El hombre lleva miles de años, desde que aparece sobre la tierra, observando el cielo, unas veces impresionado por los miles de puntos luminosos, en torno a los 1.500 a simple vista, que se mueven o permanecen quietos, y otras asustado por la influencia que puede tener sobre su propia vida.
Los grandes nada pueden sin los pequeños: Pensar globalmente actuar localmente
Pausanias es un autor griego del siglo II de Cristo, probablemente de Lidia en el Asia Menor, que viajó por diversas partes del mundo antiguo y nos ha dejado un libro valiosísimo, la primera guía de viajes de la que tenemos noticias, su “Descripción de Grecia”.
Los dioses nunca han enviado reyes jóvenes a quienes quieren perjudicar
Las frases, sentencias, proverbios, apotegmas fueron en la Antigüedad un instrumento eficaz para la educación moral y cívica de los ciudadanos. Así que son miles las sentencias latinas y griegas que se recogen en colecciones o diccionarios nunca completos. Además el mundo antiguo ofrece toneladas de material para construir y crear permanentemente sentencias atractivas en cada momento o para parafrasear o adaptar las propiamente antiguas.
El episodio de Ayax de la Ilíada inspiró a Cervantes
En el capítulo XVIII de la primera parte del Quijote, Cervantes nos narra, entre otras cosas, el episodio de los rebaños de ovejas alanceadas por D. Quijote que los vio en su locura como dos ejércitos poderosos de enemigos. El polvo que los mansos cuadrúpedos levantaban fu el detonante para su locura.
El mito de las edades del hombre (2)
Es un tópico o lugar común en muchas culturas que la vida del hombre sobre la Tierra comenzó en una época de felicidad y absoluta placidez, luego interrumpida por el amoral comportamiento del hombre, que desde entonces no ha cesado de ir a peor. Estas creaciones no son sólo literarias, sino que forman parte de las ideas del imaginario cultural general.
El mito de las edades o razas del hombre.
El mito antiguo de las razas o edades del hombre, con una primera de oro que va degenerando hasta el duro y fiero hierro a medida que empeora el comportamiento moral del hombre, existe en muchas literaturas. Mil veces contado en la Antigüedad y desde la Antigüedad, era suficientemente conocido por Cervantes en quien influyó de manera importante: a fin de cuentas el “Caballero de la Triste figura” lo que pretende es crear un mundo mejor, tal vez como el que existió en la “edad de oro”, a juzgar por la presencia que esta ilusión tiene en El Quijote.
El Humanismo clásico de Cervantes
El día 23 de abril de cada año se celebra el “Día mundial del libro y del derecho de autor”. Alguna curiosa circunstancia hizo coincidir la muerte de Cervantes en España, Shakespeare en Inglaterra, el Inca Garcilaso de la Vega en ese día. La Unesco lo consideró muy adecuado para celebrar la existencia de los libros y promocionar la lectura y así se viene haciendo desde el año 1995.
“La experiencia, madre de las ciencias” (El Quijote I 21)/ “Magister dixit”. “Roma locuta, causa finita”
Como es lógico, la experiencia se adquiere con la práctica y ésta necesita del tiempo; por lo tanto la experiencia es propia de personas de cierta edad. Es justamente la repetición de la acción y el recuerdo de lo hecho y de la forma en que se hizo lo que proporciona “el saber” al hombre. A ello han de añadirse la necesidad de cohesión del grupo social frente a una vida y subsistencia difícil. Todo ello explica en gran parte el respeto y consideración a la “autoridad” de los mayores.
Academia de Platón (2): el barrio de Academos.
Conviene hacer alguna precisión acerca de los “jardines de Academos”, que dieron nombre a la famosa escuela creada por Platón. En primer lugar la Academia no es un edificio, como alguien puede pensar, sino una zona o barrio de Atenas, fuera de las murallas, a 1,5 kilómetros aproximadamente, que recibe el nombre de Academia, Ἀκαδημία, o Hekademeia (Ἑκαδήμεια), del nombre del héroe local Academos o Hekademos, como dice Diógenes Laercio, (Vida de los filósofos ilustres, 3,7 ss.).
La Academia de Platón (1): “No entre nadie que no sepa geometría”
La tradición dice que esta frase estaba grabada a la entrada de la Academia de Platón.