen, favum, mel, ex iisdem omnibus rebus carpere dicunt. Simplex, quod e malo punico et asparago cibum carpant solum, ex olea arbore ceram, e fico mel, sed non bonum. 25 Duplex ministerium praeberi, ut e faba, apiastro, cucurbita, brassica ceram et cibum; nec non aliter duplex quod fit e malo et piris silvestribus, cibum et mel; item aliter duplex quod e papavere, ceram et mel. Triplex ministerium quoque fieri, ut ex nuce Graeca et e lapsano cibum, mel, ceram. Item ex aliis floribus ita carpere, ut alia ad singulas res sumant, alia ad plures, 26 nec non etiam aliut discrimen sequantur in carptura aut eas sequatur, ut in melle, quod ex alia re faciant liquidum mel, ut e siserae flore, ex alia contra spissum, ut e rore marino; sic ex alia re, ut e fico mel insuave, e cytiso bonum, e thymo optimum. 27 Cibi pars quod potio et ea iis aqua liquida, unde bibant esse oportet, eamque propinquam, quae praeterfluat aut in aliquem lacum influat, ita ut ne altitudine escendat duo aut tres digitos; in qua aqua iaceant testae aut lapilli, ita ut extent paulum, ubi adsidere et bibere possint. In quo diligenter habenda cura ut aqua sit pura, quod ad mellificium bonum vehementer prodest. 28 Quod non omnis tempestas ad pastum prodire longius patitur, praeparandus his cibus, ne tum melle cogantur solo vivere aut relinquere exinanitas alvos. Igitur ficorum pinguium circiter decem pondo decoquont in aquae congiis sex, quas coctas in offas prope apponunt. Alii aquam mulsam in vasculis prope ut sit curant, in quae addunt lanam puram, per quam sugant, uno tempore ne potu nimium impleantur aut ne incidant in aquam. Singula vasa ponunt ad alvos, haec supplentur. Alii uvam passam et ficum cum pisierunt, affundunt sapam atque ex eo factas offas apponunt ibi, quo foras hieme in pabulum procedere tamen possint.

29 Cum examen exiturum est, quod fieri solet, cum adnatae prospere sunt multae ac progeniem ut coloniam emittere volunt, ut olim crebro Sabini factitaverunt propter multitudinem liberorum, huius quod duo solent praeire signa, scitur: unum, quod superioribus diebus, maxime vespertinis, multae ante foramen 30 ut uvae aliae ex aliis pendent conglobatae; alterum, quod, cum iam evolaturae sunt aut etiam inceperunt, consonant vehementer, proinde ut milites faciunt, cum castra movent. Quae primum exierunt, in conspectu volitant reliquas, quae nondum congregatae sunt, respectantes, dum conveniant. A mellario cum id fecisse sunt animadversae, iaciundo in eas pulvere et circumtinniendo aere perterritae, 31 quo volunt perducere, non longe inde oblinunt erithace atque apiastro ceterisque rebus, quibus delectantur. Ubi consederunt, afferunt alvum eisdem inliciis litam intus et prope apposita fumo leni circumdato cogunt eas intrare. Quae in novam coloniam cum introierunt, permanent adeo libenter, ut etiam si proximam posueris illam alvum, unde exierunt, tamen novo domicilio potius sint contentae.

Abejas, animales divinos (Petronio, 56)

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